Jane – La Nave
Noche
No sé cuál es la hora aceptada por la sociedad para hacer postres. Supongo, que una vez pasa la madrugada, no debería estar cocinando y menos en La Nave, con Nate mirándome atentamente. El problema estaba, en que cuando todo iba mal, la repostería era mi ancla.
Vaya asco de inicio. Si esto fuera un libro, lo cerraría y lo vendería en ‘Infinizon’ por tres duros, porque no hay nada peor en esta vida que un personaje que se agarra a los estereotipos de género, pero la repostería es una especie de ciencia exacta, es la única cosa a la que te puedes agarrar cuando eres hija de dos desastres y no tienes mucho dinero. Para hacer un bizcocho, te vale con azúcar, huevos, harina y un poco de aceite y levadura. No es, lo que se diría, un hobbie caro.
Me había ido a La Nave después de que los demás salieran a salvar el mundo, porque no quería ver cómo mis padres se comían la boca en un intento desesperado de recuperar su relación. No es que no quisiera que fueran felices, pero si tenía que elegir, prefería mantener la poca estabilidad mental que me quedaba y que ellos se dedicasen a tener ‘booty calls’ como hacía todo el mundo. Más de veinte años después de la creación de ‘Tindr’ (como sea que se llamase ahora), el romanticismo estaba criando malvas. Y me alegraba, porque si yo no podía ser feliz, a la mierda el resto de la humanidad.
Bueno, por eso y porque no ser valiente siendo hija de dos Moondies (los dos peores, si era objetiva) no era algo que me enorgulleciese. – [Nate]¿Estás bien JJ?[/Nate]- Nate, con su chándal fosforito, sentado en uno de los taburetes de la barra americana que separaba la cocina, me sacó de mis pensamientos de un tirón. Esos pensamientos que me hacían pensar que estaba a tres minutos de acabar con una camisa de fuerza de lo vívidos que parecían. Mi mente, por lo general bastante atareada, se empeñaba en protegerse a sí misma como si también estuviera recubierta por mi poder.
– [Jane]Claro[/Jane].- paré la amasadora, una Princess Vintage de color rojo que deseaba robar y meter conmigo en la cama. Cuando estaba junto a ella, era lo más cerca del deseo sexual que estaría nunca.
– [Nate]Cocinas postres cuando estás nerviosa. Y hace mucho que no vienes a la escuela[/Nate]. – Nate solía decir verdades como sus músculos de grandes y esta vez tampoco se equivocaba. Desde que mis padres me habían dejado utilizar el horno sin miedo a que intentase meter a Owen dentro (puede que me afectase leer ‘Hansel y Gretel’), cocinar postres era mi vía de escape cuando la vida no hacía lo que yo quería que hiciese.
– [Jane]He venido a hacer postres aquí porque ya he hecho tres en mi casa[/Jane].- mentí un poco. En realidad, solo había hecho un arroz con leche que dudaba que alguien se comiese, porque parecía engrudo para tapar agujeros.
Nate se levantó y yo aproveché para poner la mezcla en un molde. – [Nate]JJ, ¿Que pasa?[/Nate]- me puso la mano en el hombro y di gracias por no llevar tirantes. La camiseta de ‘Stranger things’ y los vaqueros protegían al resto del mundo de morir en cuestión de segundos.
– [Jane]No pasa nada[/Jane].- le miré abriendo el horno para introducir la tarta.- [Jane]Estoy haciendo una New York cheesecake[/Jane].
– [Nate]JJ, puedes contármelo.[/Nate]- escuché decir mientras cerraba al puerta del horno.
Me fui a la nevera y encontré dos botes de mermelada. En La Nave siempre había comida como para un regimiento, pero nada de marcas, que de eso Cara se encargaba bien.- [Jane]¿Mermelada de fresa o de frambuesa?[/Jane] -agité los botes.
Nate se quedó en silencio. Me habría parecido que estaba muy serio si no llevase un chándal que parecía sacado del armario de ‘El príncipe de Bel Air’. – [Nate]Fresa[/Nate] – asentí y dejé el bote en la encimera. Aún quedaba mucho para tener que ponerle la mermelada encima a aquel proyecto de tarta, pero me gustaba que todo estuviera planificado. Me habría encantado que mi vida me enviase un mensaje a diario en el que supiera lo que va a pasar ese día. A lo mejor era un poco controladora.
