XANDER ECHOLLS
BOSQUE DEL CREPÚSCULO, SELAS – MADRUGADA
No sabía qué hora era, en aquél lugar, cualquier aparato que midiese el tiempo era un mero adorno. Solo sabía que la oscuridad de la noche ya no era total y debían quedar pocas horas para amanecer.
Me había acostado al caer la noche, poco después de cenar. No me sentía con fuerzas para nada más y había esperado que ese cansancio mental se tradujera en dormirme en cuanto me tumbase, pero nada más lejos de la realidad.
Los sucesos de los últimos días se repetían una y otra vez en mi mente, revisitados en un bucle como si fuera un adicto, flagelándome por no haber hecho más, por no haber sido más listo, más rápido, más digno de ser un Daë como mi padre y mi madre.
Cuando mis pensamientos empezaron a repetirse, caí dormido en un sueño agitado. En la vida real mi cuerpo se movía, buscando postura, mientras mi mente viajaba más allá, soñando con una nave que cruzaba las estrellas huyendo de sus perseguidores.
Caminaba por los suelos de metal que separaban mis pies del vacío, solo que los suelos no eran metal, si no tarima. Por sus pasillos encontré caras conocidas, todas las personas estaban allí, igual que cuando la nave estaba estrellada.
Owen estaba diferente, más grande, más musculoso, de piel más oscura, como un titán que se alzaba en las estrellas, encogido solamente cuando Jane le replicaba. Aunque ella también estaba cambiada, su pelo era oscuro pero parecía más alta, más segura de sí.
Entonces comprendí, como si siempre lo hubiera sabido, que eran Williams, pero no los que yo conocía. Atravesé la nave sin pararme a dudar en dónde me encontraba, cruzándome con una joven que me recordaba a Leo, solo que ardía con la intensidad de Kaylee.
Tres hermanos discutían de forma amigable, parecían conocidos y a la vez, extraños. Se llamaban hermanos, y lo eran, pero no de sangre. La chica parecía la más alegre de los tres, el más bajo, consumido por el deseo de conocimiento y el tercero el eterno protector de los otros dos.
Aquella nave bullía de vida y emoción, pero no estaba carente de penas. Una joven pelirroja se mantenía apartada del resto, soñando con algo que estaba fuera de su alcance.
Un hombre y una mujer hablaban cerca de una niña pequeña, cada uno a un lado, manteniendo las distancias. Ella era fuerte y valiente, él era temeroso y empático. Cerca de ellos, el hermano de la joven se mantenía en silencio, más observador que partícipe de la vida en la nave.
Otro hombre despedía el calor de la sala de máquinas, su piel ardía pero aun así él estaba frío. Hablaba con otra joven a la que protegía, aunque ella era aún más fuerte.
Era un hogar, lo vi tan claro como en ese momento me miraban todos ellos. Mientras era arrastrado hacia la esfera que todos ansiaba encontrar, su nuevo y viejo hogar.
La tierra era salvaje, las ciudades habían sido reducidas a aldeas y la naturaleza campaba a sus anchas al igual que lo hacían los demonios, más valientes, más fuertes, más ligados a su origen ancestral. En mis manos llevaba a ‘Sendero Oscuro’, la espada de mi padre, silbé y mi fiel compañera se unió a mí. Mi camino era solitario, mi hermana y yo éramos los últimos defensores y ahora estábamos separados.
Al final del bosque vi a mi hermana. Atravesé decenas de seres horribles, monstruos dignos de las peores pesadillas de cualquier cazador. Cuando ya la veía alcé la mano hacia ella, pero una criatura me agarró y me engulló hacia la más siniestra oscuridad.
Desperté con un grito ahogado. Estaba cubierto de sudor frío y temblaba ligeramente. Me senté en la cama, pensando. Aquél sueño se había sentido demasiado real, era casi como si hubiera podido tocar a todas esas personas, como si tuvieran relación conmigo.
Tenía miedo a aceptar la realidad de lo que había ocurrido. Era hijo de una Kvasir, sobrino de una profeta y primo de otra. Aquello había sido una visión. Pero … ¿quiénes eran? ¿Los futuros dueños de la Kvasir? O quizá mi mente había recreado la nave como la única que conocía en persona. Si era un futuro lejano, la Tierra estaba en peligro.
Era inútil ya dormir. Daría vueltas a qué significaba todo aquello, al motivo de recibir ahora esas extrañas visiones. Me quedé con el miedo encarnado del final del sueño, veía a Elle al alcance de la mano y algo me arrastraba lejos. Necesitaba encontrar la forma de salir de ese mundo y reunirme con los demás ahora que sabíamos que estaban a salvo. Había estado demasiado preocupado por Jane y por mi pacto con el diablo como para darme cuenta de lo que necesitaba.
