[b][Maximilien|| Su casa][/b][/align]
El vaso de cristal estaba literalmente vacío, y mis dedos parecían aburrirse, dado que no lo soltaban en absoluto. Con la mano libre, me apreté los ojos, intentando liberar una frustración que venía carcomiéndome desde horas atrás. Maldita Alice, si no hubiese aparecido anoche, no estaría con una calentura continua esta mañana. Me levanté del sofá hacia la barra, agarré la botella de cristal y rellené mi vaso con escocés puro de anda a saber de que año. Observé mi inexistente rostro en el líquido ámbar, agradeciendo no poder verme; no estaba de humor para saber si me veía fatal. Que de seguro estaba viéndome fatal. Me bebí el escocés de un solo trago, disfrutando ese ardor bajar por mi garganta.
Seguía teniendo sed, pero no de bebidas añejas del Reino Unido. Era esa sed que llamaba al cazador que vivía debajo de mi piel cada día desde hace doscientos años. Y mi comida me esperaba en una habitación, bastante cuidada. Dejé el vaso en la barra, crují los huesos de mi espalda y cuello, preparándome para un desayuno de unos veinte años, rubia y ojos verdes. Delicioso.
La chica en cuestión estaba acurrucada y temblando en la esquina de la habitación, sollozando compulsivamente y abrazando sus piernas. Se acurrucó más al percibir mi entrada en el lugar. Me sonreí, acercándome hacia ella, a una distancia no mayor de cincuenta centímetros, lo suficiente para no atacarla así como así (que tengo modales a la hora de comer) y para intimidarla un poco más. Me acuclillé, sin dejar de mirarla; piel pálida, cubierta de pecas, cabellos rubios, una mezcla entre platino y dorado y ojos enrojecidos que resaltaban más ese verde aguamarina. Seguramente tenía ascendencia sueca u holandesa o alemana, ¿quien sabe?.
-[b][i] P-por f-favor…[/i][/b]- suplicó la chica, entre sollozos.
Hice un chasquido con la lengua, viendo como ella se sobresaltaba más y se abrazaba todo lo que podía a sí misma.
– [b]No soy ni Edward Cullen (gracias a Dios) ni Stefan Salvatore…[/b]- le dije, estirando una mano para acariciarle el cabello con suavidad.- [b]Tampoco soy Bill Compton ni Eric Northman.[/b]- añadí, enredando mechones rubios entre mis dedos, los suficientes para tirarla, consiguiendo que se levantase de un tirón, entre chillidos y tuviera su rostro hinchado y húmedo a un palmo de mi rostro transformado.- [b]Así que lo siento por ti de creer a esos idiotas que han decidido escribir historias de fantasías ridículas sobre el amor entre un vampiro y una humana.[/b]- comenté, oliendo su cuello, percibiendo la yugular latir como si se le fuera la vida.- [b]Tampoco me puedo creer que Ángel y Spike cayesen tan bajo…enamorarse de una Cazadora encima…[/b]- me decía a mí mismo, olvidándome de la rubia. Chasqueé la lengua, qué cosa más ridícula que enamorarte de una Cazadora, siendo un asesino letal.
La chica temblaba, intentando no gritar. Si creía que la iba a compadecer por no atrofiarme los tímpanos, bien equivocada estaba. La comida es comida, eso no cambiaba nada. Inspiré un poco de aire vacío, antes de clavar los colmillos en su cuello pecoso y notar como la chica parecía querer matarme los tímpanos con su chillido. Me concentré en beberme casi toda su sangre, hasta notar cómo su cuerpo se hacía cada vez más débil y sin fuerzas. Cuando notaba como se iba secando, la solté con un chasquido y me relamí los labios, sin dejar ni un rastro de sangre sin desperdiciar. El cuerpo inerte cayó de forma rara en el suelo, importándome poco y nada.
Volví a crujir los huesos de mi espalda y cuello, pensando qué hacer hasta que bajara el sol. Una visita a Alice no hacía daño, además le debía dinero por rajarle el vestido (que le sentaba bien, dicho sea de paso) y asegurarme de que estuviera bien. Recogí mi chaqueta de cuero, tomé el cadáver de la chica y me dirigí hacia la entrada a las alcantarillas. Bajé de un salto, atravesé varios callejones, antes de dejar el cadáver por ahí. No quería que el aroma putrefacto dirigiera a cualquier criatura hacia mi hogar. Y menos que dirigiese a Mason.
Como si no supiera de la presencia de él en Moondale. Ya había cuchilleos de eso en el Satan’s Skirt. Cuánto más lejos de él, más probabilidades tenía de seguir viviendo por siglos. Seguí caminando por una alcantarilla, escuchando el movimiento metros arriba de mi cabeza, de la ciudad despertándose o yendo a trabajar. Si ellos supieran que bajo sus pies, caminaban varios asesinos letales, no saldrían de sus casas. Me encendí un cigarrillo, mientras giraba hacia la derecha, yendo hacia lo de Alice.
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