Aphrodite – La Nave
Tarde – Noche
El viaje en Uber desde el aeropuerto hasta La Nave no pudo resultarme más tedioso, aunque me animó un poco volver a ver el discurso de la rubia con alas que hablaba de la sororidad entre mujeres con poderes y que se había viralizado en cuestión de horas.
Desde que me había retirado de «Under Your Spell», porque empezó a perder audiencia a pasos agigantados cuando se descubrió todo lo mi pasado, hacía una vida de lo más aburrida. Me había instalado en mi ciudad natal en las islas de Loverd y tenía un programa nocturno de testimonios en la radio local. Mis amigas bromeaban diciendo que se llamaba «Llorar por llorar», pero se llamaba «Testimonios en la onda», aunque no sé cuál era peor.
Lo que sí que daba ganas de llorar era mi vida social y sexual. Ya no me invitaban a fiestas lujosas, ni era una de las mujeres «del momento». Supongo que para esa panda de retrógrados que controlaban los medios en Hollywood ni siquiera podía considerarme mujer, pero ellos no eran más que una panda de dinosaurios tránsfobos a los que no se les levantaba el pene ni con un camión de Viagra.
No voy a mentir y a decir que no estaba nerviosa, porque sí lo estaba. Cuando el conductor paró frente a la ubicación que me había enviado Diana por Whatsapp, tuve ganas de vomitar. ¿Cuánto hacía que no pisaba Moondale? Ni siquiera recordaba con exactitud el día que lo dejé para irme a Los Ángeles en busca de la fama, pero la fama es una zorra traicionera y acabó mordiéndome el trasero jugoso que tengo (¿Quién no querría mordérmelo?).
Me había mantenido en contacto con CASI todos gracias a la redes sociales e incluso le había enviado a Diana una «tarta de pañales» y una botella de vino cuando nació su hija Amy, pero esto era diferente: me necesitaban de apoyo mágico en el campo de batalla. ¿Y qué sabía yo de batallas? Pues no lo sé, pero mi magia y mi poder me hacían valiosa a ojos de Diana. Además, cualquier excusa era buena para pasearme delante de Dom (¡Que te den, TOM!) para que viera todo lo que se había perdido, que seamos honestas, era mucho.
Me bajé del coche después de valorar al conductor positivamente y clavé los stiletto rojos con fuerza. Una ráfaga de aire me descolocó un mechón de pelo y lo peiné como pude, abotonando el abrigo para no morir congelada. Hacía más frío que en las islas y me pregunté qué narices hacía yo allí. Eché un vistazo a mi alrededor y compré la ubicación por decimoquinta vez: nunca había estado en aquel edificio a las afueras que parecía una nave industrial remodelada. Esperaba no morir. Era demasiado joven y atractiva para hacerlo.
Tomé aire y caminé con paso decidido hasta que toqué al interfono bastante más dubitativa de lo que mi falsa seguridad pretendía mostrar. Cuando la puerta se abrió y me recibió un Christopher MacLeod mucho más ojeroso de lo que recordaba, le guiñé el ojo y le seguí en silencio hasta que estuvimos en una especie de sala de reuniones/fiesta. Al llegar, le di a un botón de mi flamante Iphone y empezó a sonar «Good Girls Don’t Lie», de Ruth Lorenzo.
