Moondale

UN ‘TE QUIERO’ PERDIDO EN LA BRUMA

[align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=5]Vincent C. Solo y Christopher McLeod | Callejon oscuro

[color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/font][/b][/align]

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Mis piernas palpitaban tras la carrera por el callejón, algo que no había sentido gracias al miedo y la adrenalina cuando ese monstruo de Aihalia me perseguía para devorarme como a tantos otros de los míos. Pero ahora, detenido observando a la persona que más había querido en la vida, sentía cada una de mis pulsaciones, aunque no lo necesitaba para saber que el ritmo de mi corazón se había acelerado.

– [b][i][color=#8F532C]¿Faye? No…no puedes ser tú…l-la Antracina.[/SIZE][/i][/b] – conseguí decir a duras penas. Lamentaba que esas fueran mis primeras palabras tras haberla perdido hacía mucho tiempo, pero el bautismo de Aihalia me impedía mentir, nos habían privado hasta de esa posibilidad.

No creía posible estar viéndola allí, en el mismo lugar en el que el monstruo había estado hacía unos minutos, solo esperaba que la lógica que dictaba mi mente no fuese verdad, prefería la locura, o cualquier otra explicación, antes que la cruda realidad de que mi mujer podía haber terminado convertida en ese monstruo devorador de amigos y conocidos.

La observé detenidamente mientras se acercaba poco a poco y se quedaba en silencio unos segundos. Era mi mujer, cada detalle, desde la arruga que se le formaba a los lados de los ojos al sonreír hasta la forma de caer de su pelo sobre sus hombros. La última vez que la había visto no había sido así, estaba mucho más delgada, apenas podía perfilar una sonrisa en su demacrado rostro surcado de ojeras, por el cansancio y la debildad muscular provocados por la Antracina, una extraña enfermedad que tuvo un auge puntual y una tasa de mortalidad limitada solo al pueblo de Darkonia, ya que los habitantes de Aihalia se habían curado milagrosamente al poco de declararse la alerta. Darkonia siempre sospechó de la utilización de armas biológicas, pero no había ningún tribunal al que pedir justicia, porque no había justicia, y por eso mismo perdí a mi mujer.

Seguí observándola hasta que su rostro cambió rápidamente, de la sonrisa y la calma, al temor y los nervios. – [b][color=#474050]¡Cuidado![/color][/b]- dijo corriendo hacia mí tras mirar hacia atrás, como si alguien o algo la persiguiera. Tuve una pequeña chispa de esperanza con la posibilidad de que fuera el monstruo quien nos perseguía y ella no hubiera muerto, solo hubiera sido enviada aquí, como mendiga, como los otros prisioneros políticos, pero su ropa me indicaba algo distinto, era demasiado blanca, demasiado inmaculada, como la de una aparición celestial.

– [b][i][color=#8F532C]¿Qué está pasando? Te vi morir, no consigo entenderlo.[/color][/i][/b] – dije con sinceridad, porque no podía hacerlo de otra forma. Miré a mi alrededor y vi que las piezas no encajaban, estaba pasando algo por alto, pero ese callejón…me habían echado de la policía pero…no recordaba como había llegado aquí y ahora esto…¿estaba jugando alguien con mi mente?

– [b][color=#474050]No vamos a morir, ¿verdad? Hoy no[/color][/b].- preguntó mirándome, aunque era como si mirase a través de mí, a otro. Entonces me di cuenta, hablaba a otro yo, uno de tiempo atrás, una de las misiones en las que ella me acompañó.

– [b][i][color=#8F532C]Recuerdo…no. No vamos a morir hoy.[/color][/i][/b] – dije sorteando la verdad absoluta. Nos habíamos infiltrado para sabotear una fábrica de alteración ambiental de la periferia, uno de los muchos intentos de devolver el clima del planeta a su estado natural. Conseguimos desmantelarla pero las fuerzas de seguridad aparecieron y nos persiguieron, tuvimos que escondernos en varios puntos de la fábrica y escapamos de puro milagro – [b][i][color=#8F532C]Todavía nos queda mucho.[/color][/i][/b] – añadí con pesar. Desde aquél momento a ella apenas le quedaba medio año de vida, quizá como represalia a las operaciones de reconstrucción ambiental, el virus se liberó.

