Diana Echolls | Su despacho, Universidad de Moondale
MEDIODÍA
Con las piernas estiradas sobre la mesa de mi despacho, intentaba que la lata de té se mantuviera sobre lo que antes era mi vientre casi plano y ahora, una montaña que me impedía verme el moño (con «c»). Me daba la impresión de que hacía un par de semanas que había empezado a notarse de verdad, porque ya no podía usar mi ropa y después de verme con petos y vestidos anchos, la gente había dejado de tener miedo a preguntarme por si en vez de embarazada estaba gorda. Pero dejadme que os diga, que el mejor invento son lo vaqueros con la parte superior de tela.
Estaba de veintiuna semanas y tres días, por lo que estaba en pleno segundo trimestre de embarazo y, afortunadamente, las náuseas habían disminuido considerablemente. En la ecografía de la semana anterior nos habían confirmado que el futuro cagamea que habitaba en mi interior era una niña y no tenía garras ni bigotes, por lo que no me iba a convertir en la versión guapa de Bella Swan embarazada.
Mi teoría es que los ginecólogos/obstetras se inventan lo que ven en las ecografías anteriores a la semana 28, porque yo no estoy segura de que aquí se viera a mi hija y que fueran capaces de diferenciarla de…un gusano, por ejemplo. En realidad, ni si quiera estoy segura de que eso fuera mi útero. El único que puede corroborarlo es MacLeod.
Pero no todo eran nubes de gominola y colores pastel, porque también me dolían las tetas, me sentía como si llevase una mochila de unos cuantos kilos sobre la espalda todo el día que no me dejaba dormir por las noches, quería hacer pis a todas horas, pero en cambio LO OTRO era una misión imposible (las guapas también cagan, excepto cuando están embarazadas), había llorado con todos los anuncios imaginables y estaba siempre hambrienta y furiosa a partes iguales, pero no me dejaban comer lo que me apetecía porque no podía engordar más de un kilo al mes. ¿Dónde quedó aquello de «perdona, pero tengo que comer por dos»? ¿DÓNDE?
Dicen que durante el embarazo, todas las futuras mamás tienen un cerebro de chorlito que les impide pensar en otra cosa que no sea lo precioso que será su bebé y eso es cierto, salvo si acabas de perder a tu hermana y tu mejor amigo y tu madre te abandonan porque son incapaces de asumir su pérdida, cosa que me parecía completamente razonable, aunque me ponía de mal humor. No podía echarme a llorar más de la cuenta, primero porque si en vida no había sido la mejor amiga de Kaylee, su muerte no podía servir de excusa y segundo, porque no me apetecía que mi hija sintiese que su madre estaba triste, pero les echaba tanto de menos que a veces parecía que me habían arrancado un pedazo de mi corazón sin anestesia.
– [MacLeod]Ya está, le he dejado a Rebecca la camiseta y he cerrado la biblioteca un rato.[/MacLeod] – Comentó Christopher entrando en mi despacho y cerrando la puerta tras de sí. Rebecca, por alguna extraña razón que sólo ella entendía, me había pedido prestada una camiseta y, como era precavida y ya me habían advertido que próximamente mancharía las camisetas de…leche materna, llevaba un alijo de ellas.
– [Diana]¿Está bien Rebecca? Me preocupa[/Diana].- Pregunté poniéndome en pie para ir a darle un abrazo, que la meona interpretó como una señal para moverse.
– [MacLeod]Algo le pasa pero no ha querido decírmelo para no preocuparme[/MacLeod].- Explicó Christopher poniéndome una mano en la barriga. – [MacLeod]Ojalá acabe pronto todo esto.[/MacLeod]
Asentí con la cabeza y fui en dirección a mi mesa, de la que saqué dos tuppers, que me habían traído de de la cocina de la cafetería hacía unos minutos.- [Diana]Dramas aparte, tu hija quiere comer y de paso, yo también[/Diana].- Esbocé una amplia sonrisa imaginándome la comida.
– [MacLeod]Entonces es mi deber como padre cuidar de mis chicas.[/MacLeod] -Se acercó a coger su tupper y me acarició el cordón del colgante que él mismo había elegido en las pruebas.
