Moondale

FANTASIA AGUADA

Jamie Smith – Residencia Lorenzetti[/align]

jamiesmith

Conduje por la autopista que une Moondale con  el pueblo donde reside Nana. En la radio sonaba justamente ‘Highway to Hell’, con lo cual no pude evitar sonreír a medias, estaba yendo por buen camino, porque conociendo a Carmella Lorenzetti como la conocía luego de tantos años, haría mi vida de un infierno si yo no abría la boca y le contase detalles jugosos sobre cierta persona y yo. Cambié el dial de la radio, dejando pasar una de Bruce Springsteen. He decidido luego de hablar con Christopher McLeod de la posibilidad de trabajar en la biblioteca, que era hora de regresar a casa. Pero por ahora no quiero pensar en nada de lo que estaba sucediendo en Moondale, nada de vampiros locos, iniciativas psicópatas ni de padres desaparecidos en combate.

Me merezco unos días de desconexión total, litros de café caliente en un termo, una manta, Angus y la playa a mis pies. Mi propio oasis, sin que nadie me molestase. La sola idea me arrancó una sonrisa y pisé con más fuerza el acelerador. Y también, todo hay que decirlo, que pienso en él. Volví a sonreír, antes de girar hacia la salida.


Me mordí el labio inferior, mientras percibía como él me besaba el cuello, a la vez que me acariciaba la cintura desnuda. Intenté por todos los medios no soltar un gemido, en cuanto él encontró mi punto sensible en la unión entre el cuello y el hombro. Luego sentí como si me sacudiese, con lo cual fruncí el ceño y abrí los ojos. En vez de Dom, estaba Nana mirándome con esas gafas violetas. Pegué un grito, consiguiendo que ella retrocediese de impacto.

– No puede ser qué duermas tanto, Jamie…- me dijo en tono de reproche, mientras abría las cortinas de mi habitación, dejando entrar la luz.- ¿Qué estabas soñando que te dejaba en ese estado que no te querías despertar?

Menos mal que no puedes leerme la mente, porque si te dijera lo que estaba soñando, me abochornaré tanto. Me tallé los ojos, soltando un suspiro de frustración, en parte porque se estaba calentita dentro de la cama y en parte porque Nana me había chafado el sueño erótico con Dom. Me abracé a mi almohada, resistiéndome a levantarme y Nana, con toda su crueldad me quitó las sábanas de encima. Gemí del frío y me comporté lo más infantilmente posible.

– ¡Nanaaaaaaaaaaaa!- gimoteé.

– Mamá, déjala dormir un rato más.- me defendió Carolina, que entraba justo a mi habitación, se metía en mi cama y me tapaba, abrazándome.- Que hay que mimarla.- adoraba a Carolina, era la mejor tía que podía tener y era como una hermana mayor.

– Pero así en la cama no va a conocer chicos.- demandó Nana.

Pero si ya conozco uno…

– Ay mamá, ella es joven, tiene toda una vida por delante.- volvió a defenderme Carolina.- Además, conociendo el historial de vida de las Lorenzetti, seguramente conozca a uno, se quede embarazada de éste y luego será un ‘Si te he visto, no me acuerdo’.- añadió.

– Eso no es lo que pretendo hacer con Dom.- dije, frunciendo el ceño.

– Con qué Dom, ¿eh pillina?- me dijo Carolina, completamente divertida.

Podría haber cerrado la boca, podría. Pero el daño ya estaba hecho y ya tenía a Nana acostada del otro lado y mirándome, para que le contara todos los detalles. Puse los ojos en blanco y me acurruqué más en mi tía.

– Es italiano.- dijo Nana, con un chillido de emoción.- Es decir, que Dom es diminutivo de Doménico. ¡Es perfecto! ¿Cuándo piensas traerlo a casa? Pero avisa, así llamo a Bertha para que me tiña estos pelos.- su verborrea no paraba y yo me sonreía. Pobre Nana, no le iba a gustar nada de nada Dom.

– Es inglés, Nana.- le dije con simpleza, escondiendo el rostro en el cuello de Carolina.

Y de pronto el ambiente se puso tenso, sentí que el peso de Nana desaparecía de mi cama, oí sus pasos y la vi pararse en el medio de la habitación.

– ¡HEREJE!- me gritó.- ¿INGLÉS? ¡CON LOS FRÍGIDOS QUE SON!- comenzó a chillar, escandalizada.

Yo sólo atiné a reírme junto a Carolina, observando el espectáculo que daba mi abuela. Empezó a decir incoherencias en italiano y yo no detuve en absoluto mis carcajadas, era muy divertido contrariarla en lo que respecta al sexo opuesto.

– ¿Te parece gracioso, James?- me espetó, con las gafas torcidas y los pelos alborotados.

– Mírate al espejo y dime qué te parece…- le señalé el espejo que estaba en una esquina.

Nana se miró y entró en carcajadas, contagiándonos a nosotras; luego se adecentó, volvió a su lugar en mi cama y me abrazó.

– Cuéntanos de Dom.

Suspiré, esperaba no tener que pasar por ese interrogatorio. Me acomodé entre Nana y Carolina, a la vez que permití que Angus se arrimara en mi regazo.

– Es inglés, como ya saben, decir que es mono es quedarse corta, es bastante guapo.- comencé enumerando un poco de él.- Besa bien y es buen chico.- y me quedé callada.- De hecho, eso es todo lo que sé.- admití.

Nana me miró como si la hubiese decepcionado. A lo cual le sonreí conciliadoramente y añadí:- Nana, no soy la FBI, no puedo ponerme a interrogarle su vida y obra.

– Pues, puedo hacerme cargo de eso.- me dijo, acariciando mi cabello.

– ¿Quieres espantarlo porque no es italiano?- pregunté, alzando una ceja.

– ¿Yo? Jamás.- se hizo la ofendida.

– Mamá…- advirtió Carolina.- ¿Porqué no bajas y nos haces unos ñoquis con tu salsa favorita?- le sugirió.

Nana refunfuñó en italiano, llevándose a Angus de paso. Apenas desapareció de mi habitación, Carolina me miró, alzando ambas cejas; con lo cual la miré escandalizada.

– ¡No nos hemos acostado! No sé por quien me tomas.- le reproché.

– Por una Lorenzetti.- respondió con sencillez.- Lo de Smith es mera formalidad.- añadió.- Las Lorenzetti somos pasionales y nos encanta hacer el amor o como dirían ustedes, los jóvenes: sexo.

Me tapé con la almohada, no sabía si era peor Nana o Carolina, en cuanto a temas de sexualidad o sexo. Carolina se río ante mi vergüenza y le enseñé el dedo medio, consiguiendo que se riese más.

– Cabrona…-murmuré contra la almohada.

– Venga, nos espera un almuerzo copioso.- intentó tirarme de la cama.

– Ya voy…- desistí, levantándome por mi propia cuenta.

Carolina se retiró de la habitación, canturreando cosas sólo para molestarme. No le di importancia, saliendo de la cama. Me desperecé, soltando un bostezo; enhorabuena me vienen a chafar el sueño erótico. Eso es tener mala suerte, vamos. Miré por la ventana y el día estaba soleado, con lo cual sonreí: tocaba día de playa.

Me abrigué con un sweater demasiado enorme y unas pantuflas de conejo, y bajé hacia la cocina donde el aroma a ñoquis me esperaba. Las vacaciones estaban sentando de perlas.

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