Christopher MacLeod | Su casa
MAÑANA
Abrí los ojos más temprano de lo habitual, especialmente para tratarse de fin de semana. No terminaba de acostumbrarme al cambio de hora. Ni siquiera entendía por qué arrastrábamos a esas alturas una costumbre que en su día tenía sentido y ahora implicaba incluso más gasto. Pero hay ciertas cosas a las que sencillamente te tienes que acostumbrar.
-[Diana] Buenos días, viejo verde[/Diana].- sonrió Diana a mi lado, aún con los ojos entrecerrados. Normalmente acostumbraba a bajar al piso inferior a leer mientras ella dormía un poco más, para no molestarla removiéndome en la cama. Desde que estaba embarazada las cosas habían cambiado, sentía cada vez que me movía y ella también se despertaba, como si estuviese continuamente en un sueño ligero. A veces bromeaba diciéndole que cuando naciera la pequeña dormiría durante una semana.
No debía ser nada fácil dormir teniendo miedo a presionar la barriga. De hecho, intentando ponerme en su lugar me había dado cuenta de que yo no habría sido un buen embarazado, me habría pasado el día preocupado por todo.
– [MacLeod]Buenos días, bicho.[/MacLeod] – la saludé girándome hacia ella y apartando un mechón de pelo de su cara. No sabía si era el embarazo o simplemente que Diana era así, pero estaba radiante. – [MacLeod]¿Preparo el desayuno o vamos a casa de tu madre?[/MacLeod] – le pregunté mientras me incorporaba más rápido de lo habitual y empezaba a notar esa conocida sensación en la cabeza.
– [Diana]Opción c: las dos respuestas anteriores son correctas[/Diana].- respondió con una sonrisa que apenas alcancé a ver porque estaba tapada con las mantas hasta casi la nariz. Me estiré sintiendo un dolor que me cubría toda la espalda. El rescate de los nuestros había sido duro en todos los sentidos. Empecé a recordar algunos retazos de pesadillas que había tenido esa misma noche. Yo tampoco había dormido demasiado bien. Quizá parte del cansancio de Diana se debía a eso mismo, las preocupaciones que no nos habían faltado durante todo el embarazo.
– [MacLeod]Mi pequeña hobbit.[/MacLeod] – respondí cariñosamente mientras me acercaba a ella y le pasaba una mano por su abultado vientre. Desde hacía unos cuantos meses había ocasiones en las que no podía evitar sentirme mal por no poder dedicarle todo el tiempo que merecía a Diana, especialmente ahora que íbamos a tener a nuestra pequeña «meona». Me enfrascaba en las preocupaciones para intentar que todo estuviese perfecto para ella y sin darme cuenta, la barriga crecía y crecía y yo sentía que había pasado menos tiempo con ella del que merecía.
– [Diana]Me voy a la ducha mientras tanto[/Diana].- replicó levantándose. Reprimí un impulso de ayudarla a levantarse, Diana no habría querido sentirse enferma. Aun así no comprendía cómo alguien podía ser tan ágil cargando encima el peso de otro ser vivo. Cuanto más me paraba a pensarlo, acostumbrado a los horrores a los que nos enfrentábamos, más me sorprendía el milagro de traer una vida a este mundo. Las mujeres eran impresionantes.
Diana fue derecha al armario a elegir ropa. Me quedé embelesado mirando su trasero y perdí la noción del tiempo, hasta que ella me miró con una de esas sonrisas pícaras que me hacían querer lanzarme sobre ella.
Con una sonrisa bajé las escaleras. En cuanto perdí a Diana de vista volvieron a mí las preocupaciones. Habían pasado tres días desde el rescate y el grupo todavía estaba fragmentado. Ya iba siendo el momento de ponerse manos a la obra con todos los asuntos pendientes. El problema es que eran demasiados.
Mientras preparaba mecánicamente el desayuno fui hilando en mi mente todo lo que era necesario resolver, tratando de agruparlo en distintos frentes. Dos de los que más temas tenían abiertos eran sin duda Sarah y Ed porque eran los que no habían estado durante mucho tiempo.
Sarah aún no se había encontrado apropiadamente con Lucy y quizá eso sanase un poco la culpabilidad y el desasosiego que había sentido desde la muerte de Kaylee. A Lucy tampoco le vendría nada mal. Otro de sus temas pendientes era claramente su poder, necesitábamos volver a los entrenamientos y empezar a centrarlos en el control de esa habilidad, pero para eso ya habíamos quedado esa misma mañana un par de horas más tarde. Después estaba el tema de Daniel, que había estado solo en su cabaña desde que se había recuperado. Tenían mucho de lo que hablar y podían solucionarlo perfectamente. Con el resto no había ningún problema.
