Moondale

LA MOISÉS DEL SEXO

Ruby – Dyavol

Noche

Sophie había conseguido liberarse de la rusalca utilizando su verdadero poder. Si había algo que me parecía extraño del mundo del que procedían estos chicos y chicas y también de este en el que estábamos, era que las mujeres no se conocían en absoluto y eran incapaces de ver todo lo que podían hacer.

En mi lugar de origen, los hombres eran minoría. Por alguna razón, cada vez habían sido más difíciles de concebir y, poco a poco, las mujeres fuimos ocupando los puestos que, tradicionalmente, habían sido suyos. Así fue como descubrimos que siempre deberían haber gobernado las mujeres y los desterramos a la casa y a crianza de las hijas.

– [Cole]No hay ni un maldito rayo de sol en este sitio[/Cole].- le miré sonriendo, aunque sin poder contener una mueca y guardé mis armas. Los hombres siempre quejándose de todo.

–  [Ruby]¿Te estás debilitando?[/Ruby]- su poder dependía de una fuente externa y eso le hacía vulnerable.

– [Cole]Lo del puente me ha dejado tocado[/Cole].- había tenido que repararlo junto a Mike a toda velocidad luchando contra una turba enfurecida.

– [Ruby]Descansa[/Ruby].- dije colocando una mano sobre su hombro y la retiré con rapidez. Los gestos de cariño fuera del lecho, no tenían sentido.

– [Cole]No podemos permitírnoslo[/Cole].

Solté un resoplido.- [Ruby]Si te mueres, va a ser peor[/Ruby].

– [Cole]Tenemos que aguantar a que cruce más gente[/Cole].- quise decirle que esos refugiados, en medio de su absoluta desesperación, estaban ignorando nuestra ayuda y se limitaban al «sálvese quien pueda».

– [Ruby]¿Nadie puede ayudarte?[/Ruby]

– [Cole]Solo haciendo que vayan más rápido. Tienen miedo y no piensan con claridad[/Cole].- me dieron un par de empujones y noté cómo el enfado me recorría.

– [Ruby]¿Cómo lo hacemos?[/Ruby]- pregunté, más para evadirme del berrinche que otra cosa.

– [Cole]Me estoy acordando de un cómic, decían que lo contrario a la guerra era el sexo[/Cole].- Cole compuso una mueca divertida.

– [Ruby]Estás de broma[/Ruby].- parpadeé un par de veces. Mi poder, que alteraba las feromonas, era muy útil una vez había ligado para que las experiencias sexuales fueran brutales, pero de ahí a utilizarlo en esa masa hambrienta y desesperada, había un trecho.

Él, que parecía estar divirtiéndose, se acercó a mi oído y susurró algo que hizo que se me erizara el vello de los brazos.- [Cole]Puedes darles ganas de vivir[/Cole].

– [Ruby]¿Con sexo?[/Ruby]- contuve una carcajada. No estaba la cosa como para echarse a reír. Estábamos en medio de un éxodo masivo.

– [Cole]Con ganas de ello. ¿No funciona así lo tuyo?[/Cole]

Me aguanté las ganas de sonreír. Cole era un hombre, pero uno muy listo y muy guapo, dicho sea de paso.

Tras pensarlo unos minutos, acepté.- [Ruby]Que Sophie aleje a los menores y del resto me encargo yo[/Ruby].

Una vez di la orden, empecé a trazar el plan en mi cabeza. Sophie y Mike llevaron a los menores al otro lado alegando que eran los que más necesitaban refugio y, cuando quedaron los mayores, me concentré.

Pensé en Cole. En nuestra noche en la cocina y en todas las experiencias sexuales de mi vida. Sola y acompañada. Fui rascando todo el sexo del ambiente, el placer que había habido en cada tienda. En la playa. En el muelle. Al principio, fue complicado. El sexo es un zorro escurridizo. Mucha gente vive en un estado de latencia permanente, incluso aunque lo practique. Las tres reglas eran que tenía que haber sido consentido, placentero y entre personas adultas.

Cuando pude notar las feromonas en las puntas de mis dedos, me concentré en los orgasmos. Esos son aún más huidizos. Duran apenas unos segundos y hay gente que cree que los ha tenido, pero en realidad, no los conoce.

Desvié todo lo bueno del sexo hacia la gente: la conexión, la magia, el clímax. Solo un poquito, lo justo para que sintieran la necesidad de ir de manera rápida, pero ordenada, porque tenían algo que saciar y, una vez estaban dentro del barco, dejaban de sentirlo, aunque les regalé algo de placer. Muy leve, porque no quería que pensaran que había aprovechado mi poder para violar a una masa.

Acabé sudorosa y agotada. Era casi como si hubiera tenido un maratón de sexo, pero sin recompensa.

Sophie aplaudía y me vitoreaba y Mike me guiñó un ojo. Cole, por su parte, se acercó a mí una vez hube terminado.- [Cole]Enhorabuena. Eres la Moisés del sexo[/Cole].

– [Ruby]Sí, pero en vez de aguas he ido abriendo piernas[/Ruby].

Sin pensarlo, Cole me agarró por el hombro y me dio un abrazo rápido. Con Cole los gestos de cariño tenían sentido incluso fuera del lecho.

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