Moondale

EL ARCO RELUCIENTE

MIKE SOLO-NOVAK

KARNAK – MAÑANA

El clima de la Luna era lo más cercano que podría definir como paraíso. Había vivido en varios lugares con climas muy diferentes, pero hasta el momento, aquél parecía el más agradable con diferencia. Brisa leve y refrescante, cielos despejados y un sol que se hacía fácil de llevar. Todo lo que habíamos podido explorar de aquella luna era vegetación y naturaleza inmaculada, solo rota por aquella enorme ciudad en mitad de todo. Así que quizá aquella carencia de interacción humana con el resto del entorno había propiciado que se mantuviese tan inmaculado, con lagos de aguas más cristalinas que las de Loverd, Merelia o Velze.

En Louna, en los veranos, solía hacer bastante calor, pero por las noches en la terraza de mis padres siempre se podía disfrutar de una fresca brisa marina que no dejaría de recordar. En la facultad sin embargo, hacía bastante más frío, pero terminabas acostumbrándote.

Así que cuando dejamos atrás aquel clima fresco y llegamos al sofocante calor del desierto, me llevé una mano a la frente, resistiendo el agobio. Una cosa era saber que íbamos a un mundo anclado en la civilización egipcia y otra, estar preparado para aquél calor infernal, incluso con las ropas de época que habíamos impreso en la nave.

El traje empezó a hacer su magia e hidrató ligeramente mi piel, refrescándola muy tenuemente, pero con aquél calor no podía.

Cuando mi visión se aclaró, vi que nos encontrábamos en un templo derruido, con el obelisco tras nosotros. Desde la Luna había varios portales a los mundos y habíamos dado con el que nos había llevado a un punto más lejano, porque prácticamente solo veía dunas en el horizonte.

Me quedé parado un momento, sorprendido al encontrarme con la verdadera forma de las pirámides. Pese a lo lejos, su nívea superficie aún sin deteriorar y sin ser pasto de los robos, reflejaba el sol como si estuvieran hechas de luz pura, culminando en la cúpula dorada. Aquella civilización decía estar regida por los mismos dioses y viendo aquellas construcciones, incluso tan lejos, no me extraña que muchos no lo dudasen.

Coloqué una mano en forma de visera y traté de agudizar más la vista en el horizonte difuminado por el calor. A lo lejos, aunque no demasiado, se veía un río tan ancho que no alcanzaba a ver la otra orilla. En mi mente lo llamé Nilo, pese a que el de verdad estaba a millones de kilómetros. En las lindes del río el verde cortaba el paso a la arena y pude ver zonas de cultivos y casas cercanas. No teníamos más remedio que ir allí.

– [Mike]No sé cómo vamos a aguantar este calor.[/Mike] – dije al volver con el resto, que también se habían estado adaptando. Me habían nombrado líder de aquél grupo y la responsabilidad ya empezaba a pesarme. Mi vida no tenía nada que ver con aquello, pero no me quedaba más remedio que seguir adelante, por la seguridad de los demás.

– [Sophie]A mí me gusta el solecito en mi piel…[/Sophie]- escuché decir a Sophie con su agradable acento, sonriendo mientras se echaba el pelo hacia atrás. El sol iluminaba su piel broncínea y su generosa silueta se recortaba en el horizonte.

– [Nate]Sí, es agradable.[/Nate] – escuché decir a Nate. Su enorme físico hacía que destacase sobre los demás. Aquél hombre que seguía exactamente igual que en el primer recuerdo que tenía de él, parecía no estar afectado por el calor sofocante. A veces me paraba a pensar en lo poco que sabíamos realmente sobre sus orígenes.

– [Niall]Qué calor.-[/Niall] escuché decir a Niall. Vi que estaba mirando a Nate como si de un dios venido a la tierra se tratase. Conocía aún bastante poco a aquél chico, prácticamente solo sabía de él que era amigo de Noah y Lexie y que era un hijo de Logan Villiers. Aún no había tenido tiempo a cumplir mi propósito de hablar con los demás.

Zahra permanecía en silencio algo más retirada, de ella si que apenas sabía nada, más allá de que Idris me contó que les había ayudado en el mundo al que habían llegado.

