Moondale

NUNCA PERDONAR

Daniel Arkkan | Subterraneo tres

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Observar, observar y observar, no había nada más que hacer. Después de que el guardia nos despertase fui al baño a darme una ducha para despejarme, no sin antes comprobar como estaba Sarah, aún estaba tumbada.

Mientras el agua caía sobre mi cabeza, otro torrente se movía por su interior, no podía dejar de intentar buscar una salida, hasta ahora la única alternativa era la que ese tal Nathan había mostrado, y para ello tenía que seguir comiendo y debilitándose. [i]Sólo espero que si consigue sacarnos de aquí tengamos fuerzas suficientes para abrirnos paso.[/i]

Después de un rato de meditación bajo el agua, salí, me sequé con la toalla y me puse la parte de abajo del uniforme, por último dejé la ropa y la toalla sucias en el compartimento.

Al salir pude ver que ya habían colocado el desayuno, una masa gris y una botella de agua. [i]Repugnante, como siempre.[/i] Eché un vistazo a la celda de Sarah, ya se había levantado y estaba mirando con cara de asco el desayuno, cuando se percató de que la estaba mirando me acerqué al cristal y traté de vocalizar lentamente la palabra come. Mientras lo hacía, no podía dejar de pensar que debía estar pareciendo un poco retrasado, pero funcionó y Sarah fue hacia el plato, así que yo hice lo propio y me puse a tragar esa papilla como pude, en un par de minutos conseguí terminarla y bebí un poco de agua para digerirla.

Cuando terminé me giré y vi que Sarah ya no estaba, probablemente estuviera en el baño, pero me quedé esperando junto al cristal por si le pasaba algo malo. Unos minutos después salió del baño con bastante mala cara, parecía que la papilla había salido tan rápido como entró. [i]Pobre…[/i] pensé, no pude evitar tener un arrebato de furia conmigo mismo por no poder hacer nada, pero una mirada de suya me sacó del arrebato de ira y decidí que lo único que podía hacer era intentar que no se preocupase, así que le sonreí para hacerle ver que todo iba a ir bien.

Mi sonrisa se vio cortada de improviso por una escena que capté por el rabillo del ojo, ese desgraciado del teniente Preston pasaba por el pasillo central en compañía de varios…no sabía cómo definirlos, ¿médicos?, ¿investigadores?, ¿carniceros?, opté por llamarlos investigadores por el momento. Se dirigieron al recinto del centro y pude ver cómo el teniente y una doctora hablaban sobre algo, acto seguido hicieron una seña a un par de guardias y éstos se dirigieron a una celda de mi fila. Durante un momento no pude verlos, hasta que salieron los dos llevando a un hombre joven, junto a otro guardia que apuntaba al hombre con un rifle desde la distancia. Lo condujeron al recinto central y lo colocaron en la mesa. Vi cómo lo ataban, cómo se removía y después de unos segundos, vi como la doctora que parecía estar al mando daba unas órdenes a un investigador y acto seguido el hombre de la mesa comenzaba a removerse más, su rostro mostraba la angustia de estar recibiendo dolor y no poder escapar. Durante los siguientes minutos sentí en mis propias carnes el dolor de ese hombre, la angustia, la pena, la furia…después de todo, podría haber sido cualquiera de nosotros.

Tras otro par de señales de parte de la investigadora jefe, el rostro del hombre mostró una máscara de dolor completamente distinta a la de antes, comenzaba a removerse, abrió la boca y se pudieron apreciar unos colmillos demasiado desarrollados para un humano, su cuerpo empezó a aumentar de longitud y comenzó a aparecerle pelo por todas partes, se estaba transformando en un licántropo. [i]Un licántropo, los pobres sólo están malditos, no es justo…[/i]Mi mirada se desvió hacia Preston, que lucía una amplia sonrisa, parecía disfrutar enormemente. Ese desgraciado era el culpable de que estuviésemos aquí, de la tortura que estaba pasando ese pobre que se estaba revolviendo en la mesa. Por un minuto deseé que se liberase y terminase con ese demonio con piel de cordero, pero mi deseo se vino abajo cuando lo sedaron y dejó de revolverse. En cuanto lo sedaron la investigadora jefe habló con una investigadora rubia durante un rato, después se marchó, pero Preston se quedó allí para observar, para disfrutar. Y yo me obligué a mi mismo a verlo todo para no perdonar nunca a ese monstruo.

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