Cecil Alexei Anwalt | Subterraneo 3
Me daban ganas de preguntarles si serían lo suficientemente valientes de tirar las armas y luchar en igualdad de condiciones.
Aunque claro, se me olvidaba. Cualquiera de los que está aquí podría [i]zurrar[/i] a estos simples [i]humanos[/i] de una forma u otra. Pero claro, en una situación normal, no en la que nos apuntan con pistolas, escopetas o cualquier arma que nos jodería vivos.
El hecho de que nos sacasen de nuestras celdas implicó varias cosas. La primera, es que al menos vimos alguna cara distinta, contando las habituales. Pude contar, al menos, unas cinco personas, pero seguro que el número era mayor que él que había podido pensar en aquel instante. No pude mirarles a todos a la cara, pero la mayoría éramos jóvenes, aunque todos teníamos un rasgo que podría ser más o menos parecido. Y era el miedo que podíamos tener, o la impotencia ante lo que pudiera pasar. Después de todo, no éramos otra cosa que carne de cañón.
Me senté en el suelo, dejando caer mi espalda en la pared para descansar, al menos un poquito. Tenía la urgencia, la necesidad de entablar conversación con alguien, aunque fuese un mono, un perro o cualquier cosa que me diese algo de conversación. Sí, quizás estaba perdiendo el juicio, pero era lógico, ¿no?
– Puede que sea un tanto extraño que alguien al otro lado de una pared te hable. De hecho, lo es, pero… – Esto es como una de esas escenas en el que las personas, amigos, parejas o lo que sea, se comunicaban a través de la pared con un sistema especial creado por ellos. ¿Un toquecito? ¿Dos? Lo que sea. En la celda contigua había una chica, o eso creo, ¿no? – ¿Cómo estás? No te he visto con buena cara y… creo que aunque sea un poco, deberíamos de arroparnos con lo que tenemos los unos a los otros, ¿no?
– Bueno… Todo lo bien que puedo estar, ¿y tú? – ¿Cuánto tiempo llevaba esta chica aquí? O mejor dicho, ¿Cuánto tiempo llevaba consciente? Se la notaba cansada. Quizás no fuese sólo por el efecto de las drogas, había múltiples posibilidades.
– Todo lo bien que puedo estar. Aquí, tumbadito con mi pijama blanco en el suelo. Quiero que se ensucie y sea negro. Estoy empezando a odiar el blanco… – [i]Negro bueno, blanco malo… [/i] Tragué saliva, esperé unos segundos antes de continuar hablando. Realmente ella necesitaba una inyección de felicidad, de dulce o cualquier cosa que pudiese subir el ánimo. Y yo también, pero bueno. – Me llamo Cecil.
– Y yo Sarah. – pude escuchar un leve (leve al menos para mí) suspiro por parte de ella. – ¿Cómo es que te tienen aquí? ¿También te considera peligroso el maníaco de Preston?
– Creo que el verdadero peligro de aquí es ese tal Preston. O mejor dicho, seríamos nosotros si no estuviéramos aquí y le tuviéramos cerca.- Reí levemente. – Supongo que ser un brujo no es algo del agrado de muchos, aunque sobretodo aquí, en Moondale. – La Boca del Infierno atrae todo, ¿no? – ¿Y tú? ¿Cuál es tu historia para encontrarte en esta situación?
– ¿Eres brujo? – Ajá. Me falta el sombrero y la varita, pero lo soy. – Vaya, me encantaría tener esa habilidad… – otra pausa.- ¿Yo? Em…supongo que ser diferente aquí supone un problema.
Sí, [i]quizás[/i] ese sea el problema, quizás el ser diferente nos marca de una manera distinta al resto de las personas. ¿Qué culpa tenemos nosotros de ser como somos? Uno no decide donde nace o cómo nace, o en consecuencia, con lo que tiene o deja de tener.
– Ser diferente no es malo, al menos así lo veo yo. Significa que no eres como el resto de personas, que tienes algo que te hace destacar. Ser “normal” tiene que ser un aburrimiento, aunque un poco de aburrimiento no creo que sea malo. – volví a parar, al igual que habíamos hecho ambos en varias ocasiones.- De todas formas, ser distinto a nuestra manera para muchos puede ser malo, pero yo no lo creo así. No creo que seas mala.
– No, no lo soy. Te aseguro que no hay nadie aquí que odie más el mal que yo.
– No hace falta que me lo asegures, tranquila. – ¡una tila por favor, o quinientas para la chica de blanco!