– [Mike]Tenemos que buscar una forma de llegar allí. A lo lejos se ve un río, pero igual es mucho camino sin ir preparados.[/Mike] – no estaba hecho para planificar este tipo de inconvenientes. Lo mío era saber cómo podría afectar ese calor a nuestros cuerpos, no buscar una forma eficiente de llegar allí.

Después todo pasó demasiado rápido. Nate miró detrás de mí y me giré para ver a un grupo de hombres del desierto con marcas similares a tatuajes en las pocas partes que llevaban al descubierto. Iban armados y eran rápidos.

Yo había dado clases de judo cuando era pequeño y había tratado de mantenerme físicamente en forma toda mi vida, haciendo ejercicio regularmente. Desde que había contraído la infección teriántropa, había buscado refugio en aumentar el ejercicio para mantener la mente calmada. Eso sumado a la mayor agilidad y sentidos que tenía desde entonces hacían que estuviese en uno de mis mejores momentos. Pero desde luego, no era un guerrero y no estaba capacitado para luchar contra alguien experto en armas.

No tuve tiempo a pensar, a contar cuantos eran, a dirigir a nadie ni a prepararme. Lidié con uno de ellos esforzándome por no acabar atravesado por su arma. Desde mi posición solo veía a Nate, que estaba aguantando contra cinco.

No podía girarme para ver al resto y me estaba empezando a preocupar demasiado y si lo hacía, eso repercutiría en los poderes de Nate. Así que por primera vez, recurrí a una parte oculta de mí con la que convivía desde hacía tiempo.

Hasta el momento me había esforzado por entenderlo, por reprimirlo y por llevar mi vida como mejor podía. Pero en aquél instante lo que necesitaba era liberarlo, y ni siquiera sabía si funcionaría.

Traté de concentrarme en mitad de aquél caos, buscándolo. Comencé a sentir una necesidad primaria, una ira que crecía dentro de mí. De pronto algo comenzó a mover mi cuerpo de forma más ágil, como por puro instinto. Después empezó el dolor.

Había estudiado y documentado los cambios físicos que se producían en la transformación, porque quería entenderlos. La realidad era que conocer exactamente lo que estaba pasando, y que de no ser por el factor de regeneración que se desencadenaba en ese momento habría muerto por la propia transformación, lo hacían más dificil.

Tras una eternidad observé mis manos cubiertas de pelaje plateado con marcas negras. Mis manos acababan ahora en unas garras afiladas y en mi boca notaba los protuberantes colmillos resultado de convertirme en una mezcla entre hombre y bestia.

Estaba preparado para luchar, una parte de mí lo ansiaba, la misma que acababa de liberar. Pero de pronto los asaltantes se detuvieron, mirándome fijamente a mí y hacia mi derecha. Me giré y vi a Niall allí de pie, convertido de nuevo en un ser mitad hombre, mitad pájaro. Había estado mirando los registros de aves en la base de datos de la nave para estar preparado para cualquier eventualidad que pudiera sufrir Niall en forma animal y por lo que parecía, era un halcón murcielaguero, bastante común en toda América.

– [Niall]Atrás, u os saco un ojo.-[/Niall] les amenazó con un pico afilado. Era extraño observarle. En el mundo de la era medieval apenas le había podido ver antes de saltar y para cuando llegó a tierra, tardó poco en volver a convertirse en humano. Supuse que sería igual de extraño observarme a mí convertido en una fantasía furry.

Los atacantes empezaron a arrodillarse e inclinarse ante nosotros, dejando las armas a un lado. Uno de ellos, el más adelantaado, cuya piel apenas era visible tras las pinturas faciales, habló. Por suerte, como líder del equipo me había puesto el auricular que había preparado Henry y pude entenderle. – [b]Somos humildes siervos de los dioses.[/b] – pese a entender lo que decía, me costó interpretar su tono. – [b]Perdonad por no haberos reconocido.[/b] – se disculpó sin alzar la mirada. Me di cuenta de que debía interpretar mi silencio como un enfado y a nosotros y nuestras habilidades como dioses. Les traduje a los demás lo que acababa de decir.

– [Mike]No somos dioses…[/Mike] – en ese momento nos salvó la barrera idiomática. El traductor tenía la capacidad de repetir en mi oído lo que yo acabase de decir, pero en el idioma que hubiese detectado a mi interlocutor, así que al escucharme decir eso, Niall me hizo una seña antes de que lo repitiese en egipcio.

