Elizabeth Echolls | De camino a la Nave
TARDE

Lo único que no me gustaba de conducir, era tener que usar gafas en público. Me hacían sentir vieja y fea, en parte porque en mi generación, el que llevaba gafas era un cuatro-ojos, cosa que que (por suerte), no compartían las generaciones actuales. Y claro, al decir «mi generación» estaba evidenciando que me hacía mayor a pasos agigantados y ahora, encima, iba a ser abuela. No penséis que no me alegraba la idea de tener a mi nieta entre los brazos, pero cada vez que me imaginaba la palabra «abuela», veía a una señora con moño y pelo canoso, no a una mujer que estaba a punto de casarse y que todavía tenía unas piernas lo bastante bonitas como para poder utilizar una minifalda.
Aún así, la pena por haber perdido a mi hija había dejado una huella que jamás se me olvidaría y eso, se notaba en mi cara, en mi alma y en mi sonrisa. «Elizabeth, no eres la de antes» me decía Delly cuando, mientras estaba en Escocia, iba por las tardes a su casa a tomar café «Mira que vamos a ser abuelas y tienes que animarte» , repetía y a pesar de que sabía que lo hacía con la mejor de las intenciones, no podía evitar sentirme un poco molesta. Sí, su hijo Paul se había marchado y no llamaba nunca, pero al menos, estaba vivo. No digo que fuera fácil, pero era más sencillo. El enfado es llevadero, la pena no.
Dominic había querido llevar por su cuenta a Christopher, pero en la situación en la que se encontraba y dado que no sabía dónde estaban Daniel y Sarah, no quería separarme de nadie más. Al final, prácticamente tuve que rogarles que nos dejasen ir con ellos, pero accedieron y, aunque íbamos en un coche diferente, Jaime y yo le seguíamos en dirección a la Nave, que estaba cerca como para ir caminando, pero no era el mejor día. – [Jaime]Así que…Christopher es un hombre lobo…[/Jaime] -comentó pensativo, por lo que bajé el volumen de la radio: había llegado el momento de hablar
– [Elizabeth]Sí[/Elizabeth].- respondí con simpleza. Había visto cómo la cara de mi yerno se desencajaba para dar paso a la de una especie de híbrido. No podía mentirle, al menos no después de que las evidencias le hubieran quitado la venda de los ojos a tirones.
– [Jaime]Así que todos esos meses que estuvo gravemente enfermo después de irse de casa…se le veía cambiado cuando decidió estudiar historia pero…[/Jaime] – recordó vagamente. Conocía la historia en la que Christopher era una especie de rebelde sin causa que arrastró a su novia de aquella época a la muerte, pero no podía juzgarle, entre otras cosas, porque yo tenía una parecida.
– [Elizabeth]No conozco todos los detalles de la historia, pero sí[/Elizabeth].- concedí frenando para aminorar la marcha y volví a subir el volumen de la radio, esperando que el tema se hubiese quedado ahí.
– [Jaime]Vaya…¿Alguien más es…ya sabes…peludo una vez al mes?[/Jaime] – le miré por el rabillo del ojo, aprovechando que tenía que hacerlo para no saltarme el «ceda el paso».
– [Elizabeth]De momento, no, pero está por verse[/Elizabeth].- noté cómo una punzada de nervios se me instala en el estómago, unida a las que ya tenía desde la muerte de Kaylee, la marcha de Ed, la pelea de Daniel y Sarah…
– [Jaime]¿Por qué….? Oh, espera, ¿cómo se transmite…tu hija y la niña?[/Jaime] – eran tantas preguntas y en realidad, se podían resumir en una, pero yo no conocía la respuesta. Era madre, maestra y una vez, había sido hechicera, pero ya no.
– [Elizabeth]Supongo que debe tener un componente genético, como casi todo en esta vida[/Elizabeth].- noté tensión en mis palabras al decirlo. No quería parecer desagradable, pero estábamos hablando de mi nieta.
– [Jaime]Siento si te molesta, es que me coge todo de nuevas.[/Jaime] – se disculpó y me sentí mal. Los nervios no eran buenos compañeros. – [Jaime]Hechiceras, hombres lobo, y seguro que hay más.[/Jaime] – enumeró.
– [Elizabeth]Tranquilo, es que todavía tengo miedo de que hagas como el padre de mis hijas[/Elizabeth].- admití recordando la cara que puso Robert el día que se lo dije.- [Elizabeth]¿Qué dirías de Dominic?[/Elizabeth]- cambié de tema, ya que era él el que conducía como un maníaco por las calles de Moondale, dificultando que pudiera seguirle.
– [Jaime]¿También es…algo?[/Jaime] – se notó en su voz un deje de pánico, pero después de las pintas que tenía el bueno de Dom, que en su genética hubiese un componente sobrenatural, era lo de menos.
