Moondale

ME ENCANTA ESTE CUERPO

Diana Echolls| Despacho de McLeod

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Íbamos por uno de los múltiples pasillos de la Universidad, de camino a su despacho cuando caí en la cuenta de que hacía horas que no me fumaba un cigarrillo y francamente, lo necesitaba. Sin darme cuenta, abrí el bolso, busqué mi pitillera, saqué uno y lo encendí. Tras darle una profunda calada vi a McLeod mirándome como si estuviera loca.

– [b]¿En serio piensas que en mi situación estoy como para que me lo reproches?[/b]- Pregunté e hice una pausa para darle otra.- [b]Lo raro es que no te haya fumado a ti. Y créeme, he estado a punto.[/b]- Sonreí y él me miró confuso.

Llegamos a su despacho, Christopher abrió la puerta y vi que estaba exactamente como lo recordaba: Desordenado.

– Pase señorita Echolls.- Me invitó a entrar e hizo un gesto con la mano para que
pasase primero. Apagué el cigarrillo con el pie y tras tirarlo, entré.
– [b]Deberías empezar a llamarme Diana.[/b]- Me acerqué hasta él y cerré la puerta empujando con la mano.- [b]No sabes cómo de cercanos pudimos ser en mi otra vida…[/b]- Lo cogí de la corbata y noté que se ponía ligeramente nervioso.- [b]Quién sabe, a lo mejor era tu novia…o no.[/b]
– Empiezo a tener ganas de averiguarlo.- Se aflojó el cuello de la camisa y dio un paso hacia atrás. No pude evitar echarme a reír. Había conseguido ponerlo nervioso.

– [b]¡Me encanta este cuerpo!.[/b]- Exclamé a carcajadas.- [b]Puedo poner nervioso a un profesor. Quizás me gane la vida demandandoos por acoso.[/b]
– Se ve que hay algo que sí te gusta del cambio. No sé cómo eras antes, pero creo que puedo comprender tu alegría.- Sonrió y se acercó a su mesa.
– [b]No todo iba a ser malo, además mi antiguo yo no fumaba, así que calculo que moriré de cáncer bastante después de lo que había previsto.[/b]- Dicho esto, me senté en la mesa que había frente a la suya.
– No hay mal que por bien no venga.- Adoptó una postura pensativa con una mano en la barbilla.- Bueno, volvamos al caos…el Gran Mal. Creo que tengo alguna idea de qué puede ser.
– [b]Lo único que sé es que la oleada de muertes es culpa mía.[/b]- Musité con expresión seria.
– No creo que con tu muerte se hubieran evitado las suyas. – Frunció el ceño – Lo que sí sé es que con tu habilidad podemos evitar las siguientes.
– [b]No te lo he querido decir antes, pero…[/b]- Paré unos segundos de hablar y tragué saliva para ordenar mentalmente lo que tenía que decirle.- [b]desde hace meses no tengo una sola visión. Creo que he perdido mis poderes.[/b]
– Tu don es más…inestable, por decirlo de alguna manera, que otros que he conocido, al no tener control sobre él. Por lo tanto, que no hayas tenido visiones no implica que lo hayas perdido, y menos sabiendo que los Grandes Poderes te salvaron por él.
– [b]¿Y cómo puedo aprender a controlarlos?[/b].- Pregunté colocándome un mechón de pelo detrás de la oreja.

Se quedó callado durante unos segundos, caminando a escasos centímetros de su mesa.

– Creo que tengo una ligera idea de cómo ayudarte en eso. No eres la primera persona que conozco con ese don, o al menos similar. Él puede ayudarte a controlarlos en la medida de lo posible.

Me levanté de la silla y fui hasta donde estaba. Me abstuve de volver a hacer el numerito de la corbata para no acabar resultando (más) incómoda.

– [b]¿Sabes? Creo que me debes la cita que me prometiste en mi otra vida. Porque siento decirte que así fue. Esta noche hay una fiesta de Halloween en el Silver, ¿por qué no vamos juntos y me lo cuentas todo?[/b].- Pregunté con una sonrisa. Me había costado una vida armarme de valor, pero lo había logrado. Ahora sólo deseaba que no se echase para atrás pensando que estaba como un cencerro.

Tras preguntárselo se quedó sin palabras, posiblemente estuviese incómodo o quizás, sólo sorprendido por mi arrebato de espontaneidad, pero no había podido contenerme.

– Am…bueno.- Titubeó.- No sé exactamente por qué te debo esa cita, pero puedes explicármelo esta noche.- Añadió algo más sereno.- ¿Necesito buscarme un disfraz?
– [b]Es una fiesta de disfraces, ¿no?[/b].- A veces me sorprendía de las preguntas que hacía la gente. [b]Supongo que sabes dónde vivo[/b].
– Te recojo en la puerta de la Residencia a las nueve.- Aún parecía que no estaba muy seguro de lo que estaba haciendo ni por qué.
– Eso espero.- Saqué otro cigarrillo y lo encendí.- ¡Shh!.- Chisté.- No se te ocurra decirme nada. No querrás tener esta noche una acompañante muy cabreada.

Dicho esto, abandoné la habitación tras decirle ‘adiós’ con la mano, dejando a McLeod con un enorme gesto de confusión en la cara.

[spoiler]Las acciones y reacciones de McLeod han sido redactadas por Dracon[/spoiler]

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