I learned trouble from a very young age
Might be looking for a savior
But don’t want to be saved
You don’t want to hear the truth
You don’t want to hear the truth
Me quité el abrigo de manera estudiada y descubrí el esmoquin sin camisa que me había puesto. — [Aphrodite]Amoooores.[/Aphrodite].- saludé con efusividad al terminar la canción. Especialmente a Diana, que cuando me abrazó, hizo que sollozásemos al unísono.- [Diana]No te vayas más[/Diana].- me pidió al oído.- [Diana]Todas las chicas que llegan prefieren a Sarah. ¿Crees que será una conspiración? ¿Crees que mi fan habrá dejado de protegerme?[/Diana]- se quejó entre risas.- [Aphrodite]Cielo, todo el mundo sabe que separarnos es un error de trama[/Aphrodite].- le seguí la corriente y así estuvimos un rato: abrazadas y diciendo tonterías. La echaba tantísimo de menos…
Cuando me liberé de los abrazos de Diana, me acerqué al resto y fui agradable con todos, incluso con los que no conocía (un demonio verde super educado, una chica con el pelo rosa que resultó ser la hermana de Daniel, una rubia que parecía que te podía partir por la mitad – sexualmente o no-, otra que era diseñadora de moda y una última rubia (¿las coleccionaban?) que era la chica del discurso, entre otros), pero evité a Dom y a su novia deliberadamente. Nuestras miradas se cruzaron un par de veces, pero no les hice caso.- [MacLeod]¿Qué tal el vuelo?[/MacLeod] – me preguntó Christopher mientras me servía un gin tonic de color rosa (que no está tan rico como parece).
– [Aphrodite]Horrible, amore. Piensa que he tenido que volar en una low cost con la plebe[/Aphrodite].- me eché el pelo hacia atrás de forma coqueta, aunque no estaba coqueteando con él (¿o sí?).
– [Ed]Es lo que tiene los vuelos de corta distancia[/Ed].- apuntó Ed con timidez. No estaba segura de si alguna vez habíamos hablado antes de esa, pero era agradable. Tenía cero sex appeal, pero era agradable.
– [Aphrodite]¿Cómo están todos?[/Aphrodite]- pregunté con timidez. Eran tantos y había pasado tanto tiempo que no estaba segura de si lo que estaba viviendo era real.
Diana se levantó del sofá en el que estaba dándole el biberón a su hija.- [Diana]Fatal. Toma, te la regalo[/Diana].- me la tendió con una sonrisa y yo rechacé al bollito, que lloriqueaba chupándose los puños.- [Diana]¿Otra vez tienes hambre? ¿Pero es que eres familia de los de la fábrica de fórmula?[/Diana]- se lamentó. Por lo que sabía, Diana había pasado una depresión post parto bastante dura porque Amy, al ser medio licántropa, le mordía los pezones incluso cuando no tenía encías, por lo que tuvieron que optar por darle lactancia artificial en lugar de materna. No sabía por qué se sentía mal. La fórmula existía para las madres que no podían/querían dar el pecho y eran respetables ambas opciones.
– [Aphrodite]Oh no, cielo. Como dijo Billy Wilder: no trabajes con niños ni con animales. Bueno, en mi caso sobre todo con niños[/Aphrodite].- besé a la pequeña en la mejilla cuando se acercaron y noté un nudo en la garganta. Me encantaban los bebés, pero si algo sabía de mí misma era que no podría tener hijos biológicos y eso me hacía tanto daño que esquivaba cualquier mención al tema.
Christopher y Diana se fueron a prepararle otro biberón a la pequeña, que llevaba un pichi vaquero con un cactus de lo más gracioso. Malditos niños y su maldita adorabilidad.-[Dom]Y hablando de eso, ¿como te va el trabajo?[/Dom]- Dominic interrumpió mis pensamientos. Seguía siendo tan guapo como antes o incluso más. ¿Desde cuándo era tan rubio, tan alto y tan…musculoso? Si no lo hubiera tenido más que superado (JA), me habrían temblado las rodillas (doble JA).
Parpadeé un par de veces para recuperarme de…su presencia.- [Daniel]Creo que nos ha llamado…¿Sasha?[/Daniel] – Daniel mentía tan mal que me daba vergüenza ajena.
– [Diana]Hablad más alto, que no me entero y quiero saber cómo de incómodo está Dom[/Diana].-berreó Diana mientras Christopher comprobaba la temperatura de la leche del biberón echándose un poco en la muñeca.
