[align=center][SIZE=6][b]Cecil Anwalt | Su casa[/b][/SIZE]
Salir del dormitorio supuso dos cosas. La primera de ellas es que no tenía por qué continuar mirando [i]eso[/i] a la cara. La segunda fue el percibir que no estaba solo en la casa, en esa casa que ya había dejado de considerarla como tal.
De forma casi instintiva, decidí moverme para comprobar qué era aquel ruido, procurando que mi presencia pasase lo más desapercibida posible. Cerca de las escaleras, al final del pasillo, surgió una figura oscura que al verme, sonrió.
– [b]¡Cecil! Ya era hora.[/b] – exclamó mientras se acercaba y me daba un abrazo. – [b]Ha sido esa vieja bruja, ¿no? Ven, vamos abajo, te están esperando.[/b]
Una vez que la tuve cerca, una vez que la tuve entre mis brazos y poder oler su habitual perfume, no tuve que mirar su cabellera rubia para saber quién era. Mi vecina, compañera de juegos, de risas y de lamentos, la antigua que fue algo más que una amiga. Aquella chica, ahora mujer, con la que viví mis primeras grandes experiencias. Aquella persona que en el pasado, se marchó sin mirarme a mí sin importar lo que pensase. Aquella que, una vez que volvió, me miró como si nada de lo vivido hubiera sucedido.
Me agarró, todavía desconcertado, de la muñeca, tirando de mí con una fuerza que desconocía que ella pudiese poseer. No añadió mucho más después de aquellas palabras, principalmente porque me guiaba hasta la planta baja de la casa, hasta el salón. Había algo que no me gustaba en todo aquello, y no sólo era su presencia. Mi instinto me decía que no me fiase, que corriese, que tuviese cuidado, pero que ante todo, no hiciera nada lo suficientemente temerario como para acabar muerto
.
Terminamos de bajar, de descender por aquellas escaleras que parecían eternas. Me hizo girar, consiguiendo que mis dedos dejasen de acariciar la barandilla, indicándome el camino que debía de seguir, sin tener la posibilidad de escoger a dónde quería ir yo. Era el salón de la casa, bastante amplio debía de decir, ya que había varios sillones, largos y caros. En ellos se sentaban gran número de personas, pudiendo contar, al menos, entre siete u ocho. Al percibir mi presencia, todos y cada uno de ellos me miraron y sonrieron. Gracias al rabillo del ojo, noté cómo Liz cerraba la puerta, negándome la salida, mientras que el resto de los invitados continuaban sin apartarme los ojos.
– [b]Nos alegra tenerte de vuelta. Gracias por encontrarle Liz.[/b] – al parecer uno más se unió a la fiesta. Ese otro había permanecido al margen de ellos, consiguiendo que me sobresaltase aún más, aunque procurase que no se dieran cuentas.
Aquel nuevo inquilino me había mirado con el rostro cambiado, reflejando la falta de humanidad que había en su interior. Su ceño se encontraba arrugado. Sus ojos, amarillos, estaban fijos en mí, mientras que sus colmillos se encontraban al aire, mostrándolos sin ninguna vergüenza. Si realmente había miradas que mataban, la de él (y bueno, la del resto), en vez de matarme, me hubiesen comido de arriba abajo. Desde luego, había que decir que ni necesitaban cubiertos, ya que los colmillos les servirían de cuchillo y tenedor, mientras que su ropa o la de la víctima en cuestión podía ser considerada como el babero. Todos se mostraban hambrientos, deseosos de hincarme el diente. Y necesitaba encontrar alguna manera de evitarlo.
– [b][i]¿Ho-la?[/i][/b]- parpadeé, nervioso, ante todo aquello, intentando aflojar la tensión en el ambiente. O mejor dicho, la tensión que tenía encima. –[b][i]Qué agradable sorpresa, ¿es una fiesta de recuperación por estar dos supuestas semanas dormido en la camita? [/i][/b]
– [b]Mejor aún.[/b] – dijo la vampiresa Liz mientras sonreía de forma malévola.
– [b]Pasa, ponte cómodo.[/b] – dijo el primer vampiro que había hablado. – [b]Se te ve un poco nervioso.[/b]
Me encogí de hombros ante aquella afirmación. Estaba Liz, pero al parecer, también estaba Joe. El mismo que había vivido, desde que éramos pequeños, en la casa contigua. El mismo que, con el tiempo, se había marchado despechado, ofendido, perdiéndose totalmente en la oscuridad. Respiré, nervioso, mirando a todos y cada uno de los espectadores.
