[b][ Ben McBeth | Su buhardilla [color=green]{ Con Alice }[/color] ][/b][/align]
Diez de diciembre de dos mil nueve. Un día extraño como pocos en el que un demonio con un pasado lleno de sangre es abordado por Aesires y brujas para unirse a una causa que ni le va ni le viene. Él, en lugar de subirse a su Harley y huir, compra dos batidos, mantiene una desconcertante conversación con una cazavampiros recién salida de una serie de animación para niñas y acaba alquilando una pequeña buhardilla en el centro de Moondale. Aquel había sido mi día, ni más ni menos, y ahora que la noche ya había caído y las calles de Moondale empezaban a ser silenciosas, yo me dejaba caer en uno de los sillones del pequeño salón, con la vista puesta en la ventana y una cerveza en la mano. Era agradable, después de estar todo el día de aquí para allá, descansar sin pensar en nada.
El lugar era pequeño. Una buhardilla, ni más ni menos, en la que el salón constaba de sofá de dos plazas, tele pequeña y una enorme mesa, casi fuera de lugar, con una solitaria silla en uno de sus extremos. La cocina estaba separada sólo por una barra y la cortina marrón del fondo esconcía al otro lado una cama de matrimonio, una cómoda y una puerta que daba a un pequeño baño. Era suficiente para mí y podía decir que la había adquirido legalmente; había un par de fajos de billetes menos en mi mochila.
Extendí las piernas, apurando el botellín de cerveza rápidamente y cerrando los ojos. Podía escuchar lejanamente los vehículos que pasaban por la calle, pero el cristal aislaba más de lo que había esperado. La otra ventana, la de la cocina, no dejaba entrar apenas sonidos; daba directamente al callejón en el que ocultaba mi moto; nunca puedes estar seguro de dónde dejas tus cosas. Desde abajo llegaba también el sonido de una televisión, pero tan amortiguado que no podía siquiera adivinar qué clase de programa estaba siendo emitido. La tranquilidad, sin embargo, no duró mucho; antes de lo que me hubiera esperado, un timbrazo rompió el silencio y consiguió que abriera los ojos de golpe. Antes de que me levantara del sofá escuché el segundo timbrazo y, esta vez sí, consiguió que me levantara. [i]Nadie[/i] sabía todavía que yo vivía ahí. Si dependía de mí, no lo sabrían [i]nunca[/i]. Di unos pasos silenciosos hacia la puerta, caminando con cautela y planteándome coger algún arma. No lo hice. En su lugar, me dirigí a ella y la abrí, sin saber qué encontrarme.
Otra persona probablemente hubiera visto cómo su mandíbula se caía al suelo de la sorpresa.
-[b][i]¿Es que has perdido los modales desde que eres amigo de la Cazadora?[/b][/i] -preguntó ante mi mirada silenciosa, con una ceja alzada, su sonrisa de niña mala en los labios y un vestido de los suyos.
Ladeé la cabeza, escrutándola. Con los brazos cruzados, apoyé un hombro en el marco de la puerta. Ella. [i]Ella[/i]. Estaba en Moondale y me había encontrado. Hacía casi diez años que nueestros caminos se habían cruzado por primera vez, bastantes menos desde que lo hicieran por última; en ningún momento me había planteado que no hubiera suficientes ciudades en el mundo para acabar ambos reunidos de nuevo en aquel pequeño pueblo perdido e invadido.
-[b]No sabía que jamás los hubiera tenido…[/b] -hice una breve pausa-. [b]Alice.[/b]
Pronunciar su nombre era raro. Era raro ahora, que las cosas eran diferentes y yo no tenía muy claro qué sabía Alice y qué no. No podía estar seguro de que no estaba allí para matarme.
-[b][i]Debe ser que con los años empiezo a perder la memoria y te estoy confundiendo con otro[/b][/i] -suspiró-. [b][i]El Ben que yo conocía sí tenía modales y no era amiguito de la Cazadora.[/b][/i]
Sí, se traba de eso. Igual sí que estaba allí para matarme. Me pregunté cómo lo sabía y sonreí antes de hacerle a ella la misma pregunta: -[b]¿Quién te ha dicho que sea amigo de la Cazadora?[/b]
-[b][i]Sigo teniendo mis contactos en los bajos fondos[/b][/i] -repuso, devolviéndome la sonrisa-. [b][i]Esos que parece que estás perdiendo salvo por tus encuentros con vampiros de tercera regional.[/i][/b]
Max. Max, claro, cómo no se me había ocurrido. No pude evitar reír un poco, pero no contesté inmediatamente. En su lugar giré sobre mí mismo y caminé hacia el interior de la estancia, permitiéndole la entrada sin siquiera abrir la boca. Ella lo entendería.
