Jamie Smith – Casa Echolls – {Con Christopher McLeod y Elizabeth Echolls}
[QUOTE]Que tu abuela te empujara literalmente dentro del coche y te amenazara bajo muerte de como no fueras al cumpleaños que te habían invitado al día de hoy, en Moondale… bien jodida ibas. No sé si había sido peor esa parte o la parte en que dormía a gusto en mi cama y Nana entrando como un tornado quitándome todas las sábanas, frazadas y cubrecama, consiguiendo que el frío se colase hasta mis huesos. Creo que los minutos siguientes no los tengo tan claros: no sé si me he duchado o no, no sé si mi abuela me encasquetó un vestido negro con escote sugerente y yo le chillé escandalizada, no sé si Carolina me lo quitó y me puso un vestido negro con escote decente. Hasta estoy poco segura de si tuve manos invisibles arreglándome el cabello. La fiesta era a las siete y media de la tarde, y por arte de magia a las doce y media del mediodía ya estaba bañada, cambiada, peinada y perfumada como si fuera a ir a un desfile o algo por el estilo.
Recuerdo haber conducido un poco más veloz de lo usual, tampoco era plan de chafarle la sorpresa y no quería que ¿Sam? ¿o era Sally? Era con S…¡SARAH! se pusiera mal al verme llegar justo cuando llegasen los cumpleañeros. A pesar de que Nana me había puesto unos tacones de infarto que se los voy a regalar a Sylver en cuando la vea, porque me voy a matar con esos diez o doce centímetros, para conducir me puse mis Converse favoritas. [/QUOTE]
Y ahí estaba, los cumpleañeros ya habían llegado, mientras me aguantaba para comer, a pesar de no haber ni desayunado ni almorzado; no quería ser maleducada. Mi móvil vibró con fuerza en mi bolsillo del vestido, lo saqué y atendí, apartándome un poco del grupo.
– ¿Hola?
– ¡JAMES SMITH LORENZETTI!- se oyó del otro lado de la línea. Oh mierda, había olvidado avisarle a mi abuela que había llegado viva y sana a Moondale, pero con todo el trajín de la fiesta me había olvidado.
– Lo siento, Nana.- me disculpé encarecidamente.- Fue todo un lío y no me ha dado tiempo a llamarte.
– Al menos estás viva, espero que te hayas puesto los tacones.- dijo con voz más dulce y un poco amenazante.
Sí, tenía puesto los tacones y ya me estaban doliendo los pies. Miré por la ventana y vi un caballo o eso me pareció ver. Ya estaba alucinando por no haber comido en todo el día.
– Los tengo puesto, tengo que colgar, hablamos mañana, te quiero Nana.
Y colgué, con un suspiro. Mi reino por comida. Observé el grupo que parecían conocerse de toda la vida y debo admitir que algo de envidia sentí, pero eso duró un segundo. Era cosa mía no relacionarme mucho con las personas, soy tímida por naturaleza y a veces quisiera ser tan suelta como Nana, pero no iba a ser. Volví a girarme hacia la ventana y efectivamente había un caballo en el patio trasero. Alcé una ceja, extrañamente divertida. Los pies parecían morirse lenta y dolorosamente, por lo que busqué un rellano de alguna ventana donde apoyarme disimuladamente. Como deseaba mis Converse, las cuales reposaban tranquilamente en mi coche. Esperaba haber puesto bien el freno de mano, no quería que se estampara contra el resto de los coches. Volví mi mente hacia la fiesta y sonreí ante la desenvoltura de Sylver, Diana, Ann y Jan, realmente era un cuarteto magnético contagioso. A Sarah se la veía embobada por Daniel, el guapo número uno que nombré tiempo atrás. Hacían una pareja muy bonita, o eso me parecía a mí. Extrañamente, a pesar de sentir algo por Dom, no sentí celos al verle coquetear con Sylver, todo lo contrario de la última vez. De hecho, pensaba que hacían una bonita pareja y que eran muy del tipo uno del otro.
