Edward Alexander Arkkan Echolls | Aerodeslizador, Moondale
NOCHE

Abrí los ojos sobresaltado por un movimiento brusco. Miré a mi alrededor desconcertado y mi mirada se topó con la de viejos conocidos refugiados, todos encadenados.
El ojo derecho me ardía y el calor parecía propagarse por el resto de mi cuerpo, como una fiebre que embotaba mis pensamientos y mis sentidos mientras empezaba a traerme recuerdos de lo que había pasado.
Volví a ver a Amy cayendo inerte en el suelo frente a mí, sin ser capaz de hacer nada, ni tan siquiera llorar, porque esos monstruos estaban allí y no podía permitir que nos quebrasen. Era lo mínimo que podía hacer por mi prima.
Mi nombre completo es Edward Alexander Arkkan Echolls. Era Edward por mi tío Ed, el padre de Ezra, que había muerto a manos de estos asesinos. Alexander por mi abuelo paterno, que había muerto joven. De los Arkkan solo quedábamos Noah y yo, el resto habían muerto todos por culpa de la Iniciativa: mi padre, mi hermana, mi tía, mi primo Leo… Y de los Echolls era el último, a mi pobre madre se la habían llevado de las primeras y sin ella los demás perdieron la esperanza.
Todavía les recordaba, a mis padres. Recordaba a mi madre abrazándome en la Escuela mientras pasaban los drones y los ‘sabuesos’. A mi padre diciéndome que todo iría bien mientras llevaba a Elle en brazos. Me acuerdo de como sonreía mi pequeña hermana, ajena a lo que pasaba en ese momento en el mundo. Era demasiado pequeña. Después creció, como todos, y se dio cuenta del monstruoso mundo en el que vivíamos.
Tampoco lloré cuando se llevaron a nuestra madre y a la tía Rebecca, ni cuando, poco después, nuestro padre salió a rescatarla con el tío Ed y nunca volvieron. Después fueron la tía Diana y el tío Christopher. No podía llorar aunque quisiera, tenía que cuidar de mi hermana, de mis primos.
Con el tiempo también les perdí a ellos. Elle, Leo, el tío Dom, Amy… Ya solo me quedaban Kaylee, Ezra y Noah y ni siquiera sabía si les habrían encontrado y habrían acabado también con ellos. Tenía que confiar en que no, porque sería el único motivo que me haría mantenerme en pie a partir de ese momento.
El ojo me envió un latigazo de dolor y empecé a ver borroso. Traté de controlarlo, pero era superior a mis fuerzas. Mi visión se oscurecía y caía en un sueño forzado, inconsciente.
Soñé que corría por una pradera cerca del lago Gealach. Era pequeño, no más de siete u ocho años. Amy corría a mi lado, intentando ser más rápida. Ezra nos seguía de cerca, corriendo sin resuello para demostrarnos que pese a ser un poco más joven, podía estar a nuestra altura. Elle lo intentaba, detrás nuestro, pero era más pequeña y no podía alcanzarnos. A su lado corría Noah, el más pequeño, que todavía no era tan rápido. Leo estaba sentado bajo un árbol, tocando su pequeña guitarra mientras nos observaba. Kaylee jugaba con sus barbies haciendo ver que no éramos interesantes, aunque se reía cuando su hermana llevaba la delantera. Amy llegaba a la meta y nos sonreía. Entonces el sueño se desvaneció y sus vivos colores me devolvieron a la gris realidad.
– [Xander]A-amy.[/Xander] – dije aún confuso. Un sudor frío recorría todo mi cuerpo y me sentía débil, febril.
– [Owen]Amy no puede ponerse en este momento.-[/Owen] respondió una voz. Todavía tenía la visión borrosa pero distinguí una silueta de pie frente a mí, era Victor, el del fuego, burlándose de mí.
– [Xander]T-tú…monstruo…[/Xander] – respondí intentando hacer acopio de mis fuerzas para enfocar la vista. La marca del ojo me palpitaba, a la carne quemada todavía le llevaría tiempo cicatrizar y cuando lo hiciese, no se iría nunca. Sería un vivo recuerdo de lo que había pasado, nunca olvidaría a Amy ni lo que le hicieron, a ninguno. Si alguna vez dudaba de la maldad de esos monstruos, la cicatriz me haría recordarlo, igual que la que mi tío Christopher había llevado siempre, una cicatriz que le recordaba una parte de sí mismo que había perdido, su inocencia.
