[align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=3]Abel Moreau | Oficina del Director Nacional de Inteligencia, Washington D.C.
[color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/font][/b]
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El eco de sus pasos volvió a reverberar en los pasillos, odiaba esos malditos pasillos, en especial a esa hora en la que no había nadie y parecía que en cada esquina te iba a salir cualquier cosa, algo que no le habría extrañado ahora que sabía parte de las rarezas que había en el mundo. Pero la gracia de estas reuniones estaba precisamente en que no había casi nadie en el edificio, solo le esperaba el Director, el señor James R. Clapper, aunque no le gustaba que le llamasen así en privado, prefería que le llamasen simplemente, Z.
Abel recorrió los últimos pasos con la gabardina ondeando ligeramente tras él y abrió la puerta. El Director estaba allí, iluminado por los últimos rayos del sol mientras observaba el exterior. Ligeramente más alejado, observando primero al Director y luego a él, que acababa de entrar, vio el rostro inexcrutable de Aaron, uno de los hombres de confianza del Director Clapper, de Z.
– [b][color=#85A1A3]Abel.[/SIZE] [/b] – saludó el hombretón. Parecía que no había envejecido nada desde el día en el que lo había conocido, y juraría que no lo había hecho, nada le extrañaba ya. Le miró un momento antes de devolverle el saludo y vio su rostro, sonriente en todo momento, le ponía los pelos de punta alguien tan feliz.
– [b][color=#2A120A]Aaron, ¿qué tal?[/color] [/b] – saludó. Después se dirigió hacia el Director.
– [b][color=#97906C]Necesito que envíes a alguien de confianza al condado de Ripper y que alguien recopile más información sobre la Elegida y el resto de sus amigos.[/color] [/b] – dijo el Director, siempre directo hacia sus objetivos, aunque la mayoría de las veces, solo él los conocía. Llevaba un tiempo centrado en el condado de Ripper, especialmente en su capital, Moondale, y un grupo de habitantes de allí, un plan bastante menos ambicioso del que había estado llevando a cabo.
– [b][color=#2A120A]Con todo el asunto de Snowden no sé si podremos seguir monitorizando las comunicaciones.[/color] [/b] – le recordó, se suponía que su trabajo era aconsejarle. Quizá por eso el Director había decidido centrarse en esa pequeña ciudad, para desviar la atención de los medios.
– [b][color=#97906C]Snowden solo tenía un pedazo de la verdad, y la verdad se enmascara rápidamente antes de descubrirse.[/color] [/b] – explicó el Director con calma, si dejar de mirar por la ventana. – [b][color=#97906C]Pronto daré otra rueda de prensa, volveré a declarar que era por el bien de la seguridad nacional y seguirán achacándolo a las políticas de control de Estados Unidos, nadie se parará nunca a pensar en la verdad, porque desconocen el poder que les rodea.[/color] [/b] – aseguró. Era sorprendente cómo parecía saber siempre cómo funcionaban los engranajes del mundo.
– [b][color=#2A120A]Aun así, señalan en nuestra dirección.[/color] [/b] – comentó el Consejero. Los medios ya empezaban a cuestionar el control que ejercía el Presidente sobre los servicios de inteligencia, y no les faltaba razón, el Director Nacional de Inteligencia era un hombre poderoso en todos los sentidos.
– [b][color=#97906C]Están demasiado centrados en la NSA, Facebook, Twitter, el espionaje de correos electrónicos y el de llamadas como para detenerse a sumar dos y dos.[/color] [/b] – aseguró con tranquilidad, como si le leyese el pensamiento. Los medios apuntaban directamente al Director de la NSA en lugar de centrarse en el hombre que controla todos los servicios de inteligencia. – [b][color=#97906C]Snowden creía que era un software y ahora la opinión pública y media NSA piensan igual.[/color] [/b] – apuntó el Director. Era cierto que eso no era obra de ningún software, si no de ‘Software’, una agente con habilidades especiales que respondía directamente ante el Director.
– [b][color=#2A120A]¿Quiere que centre a Software en exclusiva sobre Moondale?[/color] [/b] – preguntó el agente Moreau. El Director se limitó a asentir con la cabeza. – [b][color=#2A120A]Muy bien. ¿A quién quiere que envíe? Alice ya está en el terreno.[/color] [/b] – aseguró el Consejero mientras repasaba mentalmente a quién podría enviar.