Sí, me gustaba mucho Dom, pero no soy su tipo. Y no creo que vaya a cambiar por un chico, porque no vale la pena. Así que esperaba que en el transcurso de la noche, ellos dos se liasen o algo. Me olvidé de ellos y miré a Ed. Recuerdo que al conocerlo me dio un poco de miedo, con que supiera los nombres desde antes como si nada. Quizás era la situación en la que estaba que no entendía mucho y estábamos huyendo, que lo de Ed me había dejado con un poco más de miedo. Eso de que sepan tu vida sin que se la hayas contado, asusta un poco. Pero ahora, viéndolo en otra situación, debo decir que es un chico mono y simpático. Deduzco que a Nana le gustaría mucho y no dudaría ni un segundo en que ella lo adoptaría bajo su ala. Y meterlo en mi cama, conociéndola. Me sonreí para adentros al pensar en esa situación. Conozco en exceso a mi abuela y sin embargo a veces sigo sorprendiéndome de ella.
Estudié a mi nuevo jefe, McLeod. Se lo notaba tenso o eso me parecía, con Diana. Y bastante demacrado, con lo que me pregunté si él siquiera dormía o algo por el estilo. Parecía que llevase el peso del mundo en los hombros, cuando esa tarea debía ir en los hombros de la Cazadora. Pero allá él y sus decisiones, por mi parte le ayudaré en lo que pueda en la biblioteca y quizás con su vida. Debo admitir que me gusta más McLeod con su simpatía natural, antes que verle depresivo y demacrado. El resto de los hombres no los conocía bien y no recordaba sus nombres, pero ya podrían ir siendo catalogados como Guapo número 4 {Fenris}, Guapo número 5 {Cecil} y Guapo número 6 {Liad}. Lo de Nickelback había sido un detallazo, pero yo no era muy fan, al contrario de las otras féminas de la fiesta.
Miré a la señora Echolls ir de aquí para allá, con los hombres ayudándola servicialmente y pensé que era una de las mujeres más guapas que había visto en mi vida y tenía un no se qué que me llamaba la atención. Luego me dediqué a estudiar la casa, o al menos la parte donde estaba, con interés. Era la segunda casa de brujas (y cazadora) que conocía en mi vida, y de hecho no me pareció tétrica ni nada por el estilo. Sí, a veces tengo tendencia a pensar cosas demasiados hollywoodezcas. La casa me hacia sentir como si fuera parte de ella, supongo porque me hace recordar a la de Nana y por la familiaridad de las Echolls.
Volví a distraerme, gracias al dolor de los pies y me pregunté que tan maleducada sería si me los quitase. Y ni siquiera recordaba si había algún hechizo que hiciera disminuir el dolor, y no creo que me sirviese ninguno de los de Harry Potter, para variar. Quizás le preguntase luego a Sylver, por si acaso.
– Hola Jamie, ¿qué tal vas? – me pregunta McLeod.
Retorné a la realidad, al oír la voz de mi jefe. Le sonreí un poco dolorosamente.
– Mal.- admití con tranquilidad.- Mi abuela se ha empeñado en que yo me ponga estos tacones y siento que…una horda de demonios o algo por el estilo se están divirtiendo de lo lindo con sus víctimas: mis pies.- los señalé con una mano.
– No me extraña que te duelan. – se ríe levemente.
Reí con él, un poco olvidándome de mis pies.
– Es por eso, que a veces os envidio. A los hombres, digo.- aclaré apresuradamente.- No tienen que ir por la vida en tacones asesinos.
– Doy gracias por ello cada día. – bromea. Sigue sin ser el McLeod de siempre.
Le estudié ese rostro demacrado que intentaba disimular con un poco de ánimo, sin mucho éxito.
