Daniel Arkkan | Subterraneo tres
Mi cuerpo estaba débil, casi no podía mover ninguna parte, y cuando comenzaba a recuperar las fuerzas, la oscuridad se cernía de nuevo sobre mí, débil de nuevo. Así transcurrió el tiempo, ni yo mismo sabía ya cuanto, hasta que un día las fuerzas volvieron, y esta vez no parecían irse. Comencé a moverme con la vista aún nublada, al intentar ponerme en pie me tambaleé un poco, pero conseguí enderezarme. Me apoyé contra una de las paredes y traté de centrarme, era difícil, pero cada vez menos, hasta que empecé a distinguir cosas a mi alrededor.
Estaba en una especie de celda, pude ver la cama de la que me levanté, a mi izquierda había una pared de cristal, así que fui hasta ella.Al acercarme al cristal pude ver una varias celdas similares a la mía, llegaban hasta donde no me alcanzaba la vista. Inadvertidamente, mi vista posó en la celda de enfrente, con la confusión no me había dado cuenta al primer momento, Sarah estaba en la celda.
– [b]No, no, no.[/b] – [i]Maldita sea.[/i] Fijé la mirada en Sarah, esperando que se fijase en mí, darle alguna seña, hacer algo.
Antes de que Sarah pudiera verme, un grupo de gente caminó por el pasillo que había en medio de nuestras celdas, hasta que llegaron a un recinto rodeado por paredes de cristal. Me pegué más al cristal para ver bien. Uno de ellos se separó del grupo, después, un desagradable sonido invadió la celda.
– [b][i]Ya es hora de que despertéis.[/b][/i] – al principio me sorprendió escuchar una voz, pero pronto me di cuenta de que provenía aquel tipo. Me pegué bien al cristal y vi como paseaba su mirada por las celdas. – [b][i]Seguramente os preguntaréis la razón de que estéis aquí. Es sencilla.[/b][/i] – su mirada se cruzó con la mía, y sentí una ira implacable en sus ojos, la misma que él debía ver en los mios. – [b][i]Sois abominaciones, seres deplorables que sólo estáis en la tierra para amenazar a la raza humana y mi trabajo es protegerla, protegerla de vosotros.[/b][/i] – mi cuerpo estaba completamente tenso. [i]Idiota, si no fuera por algunos de nosotros habrías muerto mientras duermes, habría sido mejor así…[/i] – [b][i]De ahora en adelante, podéis llamarme Teniente Preston, mi palabra aquí es la ley y dado que vuestra estancia aquí es indefinida, os conviene no retarme.[/b][/i] – [i]Eso ya lo veremos.[/i] – [b][i]Podéis dar las gracias de servir de ayuda para mejorar la calidad de vida humana, si por mi fuera estaríais todos en una pira llameante.[/b][/i] – tras esta última frase dio media vuelta y se fue. [i]Cuando esté fuera de aquí veremos quien acaba en una pira.[/i]
Estaba completamente tenso, y busqué el consuelo que siempre consigo encontrar en la mirada de Sarah. Estaba sentada en el suelo, parecía absorta en sus pensamientos. Las palabras de ese malnacido pasaban de nuevo por mi mente, y una ola de ira me invadió, golpeé el cristal con todas mis fuerzas, pero no hizo ni la más mínima grieta. Con la mano algo dolorida me senté en el suelo contra la pared. Eché la cabeza hacia atrás y traté de pensar, tenía que haber alguna forma de salir de aquí, de sacarla de aquí. Tendría que vigilar los movimientos de cada persona aquí dentro y encontrar un punto débil, cuanto antes.
Me volví a poner de pie y miré por el cristal, muchas de las celdas que podía ver estaban ocupadas, una persona en cada una. Palpé el cristal, no le había hecho ni un rasguño, así que Sarah no podría romper el suyo. Continué observando, y vi que había unas leves marcas en el suelo, parecía que la pared de cristal era en realidad un portón, cuando necesitasen entrar en la celda seguramente lo harían por ahí. Mientras continuaba diseñando una estrategia, de pronto un ruido metálico, me giré y vi que en la pared del fondo se levantaba un pequeño portón cuadrado, de aproximadamente treinta centímetros. Me acerqué al portón y vi un plato con comida y una botella de agua al lado. Me di media vuelta, no podía fiarme, tenía que conseguir escapar antes de que la sed acabase conmigo.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.