– [Jane]En casa, la mermelada la hago yo con una olla lenta que me compró papi[/Jane].- comenté con orgullo después de echarme las manos a la cabeza tras leer los ingredientes que llevaba aquel montón de azúcar sin fruta.
– [Nate]¿Qué tal por allí?[/Nate] – me sirvió una taza de descafeinado a la que no me pude negar y me senté en la barra americana junto a él.
– [Jane]Bien[/Jane].- di un sorbo y disfruté del sabor a café casi de verdad. Con el cambio climático y el auge de las mega corporaciones, el café y el chocolate eran casi un lujo. No estábamos todavía en una distopía, pero nos debían quedar veinte años para ello.- [Jane]Son un desastre y ahora dicen que se están dando una segunda oportunidad, pero bueno, que corran: ya se estrellarán, ¿y tú?[/Jane]
– [Nate]Echo de menos que corráis por aquí.[/Nate] – confesó bebiendo un trago largo de su solo doble.
– [Jane]Y tú sigues igual[/Jane].- le miré.- [Jane]Cuando me muera, irás a mi funeral con la misma pinta que ahora.[/Jane]
– [Nate]No hables de eso.[/Nate] – me pidió y nos quedamos en silencio. Tenía que ser un alivio no tener que preocuparse por la mortalidad, pero él se mostraba como si fuera una carga- [Nate]JJ, ¿los demás están bien?[/Nate]
– [Jane]Ss… sí[/Jane].- dejé la taza, me puse en pie de un salto y abrí los armarios de la cocina buscando qué más hacer.- [Jane]Voy a hacer un bizcocho de yogur. O dos. O mejor, diez[/Jane].- estaba tan nerviosa, que mi cabeza había tomado el control y yo estaba en una esquina de mi cerebro, medio escondida.
– [Nate]JJ, lo siento, tienes que contármelo. Sé que es grave.[/Nate] – le miré de arriba a abajo: el chándal desfasado, la voz grave, la misma apariencia que cuando yo tenía cinco años. Si tenías que buscar un ancla, Nate era una buena opción, porque parecía una roca y tenía pintar de llegar hasta el día en el que se apagaran las luces del mundo.
Negué con la cabeza intentando librarme de él – [Nate]Siempre quieres cuidar de los demás. No lo harás si me lo ocultas.[/Nate]
No me quedó más remedio que decir la verdad.- [Jane]Han entrado en Infinity[/Jane].- y miré al suelo.- [Jane]Soy una chivata[/Jane].
– [Nate]¿Qué?[/Nate] – Nate dio tal grito que pensé que mi audición se vería afectada – [Nate]Cuéntamelo todo.[/Nate] – le dije que se sentara y le expliqué todo lo que sabía, que era bastante porque Owen no sabe cuándo callarse. – [Nate]Voy a rescatarles y luego a matarles.[/Nate]
– [Jane]Somos adultos, Nate[/Jane].- puntualicé. – [Nate]Tú quédate aquí. Les traeré a salvo.[/Nate] – al oírle decir eso, enarqué una ceja y fui a sacar la tarta del horno y apagarlo, no fuera a ser que tuviéramos un disgusto y La Nave apareciera calcinada por ir de equipo de rescate.
– [Jane]No me pienso quedar aquí[/Jane].- le solté cuando dejé los guantes en la encimera al lado de la tarta.
[Nate]Correrás peligro. Ya he permitido que ellos lo corran bajo mi custodia.[/Nate] – me encogí de hombros. Corría más peligro cocinando postres hasta la extenuación que detrás de un tío que parecía un armario ropero.
– [Jane]¿No te he dicho ya que somos adultos?[/Jane]. perdí un poco la paciencia, lo reconozco.
Nate parecía contrariado. – [Nate]Hasta que ha pasado esto, puede.[/Nate] – también estaba enfadado. – [Nate]Quédate detrás de mí, y si te pido que te vayas, hazlo.[/Nate]
– [Jane]Ya veremos[/Jane].- contesté.
La New York cheesecake se quedó sobre la encimera y nosotros nos fuimos. Durante diez minutos, quise darme la vuelta para asegurarme de haber guardado la mermelada en la nevera, pero dejé fluir los nervios y me sentí mejor, porque estaba haciendo lo correcto.
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