– Perdona si me cruzo de límites, pero presiento que estás muy incómodo y abatido por cuestiones ajenas a este festejo.- le dije con suavidad.- De todos modos, a la larga me enteraré…- haciendo alusión a su poder.
– No es la mejor época, pero intento sobrellevarlo. Sobretodo hoy, merecen pasar un buen día.- responde con una mirada triste.
Se me retorció el corazón al verle de esa manera, que por inercia lo abracé, intentando hacerle sentir mejor.
– Eres un buen hombre, no lo dudes.- dije, intentando animarlo.- Y si el trabajo te agobia, me tienes a mí todo el tiempo que quieras para que te ayude.
– Gracias Jamie, de verdad. – me sonríe.
Luego sonreí con un poco de malicia, mirando donde estaba Diana divirtiéndose.
– ¿Y porqué estás tan incómodo con Diana? Porque la vez anterior que os vi, no parecías incómodo en absoluto…- le inquirí.- No me digas que ustedes dos…
– Es…una larga historia.- se queda pensativo. – Me alegra que lo esté pasando bien. Aunque me preocupa que no vaya a estar cómoda si estoy por aquí, hoy se merece un día inolvidable.
Nana me diría insistentemente que ellos dos habían tenido algo juntos, y que eso incluía cosas de cama. Sentí un escalofrío al pensar en esas cosas.
– Chris, si no te quisieran aquí, creo que no te hubiesen invitado, ¿no?- me tomé la confianza de llamarle por su nombre.-La quieres, ¿verdad?
– Más de lo que me atrevo a admitir. – admite.
Sonreí, bajando la mirada.
– ¿Entonces? ¿Qué es lo que te asusta, Chris? ¿Qué el día de mañana ella muera a manos de alguien malvado?- le pregunté, mirándole a los ojos.- Porque eso es válido para cualquiera de nosotros…- añadí.- El tema, es que si no se lo dices, te arrepentirás demasiado y eso no te lo cura nadie.
– Lo sé, pero no puedo evitar pensar que si algo le pasase, sería porque yo la llevé a ese camino, igual que estoy llevando a Sarah. – no le quita ojo a diana.
Alcé una ceja, incrédula. ¿Qué tontería estaba diciendo?
– No sabía que tú habías decidido que Sarah fuese la Cazadora y que Diana sea una bruja…- contesté con sarcasmo.- Chris, no digas estupideces, todos estamos en el mismo camino, ¿sabes? El camino que vayan Sarah y Diana, va a ser mi camino, el de Dom, el de Jan, el de Sylver y el de ellos que no sé sus nombres.- señalé con disimulo al resto del grupo.- Porque si crees que los vamos a dejar solos en ese camino, estás muy equivocado. O estamos todos juntos o nadie, Christopher McLeod.- finalicé con determinación en la mirada.
– A veces desearía poder solucionarlo yo sólo mientras vosotros tenéis una vida normal. Pero supongo que tienes razón, no elegimos las cartas que nos da la vida, sólo como jugarlas. – me sonríe.
– Oh por favor, ¿y aburrirnos como simples mortales?- alcé una ceja.- Chris, ese es el problema: dejas que tu miedo te domine, y con ello sí que vas a perder a Diana, quizás a mano de un malvado psicópata o en los brazos de alguno de los chicos de Nickelback…- negué con la cabeza.- Chris, te vas a arrepentir tanto y sufrir demasiado si no le dices la verdad a Diana y si ella te echa calabazas, siempre te puedo presentar a mi tía Carolina.
McLeod se rie. – Sé que tienes la razón, Daniel opina lo mismo que tú, y Edward, pero no sé…quizás debería arriesgarme, pero…el miedo me está dominando más de lo que nunca pensé que lo haría. – se queda pensativo.- Y creéme, no soporto verme incapaz de superarlo.
