Rebecca | Palacio de Kvinneby
MAÑANA
Giré sobre mí misma intentando dormir un poco más, a pesar de que me resultaba prácticamente imposible pegar ojo con un tipo tan cerca que no era Dom. Por suerte, Julian era un buen hombre y procuraba pasar el menor tiempo posible en la habitación. Es más, me había ayudado a colocar una especie de cortina que separaba su sección de la mía para que fuese algo menos raro, aunque seguía estando ahí.
Palpé el lado que quedaba libre en aquella cama de noventa, como si haciendo eso Dom fuese a materializarse descamisado, lleno de tatuajes y sonriente, diciendo eso de «¿Qué tal has dormido, nena?» que en otro me daría ganas de soltarle un sopapo, pero que en él me resultaba adorable. Moraleja: el amor te volvía tonta del todo.
Le echaba tanto de menos que me costaba respirar. Yo, que era una borde y estaba acostumbrada a no tener más compañía que mis libros, porque mis amigos me habían abandonado. Ahora, las ganas de ser independiente se me habían quitado de golpe y eso que todavía estaba asustada, porque temía que un día echase a correr al ver que cada vez éramos más pareja y menos dos que se comen la boca cada vez que tienen un rato libre.
Con eso, abrí los ojos un poco sabiendo que era muy temprano y pensé en los primeros momentos de nuestra relación. «Puñetero Dom» pensé tapándome la cara con la almohada. «Puñetero Dom con su puñetera sonrisa, su puñetero cuerpo perfecto y su puñetera manera de quererme». Todo era mucho más fácil cuando me dedicaba a babear cuando pasaba por mi lado imaginándome que un tío como él nunca se fijaría en una chica como yo, pero casualidades de la vida, nos gustaban los retos y ahora estaba en el Palacio de Kvinneby haciéndome la heroína y echándole de menos. Tiré la almohada al suelo y me puse de pie.
Al ver que Julian no estaba, subí las persianas, abrí las ventanas, hice la cama y, tras coger ropa limpia y los útiles de baño, me fui a las duchas comunes. Dejé de arrastrar los pies una vez estuve fuera de la habitación, para adoptar la pose de Rogue que era similar a la coraza que había tenido toda mi vida. Entré en los baños que estaban vacíos y me desnudé rápidamente, llevándome a las duchas únicamente la toalla, el gel, el champú y unas chanclas para evitar infecciones. Durante un tiempo había barajado la posibilidad de ducharme vestida, pero no era lo más higiénico, así que abrí el agua y empecé a enjabonarme como si me fuera la vida en ello, deseando que no entrase nadie, porque era muy temprano. Podía haberme duchado en la habitación de Sarah, pero supuse que Wing estaría por allí y no me apetecía interrumpir su amistad.
Me fijé en la estructura circular de aquella sala con montones duchas sin separaciones, que en ese instante estaba vacía. A ella se accedía por unas puertas de cristal que separaban los vestuarios, también mixtos. No me parecía lo más casto, pero a lo mejor dando todas las facilidades era como se conseguía que la gente se comportase. Estaba terminando de lavarme el pelo cuando escuché una voz a mi espalda.- [Bagheera]Wops, perdona, pensé que Dwarf se había vuelto a dejar el grifo abierto.[/Bagheera] – saludó una voz masculina que me sonaba. Un sudor frío me recorrió la espalda, que en ese momento estaba completamente desnuda, igual que el resto de mi ser.
– [Rebecca]¡Cierra los ojos ahora mismo![/Rebecca]- chillé paralizada con el agua cayéndome encima de la cabeza.
– [Bagheera]¡Voy voy![/Bagheera]- le escuché reírse y le miré girando la cabeza por encima de mi hombro. Teóricamente, tenía los ojos tapados con las manos, pero seguramente siguiese viendo.- [Bagheera]No te preocupes no me asusto fácilmente.[/Bagheera] – avanzó hasta una ducha que estaba a dos de la mía y abrió el grifo. Vale, él tampoco estaba vestido. Lo sabía porque había echado un vistazo rápido y me había encontrado con su trasero. Maldita sea, parecía una escena de un libro erótico. Cerré los ojos y pensé en Dom, pero no en Dom conmigo en aquellas duchas, sino en Dom vestido de flamenca, por ejemplo.
