[align=center][b][font= Book Antiqua][SIZE=4][color=black]Christopher McLeod | Su casa[/SIZE][/color][/font][/b]
El vaso se hizo añicos en el suelo.
CINCO MINUTOS ANTES. Acerqué el vaso a mis labios y dio un pequeño sorbo por si estaba demasiado caliente. En cuanto el líquido entró en mi boca percibí su sabor, muy distinto al que esperaba, y lo escupí al fregadero. Acerqué la taza a mi nariz y comprobé que el olor no era el de una infusión de té, sino el del whisky. Tiré el contenido y llené la taza de agua para eliminar el amargo sabor que se había quedado en mi boca, tan amargo como mi pequeña victoria contra el alcohol.
Me aparté del fregadero para evitar incluso el contacto con el olor que pudiese quedar, ya que no estaba aún en condiciones, sin la infusión los temblores no habían parado.
Escuché un ‘plop’ y busqué con la mirada de dónde venía y cuando di con la fuente apenas pude creérmelo. Varias botellas se habían abierto y de ellas salía alcohol sin parar, casi parecía que buscándome para torturarme aún más.
El vaso se me resbaló de las manos y se hizo añicos contra el suelo con un sonoro ‘CRASH’. No tenía tiempo de recogerlo, porque el alcohol parecía salir y salir sin fin, y ya formaba un gran charco cubriendo el suelo, así que salí de allí sin pensarlo y fui hasta la puerta, todavía era de noche pero prefería enfrentarme a lo que quiera que acechase en la oscuridad que a este demonio que me rodeaba, que me llamaba incitándome a dar un trago para que todo se detuviese, los temblores, las alucinaciones, todo, incluso el dolor de haber perdido y haber olvidado.
Reuní todas mis fuerzas para huir de esa sensación y giré la manilla, pero la puerta no se abrió. Volví a girar arriba y abajo, saqué las llaves del bolsillo e intenté comprobar si había echado la llave pero tampoco cedió ni un ápice, estaba encerrado ahí dentro con mis demonios llegándome ya por el tobillo.
Subí las escaleras hacia el piso de arriba, viendo por el camino como de las botellas seguía y seguía saliendo líquido sin parar. El olor llegaba hasta mí, haciendo que todo mi cuerpo pugnase por una gota, por algo que le librase de esa horrible sensación. Luché de nuevo contra mi propio cuerpo, forzándome a pensar en Diana, en Sarah, en Daniel, en mis padres, en todos a los que defraudaría. No volvería a hacerlo de nuevo.
Continué subiendo las escaleras y entré en mi cuarto. Levanté la persiana hasta arriba sin preocuparme al escuchar el golpe al chocar contra la parte de arriba y llevé la mano a la manilla para abrirla, pero no conseguí moverla. Lo intenté de todas las formas pero no se abría, ni siquiera se movía.
Volví a las escaleras y sólo me hizo falta un vistazo para comprobar que el alcohol había subido rápidamente, llegando hasta la meseta de la cocina. No iba a detenerse, pero yo tampoco, tenía motivos de sobra por los que luchar.
Fui de nuevo hasta la habitación y cogí la silla del escritorio, la sujeté con fuerza en una postura cómoda y cogí carrerilla. Corrí unos pasos y después me detuve y lancé la silla con fuerza contra la ventana, pero rebotó y cayó de lado en el suelo.
No podía ser cierto, no tenía sentido. Seguramente ahora mismo seguía en el baño temblando, sudando sin parar y alucinando todo esto.
Me apoyé en la pared y me dejé caer hasta el suelo. No tenía ninguna forma de salir y seguramente el alcohol pronto subiría las escaleras. Quedarme aquí arriba sólo alargaría un poco más la espera y ya se me estaba haciendo insoportable. Si había algo peor que saber que ibas a morir, además de que ibas a hacerlo ahogado en alcohol, era la espera, la interminable espera recordando a los que has perdido y a los que ya no podrás recuperar.
Me levanté incapaz de aguantarlo y tomé una decisión, no pensaba pasarme el resto de mi tiempo temiendo, recordándolos con pena y dolor en mi corazón. En lugar de eso fui de nuevo y por última vez a las escaleras. En cuanto me acerqué vi ese oscuro y frío lago esperándome. Nunca se rendiría hasta tenerme.
