Daniel Arkkan | Subterraneo tres
Cuando amaneció el guardia hizo la ronda como de costumbre y se abrió el compartimento de la comida. Fui incapaz de probar bocado, sentía los nervios en el estómago y eso me quitaba toda el hambre que pudiese tener. En lugar de eso traté de hablar con Sarah. Ella me respondió, pero estaba como en otro lugar. No la culpaba en absoluto, no debía quedar mucho para que el cabrón de Preston llegase así que decidí no hablar más, sería mejor que estuviese distraída, así todo pasaría más rápido para ella.
Tal y como me temía, Preston y su equipo atravesó la sala en dirección a la zona de torturas. Me quedé completamente inerte, no imaginaba que el momento hubiese llegado tan pronto.
– [b][i]Daniel, no tengo tiempo de hablar más. Si no fuese tan tímida ya sabes lo que te diría en este momento…[/b][/i]- [i]Lo sé.[/i] Maldije para mis adentros, no podía hacer nada, sentía una opresión en el pecho que no era capaz de controlar, no habría notado la diferencia si Preston mismo fuese el que estaba apretando mi corazón entre sus manos. Lo habría preferido, al menos podría haberme defendido, pero no podía defender a Sarah y eso me destrozaba.
– [b]Te quiero.[/b] – Sólo deseaba que al menos lo hubiese escuchado. Poco después Sarah salía de la celda escoltada por los guardias. Me pegué al cristal y cuando Sarah giró la vista hacia mí coloqué una mano en señal de que estaría allí en todo momento. No pude evitar que mi mano se crispase como si lo que tuviese entre las manos fuera el cuello de Preston y no simple aire viciado.
Desde ese momento no me moví ni un milímetro, me quedé en el mismo sitio observando todo lo que ocurría mientras mi mente trataba de divagar en lo que para mí fueron días.
Esta había una de las noches más largas de mi vida. Pensándolo bien sólo recordaba dos noches peores, cuando creí que Sarah había muerto y la noche en la que Arthur me llevó con él, la noche que murieron mis padres.
Recuerdo el miedo y la sensación de angustia, de no saber que iba a pasar y que había pasado con ellos. También recuerdo que en aquél momento culpe al mundo por arrebatármelos, culpé a Arthur por no hacer nada para ayudarles, incluso los culpé a ellos, a mi padre por no evitar que mi madre muriese y a ella por dejarme. Cuando me calmé admití que ninguno tenía la culpa, sólo los demonios por llevárselos y yo por ser demasiado débil para protegerlos.
Ahora las cosas no parecían haber cambiado tanto. Me culpaba a mí por no haber sido capaz de hacer algo para sacarla de aquí, por haber confiado en la solución de Nathan.
Sarah había pasado mala noche, después de escuchar un grito en su celda le pregunté varias veces, pero no respondió aunque la escuchaba moverse y suspirar en alguna ocasión. Después de varios intentos desistí, se proponía que no me preocupase y una vez que se le metió la idea en la cabeza sería difícil hacerla cambiar de idea. Además, quizá deseaba estar sola, de todas formas lo único que hacía por ella cuando hablábamos era mentirle, decirle que todo saldría bien cuando no tenía forma de saberlo.
Durante el rato que mi mente divagó, un sentimiento comenzó a envolverme, uno que conocía bien y que llevaba años acompañándome, del que solo Sarah me había conseguido liberar, venganza. Deseaba venganza y cuando la consiguiera deseaba que fuese terrible.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.