Lucy | Apartamento de Vincent
TARDE
Tenía ganas de despertarme, pero no era capaz de abrir los ojos. Era plenamente consciente de lo que pasaba a mi alrededor: sabía que llevaba un tiempo sobre la cama de Vincent, que me habían sondado (y cómo dolía), que una vía me atravesaba la muñeca para que no me muriese deshidratada (dolía aún más) y, que cuando todos se iban, Ed se quedaba a mi lado. Escuchaba los comentarios subidos de tono de Karen, la mala leche de Bill, lo conciliador que resultaba Vincent, lo pesada que era Keli y que Ed pocas veces comentaba algo, porque estaba preocupado, pero Mara estaba haciendo bien su trabajo. Sus caras aparecían en mi mente como si los conociera, excepto la de Karen, que no me sonaba de nada. Eso era en los escasos momentos de paz en los que recuperaba la consciencia, porque el resto del tiempo estaba sumergida en recuerdos que parecían sueños al principio, pero que luego fueron calándome hondo, hasta que me quité la venda.
Lo que hacía un minuto era la trastienda de mi pequeño negocio, se había convertido en una playa de agua cristalina y arena fina en la que estaba aparcada una caravana. En uno de los carteles pude leer ‘Las aguas amargas’ y caminé por las enormes dunas en las que no había un alma hasta que me encontré a una adolescente pelirroja, dos niñas de diez o doce años y un niño un par de años más pequeño.
Me acerqué un poco más y vi a una señora de algo menos de sesenta años que tomaba el sol al lado de un tipo calvo y barrigón, pero eso no me interesaba, porque los niños (y adolescentes) estaban hablando en la orilla con los bañadores puestos y algo me empujaba a escuchar su conversación. Me resultaba curioso que una playa tan bonita estuviera prácticamente desierta.- [Diana]A Ed le gusta Lucy, porque se lo ha dicho a Sarah[/Diana].- espetó la pelirroja que era bastante mayor que el resto y ejercía de mandona oficial. Noté cómo el corazón se me subía hasta la garganta, no por la pelirroja, sino por los nombres que acaba de decir.
– [Ed]¡M-me has prometido que no se lo contarías a nadie![/Ed]- gritó el niño poniéndose de pie con los ojos llorosos.
– [Sarah]¡Pero si yo no he dicho nada![/Sarah]- exclamó la niña rubia que era más pequeña que la otra. La pelirroja estalló en carcajadas ante la mirada de la que debía ser Lucy.- [Diana]¡Soy más lista que vosotros![/Diana]- Lucy disimulaba mirando al mar para que no se notase que estaba colorada.- [Diana]¿Cuándo ha pasado eso, dónde ha quedado el «Diana, cuando sea mayor quiero casarme contigo»?[/Diana]
– [Ed]Eso…eso no es verdad. Ninguna de las dos cosas[/Ed].- el pequeño Ed se cruzó de brazos. Todavía le faltaba algún diente, pero tenía la misma cara que ahora.- [Ed]L-lucy no me gusta, porque…porque no me gustan las niñas[/Ed].- asintió un par de veces.
– [Diana]¿Entonces te gustan los niños?[/Diana]- le preguntó Diana con una sonrisa malévola haciendo reír a las otras dos y el niño echó a correr muy enfadado hasta el otro extremo de la playa. Lucy le dedicó una mirada larga a Diana y fue corriendo detrás del niño. Esa escena me sonaba de algo, así que fui detrás de ellos, hasta que me los encontré sentados en unas rocas.
– [Lucy]No le hagas caso a Diana, porque ya sabes que le gusta chinchar[/Lucy].- comentó la niña sin mirarle directamente.
– [Ed]Ya, pero no me gustan los niños[/Ed].- el niño cerró un poco los ojos por culpa del sol. – [Ed]M-me gusta…estar con vosotras[/Ed].- sabía gracias al propio recuerdo que se reían de Ed, porque siempre estaba rodeado de chicas. Los niños eran así de crueles.
– [Lucy]A nosotras también nos gusta que estés…[/Lucy]- una ráfaga de viento movió el pelo de la niña y lo apartó de su cara. Se hizo el silencio, roto por las olas que chocaban contras las rocas.- [Ed]¿Crees que estaremos juntos siempre?[/Ed] – preguntó el niño mirando cómo, a lo lejos, las otras dos niñas habían vuelto al agua.
La pequeña Lucy asintió.- [Lucy]Eres como un hermano, pero sin que seamos hermanos de verdad[/Lucy].- sonrió ampliamente.- [Lucy]Mola[/Lucy].
El niño le devolvió la sonrisa, pero parecía un poco decepcionado. – [Ed]Entonces siempre[/Ed].- se puso en pie y caminó despacio hasta la orilla. – [Ed]¿Vamos al agua? Está caliente.[/Ed] – a Ed no le gustaba el frío.
Lucy se puso en pie ante la mirada del niño y gritó.- [Lucy]¡Tonto el último![/Lucy]- Ed miró cómo la niña iba hasta el agua y después, la siguió.
***
– [Sarah]A ver, haz como que soy
KayleeLucy y dime lo que sientes[/Sarah].- Comenté sentándome en la cama de mi habitación, mientras que Ed cerraba la puerta alegando que iba a ayudarme a estudiar para que no pensasen que nos había dado por meternos mano, pero no había nada más lejano a la realidad en aquel día de otoño en el que las hojas caían de los árboles anunciando que el buen tiempo se había acabado.– Eh…
KayleeLucy…yo…t-te… eres…la chica…– Empezó a decir, pero al final no fue capaz, porque se ponía nervioso.– Venga, una vez más, con sentimiento.- Bromeé lanzándole un cojín a la cara, que él me devolvió dándome en el hombro.