Bajé un escalón y luego otro, y otro, y otro. El alcohol comenzó a cubrirme primero hasta el tobillo, luego hasta las rodillas y cuando me cubría hasta la cintura, salté hacia delante y me sumergí en él dejándome caer. Me quedé totalmente a merced del líquido, vagando hasta que cubriese toda la habitación y el oxígeno se acabase. Dejé que los recuerdos viniesen a mí y me acompañasen en la espera. Mientras mi cuerpo se empezaba a adormecer por el frío viajé a un tiempo pasado, a un tiempo más feliz aunque en ese momento estuviese demasiado preocupado por el futuro como para darme cuenta.
[b]Flashback. Tres de enero[/b]
[QUOTE]
Mi estómago me despertó de mi repaso por enésima vez de “Vampiros notables de los últimos siglos”. Cerré el tomo y me levanté para preparar la cena.
Justo cuando estaba cerrando la puerta del horno alguien llamó a la puerta. Fui a abrir y no me esperaba a quien me encontré al otro lado.
– [b]¿Diana?[/b] – me quité el delantal y lo dejé en una silla del comedor. – [b]Pasa, pasa.[/b] – añadí con un gesto y una recién nacida sonrisa en los labios.
– [b][i]No te desnudes todavía.[/b][/i]- dijo moviendo las cejas arriba y abajo para a continuación cerrar la puerta con la pierna.
Por suerte había cosas en este mundo que no cambiaban, y una de esas cosas era Diana, desde que nos “conocimos” me había conseguido sacar una sonrisa incluso sin proponérselo. – [b]Sería imposible no reconocerte.[/b] – admití en voz alta. Me refería por supuesto a que era única, pero con unos pequeños cambios en la frase conseguía decir lo que pensaba sin decirlo abiertamente. Bastante le había hecho ya como para seguir interfiriendo en su vida. – [b]¿Quieres tomar algo?[/b] – pregunté acercándome a la cocina. – [b]Sin alcohol, por supuesto.[/b] – especifiqué. Todo el alcohol de la casa estaba a buen recaudo y me había asegurado de no acercarme. Una vez que fui consciente de lo que me estaba pasando me entró un temor horrible, no quería que fuese la bebida la que dominase mi vida. Aunque sin Diana no me habría dado cuenta.
– [b][i]No, gracias.[/b][/i]- respondió con una sonrisa.- [b][i]¿Quieres venir?[/b][/i] – dijo casi desesperada.
– [b]Ah, perdona.[/b] – me excusé y me acerqué. Le ofrecí sentarse con un gesto de la mano sin saber muy bien qué hacer con ella aquí, de nuevo. La casa por sí misma me traía bastantes recuerdos a pesar de que no había sido más que un día lo que pasamos juntos aquí, si ya juntaba las dos cosas me costaba incluso saber qué hacer o qué decir, porque mi corazón contradecía lo que dictaba mi cabeza.
– [b][i]No te pongas nervioso que no he venido a acosarte.[/b][/i]- rió.- [b][i]He venido a traerte algo.[/b][/i]- me tendió una bolsa mediana de papel. – [b][i]Era para tu cumpleaños.[/b][/i]- explicó, riendo de nuevo.
– [b]¿Para mi cumpleaños?[/b] – cogí la bolsa sin saber muy bien qué decir. Mi cumpleaños había pasado hace ya bastante, antes de “conocerla”, en esta vida claro.
– [b][i]Es que a ver.[/b][/i]- dijo algo nerviosa, algo no muy frecuente en Diana, porque siempre que lo estaba decía alguna que otra broma para aliviar la presión. – [b][i]Mi yo feo tenía trabajo, pero este no y entre que nos secuestraron y tal no encontré ninguno, así que tú me dirás que con veinte euros al mes que me da mi madre…bueno, es un poco más, pero como si fueran veinte.[/b][/i] – explicó sin detenerse a respirar. Cuando mi cabeza terminó de entenderlo todo sonreí. Esta vez no pude reprimir lo que de verdad deseaba hacer y me acerqué a ella para darle un abrazo.