– [b][color=#97906C]Alice nos resulta de utilidad, pero necesito a alguien más cercano a nuestro proyecto. Envía a ‘Butterfly’ y ‘The Hand’, que nos hagan llegar informes periódicos de todo.[/color] [/b] – para una misión de espionaje no se le ocurrían dos elecciones mejores que esas, pero en cuanto a confianza y estabilidad, no se fiaba demasiado de ellos. – [b][color=#97906C]Pensándolo mejor, envía también a ‘Leaf’, que se instalen y vigile a los otros dos.[/color] [/b] – añadió, estableciendo el balance perfecto entre los tres: ‘Leaf’ era una ecologista consumada y amante de la naturaleza en general, algo lógico si tenías en cuenta su habilidad, pero iba más allá, definitivamente, era buena; ‘The Hand’ era un tipo del que no te podías fiar, tan pronto podía ayudarte como clavarte un cuchillo por la espalda o robarte hasta el cinturón; y ‘Butterfly’…ella era definitivamente mala, y en la opinión de Abel, no estaba bien de la cabeza. Pero era la decisión del Director, así que se encargaría de llevarla a cabo.
El Consejero asintió y esperó unos minutos, pero el Director no añadió nada, así que imaginó que eso era todo y se despidió con un gesto de Aaron dispuesto a irse. Cuando iba a abandonar la sala, el Director se giró. – [b][color=#97906C]Me gustaría pedirte un favor, Abel.[/color] [/b] – dijo observándole con sus ojos, que expresaba más juventud que la que dejaban ver sus canas, pero a la vez, también más sabiduría. Abel asintió, se acercó y espero. – [b][color=#97906C]Necesitaría que tu mujer y tú os mudaseis también al condado de Ripper.[/color] [/b] – la frase cayó a plomo sobre Abel, sabía lo que le parecería a su mujer, conocía de sobra su carácter. – [b][color=#97906C]Y el pequeño Idris obviamente. Yo mismo correré con todos los gastos.[/color] [/b] – añadió. Después se hizo el silencio mientras esperaba su respuesta.
– [b][color=#2A120A]¿Sería ya mismo?[/color] [/b] – preguntó el Consejero Abel. Idris todavía tenía dos años y si podía aprovechar la excusa de aprovechar un viaje tan prematuro, no la dejaría escapar.
– [b][color=#97906C]Dos o tres meses, me encargaría de que el viaje fuese lo más cómodo posible para los tres.[/color] [/b] – respondió el Director tirando por tierra su oportunidad. – [b][color=#97906C]Dile a Rashawn que podemos hablarlo en una cena, ella pone las condiciones. De la cena y la mudanza, la casa también claro.[/color] [/b] – añadió esbozando una leve sonrisa que se desvaneció al instante. Las suyas siempre eran así, parecía que algo le hacía estar continuamente triste.
Abel asintió con la cabeza y salió de la sala, no sin antes despedirse con la cabeza de Aaron, que continuaba en la misma posición, inmóvil y sonriente. Tenía como mucho tres meses para mudarse a un sitio desconocido y alejado de la mano de dios, y lo peor era que tenía que contárselo a Rashawn, ya podía ir moviendo la almohada al sofá, al menos durante un par de noches.
Mientras recorría los pasillos, se detuvo a pensar en lo que conocía del lugar al que se suponía que debían mudarse. Por lo que había visto en los informes, el condado de Ripper era un lugar lleno de zonas verdes, con costa y montaña por igual, además de un lago que atraía mucho a los turistas. Los índices de población no eran demasiado altos y el paro tampoco, aunque eso quizá se debiera a que el índice de mortalidad si era algo elevado, o al menos lo había sido, especialmente el año anterior, desde entonces la cosa había decrecido bastante. Por su trabajo sabía que las cifras sobrenaturales en la ciudad sí que eran elevadas, pero quizá por eso mismo no fuese un mal lugar para su hijo, no parecía un mal lugar para vivir, eso estaba claro, solo faltaba hacérselo ver a su mujer.
Cuando arrancó el coche, la radio saltó al instante, pero cambio de la emisora de noticias a una con rock de su época, necesitaba relajarse. Abrió la guantera y sacó un cigarrillo especial que llevaba mucho tiempo ahí guardado, y se lo encendió. Se recostó tranquilo mientras lo fumaba e intentaba relajarse, y cuando estuvo listo, tiró la colilla y salió de allí. Pasó todo el camino tarareando las canciones, tratando de evitar pensar en lo que estaba a punto de pasar.
En cuanto aparcó en el garaje de su edificio, salió lentamente hacia el ascensor y marcó el quinto. El viaje se hizo más corto de lo que esperaba y las puertas se abrieron para mostrarle un pasillo blanco enmoquetado en un color azul-oscuro-casi-roña. Caminó con parsimonia hasta la puerta y sacó las llaves para abrir.
