Caitriona – Senatus
Noche
La noche había caído y el bosque estaba oscuro. Dejé mi cabaña atrás y me encaminé en dirección a la cueva en la que realizaría la ofrenda. Necesitaba renovar la fuente de mi poder. Seguir manteniendo los pactos era vital para mi supervivencia. Siendo realistas, yo no era más que un ente parásito. Nunca había sido poderosa por mí misma. Al menos, no de la forma en la que me hubiese gustado.
La afinidad con la magia era algo que dependía más de la suerte que de las preferencias. No era la primera vez que me encontraba con alguien que se dedicaba a ordeñar cabras y podía conjurar hechizos con los que no podía ni soñar. Pero el que hace la ley hace la trampa y para eso estaban los seres de magia pura, que siempre estaban dispuestos a darte lo que necesitaras por un módico precio.
Me adentré en la cueva con una antorcha una vez serpenteé por el bosque y, cuando llegué al final de la misma, una luz que parecía emanar de las profundidades de la tierra, me dio la bienvenida- [Adikia]El destino va a beneficiarte pronto, Bruja del Bosque Incierto[/Adikia].- ante mí se materializó una figura de aspecto humano, cabello largo de color castaño y carecía de género. La persona en cuestión llevaba una ajada túnica de color marrón que le cubría del cuello a los pies descalzos y destacaba la ausencia de joyas.
– [Caitriona]Es lo que merezco[/Caitriona].- sus ojos, que eran como dos llamas ardiendo, centellearon al escucharme.
– [Adikia]Vendrán a ti personas con grandes riquezas.[/Adikia] – su voz reverberó en la cueva.
– [Caitriona]Es mi oportunidad[/Caitriona].- me arrodillé colocando la antorcha en el suelo en un vano intento de parecer humilde.
– [Adikia]Si me entregas sus destinos, te daré lo que más desees.[/Adikia]
– [Caitriona]Espero poder servirte como mereces[/Caitriona].
– [Adikia]Lo has hecho bien. Me has dado tratos valiosos.[/Adikia] – sonreí complacida al escucharle decir eso. – [Adikia]Y tu poder ha crecido con ellos. Pero estos…su importancia va más allá.[/Adikia]
– [Caitriona]Intentaré estar a la altura[/Caitriona].- mentí. Siempre lo estaba.
– [Adikia]Sé que lo estarás.[/Adikia] – no pude evitar que mi corazón latiera con fuerza imaginando todo lo que estaba al alcance de mis manos. – [Adikia]Llegarán pronto. Ya lo he dispuesto. Estate preparada.[/Adikia]
Asentí y la luz se apagó. La cueva quedó a oscuras, a excepción de la antorcha, que descansaba al lado de mis pies.
La sujeté entre los dedos y anduve el camino de vuelta sin dejar de pensar en lo que le pediría a esos pobres incautos…
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