Un par de minutos después conseguí ganar la batalla en mi cabeza y me separé para abrir el regalo. Saqué un paquete bastante grande y arrugado, así que debía ser algo de ropa. Claro que lo que no me esperaba fue lo que vi al desenvolverlo, una preciosa chaqueta de cuero marrón. – [b]Diana, no tenías por qué hacerlo.[/b] – respondí sorprendido. Debía haber estado ahorrando un montón de tiempo para poder comprarla, no sabía como agradecérselo.
– [b][i]Ya lo sé, en realidad…[/b][/i] – empezó, luego añadió en voz baja. – [b][i]para que veas que soy buena persona, además de muy humilde[/b][/i] – sonrió. -[b][i] es para que dejes de usar esas chaquetas de abuelo tan feas.[/b][/i]- rió de nuevo. Siempre había pensado que me daban un aire de caballero inglés, además de profesor, pero vi que estaba equivocado.- [b][i]Y para que ligues, pero no conmigo, ¿eh? Que ya me he aprendido la lección…o eso me dijo mi psicólogo que te contase. [/b][/i]
– [b]Lo del psicólogo es broma, ¿verdad?[/b] – pregunté al instante, ella me respondió con un “sabes que sí” y una sonrisa nerviosa. Me probé la chaqueta, tanto por ver qué tal me quedaba y porque me gustaba mucho, cómo por ver a Diana alegrarse. Había algo dentro de mí que me llenaba, por decirlo de alguna manera, cuando ella sonreía de verdad. – [b]Es increíble Diana.[/b] – pensé si estaría bien que la volviese a abrazar y al final decidí seguir un arrebato de valentía y la abracé. – [b]Créeme, si estuviese con alguien, sería contigo.[/b] – expliqué. La quería más de lo que ella se imaginaba y aunque mis pensamientos y mis miedos jugasen en mi contra, no podía dejar que pensase que estaría con alguien que no fuese ella.
– [b]Si sigues abrazándome esto acabará como la última vez.[/b] – dijo. Me aparté y le di un beso en la frente con cariño. – [b]¿Te apetece quedarte a cenar? Es una receta que le robé a Daniel.[/b] – Daniel era el del horno y ésta receta en concreto me encantaba, así que solía hacerla de vez en cuando. Por suerte cocinaba abundante.
– [b]Es lo mínimo que puedo hacer. Como amigos.[/b] – expliqué. No quería que las cosas escapasen a mi control y le hiciese daño de nuevo.
– [b][i]¿Y lo máximo que puedes hacer?[/b][/i] – preguntó ella con una sonrisa pícara.
– [b]Comprarte un piso pero mi economía no está para eso.[/b] – bromeé. – [b]Quizá si se lo pido a Fenris…[/b]
– [b][i]¿Fenris está soltero, verdad?[/b][/i] – preguntó con una sonrisa.- [b][i]Creo que me voy a ver si a él sí le intereso, tú quédate con la chaqueta.[/b][/i] – no pude evitar fruncir el ceño. – [b][i]¿Celos tal vez?[/b][/i] – parpadeó rápidamente y se echó a reir.
– [b]Ah, desisto.[/b] – dije dándome por vencido. La verdad es que imaginármela con otro, aunque fuera en broma, cambiaba mi humor. – [b]En fin, ¿te quedas a cenar? Prometo no drogarte y robarte un riñón.[/b] – bromeé. – [b]Puedes mirar la bañera, nada de hielo.[/b]
– [b][i]Aburrido.[/b][/i]- respondió sacándome la lengua. – [b][i]Sí, claro que me quedo.[/b][/i] – sonrió.- [b][i]Te emborracharé y volveremos a usar ese sillón.[/b][/i]- señaló el sofá y reprimí los pensamientos de aquel día o tendría que…sentarme, o darme una ducha fría.- [b][i]L-lo…siento.[/b][/i] – se disculpó.
– [b]No…[/b] – titubeé aún reprimiéndome. – [b][i]No te preocupes.[/b][/i] – añadí. Después se hizo un breve silencio que me sirvió para darme cuenta de que no se disculpaba por haberme recordado aquel día, sino por mi “antiguo” problema.
