Moondale

LOS PROTAGONISTAS DE NUESTRO PROPIO RELATO DE TERROR

[align=center][b]Suzanne Sommerville |Un bosque desconocido[/b]

annsommerville

[i]Los seres humanos somos una historia. Somos un cuento. Somos los protagonistas de nuestro propio relato de terror que siempre termina en muerte. Derrotamos una y otra vez a los villanos del final de la novela. Vivimos. Sobrevivimos. Morimos, siempre, al final. El problema aparece cuando nosotros mismos somos el villano de nuestra propia novela. Cuando la única forma de ganar es matar o morir; adelantar el final de la obra para salir victorioso. Dejar que nuestros propios miedos nos coman mientras intentamos acurrucarnos bajo la cama para no ser descubiertos o, por la contra, morir con la cabeza alta, mirando al miedo a la cara, demostrándole que, sí, pueden matarnos, pero no vencernos. Los seres humanos somos débiles, frágiles… pero en nuestras vidas, también somos dioses.[/i]

Camino en la oscuridad al encuentro con el lobo. Al encuentro conmigo misma. Ese animal sediento de sangre mató a Francis, mató a mis padres y mató a mi hermana. Acabó con todos aquellos a los que he querido antes de llegar a Moondale. He prometido a Carol que no dejaría que el monstruo —el monstruo que llevo dentro— hiciese llorar a nadie más. Y puede que para matar al monstruo tenga que morir, puede que para ganar tenga que perder. Pero si con eso consigo mantener a la gente que quiero, si logro protegerlos de mí misma, sería un precio demasiado bajo a pagar para mantenerlos a salvo.

La risa tétrica de la Bestia resuena entre los árboles. Prácticamente me hace sentir que ella y yo somos los únicos seres vivos que quedamos en la Tierra. Casi es como si yo —y yo misma— estuviese sola en el mundo. De alguna parte me llega el convencimiento de que los lobos no deberían reírse. Y menos del humano que se supone que debe aprender a dominarlos. Veo su mirada rojiza, conforme su risa se va extinguiendo. Es una mirada cruel, que habla de dolor y muerte, de disfrutar con ello. Y aunque en estos momentos daría todo cuanto tengo por poder estar lo más lejos posible de aquí, aprieto los puños —notando como las uñas se me clavan en la carne de las palmas— decidida a no retroceder ni un paso, decidida a acabar con el lobo, morir en el intento o lo que sea necesario para que deje de hacer daño a la gente.

La Bestia me mira, con algo similar al remedo de una sonrisa cruel y salvaje en su hocico. Exhibe sus dientes mortíferos en una mueca que, seguramente me perseguirá en las pesadillas que tenga en este mundo o en el siguiente. El sonido de su aullido me atravesó de un lado a otro, logrando ponerme la piel de gallina. Es como si saliese de su mismo corazón —mi corazón— y soy capaz de verla temblar. De repente, su pelo parece retroceder, como si fuese absorbido por su piel blanca, y las uñas, clavadas en la tierra, parecen encogerse, al igual que los mortíferos colmillos se pierden en el interior de sus fauces, que se encogen. Donde hace unos segundos había un lobo, la Bestia, ahora hay un cuerpo humano, desnudo bajo la luz del bosque.

Ella —yo— alza la cabeza y me mira fijamente, mientras se incorpora. Mirarla a los ojos es como mirarme a un espejo, exceptuando que mis ojos jamás han desprendido un brillo tan oscuro y letal ni mi sonrisa ha reflejado nunca tanta maldad. De alguna parte me llega el convencimiento de que esto no tiene ningún tipo de sentido, y al mismo tiempo, estoy convencida de que lo tiene todo. Me he vuelto loca, lo sé. O al menos empiezo a verlo claro cuando me habla.

—[b]Hola, Ann[/b]—me dice. Es Annie. Es la Bestia. Es mi mayor pesadilla. Es yo.

Alzo una ceja. Puede que ella —que todo esto—esté sólo en mi cabeza. Pero como diría Thoreau, lo más cercano a uno es uno mismo. Lo más cercano a mí es ella. Y como a mí misma puedo entenderla. Puedo dominarla. O al menos intentarlo. Ella es mi lobo. Mi tormento.

—[b][i]¿Hola? ¿Qué pasa? ¿Ya te aburriste de las pulgas?[/i][/b]—porque llegados a un punto, lo único que me queda es defenderme como un gato panza arriba. Si me estoy volviendo loca (o si voy a morirme) lo haré como mejor se me da—[b][i]¿Qué más quieres de mí?[/i][/b]—[i]te llevaste a mi hermana, te llevaste a mis padres, te llevaste a Francis, mi vida… ¿qué más puedes querer?[/i]

—[b]Todo[/b]—replica, sonriendo de forma maliciosa—[b]Especialmente al lobo; bueno, y a Ed y a tus amigas.[/b]