– [Owen]Debe de doler bastante.-[/Owen] respondió con sorna. No estaba seguro de si se refería a la marca o a lo que habían hecho con Amy, quizá a ambos. Entre sus maldades no debía ser capaz de recordar todo lo que me había arrebatado, él, su hermana y los suyos, empezando por su propio padre, un buen amigo de los míos, familia. Diría que casi sentí pena por ellos, pero no podía.
– [Xander]Algún día…lo sabrás…no sois más que….lobos con correa.[/Xander] – le repliqué entre dientes, porque no dejaba de sentir el calor del hierro al fuego contra mi ojo, y me costaba mantenerme despierto. Quería que supiera que no eran mejores que nosotros, que no eran diferentes, y que tarde o temprano, a ellos también los sacrificarían.
– [Owen]Aquí no van a sacrificar a nadie, ni siquiera a ti.-[/Owen] aclaró consiguiendo la crueldad que yo no había podido mostrar. Había cosas peores que la muerte, y los campos de metas eran una de ellas. A muchos les esperaban días y días de las más inimaginables torturas, experimentos sobre ellos para conseguir averiguar como funcionaban sus poderes. Si el mío me hacía inmune, significaba que me esperaban aún más experimentos.
– [Xander]No conseguiréis nada…y yo me llevaré a la tumba haber visto la cara de tu hermana cuando vio que…no funcionaba.[/Xander] – respondí intentando mantenerme entero. No sabía cómo conseguiría salir de ésa, probablemente ni siquiera pudiese conseguirlo, pero sí era cierto que al menos ella sabría que no podía tenerlo todo. Nunca podría tener mi poder.
– [Xander]Sería una pena que muriese antes de que consigueseis nada.[/Xander] – repliqué. No sabía si era el dolor o los sudores que habían ido a más, pero volvía a tener la vista mal, empezaba a ver puntos cada vez más unidos entre sí, como una maraña de telarañas. Sabía que estaba volviendo a perder el conocimiento.
– [Owen]No te creas.-[/Owen] aseguró en una amenaza velada. No quería que me confiase, que pensase que seguiría vivo porque era valioso para la investigación.
Sentía la cabeza pesada y apenas conseguía enfocarle con la mirada. – [Xander]O…wen….os iban a llamar…Owen y…Jane Jessica.[/Xander] – conseguí decir a duras penas. El tío Dom había vivido sufriendo durante años, le habían quitado a su mujer y habían convertido a sus hijos en máquinas de matar que ni siquiera le reconocían. Por mucho rencor que tuviese en mi interior, él merecía que intentase llegar hasta ellos.
– [Owen]¿Y quién nos iba a llamar así? ¿El borrachuzo de las cloacas? -[/Owen] espetó con sorna. Tío Dom, tía Rebecca…
– [Xander]Y vuestra….madre…pero él la mató…el General…[/Xander] – aseguré sin saber cómo estaba siendo capaz de mover los labios. Sentía como si una tormenta se cerniese sobre mi cerebro, apagando mis sentidos. – [Xander]Quizá hubiera sido amigo de…un Owen.[/Xander] – respondí. Si la vida hubiese sido de otra forma los gemelos habrían crecido con nosotros, habríamos podido ser…amigos…como nuestros padres.
– [Owen]Quizás en tus sueños.-[/Owen] dijo cuando ya había perdido de nuevo el conocimiento.
Soñé que corría por una pradera cerca del lago Gealach. Era pequeño, no más de siete u ocho años. Amy corría a mi lado, intentando ser más rápida. Owen corría a mi altura, sonriendo ampliamente. Elle lo intentaba, detrás nuestro, pero era más pequeña y no podía alcanzarnos. A su lado corría Noah, el más pequeño, que todavía no era tan rápido. Leo estaba sentado bajo un árbol, tocando su pequeña guitarra mientras nos observaba. Kaylee jugaba con sus barbies haciendo ver que no éramos interesantes, aunque se reía cuando su hermana llevaba la delantera. Jane Jessica estaba a la sombra de un árbol, tratando de simular que leía pero vigilándonos, nos había dicho que nos íbamos a hacer daño. Su hermano le sacó la lengua al pasar a su lado y ella le miró frunciendo el ceño antes de incorporarse a la carrera y adelantarle. Amy llegaba a la meta y nos sonreía. Jane regañaba a su hermano pero también reía.
Entonces todo volvió a desvanecerse. Escuché un ruido extraño y unas voces de alarma y abrí los ojos. Frente a mí, en mitad de la zona de carga del aerodeslizador acababa de aparecer un grupo de ‘metas‘ que empezó a luchar contra los guardias.
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