Ella asintió y se quedó callada, escuchando. En ese momento creía recordar que estábamos en unos conductos de calefacción, confusos por el ruido del vapor.- [b][color=#474050]Estoy asustada Valentine, estoy muy asustada, porque…sé que aunque no muera esta noche, puedo morir mañana[/color][/b].- dijo atemorizada, igual que aquél día.

– [b][i][color=#8F532C]No será hoy ni mañana, créeme.[/color][/i][/b] – le aseguré tratando de mantener toda la verdad a raya. – [b][i][color=#8F532C]No tengas miedo, estoy contigo. Siempre estaré contigo…pase lo que pase.[/color][/i][/b] – añadí. Siempre la había llevado conmigo y no había día que no la recordase.

Ella se quedó callada y giró la cabeza rápidamente, escuchando algo que yo no podía escuchar. Recordaba que durante un momento pensamos que nos habrían descubierto. Ella se tapó la boca, para que no la escuchasen gritar, y las lágrimas recorrieron sus mejillas. – [b][color=#474050]Cuando yo…cuando yo no esté…prométeme que acabarás con los tiranos, con esa corte de bufones con corona. Sé que lo harás, pero necesito que me lo prometas[/color][/b]. – susurró. Había tratado de mantener esa promesa durante mucho tiempo, por eso no olvidaría nunca ese instante. Por esa promersa me infiltré en Aihalia con una misión que se alargó demasiado, les proveía información, a veces valiosa, sí, pero no sentía que mi trabajo consiguiera nada, no veía recompensas, al menos hasta que llegaron ellos, la profecía.

– [b][i][color=#8F532C]Te prometo que los tiranos de Aihalia recibirán su merecido.[/color][/i][/b] – le aseguré, algo distinto de aquél momento. Ahora sabía que tendrían su merecido, pero en su momento estaba más esperanzado, por un futuro libre, y con ella. Tras su muerte, Darkonia y el mundo en general tenían poco que ofrecerme. – [b][i][color=#8F532C]Por todo lo que han hecho.[/color][/i][/b] – sentencié a continuación maldiciendo a cada miembro de la tiranía.

Ella sonrió, respondiendo a esa mirada de mi o más esperanzado, pero aún tenía la cara cubierta por las lágrimas.- [b][color=#474050]Te voy a echar de menos…[/color][/b] – añadió mirándome fijamente y consiguiendo que mi corazón se diese un vuelco y las lágrimas corriesen también por mis mejillas. Traté de contenerlas, porque no estaba seguro de si podía verme o no, aunque pareciese un eco del pasado.

– [b][i][color=#8F532C]No digas eso. Parece que voy a morir ahora mismo.[/color][/i][/b] – dije tratando de desviar la conversación e intentando disimular una sonrisa para no venirme abajo.

Tras unos segundos de silencio, Faye empezó a cambiar, los días e incluso meses empezaron a pasar por ella rápidamente, hasta dejar a una Faye débil y ojerosa entre mis brazos, como la última vez que la vi antes de que los médicos de Darkonia se la llevasen. Una bruma oscura empezó a envolverla, estaba helada al contacto e infundía una especie de miedo irracional, pero no la solté. Cuando la niebla se disipó otra figura apareció en su lugar, y entonces me aparté antes de reaccionar.

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– [b]¿Disfrutas viendo morir a tu mujer tanto como disfrutaste abandonando tu pordiosero mundo?[/b]- preguntó la figura que se había manifestado en lugar de mi mujer. Era la Reina de Aihalia, arqueando una ceja, altiva, arrogante.

– [b][i][color=#8F532C]¡Tú! No se te ocurra acercarte a este mundo.[/SIZE][/i][/b] – dije levantándome rápidamente y abalanzándome sobre ella con lo primero que encontré, la tapa de un cubo de basura, deseaba acabar con ella, por todo lo que había hecho, por profanar la muerte de Faye, por existir, por todo. Pero cuando la golpeé con él, la tapa la atravesó limpiamente como si fuese un holograma.