Me aseé y salí de la cabaña para llamar a la puerta de la de Jane, que tardó un rato en abrir. – [Xander]Jane, ¿te he despertado?[/Xander] – pregunté al verla con los ojos entrecerrados, aún adormilada.
– [Jane]Más o menos.[/Jane]- respondió. Como ya la conocía desde hacía bastante, sabía que las mañanas no eran lo suyo.
– [Xander]Sé que estás cansada todavía, pero tenemos que salir de aquí y encontrar al resto.[/Xander] – aquello no iba a gustarle y menos a primera hora, pero el tiempo corría en nuestra contra, allí no podíamos relajarnos.
– [Jane]Pues qué bien.[/Jane] – se quejó, sentándose a desayunar algo que Caitriona o algún minion suyo le habían dejado allí para desayunar.
– [Xander]Será duro, pero te ayudaré en lo que necesites.[/Xander] – no podía hacer más que eso. El peso del secreto aún pendía entre nosotros y no me atrevía a hablar demasiado porque no quería ocultarle nada, ni siquiera que mi alma ahora estaba en ella, contrarrestando el veneno.
– [Jane]Gracias.[/Jane]- respondió ella.- [Jane]Voy a desayunar y me pongo en marcha.[/Jane] – se sentó y empezó a comer en silencio, perdida en sus pensamientos.
– [Xander]Iré a hablar con Caitriona.[/Xander] – dije dedicándole una sonrisa de despedida. Sabía que no era bueno molestarla más mientras desayunaba, por mucho que me hubiese quedado allí, observándola, disfrutando del regalo de que estuviera viva y de lo radiante que estaba cuanto más la miraba.
Atravesé el bosque hacia la cabaña de Caitriona. La suya estaba más alejada del resto, en un claro en mitad de la floresta, emulando un cuento de hadas. Era más grande, pero sus paredes no eran de dulces y su dieta tendía más a la fruta.
Llamé y la puerta se abrió. – [Xander]Caitriona. Jane y yo nos vamos.[/Xander] – la avisé, tenso ante su mirada inquisitiva.
– [Cait]Por fin ha llegado el día en el que mis pequeños abandonan el nido.[/Cait]- replicó con una sonrisa divertida. Llevaba una toga de color oscuro y detalles dorados en lugar de las de colores tierra que solía llevar.
La observé, dándole vueltas a una idea. Decidí seguir mi patrón habitual y lanzarme a la piscina sin pensar en exceso. – [Xander]No tienes por qué conformarte con esto.[/Xander]
– [Cait]Hablas como si supieras de lo que estás hablando y solo eres un crío privilegiado.[/Cait] – espetó, frunciendo el ceño mientras se deshacía de ese aire de bruja malévola.
– [Xander]Supongo que lo soy, pero eso me ha dado tiempo para conocer a la gente.[/Xander] – no iba a negar que mi padre y mis madres siempre nos habían dado todo lo que queríamos tanto a Elle como a mí. – [Xander]Eres más de lo que aparentas.[/Xander] – puede que mi alma no estuviese conmigo, pero Jane estaba cerca y acabar de verla me hizo tener un poco de la esperanza y la energía que solía tener.
– [Cait]No necesito que un hombre me valide.[/Cait] – afirmó, fulminándome con la mirada. Hubiera sido fácil alejarse del poder que emanaba de ella.
– [Xander]No te estoy validando, te estoy diciendo que con tu ayuda podríamos enfrentarnos a todo esto.[/Xander] – aclaré, no necesitaba que le recordara el poder que tenía, esto no se trataba de poder, si no de usarlo para hacer lo correcto en lugar de usarlo para sí misma. – [Xander]Jane está recuperándose y yo solo soy un aesir, sin poderes y sin alma.[/Xander] – no hacía falta negar que enfrentarnos los dos a un ser mítico para salir de ese mundo era una misión suicida.
– [Cait]Gracias, pero no.[/Cait] – declinó.
– [Xander]Piénsalo. Nos vamos en unas horas.[/Xander] – decidí dejarle espacio, no tenía sentido discutir si no entraba en sus planes acompañarnos. – [Xander]Si no quieres, no volverás a vernos. Pero si quieres ayudar…sin rencores.[/Xander] – tendí una oportunidad. Sería difícil de mantener, porque había generado mucho dolor con sus tratos, a mí incluido, pero también había traído de vuelta a Jane y eso no podría pagárselo nunca.
– [Cait]Te queda grande el mantón del héroe, Alexander.[/Cait]- dijo girándose para mirar el fuego de la chimenea. Vi en su mirada que esperaba que eso doliese. e dice sentándose a mirar el fuego.
– [Xander]Por eso busco otros que me ayuden a llenarlo.[/Xander] – le aseguré. Un héroe solo es un mártir. Por eso los Daë siempre son un grupo.
Caitriona soltó una carcajada mientras salía de la cabaña.
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