-[b]¿Deduzco que tú también has hablado con el viejo Max?[/b] -dije, ya apoyado en el respaldo del sofá y observándola mientras cerraba la puerta y entraba, caminando hasta quedarse parada en el centro de la habitación, no a más de dos pasos de distancia.
-[b][i]En mi no-vida jamás he hablado con Max más de cinco palabras seguidas sin que él acabase babeando, pero podría decirse que hemos estado en el mismo lugar durante varios minutos[/b][/i]-se paró justo en medio, atusándose el pelo, arreglándose el vestido. [i]No eres de las que tienen que preocuparse por cómo llevan el pelo, Alice[/i] dijo una voz en mi cabeza. Cabeceé, dándome la razón mentalmente. Mientras lo hacía, vi al otro lado de la habitación el mueble bar. No era mío, pero el inquilino anterior lo había dejado bien surtido, así que me incorporé y me dirigí hacia él.
-[b]No me extraña. Todos sabemos cómo es Max y… [/b]-al pasar junto a ella, no pude evitar inclinarme y añadir, algo más bajito-: [b]todos sabemos que sigues tan preciosa como siempre[/b] -recuperé mi tono de voz normal y me giré para mirarla-. [b]¿Quieres algo de beber? Sangre no tengo, pero puedo servirte alguna otra cosa…[/b]
-[b][i]No pensarás que he venido sólo a preguntarte por la Cazadora, ¿verdad?[/b][/i]
Sonreí. No pensaba matarme. No había venido sólo por la cazadora, porque tampoco esperaba que yo respondiese a su pregunta. Si había algo que sabíamos el uno del otro, eran ésas cosas. Alice nunca podría haber venido buscando una razón para mi encuentro con Sarah, porque sabía de antemano que no la encontraría. Del mismo modo, yo sabía que no había venido para matarme por confraternizar con el enemigo; al fin y al cabo, nuestros encuentros solían ser siempre parecidos. Casi pude adivinar sus intenciones mientras me apoyaba contra el mueble bar y la miraba acercarse, disfrutando su forma de caminar hasta que apenas hubo unos centímetros de distancia entre nosotros. Sensual, puso un dedo sobre mis labios: -[b][i]Pero shh, no se lo digas a nadie: Es nuestro secreto.[/b][/i]
Alcé una ceja ante su gesto: -[b][i]Espero[/i] que no hayas venido sólo por la Cazadora. Ya sabes que me encantan los secretos. [/b]
Siempre era así, en realidad. Lo había sido la primera vez, con una versión mucho más joven de mí y una versión idéntica de ella. Lo había sido el segundo encuentro y el tercero y el cuarto y sólo unas excepciones se habían librado de ello. Era como si no pudiésemos evitarlo. Tampoco teníamos razones para evitarlo, suponía. Como no las tenía en aquel momento.
-[b][i]Me apetecía recordar los viejos tiempos… otra vez[/b][/i] -dijo, aprovechando para morder mi labio inferior. Sonreí para mis adentros.
-[b]Los viejos tiempos eran buenos tiempos[/b]- susurré. Esta vez yo me adelanté un poco, rozando sus labios con los míos levemente, sólo un segundo. Apenas un roce y de nuevo el aire quedaba entre nosotros. Era un juego, nuestro juego.
-[b][i]Tendrás que recordarme qué hacíamos en los viejos tiempos porque ya tengo una edad y empiezo a olvidarme de las cosas[/b][/i] -sonrió con picardía, acercándose aún más si era posible. Podía sentir su piel fría a través del vestido. Suave, perfecta por el resto de la eternidad.
-[b]¿Ah, sí?[/b] -mi voz apenas era un murmullo, suficiente para que ella oyera mis palabras, teñidas ahora ya de un acento escocés que no podía controlar-. [b]No sé si no estaré yo también algo oxidado… [/b]
Me incorporé, arrancando unos centímetros más al aire que nos separaba sin llegar a tocarla. Alcé una mano, pasándola por su pelo y colando un mechón castaño tras su oreja. Aproveché, acariciando con mis dedos su mejilla, bajando por el cuello con mi roce y trazando con el dedo índice un camino serpenteante hasta el final de su escote en punta, antes de volver a fijar mi mirada en la suya.
-[b]¿Así era como empezaba?[/b]
-[b][i]No sé, quizás… tendrías que acercarte… un poquito más[/b][/i] -pude sentir sus labios susurrando junto a mi oreja, mientras reprimía un estremecimiento.