– [b]Tienes el corazón acelerado, ¿verdad?[/b] – Liz se acercó, con su habitual sonrisa sádica. Al decir eso, intentó ponerme la mano en el pecho. Retrocedí de forma instintiva, sin poder evitar mirarle a la cara.
– [b]Normal, no he tenido una conversación muy agradable ahora mismo. Lógico que esté nervioso.[/b] – Intenté salir por el camino fácil, aunque no era sencillo, claro. Pero, ¿qué otra opción tenía? Me habían metido justo en la hora de comer de esta fiesta vampírica. ¿Qué debía de hacer? ¿Ponerme a bailar con música mientras me despeloto y espero a que me coman?
– [b]Tranquilo tronco.[/b] – dijo otro de los vampiros, uno que estaba medio sentado medio tumbado en uno de los sofás. Estaba fumando algo que, seguramente, no sería tabaco. – [b]Estás entre colegas.[/b] – expulsó el aire hacia mi dirección para luego sonreír y reírse, siempre con el rostro de vampiro, claro.
[i]What the Hell[/i]. ¿Tronco? ¿Colegas? ¿En qué macabra fiesta de vampiros de élite me había metido? Todos y cada uno de ellos eran personas que conocía, que había visto en alguna ocasión en casa, en las fiestas de sociedad o en cualquier otro momento que ya ni siquiera recuerdo. La mayoría de ellos eran vampiros, vampiros conocidos como Joe (que, ni aun siendo humano, querría tenerle cerca) o Liz (más de lo mismo), mientras que aquellos humanos… Definitivamente, eran personas con las que no me hubiese llevado bien en la mayoría de las circunstancias.
Pero claro, una vez más, parece que continúo en la realidad perpetua en la que yo no soy “yo”.
– [b]En el baño tienes lo tuyo.[/b] – la vampira contigua al anterior, llamémosla la loca, había señalado con la cabeza mientras me informaba, consiguiendo ganar, momentáneamente, mi atención y sorpresa.
– [b]¿Lo mío?[/b] – arqueé una ceja, queriendo y no queriendo saber (por contradictorio que suene) la respuesta. – [b]No creo que esté en condiciones para… nada, en realidad.[/b]
– [b]Siéntate un rato con nosotros y relájate. Ya habrá tiempo después. [/b]- Joe se acercó a mí y me puso una mano en el hombro, intentando tranquilizarme, aunque no fue algo que consiguiese mucho, la verdad.
Vamos a ver. Espíritu malévolo, geniecillo tocapelotas que se mete en mi cabeza, hurgando en mis recuerdos, buscando dónde darme para que me duela y no me levante. ¿En qué mundo voy a llevarme bien con la versión vampírica de un antiguo amigo que dejó de serlo hace bastante? Ah, vale, en esta que parece una versión cutre de Alicia en el País de las Maravillas. Pero sin Alicia, sin el conejo blanco y las pociones esas son mis drogas.
Gracias espíritu, de verdad. Te mandaré una cesta con frutas la próxima navidad por este fantástico regalo si todavía estamos en contacto.
– [b]Llevo bastante tiempo en la cama, preferiría no estar sentado durante un buen rato.[/b] – dije con firmeza, sonriendo levemente, intentando no realizar ningún tipo de movimiento que pudiesen considerar como amenazador y por supuesto, que sonase convincente.
– [b]Así le llega mejor la sangre a todas las partes de su cuerpo.[/b]- añadió una tercera vampiresa mientras me miraba. – [b]Es listo.[/b] – entonces puso cara de gatito hambriento. Solo le faltaba maullar, ronronear y restregarse mis pies para luego engancharme son saña.
– [b][i]Más de lo que os imagináis.[/i][/b] – sonreí ampliamente. – [b][i]¿Qué hacéis aquí? Porque dudo que mi madre os dejase entrar aquí en plan basilisco.[/i][/b] – Veamos qué historia me cuentan estos.
– [b]Sabe que estamos contigo, y no se atrevería a apartar a unos apenados amigos. [/b]- Joe, al contestarme, se pasó por los colmillos la lengua, relamiéndose, pensando, lo más seguro, en lo que haría más adelante. Sí, venga, voy a creérmelo, dadme cinco minutos para asimilarlo, ¿sí?
– [b]Es una pena que no nos dejes comernos a tu madre porque debe estar muy buena.[/b]- la vampiresa charlatana, la que no paraba de rajar cada dos por tres, se encontraba al lado de “mi colega de colmillos” mientras sonreía, al igual que el resto, con ganas de comenzar su comida.