– [Niall]Dejate querer un poco. Si nos adoran antes encontraremos al Daë y saldremos de aquí.-[/Niall] sugirió Niall, colocándose más regio mientras volvía a su forma humana. Se había maquillado los ojos antes de emprender la misión y había sido un acierto, porque era el que menos destacaba al lado de los atacantes, salvo quizá Sophie, que también se había maquillado con tonos verdes en los párpados y una línea oscura en las pestañas.

– [Sophie]¿Y nosotras?[/Sophie]- preguntó al ver que la miraba.

– [b]No entendemos a vuestras esclavas, mi señor.[/b] – escuché decir a nuestro «interlocutor», anteriormente presunto asesino.

– [Mike]Dice que sois mis esclavas, ¿qué hacemos?[/Mike] – les traduje. Los atacantes nos observaban y la situación era bastante tensa, en aquél momento solo nos libraba de la sospecha el aspecto con el que nos habíamos mostrado ante ellos.

Zahra guardaba silencio. Parecía estar más en tensión de lo habitual, pero costaba distinguirlo porque nunca había llegado a verla relajada en los días que habíamos pasado en la nave.

– [Sophie]La esclavitud nunca es buena compañera[/Sophie].- aconsejó. Asentí ligeramente. Mi vida y la de mi hermano siempre habían estado entre dos mundos. Nunca habíamos sido ni muy blancos ni muy negros, y costaba bastante emparejar ambos mundos. – [Sophie]Pero ustedes deciden[/Sophie] – remató ella. La miré a los ojos. Sophie tenía razón, ni siquiera para pasar desapercibidos podíamos aceptar la esclavitud.

– [Mike]No son nuestras esclavas. Vienen con nosotros.[/Mike] – repetí después de decirlo para que el audífono lo tradujese. Mi acento no debía ser muy bueno y de no haber sido por mi piel, ya me habrían tratado de dios extranjero, quizá con malas consecuencias.

– [b]Nos acompañarán entonces a la tierra sagrada. ¿Partimos?[/b] – preguntó, mirando a Sophie, Zahra y Nate. No me gustó su forma de hacerlo, pero apenas teníamos más opciones. Vi que Zahra torcía el gesto, pero asintieron sin más remedio y volví a la forma humana antes de seguirles.

– [Mike]Podemos aprovechar que no nos entienden.[/Mike] – les dije mientras les seguíamos hasta donde tenían atados varios burros. Señalaron dos de ellos, uno para mí y otro para Niall. Sus anteriores dueños se colocaron a la cabeza del animal para guiarlos.

Asentimos, pero tendí la mano a Sophie para que montase en el mío y Niall hizo lo propio con Zahra. Nate prefirió caminar y fue mejor porque aquél grupo ya nos había observado fijamente. Probablemente estábamos siendo poco altivos y soberbios para ser dioses, demasiado cercanos a nuestros seguidores. La verdad es que no habría sido capaz de fingir de otra manera.

– [Nate]Hay que tener cuidado. Noto hostilidad.[/Nate] – avisó Nate, caminando a nuestro lado a sorprendente paso.

– [Sophie]A lo mejor se han venido arriba con lo del Príncipe Alí.[/Sophie]- comentó Sophie. Pese al calor, sus manos se aferraban a mi para no caerse del burro con un tacto muy agradable.

– [Nate]Se supone que la daë es una vieja diosa destronada.[/Nate] – nos recordó Nate, al que miraban de forma suspicaz por lo fácil que le estaba resultando caminar a nuestro paso bajo el sol abrasador sin muestras de fatiga.

– [Zahra]Lo que faltaba…[/Zahra] – murmuró Zahra.

– [Mike]Tendremos que librarnos de ellos al llegar. Piensan que somos dioses así que será más fácil.[/Mike] – sugerí. Usar la palabra fácil no fue muy acertado. Seguían siendo un grupo armado experto, acostumbrado al terreno y al calor.

Traté de observarlos durante el camino pero no era ningún estratega, así que finalmente acabé maravillado por la visión digna de oasis de las orillas del Nilo. Allí empezaba a verse población de a pie, hombres, mujeres y niños que corrían como habían llegado al mundo. Me sorprendió ver la realidad de que todos iban maquillados pese a su estatus social. Además, chocaba bastante ver a aquellos granjeros adultos sin un ápice de vello.