-[b]¿Tú crees?[/b] -esta vez fui yo el que tiñó de insinuación sus palabras, deslizando una mano hacia su cintura y colando uno de mis dedos en el interior de su escote, lo justo para rozar con suavidad su piel y tirar de ella. Ahora sí podía, mientras acercaba mis labios a su oído y susurraba, sentir su cuerpo pegado al mío-: [b]¿Cómo de cerca?[/b]
[i]Siempre era así[/i]. Siempre era un tira y afloja, no siempre con susurros y palabras al oído, pero siempre intenso, siempre con esa tensión. Siempre retándonos a dar el primer paso, a ver quién aguantaba más cuando, en realidad, siempre estábamos los dos deseándolo.
-[b][i]Mmm… no está mal[/b][/i] -pude sentir su mano deslizándose hasta mi trasero, y apretándolo ligeramente-. [b][i]A esto lo llamo yo un buen culo[/b][/i] -rió un poco, lo justo para no romper el momento, lo suficiente para que yo la acompañara. Luego su mano ascendió hasta alcanzar el borde de mi camiseta, susurrando-: [b][i]¿No tienes calor?[/b][/i]
-[b]Mucho, ya sabes que soy demonio de tierras frías[/b].
Di un pequeño paso hacia delante, agotando toda separación entre nosotros, nuestros cuerpos totalmente pegados el uno al otro. El mío caliente, totalmente vivo; el suyo frío, muerto desde hacía tanto tiempo su presencia allí rompía todas las leyes de la ciencia. Acerqué los labios, a punto de besarla. En lugar de eso, me aparté a tiempo, de nuevo un leve roce, un [i]quiero más pero no voy a ceder[/i] susurrado sin voz, al que acompañó su sonrisa. Brillante, perfecta, casi con malicia mientras me quitaba despacio la camiseta, lanzándola a algún lugar de la habitación que no me preocupé en buscar.
-[b][i]Yo también sé jugar a eso, demonio de tierras frías.[/b][/i]
Fueron sus labios los que se acercaron a los míos esta vez, rozándolos y después huyendo, cuello abajo, llegando hasta el pecho y mirándome desde allí. Ojos cerrados, respiré hondo antes de mirarla, sintiendo el calor rugiéndome en las venas. [i]Siempre era así.[/i]
-[b]Lo recuerdo bien, Alice[/b] -la voz un poco rota, bajé la mirada hacia ella lentamente, esbozando una sonrisa juguetona. Volví a colocar mi mano derecha en su cadera, agarrando el vestido y subiéndolo centímetro a centímetro, asegurándome de no perder contacto, aún a través de la tela. También de que nuestras miradas no lo perdiesen, mientras mi otra mano volvía a acariciar suavemente su cabello, bajando por su cuello, jugueteando unos segundos en la su escote y enroscando mis dedos en los tirantes de su vestido-. [b]Fuiste una gran maestra[/b] -y me quedé quieto, la falda del vestido ya recogida en mi mano, mis dedos rozando el muslo desnudo de Alice y mi mirada largamente posada en ella. Retándola.
-[b][i]Y tú mi mejor alumno[/i][/b] -pude sentir cómo desabrochaba mis vaqueros con una sonrisa pícara en el rostro, introduciendo una mano dentro y deteniéndose justo ahí. Traté de contener un jadeo ahogado al sentir el contacto con su piel-.[b][i] Si no estás seguro siempre podemos parar… aquí.[/b][/i]
¿Parar? No, no parar. No entonces, no a esas alturas cuando hacía tanto calor y ella era lo único que veía. No cuando la sangre en mis venas rugía furiosa, pidiendo una sola cosa, pidiéndola a ella. A ella sin ese vestido. Tragué saliva con dificultad, tomándome unos segundos para rehacerme.
-[b]¿Así que crees que no estoy seguro? Vaya.[/b]
Teñí la voz de malicia, sabía que no contstaría, sabía que ella era consciente de que no había acabado, de que yo iba a caer en este reto e iba a dar el primer paso. Poco me importaba. Mantuve mi sonrisa, mis mano derecha dibujando círculos en el muso de Alice, internándose en el interior, subiendo poco a poco y rozando el borde de su ropa interior, mientras daba pasitos pequeños, la vista clavada en Alice y el cuerpo empujándola poquito a poquito, centímetro a centímetro, hasta que chocó con la mesa de madera del comedor. Terminé de acercarme, ahogando de nuevo el poco aire entre nosotros, besándola brevemente para luego morder su labio inferior y continuar, dejando caer leves besos -apenas roces- por la piel de su cuello, llegando a la clavícula y mordiendo de nuevo. No dejé tiempo para que reaccionara, volví a subir, siguiendo el mismo camino, delineando con mis labios la línea de su mandíbula, jugando finalmente con el lóbulo de su oreja; ahora morder, ahora besar, y casi podía sentir el aire agotándose a mi alrededor.
