Diana Echolls| Cafetería de la Universidad
Necesitaba contarle a alguien lo que me había pasado, pero no estaba segura de a quién. No todo el mundo estaba preparado para escuchar a una chica aparentemente cuerda decir que en una especie de viaje astral había conocido a un Oráculo cantarín que la había cambiado de cuerpo y por consiguiente, de vida.
Era demasiado descabellado como para contárselo a mis hermanas y mucho menos, a mi madre porque todas ellas tenían el mismo concepto de mí que yo habría tenido en caso de haberme aguantado durante más de dos segundos seguidos en mi etapa de Barbie Malibú.
Con todo lo que rondaba mi cabeza, no era consciente ni siquiera de hacia dónde me llevaban mis pasos, tenía claro que debía ir a la cafetería a trabajar, pero no pensaba en ello. Mi cabeza daba vueltas en busca de la persona indicada para quitarme ese enorme peso de encima. O al menos, para ayudarme a soportarlo. De pronto, me paré en seco, provocando que muchos me mirasen extrañados.
[i]Christopher Mcleod…[/i].- Murmuré cogiendo el móvil y escribí rápidamente.
[QUOTE][i]Necesito hablar contigo. Es importante. Reúnete conmigo en la cafetería.[/i][/QUOTE]
Quizás era demasiado breve, pero no me veía capacitada para sintetizar algo como lo que me había pasado en unas pocas palabras. Cuando acabé de escribirlo no me molesté en buscar su número en la agenda porque en «esta vida» él y yo apenas habíamos cruzado dos palabras seguidas, pero no me hizo falta: Me había pasado demasiadas noches con el móvil en la mano, a punto de marcar su número de teléfono para que me invitase a esa cena que me prometió aquel día en su despacho. Tecleé el número y fui directa hacia la cafetería.
Vi a Mcleod sentado en una de las mesas del fondo, tenía cara de no haber dormido en años y tomaba café como si le fuera la vida en ello. Me acerqué hasta él decididamente y lo saludé tímidamente.
– [b]Hola…Christ…profesor McLeod. Siento haberle molestado.[/b]
– Tranquila, señorita Echolls.- dijo amablemente, aunque pude notar cómo mi ceja izquiera se arqueaba al oír ese «señorita».- De todas formas, necesitaba tomarme un café.
– [b]Gracias[/b].- musité y me senté en la silla que había frente a la suya.- [b]Tengo que contarle algo, pero le va a resultar difícil de creer.[/b]
– Cuéntame. Parecía muy urgente por el mensaje.- dio un sorbo a su café y me miró directamente a los ojos. – Además, a estas alturas no creo que algo me resulte difícil de creer.
– [b]Eso espero[/b].- carraspeé para aclararme la voz.- [b]No sé cómo empezar, así que…¿sabe usted algo acerca de ‘Los Grandes Poderes’? [/b]
– Eso es una pregunta bastante rara cuando se hace fuera de clase.- respondió de forma esquiva.
– [b]Necesito que me de una respuesta para poder continuar con lo que debo contarle[/b].- añadí algo molesta.
– Bien, veamos…- se recostó en su silla y entrelazó los dedos de las manos.- ‘Los Grandes Poderes’ son seres superiores dedicados al Bien. Suelen utilizar enviados para guiar a sus campeones, los que eligieron para luchar contra el Mal, por la senda correcta.
– [b]¿Qué pensaría si yo le contase que soy una de esos «campeones» y que el cuerpo que usted está viendo ahora mismo no es el mío, si no el que ellos me proporcionaron tras elegir la senda del Bien?[/b].- pregunté sin irme por lasramas.
– Eh…pensaría muchas cosas.- titubeó.- Entre ellas, que esto es una broma del grupo de animadoras hacia una asignatura que no comprenden.- [b]Veo que necesita pruebas[/b].- dije desafiante.- [b]Sé cómo se hizo esas cicatrices y también sé quién se las hizo o mejor dicho, qué[/b].- bajé la voz.
– ¿Y cómo se supone que sabes tantas cosas sobre mí?.- dio un gran sorbo a su café.
– [b]Digamos que en mi otra vida tuvimos una relación algo más…»estrecha»[/b].- le guiñé un ojo.
– Vaya, eso sí que es una sorpresa.- sonrió.- Hagamos como que te creo. Continúa.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.