– [Elizabeth]Pertenece a una raza que se llama ‘aesirs’, prácticamente extinta de la que sólo quedan tres miembros: Dominic, un tal Logan y…Daniel[/Elizabeth].- miré por el espejo retrovisor.- [Elizabeth]Además de eso, Dom es telekinético, es decir, puede mover objetos con su mente. Ah, y Daniel cura con la luz que desprenden sus manos, aunque para los vampiros es letal[/Elizabeth].- recité casi de memoria, como hacía con la tabla periódica en mis tiempos de estudiante.
– [Jaime]Dios santo….[/Jaime] – se pasó la mano por la cara. – [Jaime]Entonces son como…¿mutantes? ¿Con…poderes?[/Jaime] – no pude evitar que se me escapara la risa al escuchar la palabra «mutantes»: ¿esos no eran los Action Man esos que leía Daniel?
Me di cuenta de que había llegado el momento de tirar de la manta y si no era capaz de soportarlo, es que no era lo suficientemente bueno para formar parte de mi familia. Estaba enamorada de él, pero no podía separar a la Elizabeth madre de una prole enorme y disfuncional plagada de gente con superpoderes, de la Elizabeth con la que iba a casarse.- [Elizabeth]Espera, que ahí no acaba la cosa: ¿te has dado cuenta de que tu sobrina siempre lleva unos guantes negros, salvo cuando toca a Dom…más o menos?[/Elizabeth]- seguramente, no me correspondiera a mí decirlo, pero a la velocidad que avanzaba la vida, Dom y Rebecca pronto estarían anunciando que iban a tener octillizos.
– [Jaime]Sí pero…Rebecca se crió conmigo…ella no.[/Jaime] – negó con la cabeza. Sabía que estaba siendo dura, que era un tema poco apropiado para hablar en el coche, pero tenía que saberlo. Merecía saberlo.
– [Elizabeth]Su padre quiso castigarla por estar enamorada de Dominic, «un monstruo» según sus propias palabras[/Elizabeth].- no voy a ser yo la que diga que Dominic es el yerno que toda madre querría (¡Esos tatuajes!), pero era un buen chico, aunque las primeras veces que vino a mi casa tenía cada vez una novia diferente y olía como una destilería. En realidad, sería más correcto decir que habíamos descubierto que Dominic era un buen chico, porque al principio no lo parecía. Aunque tampoco fue fácil para mí la primera vez que vi a Christopher, porque me parecía más cercano a mi edad que a la de mi hija (me avergüenza decir esto) y Daniel…en fin, no tenía tatuajes, pero parecía la versión adulta del niño de «El libro de la selva». Los únicos de los que podía fiarme eran Ed y Daakka, que habían acabado enamorándose de dos chicas con las que se habían criado.
– [Jaime]¿Su padre? ¿Ese militar imbécil?[/Jaime] – espetó con enfado. No había tenido «el placer» de conocer al padre de Rebecca, pero con lo que me habían dicho de él, se me habían quitado las ganas. – [Jaime]Mi pobre Becca, ¿qué es lo que le hizo exactamente?[/Jaime] – aparté la vista de la carretera un segundo y vi que estaba realmente apenado.
– [Elizabeth]Le inyectó…o no sabría decirte, la cuestión es que no puede tocar a nadie sin que esa persona caiga inconsciente a causa del dolor, salvo a Dom, que hizo una especie de trato en el Axis Mundi porque la quiere[/Elizabeth].- hablaba a toda velocidad, como si las palabras desearan salir de mi boca con urgencia.
– [Jaime]¿El Axis…Mundi?[/Jaime] – exclamó haciendo muchos aspavientos.- [Jaime]Pero…Becca antes…le he dado un beso en la frente[/Jaime].
– [Elizabeth]Cuando te digo que Dominic es un buen chico, es porque sé de lo que hablo[/Elizabeth].- sonreí con orgullo casi maternal o estaba perdiendo la chaveta o apreciaba a estos chicos (y chicas) más de lo que creía. -[Elizabeth]A lo que iba: son los Campeones y Campeonas de los Grandes Poderes, una especie de fuerzas que los guían para librarnos de los Grandes Males que suelen acechar a la humanidad[/Elizabeth].- expliqué abreviando.- [Elizabeth]El Axis Mundi fue el sitio al que tuvieron que ir para enfrentarse al Doctor, con un arma que se activaba…con mi hija, Kaylee[/Elizabeth].- noté un nudo en la garganta, que me hizo aferrarme al volante con fuerza. Mi preciosa hija, mi Kaylee…
– [Jaime]Elizabeth yo…[/Jaime] – cuando empezó a decir eso, frené en seco. La gente que iba en los coches de atrás apretaba el claxon, pero me importaba un carajo: si iba a dejarme, que lo hiciera ahora y saliera de mi puñetero coche. Me giré para mirarle con el ceño fruncido.- [Jaime]No sé cómo has podido pasar todo esto sola, sabiendo a lo que se enfrentan, lo que hay ahí fuera.[/Jaime]- y me dejó desarmada. Jaime Callanach, el escritor que casi no tenía dónde caerse muerto, el tío de Rebecca: ¿era el hombre de mi vida?