– Arriésgate…- le dije.-… o morirás a mano de mi tacón.- amenacé quitándome uno de los tacones, notando como mi pie lo agradecía infinitamente.- Seré tu animadora, quizás no sea rubia y pechugona ni buenorra pero sé dar ánimos, en mi manera…- dije con risitas.- Lo único que tienes que hacer es atravesar el salón, tomar con delicadeza a Diana por el brazo, apartarla y darle un beso de película.- expliqué las instrucciones.- Y luego decirle que la quieres o hacerle ver que la quieres mucho.- le sonreí.- Espera que me quito el otro tacón.- dije, mientras me lo sacaba.- Ahora sí, ve a por ella macho.- le di un puñetazo masculino suave en el pecho.- Sin miedos, McLeod.- le advertí con el índice.- No te detengas y ve, bésala y eso. No le pinches el sueño Disney de una niña.- hice un batido de pestañas con tan poco éxito.- Ve…- le empujé con delicadeza.- Cuando tengas el primer hijo, me sentiré halagada de que uses mi nombre.- hice un ademán de modestia.- Y de nada.- le guiñé un ojo.
– Desde luego sí que sabes como dar ánimos. – admite McLeod. – Te haré caso y me acercaré, pero de momento creo que sólo ha hablar, necesito saber como está. – me mira. – Gracias.
– Eso me sirve, y mímala, llévale algo de comer y de beber, hazle buena compañía, que ella sienta que le importas.
Me pone una mano en el hombro y me sonrie. – Gracias otra vez.
– Cuando quieras, jefe.- le sonreí.- ¡Ahora ve!- le empujé con delicadeza.
Le vi dirigirse hacia Diana y ahí fue en cuando me permití poner una mueca de dolor. A pesar de haberme liberado de los tacones, mis pies seguían doloridos y no podía seguir descalza, y tampoco quería ponerme los tacones del mal. Noté por el rabillo del ojo que la señora Echolls se acercaba con una sonrisa y me extiende unas bailarinas.
– Creo que las necesitas.- me sonríe.- No nos hemos presentado, ¿verdad? Soy Elizabeth, la madre de Sarah y de la loca que acaba de parar la música para avergonzar a su hermana.- Se ríe.
– No, no nos hemos presentado, pero ya intuía quien era usted.- le sonreí demasiado agradecida por haber salvado a mis pies. Me coloqué las bailarinas y sentí como si tuviera vida.- Diana es un caso especial…- admití, viendo como McLeod se acercaba a ella.
– No me trates de usted que me haces sentir muy vieja.- Se coloca el pelo de forma coqueta y después coge mis zapatos para guardarlos en algun sitio y que no se me pierdan.- Llámame Elizabeth.
– Vale, pero si aparece una bruja llamada Carmella Lorenzetti a reñirme por no usar mis buenos modales, ¿qué hago?- bromeé.
– ¿Eres la nieta de Carmella? ¡Vaya, esto sí que es una sorpresa!
Me reí, evidentemente Carmella Lorenzetti era bastante conocida.
– Así es, ¿de dónde la conoces?
– Se puede decir que Carmella y mi madre eran algo así como las mejores amigas.- Hace una pausa en la que me mira.- No había hombre que se les resistiera.- Se ríe.
– Ni aún hoy en día…- añadí.- Bueno, al menos con mi abuela pasa eso…- reí, recordando los momentos de bochorno al ver hombres salir de la habitación de Nana.
– A mí me da miedo imaginármelas con varias décadas menos, vestidas con las minifaldas más cortas del mundo persiguiendo hombres.- Coge un vaso de la mesa que tiene al lado con coca cola y me lo extiende.
– Gracias.- tomé el vaso de gaseosa y lo bebí con alegría.- Bueno, me preocuparía más un enfrentamiento entre ellas dos y Diana con Ann, Sylver y Jan, por los hombres que hay en esta fiesta…- admití, con una risita.
– Ganarían Carmella y Hilda.- Admite con naturalidad tomando un sorbo de otro vaso que toma para ella.
