[b][ Ben McBeth | Calles de Moondale | [color=green]{ con Sarah Echolls }[/color] ][/b][/align]
La gente normal llega a una ciudad nueva, amuebla su casa comprando en Ikea y sale, cámara en mano, a conocer la ciudad para poder enviar a sus familiares la imagen de su nuevo y feliz hogar. La gente como yo llega a una ciudad, se topa con una bruja preciosa, toma un escocés en un bar de demonios con un vampiro con ínfulas de William el Sanguinario y es abordada el mismo día por un Aesir y una bruja pelirroja con un objetivo común: convertirme en el aliado de una causa absurda y muy fuera de sus posibilidades. Otra cosa tal vez no, pero podía asegurar que mi llegada a Moondale había resultado de lo más interesante.
El caso es que… no estaba acostumbrado. No estaba acostumbado a que me pidieran ayuda, a no ser que se tratase de algún asunto turbio y hubiera una cierta cantidad de dinero de por medio. Y tampoco a que tratasen de darme lecciones morales sobre cómo no estamos solos en el mundo. Puestos a enumerar cosas a las que no estaba acostumbrado, ni siquiera lo estaba a que desconocidos me hicieran ofertas mientras caminaba por la calle o me tomaba un café (muy oscuro, nada de azúcar; horrible para las venas pero perfecto para mi cerebro). Quizás de ahí viniera la curiosidad.
Por suerte o desgracia, conocía la figura de la Cazadora desde hacía mucho tiempo. Conocía de su legado, las líneas generales de su historia y su deber para con el mundo, pero hasta entonces, jamás había estado tentado de acercarme a una de ellas. Si un demonio tiene dos dedos de frente y quiere sobrevivir, no se acerca a una de ellas, dos batidos en mano, y la interrumpe durante sus ejercicios. La cuestión era que aquella cazadora estaba en el eje de un grupo de suicidas que querían enfrentarse a uno de los vampiros más terribles de todos los tiempos. Y yo tenía mis propias razones para sopesar la idea de unirme a ellos, aunque no fueran ni mucho menos tantas como las que tenía para coger mi moto y marcharme lo más lejos posible, lo más rápido que pudiera.
Allí estaba, sin embargo, saliendo al paso de una chica rubia y bajita que corría por las calles de Moondale sin, aparentemente, preocupaciones. Suerte que yo ya sabía que las apariencias engañan. La chica se apartó de mi camino, pero fui lo suficientemente rápido para volver a interceptarla, por lo que tuvo que detenerse al llegar a mí. Algo divertida, puso las manos en las caderas y me miró con extrañeza. Yo también me hubiera mirado con extrañeza.
-[b]Confesaré que tenía en mente una versión californiana de Nikita. Pero tú eres mucho más adorable[/b] –dije, rompiendo el hielo.
-[b][i] Es que hoy tengo un buen día, tendrías que verme cuando me cabrean: puedo ser letal[/b][/i] –replicó, gestualizando como si intentase ser alguna clase de forzudo. Sonreí, no creí que una cazavampiros tuviera tanto sentido del humor.
-[b]Oh, no lo dudo [/b]-pronuncié algo más mi sonrisa, manteniéndola natural, y extendí uno de los batidos en su dirección-. [b]¿Un batido?[/b]
-[b][i]Gracias[/b][/i] –sonrió, aún extrañada-. [b][i]No te lo tomes a mal, pero no nos conocemos de nada y ya me has llamado Nikita y me has invitado a un batido, ¿puedo saber quién eres? [/b][/i]
Me encogí de hombros con tranquilidad: -[b] No me lo tomo a mal. Y he dicho que eres más adorable que Nikita, de hecho[/b] –señalé-. [b]Me llamo Ben y, tranquila, no he envenenado el batido.[/b]
[i]Aunque tal vez debería haberlo hecho, por piedad.[/i]
-[b][i]Yo soy Sarah, encantada[/b][/i] –dijo, alargando la mano para saludarme formalmente, y dando después un sorbo al batido-. [b][i]Si has envenenado el batido enviaré a alguien para que vengue mi muerte. [/b][/i]
-[b]Encantado estoy yo[/b] –sonreí, estrechando su mano.