***
El recuerdo acabó tirando de mí de forma abrupta, sintiendo cómo a mi alrededor se formaba una especie de tubo psicotrópico que fue cambiando de forma hasta ser el salón de un piso a principios del nuevo milenio, que se notaba que era alquilado porque no tenía nada que destacase, eran todo muebles de Ikea y trastos de los niños. Ed, el desdentado, tenía unos años más y estaba durmiendo plácidamente en el sofá cama. Fuera caía una tormenta de mil demonios y debían ser las tres de la mañana como mínimo, por lo que no entendía qué tenía de especial aquel recuerdo, hasta que…la vi. Quizás sería más correcto decir que «me vi», pero no reconocía esos recuerdos como parte de mi propia vida. Si me paraba a pensar, mi vida había comenzado…hacía poco, como si hubiera despertado de un coma o peor aún, como si no tuviera nada más que recordar.
Lucy apareció en el salón con un pijama de ositos y se metió en la improvisada cama de Ed sin hacer mucho ruido, pero el niño se despertó.- [Ed]¿Lucy? ¿Qué pasa?[/Ed] – preguntó incorporándose un poco, con una voz que dejaba claro que estaba medio dormido. La chica no respondió, se tapó con las mantas hasta la nariz y se hizo la dormida. Él volvió a apoyar la cabeza en la almohada y estiró las mantas para que estuvieran bien cubiertos.- [Lucy]Cuando pase la tormenta, volveré a mi cama[/Lucy].- se acercó un poco más a él y se me escapó una carcajada imaginándome el efecto que tendría sobre las hormonas de ese pobre niño que una chica durmiese en su cama pegada a su espalda (hola, sábanas acartonadas…jajaja).
– [Ed]Vale.[/Ed] -siseó sin poder disimular una sonrisa de felicidad que sería un secreto entre él y yo.
***
La escena se desdibujó sin tener en cuenta que yo quería saber más de esos dos niños. En mi cabeza, no paraba de resonar eso que había dicho Ed de que se enamoraban, pero era más largo de lo que me había contado. Montones de escenas pasaron delante de mis ojos sin que tuviera tiempo de retenerlas todas. A los cuatro del grupo original se les unía de vez en cuando una chica de piel y cabello oscuros, que tenía una sonrisa amplia y los ojos expresivos, pero que a mí me caía como una patada en el estómago, porque no paraba de tocarse el pelo y de sonreír cada vez que estaba cerca de Ed. Creo que se llamaba Amber y era amiga de Sarah, pero a quién le importaba si era tonta.
– Sí, gracias .- sonrió y el tío Lewis le hizo una seña para que sentase en una silla. Ella esperó a que Ed trajese los cafés y se sentase a su lado para darle el regalo. Cuando lo hizo, extendió el paquete hasta él.- Es…para ti .
– ¿Para mí? – preguntó el chico sorprendido.
– Fue idea de Sarah .- admitió viendo cómo Ed rompía el papel para ver lo que contenía .- Me dijo que había sido tu cumpleaños y como me hiciste un cartel pensé…en regalarte algo .
– ¡Vaya! Me encanta, gracias . – le dio un abrazo – Me sabe mal, yo solo tu hice un cartel cutre.
– Nunca me habían hecho un cartel .- dejó escapar una risita nerviosa.- Y no era cutre .
– Si vuelves a visitarnos pronto, tal vez te deje leer el diario para que veas lo que hemos hecho en tu ausencia .- le dijo Ed con una sonrisa.
– Siempre puedes contármelo por email, así no me sentiré como una acosadora .- al darse cuenta de que indirectamente le había pedido su dirección de correo electrónico quiso rectificar, pero ya era demasiado tarde.
– Cierto. De todos modos, vuelve pronto.
Al escucharles, bajé la cabeza y sonreí azorada.- Son… son como niños… – Comentó Ed.
– Tengo una idea .- Le miré esbozando una enorme sonrisa.- ¿Qué te parece si me echas para atrás como en las pelis y haces como que me das un beso? Está oscuro y no creo que noten la diferencia, así nos dejarán en paz .
– Puede funcionar… Nos paramos en seco, Ed me echó hacia atrás y acercó su nariz a la mía. El trato terminaba ahí, pero al parecer, no habíamos dejado claras las condiciones, porque él acercó su boca a la mía y me dio un casto beso que hizo que Diana empezase a aplaudir para ir a juego con mi pulso, que se había acelerado hasta niveles ridículos.
– Eso no era lo que habíamos acordado… – Le regañé cuando nuestros labios se separaron, obviando la fiesta que se estaba organizando en mi estómago.
El Doctor luchaba en vano con hechizos y palabras desconocidas, pero poco pudo hacer porque acabó siendo absorbido por el vórtice, provocando una falsa sensación de alegría, porque Kaylee empezó a descomponerse en bolitas de luz, que empezaron a perderse en el mismo vórtice.- Siempre.- Dijo mirando a Ed con las lágrimas surcándole el rostro. Él apartó la mirada y mi hermana desapareció en un haz de luz que se perdió para siempre.
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