– [Rebecca]¡Déjalos cerrados hasta que te avise![/Rebecca]- le ordené aplicándome la loción hidratante que se podía usar con la piel mojada, pero lo hice a toda velocidad, tanto que me iban a salir rojeces.
– [Bagheera]Tranquila mujer, te acostumbrarás.[/Bagheera] – le quitó hierro al asunto.- [Bagheera]Llega un momento en el que todos los cuerpos desnudos te parecen el mismo[/Bagheera].- eso me sentó un poco mal, para qué vamos a negarlo.- [Bagheera]Si no fuera así, esto parecería una bacanal[/Bagheera].
– [Rebecca]Tampoco está muy lejos de serlo[/Rebecca].- apunté con los dientes apretados mientras me ponía la toalla alrededor del cuerpo y recogía mis productos de aseo, acciones para las que tuve que abrir los ojos, evitando mirar el cuerpo desnudo de…- [Rebecca]¿Y tú eres…?[/Rebecca]
– [Bagheera]Bagheera[/Bagheera].- me miró con un sonrisa. Al menos, ahora yo estaba vestida.
– [Rebecca]Pues encantado de conocerte, Bagheera[/Rebecca].- espeté con formalidad mirando al techo para no volver a darle un repaso a su cuerpo desnudo.- [Rebecca]Hasta la próxima[/Rebecca].- al darme cuenta de lo que había dicho, rectifiqué.- [Rebecca]Que nos veamos vestidos[/Rebecca].- añadí girándome para ir en dirección a los vestuarios en los que me vestiría escondida detrás de una taquilla como mínimo.
– [Bagheera]La Cazadora tiene buen gusto, chica lista[/Bagheera].- murmuró entre risas lo bastante alto para que lo oyese, pero no me giré. Simplemente, caminé con dignidad hasta los vestuarios, pero no llegué a entrar en ellos porque un grito desgarrador que atravesó las paredes me puso los pelos de punta.
– [Rebecca]¿Has oído eso?[/Rebecca]- me giré y me encontré a Bagheera ya con la toalla alrededor de la cintura, con cara de haberlo oído perfectamente.
– [Bagheera]Sí, ten cuidado. Voy a ver.[/Bagheera] – dejó caer la toalla y fijé la vista en el suelo. Cuando levanté la cabeza vi a un preciosa pantera negra que pasaba por mi lado con aires altivos.
– [Rebecca]Me visto y te acompaño, que no todos podemos ir desnudos por ahí[/Rebecca].- miré a la pantera de soslayo y fui hasta los vestuarios con rapidez, pero él ya había echado a correr con la velocidad de un rayo y me había dejado sola.
Salí de allí con una camiseta de ‘Ramones’ que le había robado a Dom y una falda de cuadros escoceses metida por dentro, además de los botines negros que ya eran parte de mi uniforme habitual. Los pasillos eran un hervidero de gente, de gritos y de conversaciones, por lo que tuve que abrirme paso a empujones hasta que llegué a la cocina. Allí, el caos era mayor si cabe. Los altos cargos de Z rodeaban a una mujer hispana de unos cincuenta y tantos años con un trasero considerable que trabaja en la cocina.
Por instinto, busqué a Dom con la mira aún sabiendo que no estaba allí. Tampoco veía a Sarah, así que caminé un poco más hasta que me encontré con un espectáculo dantesco: el hermano de Wing estaba colgado encima de la chimenea por su alas, con una punta de metal firmemente clavada en cada una de ellas y los ojos vacíos, sin vida. Rodeada de aquella multitud, ahogué un grito y me tapé la boca, asustada. Tenía ganas de vomitar y de echar a correr.
¿Dónde me había metido?
– [Abel]Eh…tranquila.[/Abel] – una voz grave me sacó de mis pensamientos y alguien colocó una mano en mi hombro. – [Abel]Eres Rebecca, amiga de Sarah ¿verdad?[/Abel] – asentí sin poder apartar la vista del cuerpo sin vida de Seraph, como si mirándole fuese a dejar de ser cierto.- [Abel]Deja que te lleve con Mia y con ella, esto no es agradable.[/Abel] – me instó y decidí no darle vueltas al hecho de que nos llamara por nuestro verdadero nombre.
– [Rebecca]¿Mia lo sabe?[/Rebecca]- pregunté girándome mientras notaba cómo mis mejillas se habían humedecido sin que pudiera hacer nada para evitarlo.
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