-[b][i]Y dime, ¿por qué querría un demonio ser amable con la cazadora? [/b][/i]-preguntó entonces, echando a andar a sabiendas de que me colocaría a su altura-. [b][i]No es algo que me pase todos los días.[/b][/i]
[i]Si supieras la de cosas que no me pasan todos los días y que se me han juntado esta mañana, te sorprenderías[/i], pensé. En lugar de decir eso, asentí antes de contestar: había sido rápida.
-[b]Chica perspicaz. ¿Y por qué habría de ser de otra manera? No todos los demonios quieren matarte, algunos se conforman con mantenerse lo más lejos posible de ti.[/b]
Y yo estaba haciendo justo lo contrario. Ya sabía por dónde iba a ir la siguiente pregunta.
-[b][i]Pero tú te estás acercando, ¿por qué?[/b][/i]
Arqueé una ceja y la miré mientras contestaba. Era pequeña, rubia, aparentemente inofensiva. Sin embargo, la mayoría de los vampiros de Moondale no tendrían una oportunidad contra ella. No sabía si yo la tendría. Ya sabía de al menos un demonio Vathurst que había sido asesinado por una cazadora. Aún así, me costaba imaginarla derrotando a Mason, ni siquiera junto a ese aesir que se había buscado por escudero.
-[b]Los demonios también podemos ser curiosos, ¿no?[/b] –dije, imitando su gesto y arqueando también una de mis cejas. Buscando, en realidad, hacer tiempo. Quería conocer a la Cazadora, saber ante qué tipo de persona me encontraba. Tenía razones para ayudarles, razones personales y probablemente, aunque en aquel momento no lo supiese, algo egoístas. Pero no tenía razones para morir.
-[b][i]Touché[/b][/i] –admitió, sonriente-.[b][i]¿Pero por qué tenías tanto interés en encontrarme? [/b][/i]
-[b]Digamos que… hay mucho ruido alrededor de ti. Sobre todo para ser una cazadora tan… nueva en el negocio. [/b]
Había tanto ruido que ni siquiera me había resultado tan difícil dar con ella. Me pregunté si era consciente de lo conocida que era, de cómo se susurraba su nombre en los bajos fondos de Moondale, con esa mezcla de respeto, miedo, odio y escepticismo que provoca el tener una cazadora novata sobre tu cabeza, de la que no sabes qué esperar, pero de la que sí sabes qúe hicieron sus antecesoras. Qué lograron y a cuántos mataron. Yo ni siquiera había necesitado mucho. Un par de sobornos, una paliza, una estaca, alguna promesa de confidencialidad y, [i]voilà[/i], un chivatazo que me permitiría encontrar a la cazavampiros.
-[b][i]Como puedes ver, no soy para tanto. Mucho ruido y pocas nueces que dirían[/b][/i] –dijo, encogiéndose de hombros. No pude evitar la máscara de seriedad que cubrió mi cara en aquel momento, mientras le respondía con gravedad:
-[b]Jamás se me ocurriría juzgar a una cazadora por las apariencias[/b] –dije, tajante, y lo que vino a continuación era una de las mayores verdades que jamás habían salido de mis labios-. [b]Tú eres nueva, pero yo llevo demasiado tiempo en el negocio como para caer en errores de principiante.[/b]
-[b][i]Hace un par de meses te habría mirado por encima del hombro porque eres un demonio[/b][/i] –suspiró-.[b][i] Ahora estoy tan acostumbrada a lo sobrenatural que ni siquiera me parece raro que uno de ellos me invite a un batido.[/i][/b]
-[b]Todos aprendemos de nuestros errores.[/b]
-[b][i]Claro[/b][/i] –y volvió a sonreír. ¿Era posible sonreír tanto y de forma tan sincera?-. [b][i]Se puede decir que yo aprendí a base de tortas, bueno en realidad después de una soberana paliza[/b][/i] –dijo, intentando bromear.
-[b]No está nada mal, yo necesité unas cuantas más para aprender[/b] -[i]y algo más que unas palizas[/i], pensé, acordándome amargamente de Adria.
Y recordando todo lo demás inmediatamente. Recordando mi casa, Islandia, las cartas de Adria que llegaron, las que dejaron de llegar, los entrenamientos, Leoh y el día que dejé aquel paraje helado en medio de ninguna parte, mar a todos los costados. Y todo lo que había aprendido después. Y todo lo que, probablemente, en aquellos momentos aún no sabía que había aprendido.