– [b][i]Ya sabes que uno de mis….pocos….[/b][/i] – sonrió. – [b][i]defectos es que soy una bocazas.[/b][/i]- se acercó para darme un abrazo.- [b][i]Hueles bien.[/b][/i]
– [b]Y una de tus virtudes es ponérmelo aún más difícil.[/b] – ni siquiera yo podría haberme imaginado cuanto.
– [b][i]Para que veas lo que te pierdes, ya lo sabes.[/b][/i]- noté el roce de su nariz en mi cuello y una conocida sensación me recorrió. Me aparté un poco.
– [b]Voy a vigilar el horno…[/b] – dije como excusa.
– [b][i]No sea que de lo caliente que estás digo…está…se queme algo.[/b][/i]- respondió con una sonrisa.
– [b]Me has pillado en una época de guardia baja para las réplicas, pero te recuerdo que era muy bueno en eso.[/b] – la verdad es que mi cabeza no funcionaba a pleno rendimiento, quizá porque estaba ocupada pensando en el futuro, en conseguir que siguiésemos vivos en él.
– [b][i]Recuérdame que alguna vez te cuente una visión que tuve hace poco…[/b][/i]- respondió silbando.- [b][i]Pero ahora me haré la dura como tú.[/b][/i] – añadió para picarme.
– [b]Vale, te has quedado sin palitos de pan.[/b] – bromeé frunciendo el ceño. No sabía si la habilidad de Diana era un don o una maldición. Por una parte tiene que ser liberador saber que habrá un futuro, pero por otra, siempre me quedaría la duda de si llegará a cumplirse, y viviría pendiente de cada detalle que pareciese ir por otro camino. Desde luego no era una habilidad para mí.
– [b][i]Tú te has quedado sin spoilers.[/b][/i] – respondió.
– [b][i]Tramposa.[/b][/i] – repliqué mientras me ponía los guantes del horno. Sabía que no podía decirle cuanto me alegraba que hubiese venido sin que esperase que hubiera vencido ya a mis demonios, pero la verdad es que necesitaba pasar un rato en compañía, desde Nochevieja me había vuelto a refugiar en los libros soñando con encontrar un punto débil, alguna ventaja, pero no la había.
– [b][i]¿Puedo volver a abrazarte?[/b][/i] – preguntó Diana poniendo cara de buena.- [b][i]Es que hueles muy bien.[/b][/i] – explicó.
– [b]Bueno, pero que no se convierta en algo raro, me recubras de felpa y me dejes encima de tu cama.[/b] – bromeé mientras dejaba el recipiente de cristal encima de un protector de mesa.
– [b][i]No eres un osito, eres mi Bigby.[/b][/i]- respondió sonriendo. Después se acercó a abrazarme.- [b][i]Maldita sea, parece que te untas en chocolate.[/b][/i]- de nuevo sentí su nariz en el cuello y un cosquilleo. Después sentí como la punta de su lengua rozaba mi cuello y me estremecí.
– [b]Es la colonia. Gesto, de…bueno de mi tía Charisma, no sé dónde la compró.[/b] – sonreí algo nervioso por la…situación. – [b]¿Bigby?[/b]
– [b][i]¿No conoces a Bigby?[/b][/i] – preguntó haciéndose la afectada pero sin separarse de mí.
– [b]Creo que no.[/b] – admití.
– [b][i]Es el Lobo Feroz de Fábulas.[/b][/i]- se apartó un poco, sonrió y me miró a los ojos.- [b][i]Pensé que Daniel y Sarah te habían hablado de Fábulas.[/b][/i]
– [b]Me dijo algo de un cómic llamado Fábulas pero después se calló diciendo que no me iba a spoilear. [/b]- sonreí al recordarlo. En los entrenamientos Sarah debatía entusiasmada con Daniel sobre cualquier serie, película o algún libro, en esos momento eran verdaderamente ellos. – [b]¿Así que soy el Lobo Feroz?[/b]
– [b][i]Sí.[/b][/i]- asintió sonriendo.- [b][i]Yo soy Blanca, si te lees los cómics lo entenderás.[/b][/i]- añadió. Estaba a pocos centímetros de mí y podía notar el suave olor de su colonia.