– [Elizabeth]Esta vida va tan rápido que no te da tiempo a procesar algo cuando ya ha sucedido lo siguiente[/Elizabeth].- admití con pesar.- [Elizabeth]Creo que te falta por conocer a Daakkka, un demonio Rakkthathor con el que experimentó el padre de Rebecca y que es como un peluche con escamas[/Elizabeth].- al ver que el tipo que conducía el coche de atrás se bajaba para amenazarme, le hice un corte de mangas y moví el coche al lado de la carretera. Sé que soltó algún improperio y que yo me cagué en toda su estirpe, pero no viene al caso.- [Elizabeth]Creo que hay alguna foto suya en mi móvil con Cara, la hermana de Daniel a la que encerraron en la Nada y que ahora mismo cree que es un perro. Viven los dos en mi casa[/Elizabeth].- volví a sentir cómo sonreía al hablar de ellos, pero Jaime no respondía, se había quedado mirando por la ventana, perdido en sus pensamientos. Volví a asustarme.
– [Jaime]Es mucha información…[/Jaime] – fue lo único que dijo, dejándome completamente desarmada. Ya estaba, Jaime había decidido que mi vida era una complicación, que parecía Radio Sobrenatural FM y que mi casa era como el camarote de los hermanos Marx. – [Jaime]No puede ser, no puede ser, así no[/Jaime].- no sabía qué decirle, claro que no podía ser que un grupo de chicos y chicas que no llegaban a la treintena tuvieran que sobre sus hombros el peso del mundo.
– [Elizabeth]¿Jaime?[/Elizabeth]– susurré con un hilo de voz.
– [Jaime]Sé que no soy nadie para hacer esto, y no sé si está bien, pero esos chicos…son héroes, y nadie lo sabe, yo no lo sabía. Y nos salvan cada día.[/Jaime] – para dar énfasis a lo que decía, le dio un par de golpecitos con el dedo al salpicadero. – [Jaime]Y…no sé, si ellos quieren, me gustaría escribir su historia, me gustaría que aunque la gente piense que no son reales, puedan ver cómo…cómo les consideran héroes.[/Jaime]- reconozco que se me escapó la risa por culpa del alivio que estaba sintiendo.
– [Elizabeth]¿Y desde dónde piensas escribir?[/Elizabeth]- no podía evitar seguir sonriendo, especialmente porque la perspectiva de los dos viviendo en Moondale me parecía maravillosa.
– [Jaime]Donde quiera que tú estés.[/Jaime] – me miró sonriendo y se le contagió la sonrisa. – [Jaime]Tiraré a la basura lo que estoy escribiendo ahora y si…bueno si ellos quieren, y sale bien y a la gente le gusta…creo que no les viene mal un dinero para su negocio.[/Jaime]- tenía ganas de aplaudir.
– [Elizabeth]Pero cámbiate el seudónimo, porque Jaime Darcy da pena[/Elizabeth].- admití. Un libro escrito por alguien que se apellidaba como un galán de la ficción no era serio .- [Elizabeht]¿Qué tal J.E Callanach? Jaime y Elizabeth Callanach, pero para ellos será tu segundo nombre[/Elizabeth].-en parte hablaba en broma, pero también me gustaba la idea. ¿Y si su primer libro tenía una dedicatoria que dijese: «para Elizabeth»?
– [Jaime]Creo que me hacías falta tú para volverme famoso.[/Jaime] – sujetó mi cara entre las manos y me besó en la frente, en las mejillas y, finalmente, en los labios. Estaba eufórico y era contagioso. – [Jaime]Habrá que preparar muchos cafés para que me pongas al día…y no sé dónde voy a anotar todo eso.[/Jaime] – todo lo que sabía me lo habían contado los propios protagonistas, así que no tendrían problema en contárselo también a Jaime.
– [Elizabeth]Tiempo al tiempo. Lo primero que tenemos que conseguir es que todos vuelva a la normalidad[/Elizabeth].- dije con determinación y volví a arrancar el coche. Dominic, a la velocidad que iba, seguramente hubiese llegado quince minutos antes.
Jaime, al escucharme, asintió.
Había llegado el momento de tomar las riendas y reunir a esta familia, pero no iba a ser fácil.
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