– [Diana]¿Sabes que estás empezando a desarrollar un fetichismo preocupante?[/Diana]- Destapé el mío y me encontré con una ensalada y un par de pechugas de pollo. El de Christopher, por el contrario, tenía patatas fritas, aunque también pollo.- [Diana]Me gustaría comerme una hamburguesa grasienta…[/Diana]- Protesté clavando el tenedor, mientras que Christopher llenaba dos vasos de plástico de agua.
– [MacLeod]Dentro de unos meses te darás un atracón, ya queda poco.[/MacLeod] – Me animó, pero en mi cerebro sólo escuchaba «patatas, patatas, patatas». – [MacLeod]En realidad, seguro que está más buena tu ensalada…[/MacLeod] – Mintió descaradamente. Primero porque su pechuga de pollo estaba rebozada y la mía era a la plancha y segundo, porque mi ensalada era un intento de César bastante mediocre. – [MacLeod]Es que…bueno, a veces tengo miedo de que habría pasado si hubiese elegido otra cosa.[/MacLeod] – Confesó antes de dar un trago de agua.
– [Diana]No vale la pena que pienses en eso[/Diana].- Pinché un par de patatas fritas y me las llevé a la boca. Creo que se me escaparon un par de lágrimas.- [Diana]Echo de menos a Kaylee y a Ed cada minuto del día y de la noche, pero…[/Diana]- Esta vez, se me humedecieron los ojos de verdad. No podía hablar de ellos sin emocionarme. Nunca me había imaginado que Ed se iría tras la muerte de mi hermana y no volveríamos a saber de él. Parecía propio de una de mis peores pesadillas.- [Diana]Esta niña…no tiene bastante con hacer que mi vejiga parezca del tamaño de un cacahuete, sino que quiere que haga pis por los ojos[/Diana].- Me quejé limpiándome los ojos para que se me fuera el rímel y comí un trozo de pechuga rebozada del plato de Christopher. Estaba calentita y crujiente, no como la suela de zapato que era la mía.
– [MacLeod]Espero que salga a su madre[/MacLeod].- Me guiñó un ojo. – [MacLeod]La pobre ha tenido que venir cuando todo se nos venía abajo.[/MacLeod] – Pinchó distraídamente unas patatas y se las comió. – [MacLeod]Ni siquiera sé cómo reaccioné cuando me lo dijiste.[/MacLeod] – Esbozó una sonrisa soñadora
– [Diana]En tu línea[/Diana].-Maticé señalándole con el tenedor.
****FLASHBACK****
Llegamos a casa de mi madre y cada uno se fue a su habitación (real o improvisada) en silencio. Nadie tenía ganas de hablar, simplemente queríamos descansar y que ese día no fuese más que un sueño.
Cuando salí del baño con el pijama puesto, después de haberme duchado, me fijé en que Christopher me esperaba de pie con una manta en las manos.- [MacLeod]Dormiré en el suelo, necesitas descansar.[/MacLeod] – Me dijo muy serio. Eran más de las cuatro de la mañana y todos estábamos derrotados, física y mentalmente.
– [Diana]No pienso dejar que duermas en el suelo[/Diana].- Le respondí con seriedad, mientras que apretaba con la mano lo que tenía que mostrarle.
– [MacLeod]Es lo mínimo que puedo hacer[/MacLeod].- Me fijé en que tenía los ojos enrojecidos.
– [Diana]Christopher, por favor…[/Diana]- Le pedí derrotada. No quería discutir con él.- [Diana]Es el peor día de mi vida y tengo que decirte algo y sé que es el peor momento, pero no puedo esperar más[/Diana].- Comencé intentando contener las lágrimas.
– [MacLeod]¿Qué ha pasado?[/MacLeod] – Dejó la manta sobre la cama y fue hasta mí. – [MacLeod]Sea lo que sea, aquí me tienes.[/MacLeod]- Me apartó el pelo de la cara.
– [Diana]Sé que no es el momento y que tendría que habértelo dicho desde el primer minuto, pero…[/Diana]- Abrí su mano y coloqué sobre ella un test de embarazo en el que se veía un signo positivo.
Christopher lo miró un par de veces y después, me miró a mí. No era el mejor día para sonreír y me sentía mal por hacerlo, pero acabé sonriendo.- [MacLeod]Esto…yo…[/MacLeod] – Introdujo la mano de su bolsillo y el corazón se me encogió, pero dentro no había un anillo de pedida (por suerte, porque más emociones en un día serían demasiadas), sino un colgante que parecía antiguo. – [MacLeod]Pensé que tendría tiempo para explicártelo, pero necesito que te pongas esto, es mi elección.[/MacLeod] – Me giré para que me lo pusiera. – [MacLeod]Yo…no sé si puedo…si es el mejor momento…[/MacLeod] – Y tras eso, me abrazó.