– [b]Blanca…¿nieves?[/b] – alzó las cejas. – [b]Tendré que echarle un vistazo, quizá así consiga que Sarah me preste más atención a veces.[/b]
– [b][i]La OTP de Bigby.[/b][/i]- añadió dándome un codazo. No pude evitar sonreír. – [b][i]Sarah siempre te hace caso, eres muy importante para ella.[/b][/i]- asintió.
– [b]Otra razón más.[/b] – volví a reír. – [b]Creo que ya está la cena.[/b] – volví a la cocina para coger las cosas y poner la mesa.
– [b][i]Hueles bien, cocinas, te queda genial la cazadora que te compré…¿por qué no tienes una legión de novias esperándote en la puerta? [/b][/i] – respondió.
– [b]En realidad están en la puerta trasera.[/b] – bromeé. Cogí el salvamanteles y lo puse en la mesa, después llevé la fuente de cristal con el asado y la puse encima.
– [b][i]Cásate conmigo.[/b][/i] – pidió al ver el plato.- [b][i]Se lo digo a la carne, ¿eh? Que conste.[/b][/i] – explicó sonriendo pícaramente.
– [b]Suerte que la hice yo antes que Daniel.[/b] – admití.
– [b][i]Daniel se habría puesto rojo y Sarah estaría muerta de risa…[/b][/i]- suspiró.- [b][i]Me dan un poco de envidia.[/b][/i]
– [b]¿Envidia?[/b] – pregunté mientras cortaba la carne.
– [b][i]Envidia sana.[/b][/i]- aclaró.- [b][i]Si no existe que la inventen para mí.[/b][/i]- sonrió algo triste, haciendo que mi propio gesto se ensombreciera.- [b][i]Lo suyo es muy bonito…no sé cómo explicarlo.[/b][/i]
– [b]Están hechos el uno para el otro.[/b] – respondí pensativo. Los dos habían significado mucho el uno para el otro, se apoyaban mutuamente y eran inseparables, pero sobre todo, se querían el uno al otro más que a sí mismos y más que a ninguna otra cosa. Yo también sabía a lo que se refería Diana con envidia sana, pero me dolía aún más porque sabía que podía tenerlo, pero me lo negaba.
– [b][i]Sí.[/i][/b]- asintió.- [b][i]Es difícil encontrar algo como lo que ellos tienen. [/b][/i] – añadí. – [b][i]Yo empiezo a creer en la teoría de Daniel.[/b][/i] – las almas gemelas, y cuando encuentras la tuya…si no eres lo suficientemente ciego como para no verla, o lo suficientemente valiente como para estar con ella, es para siempre.
– [b]¿Cuál es la teoría de Daniel?[/b] – preguntó muy interesada. Le tendí su plato con la carne y me dio las gracias.
– [b][i]Pregúntale a Daniel.[/b][/i] – ahora fui yo el que sonrió pícaramente.
Arqueó una ceja y me miró con los labios fruncidos. – [b]¿Quieres que le llame por teléfono?[/b] – se levantó, fue a por el bolso y sacó el móvil.
– [b][i]Pues voy.[/i][/b] – miró el móvil buscando el número y llamó. Tapó el auricular un segundo y se rió como una mala de película. – [b][i]Hola Daniel.[/i][/b]- dijo con alegría.- [b][i]Dile a mi madre que me quedo a cenar en casa de McLeod…[/i][/b] – me preocupó como pudiese sonarles eso, especialmente a la señora Echolls después de las bromas de Diana. Por suerte a la pobre mujer parecía no importarle.- [b][i]Llamaba para preguntarte una cosa…[/i][/b] – continuó.- [b][i]Es que McLeod no me quiere contar una teoría que tienes tú que dice que ahora empieza a entender…[/b][/i] – me hizo gracia imaginarme la cara de Daniel en ese momento, seguramente pensando que por qué le metía en esos líos.- [b][i]No lo sé.[/b][/i]- se encogió de hombros y me preguntó.- [b][i]Que dice Daniel que a qué teoría te refieres.[/b][/i]
– [b]Dile que a la de las almas.[/b] – respondí.
