Moondale

WHEN FEAR ARRIVES I

DIARIOS DE DESTINO

“We meet fear. We greet the unexpected visitor and listen to what he has to tell us. When fear arrives, something is about to happen.”
Leigh Bardugo, Crooked Kingdom

RUBY

Ruby posó la palma en el lector de la puerta de la Nave y se preparó para dejarse llevar entre unos rostros que se habían vuelto muy conocidos en muy poco tiempo. La acogida, sin embargo, no llegó. La Nave la recibió de forma fría y silenciosa, sin que no pareciese haber nada ni nadie en su interior.

Caminó por el hangar y subió hasta la planta principal, aún esperanzada. Allí no había nada, solo sombras y un susurro que parecía adentrarse más y más en su cabeza. Era como si alguien la estuviese vigilando desde atrás. Se giró y vio un cuerpo tendido en el suelo. Era Kaylee, le miró el pulso, parecía dormida, pero sus ojos estaban abiertos.

De nuevo sintió algo a sus espaldas. Aferró la espada que había cogido en la zona de entrenamiento y se giró, pero la espada cortó solo las sombras, que parecieron difuminarlo todo a su alrededor.

Una risa conocida la sorprendió. Cole estaba tras ella, sonriendo, pero sus dientes estaban afilados como cuchillas. Se echó hacia atrás y sus manos tocaron tierra oscura y fría. No podía ser cierto, no podía estar allí de nuevo. Y sin embargo, dos lunas recortadas en la profunda noche confirmaban lo contrario. Nunca había salido de Dyavol, solo había sido otro juego enfermizo del Amo del Portal. Seguía estando sola, indefensa, incapaz de liberarse.


COLE ROMAN

No había rastro del más mínimo rayo de sol en aquél lugar. Cole trató de seguir un camino ascendente, sin embargo no fue capaz de encontrar una salida.

Llevaba desde que se había despertado buscando el camino, cualquiera que evitase internarse más en aquella mina oscura, privada de calor y de luz. Se notaba mucho más cansado, apenas con fuerzas para aguantar unas horas más.

Apoyó la espalda en la pared y se sentó para tratar de recuperar una energía que jamás iba a volver si no encontraba una fuente. Miró hacia el camino descendente, que se sumía en la oscuridad. De él parecía venir una voz lejana, una voz que creía conocer.


NIALL

Despertó con un dolor punzante. Al girarse, vio que un muelle del colchón se había salido y se le había estado clavando quién sabe durante cuanto tiempo. Alguien se removió en la parte superior de la litera. Aún confuso, Niall se puso en pie para comprobar quién era, y se sorprendió al ver a su madre, removerse en sueños, encogida, sin apenas una manta con la que taparse.

No lo entendía, acababa de hacer un trato para que a ninguno le faltase de nada. ¿O quizá todo había sido un sueño? Cuanto más veía las fotos distribuidas por la vieja caravana, muchas tapando agujeros o grietas en la carrocería, más dudas le surgían.

Abrió la nevera, estaba vacía salvo por un cartón de leche caducado y un par de huevos. Puso una sartén en el fuego pero el gas no funcionaba. Sobre una mesa desconchada, se acumulaban avisos para mover la caravana por impago.


ROBIN

Robin se llevó una mano a la sien, aún dolorida. Pensaba en alguien que faltaba a su lado, alguien que hasta hacía poco estaba allí. Lo único que sabía a ciencia cierta era que volvía a casa después de tanta guerra. Necesitaba paz, tranquilidad.

Cruzó los límites del reino y esperó su esplendor, su olor característico, el frío acogedor de la nieve. Un penetrante olor a humo le inundó las fosas nasales y le hizo abrir los ojos. El hermoso bosque estaba quemado al menos en dos tercios.

Corrió, sin pensar dónde se estaba metiendo, y entonces cayó de rodillas. A lo lejos se veía el castillo de su familia, en ruinas, destrozado por la artillería de los morteros. El pueblo a su alrededor estaba igual. La guerra había llegado mientras no estaba y había arrasado con todo.


NOAH ARKKAN

Abrió los ojos. El cuerpo entero le dolía: cabeza, articulaciones, incluso los mismos ojos. Llevó las manos a los cables que tenía sujetos a la sien y los palpó. Después a la vía clavada firmemente en el brazo.

Se incorporó, desconectando los cables y suspiró para quitarse la vía. La sensación era desagradable, pero también el dolor palpitante en la nuca y la sequedad que sentía en la boca.  Confuso, buscó el dossier a los pies de la cama y trató de leer. Era como si su mente tuviera problemas entendiendo las palabras, pero le recorrió un escalofrío al ver el año de ingreso y el de la última intervención. Llevaba veinte años allí.


LEXIE FENRIS

Llegaba tarde a la fiesta y no terminaba de encontrar el vestido adecuado. Tras un rato, se decidió y se maquilló. Bajó las escaleras de la mansión Fenris, lista para sorprender a todos con su aspecto.

A mitad de camino recordó que era un baile veneciano, así que dio la vuelta a la habitación, pero no fue capaz de encontrar una máscara. Pensó que se la pediría a alguien abajo, seguro que su madre tenía varias.

Volvió a bajar las escaleras y las máscaras se giraron hacia ella, murmurando que no llevaba una. Lexie maldijo controlando las apariencias y se internó en la muchedumbre. Buscó a sus padres, pero las máscaras les confundían. Solo veía rostros cubiertos y ya no eran planas, con bonitos decorados. Eran horrendas, como picos de aves exageradamente grandes y amenazadores. Todo el mundo llevaba, de diferentes colores y estilos, pero cada vez que la miraban esos picos apuntaban a ella.

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