Alzo la barbilla mirándola con desprecio —y cierta cautela— mientras mi cabeza va a cien por hora. Cuando era animadora, podía esconder mis sentimientos y reacciones tan bien como para lograr ser la jefa de todas ellas. Ahora, intento ocultar el miedo que me produce que la versión perversa de mí misma quiera quedarse con Ed; ella (yo) no se merece a alguien como él… y Ed no se merece tener cerca a una loca psicótica. Y ya ni hablar de Diana o Sylver… ya tienen suficiente con vivir, como para tener que vivir con esa loca cerca… no puedo, no quiero… no pienso consentir que se acerque a la gente que quiero. Puede que ella sea la fuerte, sea el lobo, sea… la Bestia; pero cuando se trata de proteger a la gente que quiero no va a lograr vencer. Me niego a que venza… fallé en el intento de proteger a mi familia; no voy a fallar al protegerlos esta vez.

—[b][i]Pues… tengo malas noticias para ti, encanto[/i][/b]—le digo, cruzándome de brazos y componiendo un intento de sonrisa encantadora—[b][i]No se relacionan con lobas psicópatas.[/i][/b]

Locas psicópatas como ella (como yo) que matan a niñas inocentes, a adolescentes indefensos y a madres rotas por el dolor.

—[b]¿Y por qué se relacionan contigo entonces?[/b]—me pregunta, burlona, como si estuviese recalcando lo evidente—[b]Eres tan inútil que incluso permitiste que tu lobo matase a toda tu familia y al ‘amor de tu vida’[/b]—ríe, encantada—[b]Ay, pobrecita Ann que es tan torpe que no sabe ni controlar a su mascota…[/b]—añade, con retintín.

Esas palabras, ese tono, hacen que me recorra la ira, como cada vez que Shelley Lacan insultaba a Francis por ser ‘un friki de mierda’. Esas palabras hacen que sienta deseos de pegarle hasta hacer que se calle… sin embargo, la violencia no es la solución. La solución es ser fuerte, no ceder a la ira, porque la ira es lo que la hace fuerte a ella.

—[b][i]Se relacionan conmigo porque yo no soy tú[/i][/b]—le espeto, apretando los puños—[b][i]Y ¡maldita sea!… si hubiese podido impedirlo, lo habría hecho…[/i][/b]—añado, fulminándola con la mirada—[b][i]… pero claro, es algo que tú no serías capaz de entender, al fin y al cabo eres la mascota[/i][/b]—ella es el lobo, mi lobo, ella es yo, la ira, la sed de sangre, la psicópata… ella no sabe lo que es querer, ella sólo sabe lo que es desear, obtener.

—[b]Te rendiste cuando pensaste que no habrías podido impedirlo, te encanta abandonarlo todo cuando ves que no puedes más[/b]—sus ojos azules (oscuros, siniestros) se encuentran con los míos—[b]Soy mejor Ann que tú misma.[/b]

[b][i]¡Mentira![/i][/b]

[i]Para ser mejor Ann que yo misma, tendrías que sentir toda la rabia y aún así saber querer.[/i]

—[b][i]No puedo luchar, no me dejas opción a luchar…[/i][/b]—digo, con seriedad, en apenas un susurro. Y es cierto… cuando el lobo toma el control, es físicamente imposible mantenerme consciente ya que el dolor en sí mismo me reduce a la nada—[b][i]En cuanto a que eres mejor Ann que yo…[/i][/b]—le dedico una sonrisa—[b][i]puede, pero aún así, sigues sin ser yo. Si fueses yo no pensarías jamás en hacer daño a nadie…[/i][/b]—suspiro (de cansancio, de hastío, de dolor)—[b][i]… y es la intención tras nuestras acciones lo que dirime si somos buenas o malas personas, Annie[/i][/b]—alzo una ceja—[b][i]¿O debería decir malas… bestias?[/i][/b]

Porque me niego a concederle la categoría de persona. Me niego a considerar que ella (yo) está al mismo nivel que Diana, Sylver, Sarah o Ed. Me niego a considerar que ella (yo) se merece ser querida (protegida y cuidada) como cualquiera de ellos se lo merece.

—[b]Estoy dentro de ti, deberías haber aprendido a controlarme en vez de fingir que eres la misma chica de siempre[/b]—me dice, frunciendo el ceño—[b]Ahora es tarde. Soy más fuerte que tú. Me merezco controlarte y vivir la vida que me has privado[/b]—añade, buscando de nuevo mi mirada. Siento un escalofrío recorrer mi columna vertebral cuando pronuncia lo siguiente:—[b]Seré una licántropa de verdad. No una loba con piel de cordero como tú.[/b]

Chasqueo la lengua, molesta e impaciente. Esto no va a llevarnos a ninguna parte… lo preveo.