– [b]No puedes hacerme nada, soy sólo una sombra, un recuerdo. No le hago justicia a la original[/b].- incluso un eco de esa mujer se alababa a sí misma, era el colmo de la prepotencia.- [b]He venido a recordarte que mientras tú estás aquí, jugando a los Detectives, tu mundo se ha ido al traste, pero tranquilo, al menos tu mujer llevaba muerta un par de años y no se enteró de nada[/b].- espetó con malicia. Quise apretar su cuello hasta que dejase de respirar por el mero hecho de mencionar a mi mujer o a Darkonia.

– [b][i][color=#8F532C]No, la profecía, era vuestro fin, la liberación.[/color][/i][/b] – titubeé confuso, no me creía ninguna palabra dicha por semejante tirana, pero había una duda en mi interior, una pregunta que me había perseguido desde que me fui, sin ver como terminaba todo, y había aprovechado ese hueco para colarse.

– [b]¿Todavía crees en cuentos de hadas? ¡Qué tierno![/b]- soltó sacando un abanico de su pomposo traje digno de los Juegos del Hambre y abanicándose. Resultaba incluso cómico ver a alguien tan masculino con gestos tan femeninos incluso en exceso, en otro instante habría podido reír, pero en ese momento sentía odio, incluso por mí mismo, por dejarles atrás.- [b]Voy a enseñarte algo que te dejará sin aliento[/b].- añadió dando unos toques a la pared de ladrillo tras ella, que comenzó a moverse para mostrar una especie de pantalla hecha de agua en la que empezaron a aparecer imágenes, de Darkonia, derruida hasta los cimientos, criaturas y ejércitos de Aihalia paseándose por las calles, ejecutando ancianos, mujeres, niños y todo lo que encontraban a su paso. No conseguí contener una solitaria lágrima que se escapó por mi mejilla.

– [b][i][color=#8F532C]¡No! Mi gente, mi pueblo…les abandoné…me necesitaban y les abandoné.[/color][/i][/b] – dije derrumbándome, aunque odiaba admitirlo frente a ella, mi miedo, ira y pena me impedían controlar adecuadamente lo que decía, dejando libres mis pensamientos.

La Reina Tirana me observó impasible y tanto su cara como su cuerpo se transformaron en los de Faye, pero no la que conocía, si no una especie de híbrido extraño con su apariencia y las ropas de la Reina.- [b][color=#474050]Eres un traidor y un cobarde. Abandonaste a tu gente cuando más te necesitaba: ¿Para qué? Para jugar a las casitas con una chica rubia y olvidarte del recuerdo de la mujer que más te ha querido[/color][/b]. – aunque no fuese ella, su voz si parecía la suya, y sus palabras hicieron mella en mí. Me sentía culpable, como si le hubiese tratado de buscar una sustituta con Cara y era cierto que había abandonado a los míos, me liberé de la carga de esa promesa sin cerciorarme completamente de que estaba cumplida.

– [b][i][color=#8F532C]Nunca olvidaría a mi mujer, ni tampoco que vosotros la matásteis, engendros, habéis acabado con todo lo que me importa.[/color][/i][/b] – espeté lleno de ira, pero desmoronándome por dentro, no podía enfadarme con esa apariencia, solo sentir odio hacia mí mismo.

En ese momento, cuando mis ánimos atravesaban uno de sus puntos más bajos, una bruma de color blanquecino y cuando se despejó, apareció una especie de vitrina frente a mí, con un arma que reconocía perfectamente, un katar, uno de los que yo utilizaba concretamente.

Miré a la sombra de la Reina para ver si era otro truco, pero ella parecía igual de sorprendida. Volví a fijar la mirada y observé la placa que figuraba en el pila de la vitrina: «Arma de uno de los soldados de Darkonia que hizo posible la caída de los opresores.» y justo debajo, en letra más pequeña, una bandera que se parecía a la de Darkonia, junto a un lema «Craea, unida, justa, libre.»