Y al parecer, esa hora ya había llegado. O al menos, la del aperitivo. Una chica se reclinó junto a la charlatana, llamando su atención mientras extendía el cuello. Esta, sin más miramientos ni vacilaciones, le clavó los colmillos con fuerza, saciando su sed y quitándole poco a poco vida a aquella muchacha.
– [b]Yo también quiero.[/b] – otra de las vampiras pidió sitio en la supuesta comilona familiar.
Se unió a su compañera, alimentándose también desde el otro lado, mordiendo por la zona del cuello que todavía quedaba libre. La humana había buscado todo eso. Ella había sido la que, llamando su atención, buscaba que la mordiesen, que se alimentasen de ella. Pero cuando la segunda se añadió al festín, cuando notó otra boca en su cuello, bebiendo de ella, sorbiéndole la vida y arrebatándosela lenta y dolorosamente, comenzó a gritar. Aquellas criaturas de la noche, como si fueran bebés, succionaban con fuerza, intentando saciar sus instintos más básicos mientras continuaban arrebatándole a ella algo mucho más preciado que su sangre. Y quizás ella lo sabía, o quizás no y simplemente, era un pensamiento mío. Pero continuaba gritando, retorciéndose de dolor y consiguiendo que, aparte de ponerme mal cuerpo, mi cuello se tensase y me doliese, imaginándome en aquella misma postura y situación.
– [b]Sshh, ya empiezo a sentir los efectos…[/b] – uno de los vampiro les dijo mientras se ponía un dedo en los labios, dándole más sentido a sus palabras, aún con los gritos que se escuchaban. Los efectos de la droga, del colocón que debía de llevar encima, ya estarían haciéndole efecto.
Seguí, de forma masoquista y cruel, mirando esa grotesca escena y pensando. Había muchas cosas que no tenían sentido, cosas que escapaban a mi control y sobre todo, a mi entendimiento. Todas y cada una de esas personas, al menos la mayoría, formaban parte de mi pasado, aunque fuese una pequeña intervención. Un pasado que había procurado dejar atrás, principalmente porque dejé de tener que ver con ellos y su mundo hace mucho. Porque aquellos que, aunque eran poco, fueron importantes para mí, dejaron de serlo, por muy doloroso que fuese.
Después, quizás buscando un retazo de luz, algo que me sacase de aquella visión de sangre, dolor y destrucción, algo volvió a mi mente, como si fuera una estrella fugaz.
– [b]Es algo que se llama respeto.[/b] – aunque no sea mi madre de verdad, claro, sigue teniendo su cara.- [b]No soy de los que entregarían a su madre de plato principal en ninguna situación.[/b] – moví el rostro, buscando evitar continuar mirando aquella grotesca escena.
– [b]Prefieres ser tú el plato único, ¿verdad?[/b] – Liz todavía estaba cerca, lo suficiente como para comenzar a jugar con el cabello, buscando molestarme y ponerme nervioso. No soy una persona coqueta, pero joder, ¿por qué todas tienen una fijación con mi pelo?
– [b][i]No, y ahora menos que nunca.[/i][/b] – contesté mientras la apartaba de mí de forma leve, intentando no ser demasiado amenazante como para que me enseñasen más de cerca sus colmillos.
– [b]Uh tío, necesitas un poco de reconstituyente. En cuanto estés mejor podrá empezar la fiesta. [/b]- el “colgao” comentó mientras se reía. – [b]Me encanta el cosquilleo que da tu sangre…[/b] – Pero tío, ¿de qué vas?
– [b][i]Cierto. [/i][/b]- a regañadientes, le di la razón.- [b][i]Creo que debería de ir a la cocina para comer algo y estar más fuerte, ya sabéis…[/b][/i] – les miré con cautela, procurando sonar lo más convincente e… inocente posible.
– [b]Tenemos todo lo que necesitamos aquí dentro.[/b]- Liz fue a la puerta y se puso delante, sonriéndome con cara de mala gente. Y esto siendo un vampiro, no quiero ni ver en qué tipo de persona sería con esta edad.
– [b]Tráele algo.[/b] – propuso Joe a uno de los tantos colmillitos que había en la sala.
– [b][i]No hace falta. Preferiría coger yo lo que más ganas tenga de comer.[/i][/b] -sonrisa forzada.