-[b][i]Pareces tan serio y tan…oscuro que me extraña que alguien se atreviese a pegarte[/b][/i] –se rió, y esa vez, en vez de sorprenderme con la alegría que parecía desprender continuamente, tan diferente de lo que yo había esperado de alguien con su legado, me reí con ella.
-[b]No siempre fui tan… ¿cómo has dicho? Ah, sí, serio y oscuro[/b] –dije, tomándole el pelo.
– [b][i]Te imagino siendo un bebé con esa chupa de cuero (que usabas de mantita), el ceño fruncido y sin chupete porque hasta a ellos le imponías[/i][/b] –y me miró detenidamente-. [b][i]Así que seguro que fuiste siempre así por mucho que lo niegues.[/i][/b]
Chasqueé la lengua y levanté ambas manos en señal de rendición, esbozando una sonrisa conciliadora: -[b]Vaya, me has pillado.[/b]
No, no había sido así, pero ella no tenía por qué saberlo. Quizás hubiera sido más fácil así. Desde luego, Leoh nunca hubiera tenido que esforzarse tanto. No pude evitar observarla otra vez mientras era ella, esta vez, quien replicaba a mis palabras.
Sarah me sorprendía. No era quien se suponía que tenía que ser. No era oscura y aterradora, no estaba concentrada en su trabajo o abrumada por él, no era un ser aparte del mundo. Era una rubia alegre que bromeaba y hacía el payaso y parecía caminar por el mundo ligera de equipaje. Me había preparado para muchas situaciones que podía haberme encontrado al [i]tropezar[/i] con la Elegida, pero aquella en la que me encontraba desde luego no había sido una de ellas.
-[b][i]Para que veas que las rubias no somos tontas[/b][/i] –hizo con sus dedos la señal de la victoria, se tomó unos segundos y luego cambió de tema-. [b][i] Después de este rato de charla con la cazadora, ¿has encontrado lo que buscabas?[/b][/i]
-[b]No lo olvidas, eso es bueno [/b]-dije, poniéndome serio de nuevo, antes de contestar con sinceridad-:[b] Pero la verdad es que no estoy seguro de qué busco. Ni de si lo he encontrado. Aunque admitiré que eres más agradable que la mayoría de las cazadoras que he conocido, todavía no has intentado matarme. [/b]
-[b][i]Dame una buena razón y eres demonio muerto[/b][/i] –dijo intentando parecer amenazadora. El caso es que si alguien sonríe tanto y al segundo intercambio de palabras hace la pose del forzudo, es tirando a difícil que luego te parezca amenazador-. [b][i]Te iba a preguntar qué buscabas o qué te había hecho venir a buscarme, pero si no lo sabes…[/b][/i] –terminó, negando con la cabeza.
Una buena razón y era demonio muerto, eso ya lo sabía yo. Ella era quien era, pero yo no era un idiota.
Pensé un segundo en sus palabras, recordando lo que había venido a buscar en ella. Por loco que sonase, probablemente pensaba que aquel encuentro me hubiera dado la respuesta para aceptar, o no, la oferta del Aesir y de la pelirroja. Si me encontraba a una versión de Xena, hubiera hallanado el camino para que aceptara. En su lugar, allí estaba Sarah Echolls, en toda su dignidad y… falta de capacidad amenazadora. No parecía una garantía de supervivencia, incluso si en el fondo sabía que probablemente era mucho mejor de lo que parecía. Tenía que serlo, para que hubiera tanto ruido a su alrededor.
Me tomé unos segundos y entonces decidí. Sería directo.
-[b]Alguien me hizo un ofrecimiento. Conocerte a ti es mi forma de reflexionar si debería aceptar o marcharme de Moondale[/b] –expuse con simpleza.
-[b][i]¿A mí? [/b][/i]-preguntó, señalándose a sí misma como si no diera crédito-. [b][i]Podían haberte recomendado a mi hermana Diana que es mucho más abierta que yo o a McLeod que sabe de todo, pero yo…[/b][/i]-bufó-,[b][i] tengo la misma capacidad para relacionarme que un caracol. [/b][/i]
-[b]No es que yo sea un experto en relaciones sociales, y ni… Diana ni McLeod son la cazadora[/b] –repuse con seriedad y conteniéndome de decirle que ya había conocido a su hermana. Que era una de las razones de que estuviera allí.
