Alexander Fenris | Apartamento
NOCHE
Sentí el viento fresco en la cara y exhalé una vez más el frío aire nocturno. Cuando pasas casi un año en coma, empiezas a apreciar las pequeñas cosas, especialmente si casi todo ese tiempo vives en una ensoñación eterna en la que eres, simplemente, el licántropo.
El peludo y yo habíamos empezado a hacernos amigos hacía tiempo, pero cuando estaba empezando a cogerle el gusto a todo eso de correr salvaje por ahí y librarme de las obligaciones de la empresa familiar, el deber apareció de por medio, y mi viejo siempre decía que el honor es algo que uno debe conservar aunque no le quede nada más.
Reconozco que viéndolo ahora desde el futuro, cuando Doe me dijo que tendría que sacrificarme para que pudiesen acabar con ese engendro de pesadilla que había matado a mi amigo Sonam, no dudé. Estaba cegado por las ganas de venganza, y no me di cuenta de que tendría que haber pensado un poco más las cosas más allá de dejarles una Nave industrial a esos chicos como pago por su ayuda.
Me acerqué a la barandilla de la terraza y observé la gente allí, abajo, tan pequeña, tan insignificante, y sin darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor, aunque yo no era diferente, sabía lo que ocurría, pero era igualmente insignificante ante gente como ellos. Eran otra liga. yo me daba con un canto en los dientes con volver a estar despierto.
Había intentado buscar al que me había despertado, Mercy me había hablado algo de él y los Moondies arrojaron un poco más de luz sobre él, pero aun así, pese a que tenía un par de contactos buscándole para agradecérselo, no le había encontrado.
Agité el hielo del vaso y di un trago de whisky que me quemó una garganta poco acostumbrada en los últimos meses.
Los médicos estaban extrañados por mi rápida y milagrosa recuperación. Según Mercy y Ethan, habían estado a punto de desconectarme un par de veces porque decían que era prácticamente imposible que alguien se despertase de un coma después de tanto tiempo, pero por suerte esa vez el dinero si había servido para algo, para darme el tiempo suficiente hasta que ese chico…reparó mis…enlaces neuronales o algo parecido. El caso es que me sacó de una especie de trance en el que me metió mi propia condición de licántropo para sanar mi cuerpo, pero de la que no sabía salir porque no podía sanar mi mente.
Aun así, pese a que mi cuerpo no estaba atrofiado, algo que sorprendía tanto a los médicos que poco más y me quedo de sujeto de pruebas, mi cabeza todavía iba a la cola de todo lo que había sucedido a mi alrededor mientras «dormía». Me costaba hacerme a las cosas que habían pasado, ese tipo trajeado que había estado a punto de acabar con el mundo otra vez, que los ‘Moondies’ eran una especie de Campeones destinados a detenerle pasando unas pruebas, en las que la hermana de las Echolls se sacrificó la misma noche que yo volví…aquél encuentro con ellos en mis sueños…era todo…demasiado.
Durante mucho tiempo en mi vida siempre había tenido alguien que me guiase, que me dijese qué hacer: mi padre, Sonam, Doe…siempre hubo alguien, pero ahora estaba solo, de Doe no había rastro y con todo lo que me había mostrado sobre el peso de nuestras acciones, tenía miedo de hacer cualquier cosa y cambiar el futuro para mal. Era como si vivir en mi piel humana fuese una especie de traje, una celda que me mantenía consciente en un mundo que ya no entendía, y que temía. La mayor parte de tiempo quería desconectarme del mundo del que ya me sentía desligado, sin sitio en él, transformarme y echar a correr.
Pero no podía hacerlo, aunque no fuese a negarme unas escapadas de vez en cuando, tenía que hacer algo por el mundo, ya que no podía salvarlo como hacían ellos, quizá habría otras formas. Además, tenía a Mercy más cerca que nunca, como si me hubiese perdonado por todo lo que había pasado, igual que Ethan. Incluso los ‘Moondies’ para los que tampoco pensé que importase más allá de un conocido y ex-compañero de celdas, habían ido a visitarme a menudo. Nada como un coma para darte cuenta de la gente que te aprecia.
Entré a la sala de estar y observé los papeles distribuidos en varias carpetas, una pequeña recompensa para todos ellos, aunque el dinero no valía lo que habían hecho por mí, pero era un viejo hábito. Por un lado las remodelaciones y papeles de la Nave para los Moondies revisados, porque la que los había tramitado, una tal Catherine Greenvois de la que nunca había oído hablar, había estado a punto de dejarles sin la Nave y sin el dinero que habían puesto en ella por unos fallos en los trámites que parecían a posta, y a juzgar por el hecho de que había desaparecido, quizá lo eran, pero ya estaba arreglado y firmado, toda suya, a juzgar por los planos y las obras, le iban a dar buen uso; también estaba renovado el alquiler de los establos del caballo de Sarah, y les había hecho enviar a la Nave unos cuantos muebles de unos pisos de exposición que no habían terminado de construirse porque el ayuntamiento los canceló por la crisis; por otro lado una pequeña subvención más a la Universidad, me había hecho gracia que la Residencia ahora llevase mi apellido, aunque había que reconocer que le quedaba mucho mejor; y por último, bien firmados los documentos que conferían a Ethan el estatus de CEO de Construcciones Fenris de forma permanente, yo ya tenía demasiadas preocupaciones y él lo había hecho de maravilla en mi ausencia, mucho mejor que yo.
Pero todo eso no eran más que minucias, el dinero nunca me había importado porque no estaba acostumbrado a tenerlo, me lo había ganado lanzando la empresa, pero una vez que superas cierto umbral deja de tener importancia. Ahora tenía que hacer algo con mi vida, algo que marcase una diferencia, pero aún no sabía qué. Quería pasar un rato con los ‘Moondies’, pero no sabía cómo hablar con ellos después del golpe que se habían llevado con lo de su hermana. También quería hablar con Mercy y con Ethan, pero tenía que ocultar su parte peluda. Y con Doe, pero a ése no le podías encontrar si no quería que le encontrases.
Así que me senté en el sofá, apuré el vaso y estiré las piernas mientras encendía la televisión y el blu-ray para ver una de las muchas películas que me había perdido. Me rasqué la barba pensativo, tenía que afeitarme, pero en otro momento. Mañana, aprovechando que sería cuando empezaría mi «nueva» vida.
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