– [b][i]Lo oíste, ¿no?[/b][/i] – preguntó. Esperó unos segundos y tapó el móvil para decirme que le había pasado a Sarah. No pude evitar reírme porque eso significaba que a Daniel le daba vergüenza explicarlo por él mismo. Después volvió a escuchar y Sarah debió contarle la historia porque Diana sonrió ampliamente y soltó un: – [b][i]Awwwwwww.[/b][/i]- con ojos brillantes, emocionados.- [b][i]Si me disculpas, voy a ir a hacerle bebés a McLeod.[/b][/i] – dijo a Sarah para después colgar. Se acercó rápidamente hacia mí con una sonrisa, una de las de verdad, de las que sólo ponía con los más cercanos. – [b][i]Me da igual si lo decías por mí o no, pero huye o te daré un beso.[/b][/i]- echó a correr detrás de mí con los brazos abiertos. Al principio hice como que huía pero después dejé que me ganase terreno hasta que me inmovilizó en el sofá. – [b][i]Antes de nada, ¿era por mí?[/b][/i] – preguntó.
[i]No podría ser por nadie más.[/i] – pensé. – [b]Me tendrás que arrancar el secreto.[/b] – sonreí.
– [b][i]Te lo sacaré a besos entonces.[/b][/i] – dijo aún sonriendo. No me dio tiempo a reaccionar cuando se acercó a mí y me besó. Sentí el suave tacto de sus labios y junto a él, una sensación en el pecho que me impedía apartarme de ella. Cuando se echó hacia atrás mis labios se fueron con ella para alargar un poco más el beso.
– [b]Ehm…se va a enfríar la comida.[/b] – intervine para desviar la situación. Por suerte Diana era como era y se sentó a comer. No retomamos el tema durante la cena, sino que hablamos de otras cosas, nuestro “pasado”, cosas de su otro mundo, cosas de éste, Daniel, Sarah. Reímos, vimos juntos una película cualquiera de mi estantería, aunque más que verla nos pasamos ese rato hablando.
[/QUOTE]
Esa noche pude conocer otra parte de Diana que no era fácil de ver, aunque sabía de alguien que era ligeramente parecida. Según Daniel, Sarah tenía una parte así, una parte que se escudaba e intentaba aparentar ser invulnerable, de distintas formas pero en el fondo igual que su hermana. Era una suerte que volviesen a estar juntas, porque se necesitaban y se parecían incluso viniendo de mundos diferentes, porque pasase lo que pasase eran hermanas de verdad y ni siquiera pertenecer a distintas realidades las había separado mucho tiempo.
Entendí también qué era lo que disparaba la parte protectora de Daniel, ya de por sí hiperactiva, porque al ver a Diana así de vulnerable me entraron ganas de decirle que se quedase conmigo para siempre, que todo iría bien y que siempre la protegería, pero como siempre, no conseguí vencer mis miedos y lo único que había conseguido con eso era perder a Diana, perderlos a todos. Y dentro de poco perderme a mí mismo.
De pronto sentí una súbita sensación de liberación. No era exactamente la sensación de haber sobrevivido y haberte liberado de tus cargas, sino más bien en la que te invade cuando te das cuenta de que ya lo has perdido todo e incluso estás a punto de perder tu propia vida. Ya no había miedo a ceder al ansia, porque ya no había nada que me pudiese arrebatar. En ese momento, con mis oídos sumergidos en el agua, escuché un deformado ‘CLAC’. Me eché hacia delante y ya sin el miedo a ceder antes ese gran demonio que me rodeaba, me zambullí.
No podía estar seguro de dónde provenía ese sonido, pero no había ninguna otra salida, y no intentarlo sólo alargaría mi vida un par de minutos, así que buceé como pude hacia la puerta y me agarré a la manilla. Planté ambos pies en ambos lados del marco de la puerta, giré la manilla y tiré. Quizá tuviese suerte y saliese de allí con vida, quizá pudiese volver a traerlos a todos, porque si Sarah y Diana consiguieron estar juntas, yo conseguiría traerlos de vuelta. O quizá no viviese para contarlo, y en ese caso, quizá y sólo quizá viese por última vez a Diana al otro lado de la puerta, aunque fuera por eso, merecía la pena intentarlo. Tiré con más fuerza, con todas las que me quedaban. Lo siguiente que sentí fue como el mundo aplicó con fuerza la ley de acción y reacción sobre mí, y me dejé ir.
[spoiler]
Listo, espero que os haya gustado xD
[/spoiler]
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.