– [b][color=#2A120A]Rasha, cariño, ya estoy en casa.[/color] [/b] – anunció antes de suspirar. Oyó el llanto de su hijo, pero su mujer no respondió. – [b][color=#2A120A]¿Rasha? ¿Estás en casa?[/color] [/b] – preguntó sacando automáticamente la pistola y caminando todo lo rápido que podía hacia la habitación de su hijo. El niño estaba jugando en su cuna y le miró con los ojos muy abiertos cuando le vio.
Se acercó a él para ver si estaba bien y en ese momento escuchó un ruido detrás y se giró apuntando la pistola.
– [b][color=#6A1D61]¡Por el amor de Dios, Abel![/color] [/b] – bramó su mujer pegando un salto del susto. – [b][color=#6A1D61]¿Qué te he dicho de sacar el arma en casa? ¿Estás mal de la cabeza?[/color] [/b] – le reprendió mientras se acercaba para coger al bebé en brazos.
– [b][color=#2A120A]¡No contestabas![/color] [/b] – se justificó el Consejero, que en su casa tenía mucho menos peso político. – [b][color=#2A120A]Pensé que te había pasado algo, joder.[/color] [/b] – suspiró, aliviado pero enfadado, sin demasiada explicación del cambio de uno a otro.
– [b][color=#6A1D61]¡Estaba en el baño! Se nota que tú no vas mucho.[/color] [/b] – le espetó su mujer mientras acunaba al pequeño, al que se le había pasado rápido todo.
Abel trató de tranquilizarse mientras dejaba la gabardina y las botas cerca de la puerta, pero durante el resto de la noche estuvo distraído, pensativo. Después de bañar y acostar al pequeño Idris, su padre se quedó observándolo un rato, y tomó la decisión de hablar con su mujer.
– [b][color=#2A120A]Rasha, cariño, tenemos que hablar.[/color] [/b] – dijo con voz calmada, conteniendo un suspiro, mientras se ponía el pijama.
– [b][color=#6A1D61]¡Serás cabrón…! Sabía que tenías un problema conmigo, ¿tan gorda estoy?[/color] [/b] – exclamó ella con la mirada airada.
– [b][color=#2A120A]¿Qué? No, no, cariño, estás perfecta…es otra cosa.[/color] [/b] – respondió titubeando, al menos la mudanza no podía ser peor que lo que ya había pensado. No conseguía parar de darle vueltas a la sensación que tuvo antes, cuando no vio a su mujer en casa, no se sentía seguro en esa ciudad, al menos en el condado de Ripper con no invitar a extraños a casa tenías gran parte de la seguridad asegurada. – [b][color=#2A120A]Tenemos una cena con el Director Clapper.[/color] [/b] – empezó a decir. La idea de prepararse para salir después del ajetreo de los últimos años la distraería un poco.
– [b][color=#6A1D61]Uy. Ya quiere algo. Al grano Abel Martin Moreau.[/color] [/b] – sentenció su mujer. No le quedaba más remedio.
– [b][color=#2A120A]Me necesita en otra parte, tenemos que mudarnos, pero correrá con todos los gastos: una casa a nuestra elección…[/color] [/b] – la mirada de su mujer le hizo callarse al instante, pero vio un resquicio en su mirada, había algo en Washington que tampoco le gustaba. – [b][color=#2A120A]Es un sitio más tranquilo, más verde, tienes playas para ir a relajarte, y puedes elegir la casa que quieras. Podrías tener una de esas casas de planta baja que tanto te gustan.[/color] [/b] – argumentó tratando de convencerla. Su mujer no parecía del todo enfadada, así que había una oportunidad.
– [b][color=#6A1D61]¿Es un buen sitio para criar a Idris?[/color] [/b] – preguntó su mujer.
– [b][color=#2A120A]Mejor que ninguno.[/color] [/b] – aclaró su marido. – [b][color=#2A120A]Y a ti también te gustará, ya lo verás. El Director me dijo que tú pondrías los términos.[/color] [/b] – la tentó su marido.
– [b][color=#6A1D61]Pienso sacar todo lo que pueda.[/color] [/b] – accedió. Después se quedó un momento pensativa. – [b][color=#6A1D61]Venga, enciende un ordenador y enséñame el sitio. Quiero mirar casas.[/color] [/b] – rió su mujer. Al final la conversación no había ido tan mal, de hecho su mujer parecía estar especialmente de buen humor a juzgar por lo que pasó después. Pero eso no lo iba a relatar aquí.
De madrugada se despertó y observó a su mujer. Caminó hasta la habitación de al lado y miró a su hijo. Su vida iba a dar un cambio radical, pero con suerte, para él, el hogar estaría en el condado de Ripper.
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