Continuamos la ruta sin detenernos ni un momento, atravesando el cauce del río hasta llegar al inicio de lo que podíamos llamar la ciudad. Desde hacía ya un trecho las pirámides habían empezado a ocupar más espacio en el horizonte y a aquellas alturas, lo cubrían prácticamente. Era sorprendente cómo podían haberlas llevado a cabo.

Al llegar a la parte baja de la ciudad estuve preparado para bajarme de aquél pobre animal, pero hicieron un gesto y continuaron, entre las miradas de soslayo de la gente de a pie. Aquella era una civilización extraña, se veían esclavos entre la gente libre, pero lo que había leído en los registros de la nave era que tenían los mismos derechos que los demás. Es más, hombres y mujeres tenían derechos equiparados. Y sin embargo Idris, Elle, Jane y Chloe estaban a miles de años en una civilización en la que las mujeres no eran nada.

Finalmente llegamos a una plaza y nos bajamos. – [b]Venid con nosotros. Vuestros acompañantes no pueden pasar a la ciudad de los dioses.[/b] – dijo el portavoz. Señaló con la mano un enorme arco de piedra blanca y adornos en oro y piedras preciosas que conducía a una parte de la ciudad claramente más rica. El arco no estaba demasiado vigilado, pero me imaginé que el miedo a los dioses les evitaría cruzarlo.

Sophie se cruzó de brazos. La idea de separarnos no debía entusiasmarnos a ninguno. Aun así, si en aquella parte estaban los dioses, teníamos que conseguir acceso para encontrarnos con la Daë.

– [Mike]Lo mejor será ir y volver. Puede que allí esté la daë y acabaremos esto rápido.[/Mike] – les expliqué, apartándonos después de hacerle una señal al hombre para que esperase.

– [Sophie]Como vean.[/Sophie]- respondió Sophie. Normalmente era difícil saber si algo le molestaba porque era una persona muy relajada, pero ese tono de voz monocorde no parecía encajar con su estado habitual.

– [Mike]No sé qué otra cosa podemos hacer.[/Mike] – sugerí, esperando que tuvieran alguna idea.

– [Sophie]Esto no pinta bien.[/Sophie] – se limitó a decir. Negué con la cabeza, preocupado, cada vez tenía más claro que liderar no era lo mío.

– [Nate]Podéis llevaros a Sophie, su magia puede pasar por una gran sacerdotisa. Zahra y yo estaremos bien.[/Nate] – propuso Nate. Cierto era que parecía que trataban con algo más de reverencia a Sophie por la magia que le habían visto usar, aunque no sabíamos si lo suficiente como para conseguir que viniese con nosotros. Me seguía preocupando dejarles a ellos solos, pese a que Nate podía cuidarse solo mejor que el resto.

– [Mike]Me vendría bien tu ayuda.[/Mike] – reconocí, mirándola. No quería todo el peso de liderar en mis hombros y sabía que Niall no tenía intenciones de compartirlo.

– [Sophie]Por mi bien.-[/Sophie] asintió, con una sonrisa más propia de ella.

Me dirigí al representante y me coloqué lo más regio que pude, tratando de sacar provecho de mi condición de…dios. – [Mike]Ella es mi gran sacerdotisa. Si no puede pasar, tampoco yo.[/Mike] – exigí.

El hombre no sabía qué decirme. Consultó con los demás y al final volvió frente a nosotros. – [b]No diga que nosotros le hemos traído, señor.[/b]- concedió. Asentí, no pensaba meterles en problemas pese a que hacía un rato nos hubieran intentado matar o esclavizar. Era extraño mantener la moral en aquellas situaciones. – [b]Siguiendo el camino principal hacia arriba llegaréis al centro, allí os darán la bienvenida.[/b]

Nos señaló el arco y cruzamos, pero él se quedó atrás. Miré el camino reluciente frente a mí, sintiéndome como Dorothy en el Mago de Oz, aunque en mi caso, probablemente, fuera el León.

Inspiré profundamente y sentí una mano aferrar la mía. Era suave y firme. Miré y vi que a mi izquierda estaba Sophie devolviéndome una sonrisa. Así, sinceramente, resultaba más fácil. Al poco noté que me aferraban la mano libre y me encontré a Niall sonriendo. Sonreí y él me guiñó un ojo.

Al final, incluso con la solitariedad que me caracterizaba, con amigos y familia que confían en ti, todo se hace más fácil.

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