Reí, Elizabeth tenía razón con eso. Miré a Dom divertirse con Sylver y anhelé un poco de eso. Luego me obligué a olvidarme de él, no era su tipo.
– No lo dudo.- contesté.- Se han lucido con la organización.- halagué.
– Gracias.- Dice de forma modesta.- Todo el mérito es de Ann y Sarah.- Hace una pausa en la que va a Jamie mirar a Dominic.- Te gusta, ¿verdad?
Bebí un par de sorbos de Coca Cola, antes de responder.
– Mentiría si dijera que no.- contesté con simpleza.- Lo que pasa, es que no soy su tipo y él encaja mejor con ella.- señalando a Sylver.
– ¿Pero tú sabes si él siente algo por ti?- Preguntó dándole un sorbo a su coca cola.- Quizás sólo son amigos.
– Sí, bueno eso me dijo él la vez pasada, pero creo que sería más feliz si sintiera cosas por ella.- me encogí de hombros.
– Eres una chica maravillosa y muy guapa, deberías dejar que los demás vieran eso de ti y no esconderte tras una coraza fingiendo ser lo que no eres.- en un gesto maternal ella le coloca un mechon en su sitio que se habia movido.
Le sonreí amablemente. No me sentía así, ni siquiera emperifollada y con taconazos de la muerte. Simplemente, no lo sentía.
– Es un poco difícil que eso me entre en la cabeza…- admití.- Es sólo que por norma general sé que los chicos no se interesan mucho por las chicas tímidas y de baja autoestima, por muy modelo de traje de baños que sean…- me encogí de hombros. En mi caso, por el club de Historia fue como había conocido a mi ex novio. Sino, a estas alturas sería demasiado inocente.
– No deberías ser tan dura contigo misma.- me dice con dulzura.- Tampoco es necesario que lo sepas sobre el sexo ni que seas una modelo de bañadores para que los chicos se fijen en ti.
Quizás Elizabeth tuviera razón y no debería ser tan dura conmigo misma, pero estoy tan acostumbrada a pasar desapercibida, a ser invisible y me cuesta entender cómo de un día para el otro he terminado siendo besada por un chico guapo y que me dijera que sentía algo por mí, ser invitada a un triple cumpleaños como una más. Me cuesta entender eso de pasar de invisible a visible.
– Lo siento, me he quedado colgada con lo que me habías dicho.- me disculpé por ser maleducada.- Sólo necesito comprender el momento en que dejé de ser invisible…
– No eres invisible, ninguno de nosotros lo es.- me dice mirando a su alrededor.- Quizás no te habías encontrado con nadie que te mirase lo suficiente como para que te dieras cuenta.
Asentí, viendo mi vaso vacío. Y el tema me estaba incomodando un poco, a decir verdad. Necesitaba comer algo y no hablar de esos temas.
– Uhmm, perdón por el cambio brusco de tema, ¿pero puedo comer algo?- esbocé una sonrisa de culpabilidad.
– Claro que sí, lo de antes era broma.- me sonríe.
Me reí al recordar que no se podía comer por no se qué de los canapés. Estaba famélica y sería capaz de comerme una hamburguesa chorreante de grasa. Miré la mesa y tomé un par de sandwiches, de momento. Estaban muy ricos.
– No quisiera acapararla…- le confesé.- Que creo que los del grupo de música le están echando el ojo…
Se ríe ante mi comentario.- Te dejo para que vayas a hablar con alguien de tu edad que si sigues juntándote conmigo te saldrán canas.- me dice adiós con la mano.- Pásalo bien.
Me despedí de Elizabeth y me quedé pensativa. No sabía si había hecho bien en venir, dado que tengo tan poca relación con el resto del grupo. Creo que ni siquiera tenía sus números de móvil, con lo cual me extrañó que alguien sí tuviera el mío. Volví a llenar mi vaso y mi estómago, observando como una espectadora. Como solía hacerlo en las fiestas del secundario. Siempre observando en un rincón.
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