-[b][i]Me lo tomaré como un cumplido [/b][/i]-recuperó su sonrisa-. [b][i]¿Cómo quieres que te convenza de que te quedes aquí? Podemos hacer una ruta turística por la ciudad en la que te enseñe a los maravillosos demonios (no te ofendas) y vampiros que darían la mitad de lo que les pidieras por mi cabeza o ir al Silver a morir de un coma etílico. Porque por aquí no hay mucho más que ver [/b][/i]-finalizó, señalando a su alrededor.
-[b]El coma etílico no suena mal, pero ¿no es un poco pronto para el alcohol? [/b]-bromeé, aunque sin llegar a sonreír esta vez-. [b]En realidad, me han ofrecido que me una a vosotros en una suerte de alianza[/b] –hice un gesto… no estaba seguro de que fuese la palabra que andaba buscando- [b] contra… -[/b]la miré con gravedad, buscando su reacción. No estaba seguro de que el Aesir no la hubiera protegido más de la cuenta-[b] Mason.[/b]
Abrió la boca, tal vez algo asustada, mirándome directamente a los ojos:
-[b][i]¿Quién te lo ha ofrecido? Y lo que es más importante, ¿quién es el inconsciente que quiere enfrentarse a Mason… ahora?[/b][/i]
-[b]No he dicho ahora. Pero en algún momento habrá que enfrentarse a él o huir. Daniel Arkkan prefiere la primera opción, y me ha ofrecido hacer la misma elección[/b] –aclaré, inundando mi voz de toda la neutralidad que pude encontrar.
Sarah pareció turbada por mis palabras. Durante unos segundos no supo qué decir. Lo entendía. Había elegido mis palabras buscando ese efecto, o el contrario, o en realidad buscando saber qué efecto causarían en ella. ¿Qué sabía ella realmente sobre Mason? ¿Cuánto le habían contado su caballero andante y su vigilante? Evidentemente, Arkkan no le había contado que iba por ahí ofreciendo a demonios desconocidos cuyo poder tampoco conocía, una alianza que tal vez significase una muerte segura.
Buscó unos segundos donde sentarse, y encontró el lugar en un banco que estaba a unos metros de nosotros. Agachó la cabeza, apoyando los codos en sus rodillas y colocándola entre sus manos, la mirada fija en el suelo.
-[b][i]A cada frase que decimos esto suena un poco más surrealista… Un demonio que no conozco de nada me invita a un batido y luego me dice que está aquí porque mi novio o lo que sea le ha sugerido que se una a nosotros en la lucha contra el vampiro más poderoso de todos los tiempos… increíble[/b][/i]. –Soltó una carcajada sarcástica-. [b][i] Añádale alguien que manda mensajes anónimos para criticarnos a todos y parecerá el argumento de una serie de la CW.[/b][/i]
-[b]Eres la cazadora, estás hablando con un demonio y tu caballero andante es un aesir. No pensé que te sorprendieras a estas alturas. [/b]
Di unas zancadas para acercarme al banco en el que ella estaba y me senté a su lado. La miré fijamente unos segundos y luego fijé la vista un poco más allá, en unos árboles que estaban a lo lejos. En realidad no miraba nada, sólo pensaba.
-[b]Sarah, yo no… [/b]-susurré, maldiciéndome acto seguido por haberme dejado llevar. No tenía que haber pronunciado esas palabras.
-[b][i]¿Yo no…?[/b][/i] –me miró fijamente-.[b][i] Si no me lo dices creo que me moriré de curiosidad[/b][/i] –admitió justo después, a lo que respondí riéndome sin alegría real.
[i]Yo no muchas cosas, Echolls[/i], pensé. Lo que había querido decir era, probablemente, que no estaba siendo yo mismo en aquel momento. [i]Yo mismo[/i] ya no estaría en Moondale. Claro que hacía tiempo que no sabía quién era yo mismo. ¿Quién eres, al fin y al cabo, cuando la decisión que marcó tu vida se basó en una mentira? Nunca hubiera seguido a Leoh si hubiera sabido que Adria estaba en algún lugar, muy lejos de la Escocia en la que nos habíamos criado, recluida en un infierno del que no podía salir. ¿Quién era, entonces? No era alguien en busca de venganza, eso ya lo tenía. Ni alguien que buscara algo perdido, porque ya lo había recuperado y estaba en algún lugar, lejos de allí, pero que ya no era un infierno. Quizás por eso, porque ya no había vengaza que conseguir ni persona que encontrar, que no sabía quién me tocaba ser ahora.