Con tantas interrupciones, lo lógico sería que Dom se hubiera dado por aludido, pero no se había movido del sitio y Diana había hecho algo con la música, porque ya casi no se oía. Todos los que estaban en la habitación estaban pendientes de mi respuesta, así que tomé aire.- [Aphrodite]Mira cariño, había pensado en decirte montón de cosas, pero creo que me voy a tomar…esta cosa de fresa mientras te ignoro[/Aphrodite].- sentencié dándole un trago al brebaje.- [Aphrodite]Lo de Paola estuvo mal y no me vengas con que han pasado ochocientos siglos desde que jugaste con las dos. Sé que has madurado, pero sinceramente, me apetece tanto hablarte como clavarme el tacón en la sien. Aún así, si quieres decir algo, te escucho, pero no prometo ser simpática, honey[/Aphrodite].- le solté sin mostrar la más mínima emoción. Bueno, eso era lo que creía yo. Diana después me contó que prácticamente le había hablado como si fuéramos los protagonistas de la peor telenovela de la historia.
– [Dom]Lamento si te hice daño, Aphrodite. En aquella época no pensaba con claridad[/Dom].- empezó diciendo y me fijé en uno de sus tatuajes. Yo también llevaba uno en el cuello. Eso era una señal de que estábamos hechos el uno para el otro, ¿verdad?.- [Dom]Era un bala perdida. No tenía nada ni a nadie. Me limitaba a vivir el día a día[/Dom].- Me molestó un poco que no me considerase importante y no supe por qué. Reconocer que aún me atraía (un poquito) era caer muy bajo.
– [Aphrodite]Mierda[/Aphrodite].- me quejé. Había preparado una escena en la que él acababa rogando que volviéramos, pero no era nada realista. Dejé el gin tonic sobre la mesa de billar y le di un abrazo rápido.- [Aphrodite]Me alegra saber que ahora eres el tipo decente que por aquel entonces creía que eras[/Aphrodite].- le dije en cuanto nos soltamos.- [Aphrodite]Porque estabas bueno, chico, pero a qué precio[/Aphrodite].- solté una carcajada para liberar la tensión.
Me fijé en su novia, una chica curvilínea y absolutamente preciosa que nos miraba como si no entendiera del todo la situación. Llevaba un vestido estilo años cincuenta que destacaba sus curvas.- [Dom]Aphrodite, me gustaria presentarte a Rebecca[/Dom].- le tomó la mano y me fijé en que llevaba unos guantes negros que no pegaban con su atuendo, por lo que supuse que tendría algún poder.
No se me escapó el detalle, de que además de aquellos HORRIBLES guantes, había un discreto anillo de compromiso en el dedo anular de su mano derecha (un anillo, que a mí me habría quedado mejor).-[Rebecca]Encantada[/Rebecca].- susurró con timidez después de darme dos besos más incómodo por su parte que por la mía.
— [Aphrodite]Igualmente, cielo[/Aphrodite].—le devolví el saludo con cariño.—[Aphrodite]Más te vale que la trates bien, porque conozco hechizos para que no se te levante jamás[/Aphrodite].- amenacé a Dom.
— [Rebecca]Sabe lo que le conviene[/Rebecca].— comentó ella de forma escueta y él le dio un beso en la frente.
Supongo que pensaréis que tuve un ataque de celos, pero en realidad, me parecieron de lo más mono que había visto en mucho tiempo.
– [Aphrodite]Espero que me inviten a la boda. Siempre he querido entrar en una cuando dicen eso de «si hay alguna objeción…»[/Aphrodite]- bromeé, pero ellos no debieron pillarlo, porque me miraron con pánico.- [Aphrodite]Relájense chicos, que es broma[/Aphrodite].- ellos sonrieron y la noche mejoró.
Reímos, bebimos y bailamos mientras Amy dormitaba en su cuna en una de las habitaciones contiguas. Después, Sarah nos explicó el plan de la batalla con ayuda de Christopher. Un plan, que dicho sea de paso, no recordaba a la mañana siguiente.
– [Aphrodite]¿Por qué he tardado tanto en volver?[/Aphrodite]- le pregunté a Joey, un yogurín tatuado que pertenecía a los Satellites (¿?), mientras me besaba el cuello en un pequeño hotel no muy lejos de la Nave.
Él no supo responder y yo tampoco. Había echado de menos Moondale y a mis Moondies, pero estaba a tiempo de remediarlo. Todavía era joven y atractiva.
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