– [b]Díselo entonces a él. Estoy seguro de que te lo encontrará. [/b]- Joe, otra vez, se acercó. – [b]Ya sabes lo que nos gusta tenerte bien cuidado.[/b]
– [b] Y bien gordito.[/b]- la vampira charlatana volvió a añadir.
Le miré, sorprendido, pero receloso y hasta con ganas de reírme delante de él, delante de todos. La forma de ser de las personas, por lo que tenía entendido, aunque quizás me equivocase, demostraba su verdadera naturaleza una vez que se convertían en vampiros. Pero dudaba mucho de que fueran en verdad así, en esta realidad o en la mía, por mucho tiempo que les llevase sin ver. El masoquismo y la maldad que tenía Liz en su interior era un ejemplo, pero la actuación que estaba viendo en Joe no me las había esperado en su forma vampírica. Me hubiese imaginado más a un vampiro con mala hostia con ganas de hincarme el diente nada más verme, la verdad, porque nuestra última aparición acabó siendo no muy amigable.
Indiqué a ese “esbirro” (porque lo parecía, el típico zángano que cualquier vampiro medianamente capaz consigue manejar sin problemas) lo que quería, aunque no era mucho, porque si no tenía cuerpo para comer, mucho menos para fiestas, lucha o cualquier otra cosa. Una vez que me trajo una bandeja con lo pedido, inspeccioné con la mirada, comprobando que estaba todo bien. Los más cercanos se rieron, para luego continuar observándome mientras daba un mordisco o dos. Incómodo ante los numerosos ojos de los… espero que no muy hambrientos vampiros, decidí moverme un poco. El baño era una buena solución, claro. Aunque fuese a ganar unos minutos mientras supuestamente, me sentaba en el trono y cerraba la puerta para que mi acompañante con colmillos (¡qué guay, me salió un guardaespaldas de repente!) no tuviese un KO técnico por mí… ¿de verdad tengo que decirlo?
Allí estaba, entre estas cuatro paredes de mármol, como única iluminación una bombilla. Sin ventanas, sin salidas y seguramente, más allá de la puerta, vampiros cada vez más impacientes, esperando a que yo comenzase con lo mío, para que ellos, de esa manera, pudiesen empezar [i]con lo que querían hacer conmigo[/i]. La mercancía que ellos, supuestamente, me proporcionaban, estaba allí, esperando a ser usada, teniendo una especie de atracción fatal en la que, aunque odiaba todo aquello, aunque me estremecía sólo de pensarlo, me llamaba. Decía mi nombre a gritos, esperando a ser usada.
Había tantas cosas que no comprendía, que no estaban bien. Mi familia, mi comité de bienvenida, las personas con las que debería de estar… Cada una de las cosas que en la última temporada había considerado como buenas, habían sido suplantadas, una por una, por temores, por hechos traumáticos o que tuvieron una importancia aplastante en mi vida. Pero no era como yo lo recordaba, nada estaba donde debía estar, nada estaba bien.
La aguja continuaba allí, esperando a ser utilizada. Desde que había entrado en el baño y me había quedado un poquito al margen de todo, no podía quitarme de la cabeza la falsedad de todo esto, lo poco real que era. Pensaba que continuaba en el bar, tirado en el suelo junto a Sarah y los demás, en esta pesadilla perpetua. Pero, ¿cómo se salía de una pesadilla? O mejor aún, ¿cómo podía salir de una pesadilla real?
Pensamientos cada vez más macabros y oscuros se asomaron, aquellos que cualquier persona, por fuerte que fuese, procuraría tenerlos bien escondidos, ocultos, reprimidos en las sombras, porque no trasmitían nada bueno. Estaban allí, esperando a que se les hiciera caso.
Pero no era la opción adecuada. No sería la respuesta correcta, la marcada en verde brillante. El problema era ese, que por el momento, podía continuar resistiendo, pero no sabía bien cómo salir de allí.
Y mientras, todos ellos estaban fuera, esperando a que tomase mi decisión, [i]su[/i] decisión. Y no esperarían toda la eternidad para que moviese ficha, desde luego que no.
[spoiler]Cecil por mí, obvio xD Todos los demas personajes, tengan una mayor o menos intervencion, son obra y gracia de Dracon y Stefy. Joe y el famoso vampiro colgao fumao por Dracon, mientras que la charlatana locuela y Liz por Stefy. Dadles un aplauso leñe xD que no veais lo que me rei al rolear esto y al escribirlo, (y porque se lo merece, claro)[/spoiler]
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