Al separarnos, le pregunté.- [Diana]¿Estás contento?[/Diana]
– [MacLeod]Mucho, no sé si está bien pero…Diana, no tengo palabras.[/MacLeod] – Sujetó mi cara entre las manos y me besó con pasión. Noté cómo se le escapaba una lágrima. – [MacLeod]Te quiero.[/MacLeod] – Me besó en la frente, en las mejillas y otra vez en la boca. Estaba desatado.
– [Diana]Yo también te quiero, vejestorio[/Diana].- Sonreí y tiré el test de embarazo a la basura. Nadie tenía por qué tocar un palito en el que había hecho pis, salvo MacLeod, claro.- [Diana]Dentro de, aproximadamente, treinta y tres semanas, me estaré cagando en todos tus ancestros. Pero de buen rollo[/Diana].- Noté cómo me recorría un escalofrío de pensar en el parto, pero seguramente no fuera para tanto.
– [MacLeod]Creo que podré soportarlo.[/MacLeod] – Me tumbé en la cama y él me arropó. Una vez lo hizo, se tumbó a mi lado, abrazándome. – [MacLeod]Lo del colgante…hay veces que cuesta explicar las cosas. Así que…ten. Sin secretos. Solamente Christopher MacLeod.[/MacLeod] – Puso en mi mano su disco y pude ver lo que había hecho por mí. Por nosotros.
Y entonces, sonreí.
***
– [Diana]Oficialmente me he convertido en una vaca[/Diana].- Me lamenté masticando la lechuga.
– [MacLeod]Estás preciosa.[/MacLeod] – Se quedó callado. – [MacLeod]Lo que no sé es en qué has cambiado.[/MacLeod] – Yo tampoco entendía muy bien a qué se había referido Fawkes con lo de cambiar. Seguía teniendo el mismo cabello rojizo, los mismos ojos marrones de mi padre, las orejas de elfa guarrindonga y la nariz respingona. En definitiva, los cambios que había experimentado se debían al embarazo, pero no a la prueba.
– [Diana]Creo que ahora tengo una pechonalidad más interesante[/Diana].- Levanté mi pecho hacia arriba, que estaba a punto de salirse del escote de aquella camisa verde.
Él se rió. – [MacLeod]Pareces la misma Diana de siempre, sin la que sería incapaz de reír durante todos estos meses.[/MacLeod] – Habían sido unos meses muy duros, en los que daba gracias al bebé por ser la única luz en este túnel inmenso.
– [Diana]Alguien tiene que sonreír[/Diana].- Le resté importancia y saqué dos yogures, uno para él y otro para mí. Por desgracia.- [Diana]Sigo queriendo comer una hamburguesa[/Diana].-Suspiré imaginando que me comía una hamburguesa de queso de tres pisos.
– [MacLeod]Y esa sueles ser tú aunque no tengas ganas.[/MacLeod] – Extendió la mano y me la acarició con cariño.
Comimos el yogur en silencio y al acabar, me fijé en que todavía me quedaba más de media hora para volver al trabajo.- [Diana]Me apetece dormir una siesta, porque quiero tener uno de esos maravillosos sueños eróticos de embarazadas[/Diana].- Me froté las manos entre risas. Si hay algo maravilloso del embarazo (además del hecho de crear una vida y bla bla bla) son los sueños hiperrealistas. Imaginad lo que es tener un orgasmo mientras duermes sin tener que hacer nada, sólo placer por el módico precio de dormir durante un rato.
– [MacLeod]Por mí no te cortes.[/MacLeod] – Se echó a reír. – [MacLeod]Yo te cuido el rancho. La idea es deprimirles y desanimarles ¿no?[/MacLeod]
Me levanté y fui a lavarme los dientes y a hacer pis.- [Diana]Te veo en mis sueños, macizo[/Diana].- Me reí fijándome en cómo recogía los tuppers para lavarlos.
– [MacLeod]Descansa, calabaza*.[/MacLeod] – Se despidió sin poder evitar sonreír.
Gracias a la futura meona teníamos un motivo para sonreír. Pero, por desgracia, no iba a ser suficiente.
*(N.d.T.- Pumpkin).
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