-[b]¿Sabes qué vamos a hacer ahora? [/b]-dije, mordiéndola de nuevo, enganchando otra vez mis dedos a la ropa interior de Alice y tirando de ella hacia abajo, apenas unos milímetros, simulando algo que no llegué a hacer.
-[b][i]Tendrás que darme más pistas… [/b][/i]-susurró, abalanzándose sobre mis labios, besándome entre jadeos y deshaciéndose del pantalón, que cayó al suelo casi silenciosamente. Me lo sacudí sin miramientos antes de volver a ella, como si no pudiéramos romper el contacto durante mucho tiempo.
-[b]Sabes que odio dar pistas[/b] -dije, tratando de controlar mi respiración-. [b]¿Qué te parece si te lo muestro? [/b]-esta vez fue un susurro. No esperé contestación, deslicé las manos hacia su cuello y deshice hábilmente el nudo de su vestido, sujetándolo unos segundos en el aire, disfrutando de esa sensación de anticipación: -[b]Es un vestido maravilloso…[/b] -ladeé un poco el rostro y abrí la mano; el vestido cayó al suelo con suavidad, acompañando su sonido mis palabras-, [b]pero no lo necesitas.[/b]
Retrocedí apenas un paso, mirándola, observándola, disfrutándola. Podían decirse muchas cosas de Alice. Que no era muy buena persona, que no era persona en absoluto, que era un vampiro y como tal un asesino. Pero nadie, nadie en el mundo entero podía decir que no era preciosa. Lo era, y lo pensaba mientras seguía la línea de sus hombros, deslizando la mirada por sus curvas y dejando escapar uno de esos suspiros que aspiran a jadeos contenidos. Apenas pude reaccionar antes de que Alice me rodeara con sus piernas, acercándome a ella y sujetándome por la nuca, pasando una mano por mi pelo antes de atraerme hacia su boca en un beso intenso que paró para introducir un dedo en la goma de mis boxers y tirar de ella.
Fui yo quien colocó ahora una mano detrás de su cuello, acercándola, repitiendo el beso, ahora más profundo, más cálido, un poco más furioso. Apenas unos segundos antes de dejarla ir yo también, bajar la mirada hacia las braguitas negras de encaje y repetir exactamente su gesto, dos dedos en el interior de la goma, tirar hacia abajo de unas braguitas que ya habían bajado unos centímetros: -[b]¿Crees tú que necesitarás esto?[/b]
-[b][i]Yo diría que no…[/b][/i] -sonrió, bajando lentamente el boxer hasta que cayó al suelo. Con otra sacudida, me desprendí de otra prenda de ropa inútil mientras ella me recorría de arriba abajo con la mirada, arqueando una de sus cejas y mordiéndose el labio inferior en un gesto cuya sensualidad probablemente conocía y calculaba a la perfección. Dejé escapar un sonido, a medias entre risa ahogada y suspiro, y seguí su ejemplo, deshaciéndome de una pieza de encaje negro que no hacía más que molestar.
-[b]Es bueno saberlo[/b] -y antes de darme cuenta, volvía a besara, una mano en la cintura, otra tras la nuca, como ni no quisiera que se escapara aún a sabiendas de que ella no lo intentaría. Paseé la mano que tenía en su cintura, arriba y abajo, apenas tomando contacto con su piel y delineando sus formas, bajando por el muslo y subiendo de nuevo. Círculos en torno al ombligo, juegos en la cadera y un leve empujón para subirla a la mesa, obligándola a tenderse y tendiéndome yo con ella.
-[b][i]No sabes cuánto te he echado de menos…[/b][/i] -sonrió, clavándome las uñas en la espalda y sujetándome cerca mientras me besaba, un gemido escapándose de sus labios. Me separé apenas un centímetro, mirándola: -[b]Me hago una idea [/b]-dije, sin poder evitar sonreír con un poco de malicia y satisfacción, para luego volver a besarla, más intenso, más caliente, con todas las sensaciones contenidas durante todo aquel juego, mis labios bajando por el cuello y mi mano mivéndose a su libre albedrío mientras reprmía un jadeo contra su oído, moviendo mi cadera contra ella: -[b]Me hago una idea[/b] -dije como últimas palabras, dejando escapar una risa suave, a medio camino entre risa y falta de aliento.
[i]Siempre era así.[/i] Nunca nos habíamos enamorado, probablemente nunca lo haríamos, pero desde el primer día eran pocos los encuentros que no nos habían visto así. Y yo no pensaba quejarme al respecto.
[spoiler]By Stefy & Lae. No me pidáis mucha coherencia después de escribir esto, gracias.[/spoiler]
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.