– [b][i][color=#8F532C]Intentáis jugar con mi mente para mantener una pizca del poder que una vez tuvisteis.[/color][/i][/b]- repliqué levantándome, con renovadas fuerzas. Enfoqué la mirada y percibí a través de la ilusión, veía el rostro de la Reina tras la fachada de Faye, y a ese rostro si podía dedicarle mi ira. – [b][i][color=#8F532C]Ya no tenéis poder sobre mí.[/color][/i][/b] – añadí mirándola con seguridad. La vitrina estalló en mil pedazos e instintivamente recogí el katar y lo empuñé contra ella, atravesándola y haciendo que se desvaneciese en una cortina de bruma negra.

Mientras la bruma se desvanecía, escuché un eco del recuerdo que había revivido con Faye, resumido en una sola frase «Te quiero» susurró la bruma, ahora de color blanquecino. [i]Y yo te quiero a ti.[/i] – pensé.

Escuché unos pasos a mi espalda y me volví empuñando el katar, pero no vi ninguna amenaza, solo a Christopher McLeod, extrañamente real. Con dudas tras lo que había ocurrido, mantuve el katar preparado.

– [b][i][color=#457238]Bien hecho. Casi me da envidia, hace tiempo que no tengo el placer de darle su merecido al Demonio del Miedo.[/color][/i][/b] respondió con una ligera sonrisa. Parecía el mismo de siempre, quizá con un poco más de prisa de lo habitual, aunque teniendo en cuenta que siempre tenía muchas cosas que atender, no mucho más de lo acostumbrado.

– [b][i][color=#8F532C]¿Christopher? ¿Sabes qué es todo esto?[/color][/i][/b] – pregunté. Era sin duda, lo primero que deseaba saber, porque no sabía qué pensar. Habían estado jugando conmigo, pero no sabía desde hacía cuanto.

– [b][i][color=#457238]Estás bajo el control del Demonio del Miedo, sumido en una pesadilla constante hasta que acabe contigo, o la derrotes como has hecho ahora.[/color][/i][/b] – explicó rápidamente. Iba a preguntarle desde cuándo estaba así, pero se adelantó. – [b][i][color=#457238]Llevas varias horas inconsciente, creo que te encontraron en el centro comercial.[/color][/i][/b] – aclaró. Traté de hilar los acontecimientos y encontré el punto en el que estuve hablando con la chica, la actriz de la serie sobre ellos, luego unas nubes oscuras descendieron por el centro comercial y después esto, la muerte de mis padres, perderlo todo, la muerte de Faye, habían utilizado mis miedos contra mí.

– [b][i][color=#8F532C]¿Se ha acabado?[/color][/i][/b] – pregunté a continuación al ver que el lugar no se desvanecía.

Christopher asintió con la cabeza. – [b][i][color=#457238]Ya podemos irnos.[/color][/i][/b] – aseguró empezando a girarse, pero le detuve con una pregunta o más bien una batería de ellas.

– [b][i][color=#8F532C]Si se aprovechaba de mis miedos…¿el katar? ¿la última frase de mi mujer? ¿Y cómo estás aquí?[/color][/i][/b] – pregunté, aunque más preguntas se agolpaban en mi mente.

– [b][i][color=#457238]Los que ya habíamos pasado por esto no caímos en el influjo del demonio, así que nos sumimos en un sueño para entrar a ayudaros.[/color][/i][/b] – aclaró aunque en mi cabeza surgieron nuevas preguntas. – [b][i][color=#457238]Yo cogí parte de tu subconsciente con una pequeña ayuda para enviarte el katar.[/color][/i][/b] – añadió, creando nuevas preguntas sin respuesta. – [b][i][color=#457238]En cuanto a lo último, y quien me ayudó a enviarte el katar…lo averiguarás enseguida, aunque ya los conoces. Vamos.[/color][/i][/b] – me instó dándose la vuelta y esperando que me pusiera a su altura. Atravesamos una especie de puerta aparecida en mitad del callejón y éste se desvaneció.

[spoiler]Gracias a Stefy por llevar tan bien a Faye.[/spoiler]

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