Ed era el siguiente con más frentes aunque ya se había adelantado y había empezado a solucionar su relación con Lucy desde la misma mañana siguiente a la huida de la Iniciativa. Pero todavía le quedaba hablar con Diana acerca de su marcha. Ella era la que peor lo había pasado junto con Sarah y con ella ya lo había solucionado cuando entró a Palacio. Además, las dos hermanas gestionaban las emociones de una forma diferente, cada una con ventajas y desventajas.
Para esto último también tenía planes en marcha, de hecho, de camino. Quizá pueda resultar extraño que el bueno de Ed no intentase solucionarlo en esos tres días que habían pasado, especialmente tratándose de Diana, pero la respuesta era muy sencilla, sí lo había intentado. La noche anterior Ed había contactado conmigo porque Diana no respondía a sus mensajes ni a sus llamadas y finalmente había tomado una decisión que esperaba que no hiciese a Diana enfadarse demasiado conmigo, al menos al final.
Coloqué la mesa para dos lamentando no ser yo una de las dos personas que iban a desayunar esa mañana, pero había ocasiones en las que había que hacer sacrificios.
Seguí haciendo un repaso mientras volvía a vigilar las tostadas. Daniel era otro de los que tenían varios problemas. Con Sarah era evidente, pero eso dependía más de Sarah, a esas alturas no sería capaz de salir de su espiral de pensamiento negativo, asegurándose que él no era bueno para ella, salvo que Sarah le convenciese de lo contrario. Después estaba Cara, con la que ya me había encargado de que solucionase las cosas antes de entrar a la Iniciativa. También estaba Dom, que aunque no hablase demasiado de lo que opinaba, tenía una conversación pendiente. Y por último estaba yo. Había tratado de ir remitiendo mi enfado paulatinamente y finalmente se había desvanecido cuando resultó herido, pero tenía algunas cosas que no podía quedarme sin decirle.
Y luego estaban otros pequeños detalles. Daakka y Cara estaba bastante seguro de que lo solucionarían por sí mismos y recuperarían el tiempo perdido. Rebecca y Dom parecía que volvían a estar como siempre. Wing y Lucy parecían estar adaptándose bien a todo y encontrando su lugar. Los Satellites todavía eran un asunto pendiente, pero cuando todos estuviéramos juntos otra vez, sería mucho más sencillo entrenarlos. En cuanto a las finanzas de la Nave, ahí no podía meterme, tenía que confiar en que ellos conseguirían solucionarlo, y estaba seguro de que lo harían.
Luego estaban otros asuntos. Con Logan en juego me preocupaba el ánimo de Mara, pero parecía que ella estaba más interesada en pasar el tiempo con Vincent y el aesir tenía asuntos de paternidad pendientes que eran lo que le había traído de vuelta, según había explicado Dom.
Mi móvil vibró y comprobé la aplicación de mensajería, era Ed diciendo que venía de camino. No pude evitar sentir un nudo en el estómago. Saqué las tostadas y subí al piso de arriba.
– [MacLeod]¿Con qué vas a tomar las tostadas? ¿O prefieres otra cosa?[/MacLeod] – pregunté ya al lado de la puerta. Cuando la abrí vi a Diana con un albornoz de baño mirando el móvil con el ceño fruncido. -[MacLeod]¿Diana?[/MacLeod] – pregunté. No recibí respuesta ni la necesité, sabía lo que era. – [MacLeod]Ya es hora de que le respondas.[/MacLeod] – le recomendé. Seguramente Ed habría intentado que le respondiera una vez más antes de presentarse aquí. – [MacLeod]Sí, me lo ha contado.[/MacLeod] – le confesé. – [MacLeod]Está desesperado.[/MacLeod] – añadí. Los Moondies, como el propio Ed nos había bautizado no sabía ya cuando, éramos toda una familia. Pero si desgranábamos esa familia, en el núcleo estaban Sarah, Diana y Ed. Si rompías ese núcleo, todo se venía abajo.
– [Diana]A LA PRÓXIMA PELIRROJA LA VAS A HACER CON TU MANO DERECHA, BASTARDO[/Diana].- la escuché gritar cuando ya iba por la planta de abajo. Si el futuro se cumplía, cosa que esperaba con ganas, estaba claro que no sería así. Kaylee había heredado la belleza de su madre. Si se hubiera parecido a mí….pobre niña.
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