—[b][i]Soy la misma Ann de siempre, Annie. Que tres días al mes me convierta en… ti no me convierte en un monstruo[/i][/b]—o tal vez sí. Maté a Francis, al fin y al cabo… aunque jamás, en mis cabales, haría daño a nadie—[b][i]Además, ¿qué pretendes? ¿controlarme? ¿matarlos a todos? ¿y después qué? ¡Después te quedarás sola! ¡Sola! Treinta y seis días al año no definen quien soy. No van a privarme de ser quien quiero ser. Asúmelo.[/i][/b]

No voy a renunciar a la gente que quiero por algo que puedo llegar a controlar. No voy a quedarme sola (odio estar sola demasiado tiempo) por culpa de una Bestia. Sé que es el pensamiento más egoísta del mundo… pero antes que estar sola (ahora que he encontrado gente por la que merece la pena vivir) prefiero estar muerta. Y tal vez esa sea la única solución.

—[b]¿Y qué pasará cuando Ed acabe como Francis?[/b]—me pregunta muy seria—[b]¿Y si les ocurre lo mismo a Diana y Sylver que a Caroline? A ella también la querías mucho, pero no tuviste reparos en descuartizarla[/b]—se detiene durante unos segundos. Intento contener las náuseas que me recorren. Nadie va a tocar a Ed. Nadie va a hacer daño a Ed. Ni Annie, ni yo, ni nadie, porque soy consciente de que toda la violencia y la ira que intento reprimir podrían llegar a crecer hasta límites insospechados. Nadie va a hacer daño a Diana y Sylver. Son brujas. Son fuertes. Pueden pararla. Pueden detenerla. Pueden matarla si hace falta. Matarme—[b]Treinta y seis días al año no definen quien eres. Tus asesinatos sí[/b]—sonríe de forma encantadora—[b]Y no me vengas ahora con lo de que te arrepientes porque sentí como la adrenalina nos recorría a las dos cada vez que matábamos a alguien… y nos gustaba, Ann. Te gustaba.[/b]

Sus palabras me golpean el rostro como un mazazo; sobre todo, por la veracidad que hay en ellas. En lo más hondo de mi misma, mientras arrebataba a Francis sus últimos latidos de vida, con mi boca en su garganta, mientras arrancaba la cara a Taylor Graham, mientras arrancaba el brazo a Shelley Lacan… en lo más hondo de mi ser, sentía una arrebatadora explosión de júbilo.

Se me rompe la voz cuando intento hablar, y siento una convulsión en el pecho, que amenaza con lágrimas. Sin embargo, me niego a llorar delante de ella. No voy a concederle ese placer. Aprieto un poco más los puños.

—[b][i]Ed no va a acabar como Francis[/i][/b]—digo, temblando por mantenerme firme—[b][i]Y mis chicas no son una niña de siete años…[/i][/b]—añado—[b][i]Cuando yo no puedo luchar contigo, ellos sí[/i][/b]—me tiemblan los labios al hablar, y sin embargo sé que me ha entendido a la perfección—[b][i]Y se van a encargar de que no vuelvas, no volvamos, a hacerle daño a nadie.[/i][/b]

—[b]¿No te das cuenta de que estás sola? ¿Quién ha venido a buscarte de todos ellos? ¿Quién se preocupa por ti?[/b]—se mueve a mi alrededor, como haciendo la pantomima de buscar a alguien. Noto como si un aura oscura, como una sombra, la rodease—[b]¡Ed! ¡Sylveeeer! ¡Diaanaaa! Ann está aquí y os necesita[/b]—dice, gritando. Se vuelve hacia mí, acercándose con la lentitud de un depredador acechando a su presa—[b]Nadie, Ann. Nadie te querrá jamás. Mataste a todos los que te querían.[/b]

Casi como un acto reflejo a sus palabras, la abofeteo con todas mis (escasas) fuerzas. Me duele reconocerlo, pero ha tocado la fibra sensible (la más sensible) de todas. Si ellos, que son lo único que tengo ahora mismo en el mundo, no me quieren… no me queda nadie. Absolutamente nadie. Siento la rabia corriendo por mis venas, como adrenalina sólo que ardiendo.

—[b][i]Me da igual lo que digas[/i][/b]—siseo—[b][i]al menos a mí me ha querido alguien alguna vez en mi vida[/i][/b]—le espeto—[b][i]Y a ti no te quiere nadie, absolutamente nadie. Ni siquiera yo, y soy lo único que tienes.[/i][/b]

Alza la cabeza, echándose el pelo rubio hacia atrás, y se relame los labios, limpiándose un pelín de sangre del labio.

—[b]¿Ves? En el fondo te encanta la violencia. Has disfrutado más con esta bofetada que en toda tu vida[/b]—sonríe con suficiencia—[b]Pégame las veces que quieras, porque no dejaré de tener razón.[/b]

Suspiro, cerrando los ojos, intentando dominarme. Vuelvo a abrirlos, la miro y siento que me hundo. Mi voz es apenas un murmullo cuando digo:

—[b][i]Bueno… al fin y al cabo se lo he prometido a mi hermana.[/i][/b]

[spoiler]Muchas gracias a Stefy por ser Dark!Ann!electro!perra :3 [/spoiler]

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