Moondale

MAGIA DEL AGUA

Sophie – Dyavol

Noche

De pronto, el caos. Montones de refugiados corrían en dirección al barco. Era, con toda probabilidad, su única esperanza. Estaba cansada. Sin ser la mayor fan de mi islita, empezaba a echarla de menos. Su ritmo pausado, la ausencia de enfermedades y ¿por qué no?, el saber que no podía pasarnos nada porque no existíamos de manera oficial.

Me habría gustado sentarme y dejar que todo fluyera. Si salía bien, bien y si salía mal, no era mi problema. Dyavol era un sitio terrible, con mala higiene y cuya noche perpetua daba muy mala espina. Si se iba por el sumidero, nadie iba a llorar su pérdida. Ojalá no hubiera tenido conciencia y que me dieran igual todas aquellas personas. Por suerte o por desgracia, no era así.

Un empujón. Dos. Tres. «Aparta, chica», me gritó alguien y tenía razón.

Me crucé con Owen, que caminaba con una chica y un niño para ayudarles a llegar al barco. Me sorprendió verle feliz, aunque estuviera magullado. Cualquiera en su lugar (con un mordisco letal), estaría llorando hecho un ovillo. Supongo que estaba hecho de una pasta especial, esa con la que modelan a los héroes.

– [Mike]Sophie, ayúdame a arrastrar a este[/Mike].- me pidió Mike con su voz áspera. Estaba tan absorta en mis tonterías, que había olvidado que teníamos una misión.

El tipo en cuestión era un licántropo con mala pinta.- [Sophie]¿Morderá?[/Sophie]

– [Mike]Déjame a mi la cabeza, ya soy teriántropo[/Mike].- me puse a la altura de los pies y lo levantamos, no sin dificultad, hasta la zona más cercana al barco en el que un par de señores nos ayudaron a llevarlo al interior.

Protestaron una bobería relacionada con las mujeres en los barcos y yo murmuré unos cuantos insultos en cuanto se fueron.

Después de tumbarlo en una mesa que hacía las veces de camilla, Mike se afanó en curar las heridas lo mejor que podía dado lo limitado de los materiales. Empezaba a odiar los barcos.- [Sophie]¿Se recuperará?[/Sophie]- le pregunté acercándole un trapo limpio para que pudiera secarse las manos.

– [Mike]Los terian tienen un sistema inmune fuerte y he purgado el efecto de la plata[/Mike]. – me epxlicó. – [Mike]No dejes que se te acerquen, no sabemos qué armas llevan[/Mike].

Por instinto, me alejé, aunque no parecía que el inconsciente fuera a despertarse en un largo rato.- [Sophie]Si necesitas que te ayude con algo, se me da bien aprender[/Sophie].

– [Mike]Tenemos que llegar al muelle. El resto están más preparados para luchar[/Mike]. – nos asomamos por un ventanuco y volvimos a ver el caos. Casi prefería quedarme esperando a que el lican malherido se despertase.

– [Sophie]Vamos[/Sophie].- mentí. En realidad, me daba miedo adentrarme de nuevo en la marabunta.

Dejamos a un señor desdentado al cargo del tío inconsciente y salimos en dirección al muelle. Los refugiados nos miraban como si estuviéramos locos, porque íbamos al revés de lo que dictaba la lógica.

El puente por el que pasaban los refugiados se estaba debilitando. Mucha gente, mucha prisa.- [Mike]Voy a intentar arreglar el puente. Pídeles que esperen[/Mike].

Enarqué una ceja.- [Sophie]Me van a odiar[/Sophie].

Mike ya no me escuchaba. Me puse frente a la gente y les pedí que pararan. Ni caso.

Un empujón. Dos. Tres. «Aparta, chica», me gritó alguien y no sin razón.

Vi que Mike me miraba suplicante. Necesitaba que parase a la muchedumbre para arreglar el puente con ayuda de Cole, que acababa de aparecer.- [Sophie]Por favor, paren. Es necesario que se repare el puente[/Sophie].

¿Has intentado hablar alguna vez con una masa furibunda? Ya. Pues eso.- [Mike]Sophie, por favor…[/Mike]- me pidió.

Entonces, hice algo que en ese momento me resultó absurdo: me tiré al agua. Llevaba una ropa hedionda de este mundo, pero en cuanto estuve en contacto con mar, los pantalones dieron paso a mi preciosa cola de color coral. Y, una vez allí, comencé  a juguetear con el agua y canté. Era una melodía que sentí cercana. Quizás fuera una nana o tal vez algo que improvisé sobre la marcha.

Dirigí el torrente de voz a la turba. La gente se quedó parada y me escuchó, mientras Cole y Mike se afanaban en reparar el puente.

Una vez terminaron, dejé de cantar. Montones de peces habían acudido también a mi canto.- [Sophie]Rápido, dense prisa[/Sophie].- animé a los refugiados a que volvieran a pasar el puente.- [Sophie]Pero ahora, háganlo de forma ordenada[/Sophie].

Mike me guiñó un ojo y canté un poco más para complacer a todos los animalitos marinos que habían venido a darme la bienvenida. En mi vida había comido pescado y ahora encontraba la razón.

Me dejé llevar durante unos minutos y, de pronto, escuché un grito.- [Mike]SOPHIE, SAL DEL AGUA[/Mike].

Miré a mi alrededor: junto a todos los pececitos había una sirena de aspecto fantasmagórico. Su tez era mortecina, llevaba ropas ajadas y el cabello le caía por la cara. Mike echó a correr para transformarse y ayudarme.- [Sophie]Es una rusalca. Déjamela a mí[/Sophie].- no sé cómo supe lo que era, pero algo dentro de mí me dijo que era mi enemiga natural.

Utilicé mi canto de manera ofensiva y le ataqué con el agua. El ser retrocedió y se fue tras una batalla pesada. No estaba muerta, ni tan siquiera herida. Con toda probabilidad, volvería a buscarme y yo estaría lejos de Dyavol.

Abandoné el agua tras despedirme de los peces y, al tomar contacto con la tierra, mi ropa volvió como si nada. Supuse que tenía algo tipo de magia relacionada con el agua.- [Mike]Eso ha sido impresionante[/Mike].-  comentó Mike tendiéndome el brazo para que me agarrase a él.- [Mike]Somos un buen equipo[/Mike].

– [Sophie]Sin duda[/Sophie].

“I want you to remember always how powerful you are. Never allow anyone to take that away from you, or try and make you feel small.”
Louise O’Neill, Soñar con la superficie.

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