En realidad, [i]quién era[/i] se había convertido en una pregunta que había dejado de importarme hacía tiempo, pero decididamente no creía ser un demonio absurdo sin materia gris y con ganas de que Mason le rompiera el pescuezo.
-[b]Yo no soy como tu aesir[/b] –dije, con rotunda sinceridad-. [b]No me lanzo de cabeza a tareas titánicas. Generalmente hago mis maletas y me marcho tan pronto como puedo. Me enseñaron que tu prioridad tiene que ser sobrevivir, los demás pueden seguir tu ejemplo o morir.[/b]
-[b][i]Quédate con nosotros. En esta guerra valdrá la pena luchar aunque no sepas de qué bando eres[/b][/i].
Oh, yo sabía de qué bando era. Podía no tener muy claro quién era ya, no después de todo lo que había pasado en los últimos años, de descubrir la mentira de Leoh, de matarle, de remover cielo y tierra para encontrarla y de separarme de nuevo de mi hermana. Pero era fácil descubrir a qué bando pertenecía. Al bando de Benjamin McBeth, en el que se sacrificaba todo para que el susodicho pudiese disfrutar de una vida tranquila entre vasos de escocés, alguna preciosidad, el contacto necesario con el mundo sobrenatural, la posibilidad de desfogarse en peleas ocasionales, su dvd de [i]Regreso al futuro[/i], sus cómics de Iron Man y sus discos de Queen.
Sarah hizo una pausa y me dio un golpe suave en el hombro antes de continuar, sacándome de mi momento de ensimismamiento: -[b][i]Pero te advierto que intentaré llevarte al lado de la luz, porque creo que dentro de toda esa fachada hay alguien que vale la pena de verdad.[/b][/i]
Suspiré. Lo curioso de Sarah Echolls era que al decir esas palabras, conseguía que me creyese que iba a intentarlo. En el fondo, sabía que iba a intentarlo. Había llegado allí buscanso saber qué clase de persona era ella. Bueno, ya lo sabía.
Me levanté, dispuesto a marcharme, pero me giré para hablar con ella una última vez: -[b]No voy a hacer promesas que no pueda cumplir, Obi-Wan[/b] –[i]aunque tal vez ya haya hecho una[/i]-. [b]Pero pensaré en la oferta de tu Aesir.[/b]
-[b][i] Pues que la fuerza te acompañe [/b][/i]-se levantó y dijo adiós con la mano-. [b][i] Piénsatelo y decidas lo que decidas, no te conviertas en Darth Vader después de matarme.[/b][/i]
Me alejé sin mirar atrás ni fijarme adónde iba. Ni adónde iba ella ni adónde iba yo. La conversación me había dejado turbado, algo que no había previsto que pudiese suceder cuando había abandonado la cafetería, decidido a encontrar a aquella chica de la que tanto me habían hablado desde que llegara a la ciudad. Por alguna razón, en algún punto de la conversación había dejado de sonreír para mantener una fachada, para empezar a hacerlo de verdad. Y en algún otro punto, había dejado de fingir ser sincero, para serlo honestamente. Sarah Echolls, la cazadora que no me daba miedo, había conseguido eso. Había conseguido, de hecho, que dijese más de lo que hubiera tenido que decir y de lo que me permitía a mí mismo. Me maldije.
Lo que no había conseguido, sin embargo, era que me decidiese. Molesto, seguí caminando sin dirección, encendiendo un cigarrillo que me coloqué entre mis labios y dando una larga calada que me llenó los pulmones de gris humo, intentando apartar de mi mente aquella conversación.
[i]Daniel Arkkan, ¿por qué demonios has tenido que pararme [/i]a mí[i] precisamente?[/i]
[spoiler]Weee, me encanta mi banner (ya sabemos que no soy humilde y que me conformo con cosas sencillas, dejad de miradme así), y como soy más cabezota que Jan y Zoë juntas, dije que tenía que subir el post hoy, y aquí está.
Anyway, Sarah movida por Stefy, y yo espero haber conseguido transmitir lo que quería y cómo quería.. Mucho sudor para construirlas, pero creo que hablo por las dos cuando digo que lo disfrutamos mucho, así que espero que os hayan gustado estas casi siete páginas de post.[/spoiler]
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