– Mi trabajo es combatirlo, así que no entiendo qué hago aquí… – Estaba… ¿abatida? ¿dolida? ¿cansada? Podían ser todas esas cosas, podía equivocarme y no acertar con ninguna, pero… el encontrarse uno aquí, encerrado por ser distinto, cuando en teoría debería estar disfrutando del sol, del asfalto o de lo que sea no es nada sencillo.
– Yo… podría decirse que hago eso también. Uso el poder que tengo para proteger lo que creo o quiero. O al menos, eso intento, aunque no me está dando resultando últimamente. – Miré un momento el maldito, el maldito pasillo que mirábamos como si de ello dependiésemos. – No te preocupes, conseguiremos escapar de aquí. – Pero… ¿cómo?- Me encantaría dejar el trabajo en manos de la magia, pero dudo que aunque estuviese con todas mías fuerzas consiguiese hacer algo de utilidad.
– Aquí no se puede escapar con medios mágicos, eso sería –no te molestes- demasiado fácil. No quieren que salgamos de aquí, por lo que será mejor prepararse para luchar. – Espero que solo esté recuperando algo de sus ánimos y no sea bipolar, porque si no menuda conversación más interesante vamos a tener.
– Dudo que consiguiésemos escapar con magia. Hay demasiada vigilancia y si llegásemos a conseguirlo… duraría. No sé cuáles son todos sus planes para poder pensar en conseguir algo. En cualquier caso, la magia no siempre es la solución, por lo que pelear es mejor perspectiva que morir, aunque si combinamos lo que tengamos tampoco sería una mala estrategia, ¿no?
– No sé si te habrás dado cuenta, pero la comida que nos están dando nos debilita física y mentalmente, por lo que la magia no saldría como esperamos.
– Que lleve menos que otros aquí no quiere decir que no me diese cuenta, pero es cierto que esta papilla de bebé nos debilita, es una buena forma de tenernos sujetos.
– Además, es un lugar con protección mágica, se podría intentar, pero no creo que saliese. Pero sí, sería la opción ideal.
– Pero por eso tomo lo necesario para no caer rendido y poder hacer algo. Tarde o temprano tendremos que actuar… -dejé de hablar, ella también. Pensar en esto nos mataba. Parecemos cachorros que ansiamos la libertad.
– Y dime Cecil, ¿de dónde eres? Siento cambiar así de tema, pero tanto pensar en escapar sólo hace que me preocupe más. – no sabía con exactitud cómo era físicamente, pero por alguna extraña razón, me la imagine sonriendo, al menos un poco. Creo que el cambio de tema la subía algo los ánimos.
– Soy de Londres. No me imagines con traje y corbata tomando el té porque no es mi actividad favorita. – Eso es típico de mi familia. ¡Abogados!
– Me lo imaginé por el acento, aunque tengo que admitir que eres menos estirado que la mayoría de los ingleses que he conocido. Y créeme, son unos cuantos. – Ahora escuché una leve risita. Desde luego hablar es algo terapéutico. Debería de montar una consulta, parece que esto se me da bien.
– ¿Y tú Sarah? ¿De dónde eres?
– Soy de Nueva York, pero me han pasado tantas cosas desde que llegué, que a estas alturas creo que soy de Moondale de toda la vida. –volvió a reír, una vez más. Y sí. Uno aprende a vivir rápido en una ciudad como esta. Y vivir rápido conlleva crecer rápido y tener que hacer frente a cosas que uno, en cualquier otro lugar, normalmente, no tendría que hacer frente.
– Tengo ganas de ir a Nueva York desde hace bastante, ¿me harías de guía alguna vez? – continué con el mismo tema, aunque… era cierto. La perspectiva de salir era buena y desde hace tiempo tengo ganas de dar un mordisco a la gran manzana.
– Si alguna vez salimos de aquí, seguro que sí.
– Te tomo la palabra Sarah, te tomo la palabra…
Por extraño que pareciese, no continuamos la conversación, no seguimos hablando durante los próximos minutos. Quizás sólo fuera yo, pero sentía que si hablaba, si pedía que me gritase o que simplemente, escuchar una voz que pudiese considerar [i]amiga[/i], ella estaría aquí.
Aunque claro, ¿dónde sino íbamos a irnos en este lugar?
[spoiler]
Todo lo que dice Sarah y alguna que otra cosilla (detalles de ella) son cosa de Stefy xD Cecil y el resto mio owo[/spoiler]
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.