[align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=3]Vincent C. Solo| Calles de Moondale.
[color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/font][/b]
[SIZE=2]
Cerré los ojos un instante, y cuando volví a la consciencia, antes de abrirlos, fue como si todo hubiese sido un mal sueño, casi podía escuchar las voces conocidas de ‘El Consejo’, es decir, mis amigos los Moondies, debía acostumbrarme a esa distinción para no alterar su destino si estaba fijado de una forma similar para este mundo.
Me imaginé que alguno habría pasado por el centro comercial y me había visto allí desplomado, o quizá eso también había sido un sueño, el caso es que estaba a punto de descubrirlo, o eso pensaba. Cuando abrí los ojos, estaba en un callejón oscuro, aparentemente en Moondale a juzgar por las losas del suelo. Miré mis ropas y vi que eran trapos harapientos, las ropas de un mendigo. Rebusqué por todas partes y no había rastro de placa ni de pistola, me habían despojado de ellas, no había sido un sueño.
– [b]¡Eh, novato![/b] – escuché llamar a una voz. Busqué de dónde procedía y me topé con un hombre algo mayor que yo, con algunas cicatrices por la cara y los dientes podridos. – [b]Esa esquina es mía, y el cartón.[/b] – amenazó. Me fijé por primera vez en su mano derecha, blandía una botella de vino rota.
– [b] [color=#8F532C] No soy un novato, soy Valentine Chiwetel Solo.[/SIZE] [/b] – me escuché decir casi mecánicamente, sin ser capaz de detenerme. El problema que me había afectado antes había vuelto, era incapaz de controlar mi boca, incapaz de callar, solo podía decir la verdad cada vez que me preguntasen. El efecto de las aguas debía haberse vuelto defectuoso, o quizá era por encontrarme aquí, quizá había perdido el control porque la magia de esas aguas residía en mi viejo mundo.
– [b][i]Tu nombre, me resulta familiar.[/i][/b] – dijo otro vagabundo que permanecía oculto en las sombras. Agudicé la vista y le vi sentado en el suelo, en un cartón. Parecía tener dificultades para respirar, o quizá había perdido las ganas de ello. Había algo en él que también me resultaba familiar, pero no conseguía verlo bien, tenía que acercarme.
– [b]¡Eh, estoy hablando contigo! ¡Fuera de mi puta esquina![/b] – volvió a amenazar el otro.
Levanté las manos y empecé a alejarme de la esquina. – [b] [color=#8F532C] Toda tuya, será por esquinas. Además necesito saber porque ese vagabundo parece conocerme.[/color] [/b] – aseguré maldiciendo por dentro.
El de las cicatrices me miró con enfado y se sentó en la esquina, pero seguía sosteniendo la botella de vino. Me seguí acercando al vagabundo y al final le vi, y le reconocí, por imposible que fuese, era Qastan, mi antiguo instructor, que había desaparecido hacía mucho tiempo de Darkonia.
Me agaché a su lado y le observé, estaba viejo, ciertamente habían pasado los años por él, y había acabado aquí, como un mendigo. Eso solo podía significar que los aihalianos le habían cogido y le habían hecho desaparecer, él era la prueba de mis sospechas. Miré un momento hacia el callejón, lleno de vagabundos y mendigos, ¿cuántos de ellos serían de mi mundo? ¿Cuántos habrían olvidado que una vez tuvieron una vida? Se lo arrebataron todo.
– [b][i]Te pareces a alguien que conocía…creo. La edad no perdona…[/i][/b] – empezó a decir hasta que un ataque de tos le detuvo.
Esperé a que la tos se detuviese, pero mi boca entró en acción antes que yo. – [b] [color=#8F532C]Venimos de otro mundo, de un lugar llamado Darkonia, dónde eras mi mentor y mi amigo, Qastan.[/color] [/b] – le dije. En ese instante, al oír su nombre, o al oír el de Darkonia, vi un brillo en sus ojos, como el de alguien que ha perdido algo hace mucho tiempo y por fin lo recupera.
– [b][i]Lo…yo…recuerdo una..sala. Aihalia…[/i][/b] – empezó a hacer memoria apretándose la cabeza frustrado. – [b][i]Se llevaron…se llevaron mi…alma, mi memoria…[/i][/b] – continuó. Me dolía verle así, sumido en un terrible dolor, con los ojos anegados en lágrimas. Mi pobre maestro, deseaba que los Aihalianos pagasen por lo que habían hecho, deseaba hacérselo pagar yo mismo, pero ya era tarde, la profecía decía que estarían destronados. Era una alegría, pero era frustrante no poder hacérselo pagar aún más.
Antes de que me diese tiempo a preguntar nada, Qastan me agarró por la camisa harapienta. – [b][i]Valentine…vete…[/i][/b] – me pidió con ojos aterrados. – [b][i]Antes de…enviar prisioneros…enviaron…»algo»…una cosa…para matarlos.[/i][/b] – añadió antes de sucumbir a otro ataque de tos.
– [b] [color=#8F532C] No te voy a dejar aquí, vamos.[/color] [/b] – le dije intentando ayudarle a levantarse, pero él no se movió.
– [b][i]Sabe…cuando recordamos…ya viene…vete.[/i][/b] – dijo entrecortadamente. En ese momento escuché un sonido al fondo del callejón y una tapa de un cubo de la basura cayó al suelo, en ese momento vi una sombra deslizarse rápidamente antes de desaparecer, pero ese tiempo me sirvió para ver su boca, repleta de afilados dientes plateados.
Durante unos segundos me quedé totalmente paralizado, observando el fondo del callejón, era incapaz de moverme, pensando en ese monstruo que se acercaba para devorarnos, acechando en la oscuridad para llevarse los restos que los de Aihalia habían dejado. Yo también era capaz de recordar, había venido de una forma distinta, pero aún así seguro que ese monstruo vendría a por mí. Miré de nuevo a Qastan, tenía que salvarlo, que hacer algo por él después de todo lo que había sufrido, así que cogí la botella rota que el de las cicatrices había dejado en el suelo tras dormirse y avancé.
Los ruidos empezaron a rodearme y confundirme, ese bicho era terriblemente rápido. Más de una vez juraría haberlo visto pasar a mi lado, hasta que volví a mirar hacia Qastan para comprobar como estaba, y allí le vi, iluminado por la tenue luz de una farola cercana, subido encima de mi mentor. De la boca del monstruo salía otra boca más pequeña que estaba enganchada en la frente de mi amigo, que convulsionaba. Corrí a toda velocidad, pero pronto dejó de moverse para siempre y el monstruo desapareció en la oscuridad. Qastan yacía muerto en el suelo, y yo era el siguiente.
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