Moondale

ALGO CALENTITO SIEMPRE RECONFORTA EL CUERPO

[align=center][b][SIZE=6]Cecil Anwalt | Casa de las Echolls [color=blue](Con Liad y Diana)[/SIZE][/b][/color]

cecilanwalt

[SIZE=4]Si ahora mismo me preguntasen cómo estaba, me quedaría pensando mi respuesta durante unos segundos.

En teoría, por el simple hecho de que fuese navidad, uno debería de sentirse feliz, con una sonrisa en el rostro y contento por estar con su familia. Aquel año, evitando la tradición habitual, decidí no regresar a Londres.

Decidí no ver aquel año nuestro árbol de navidad. Decidí no abrazar a mi madre o a mi abuelo. Decidí no sentirme como un niño durante un momento más. Decidí dejar que la magia, la inocencia y las pequeñas chispas de navidad se quedasen atrás. Y decidí, aunque no tuviese ganas, buscar eso.

Era cierto que había una serie de cosas que me perdería, cosas que había estado viviendo desde que tenía memoria. Sí, me gustase o no, no podía decir que me encontrase contento, aliviado por no ir. No podía decir que, por mal que pudiera llevarme con algunos, no fuese a extrañarlos. Pero también experimentaría nuevas cosas. De hecho, aquel mes de Diciembre, aquellos días en los que se había comenzado a adaptar una vez más a la vida en el mundo real, se había dado cuenta de que no era la misma persona que, una vez, allá en Halloween, había desaparecido.

De todas formas, pasar las navidades con tus amigos era tan buen plan como cualquiera, ¿no?

Toqueteé el volante del coche con los dedos al ritmo de la música. Era un poco después del mediodía, quizás demasiado pronto para ponernos en camino, ya que todavía faltaba un buen rato hasta que fuera la cena. La mañana había sido bastante entretenida. No habíamos madrugado mucho, pero tuvimos tiempo de sobra para comer, jugar un rato y darle el punto final a los regalos. ¡Oh! Y los postres, claro. Mi copiloto, Liad, agarraba con fuerza dos cajas medianamente grandes, de plástico. Una de ellas llevaba una rica y sencilla tarta de bizcocho, nata y chocolate blanco. La otra, con base de galleta y el resto con una fría cuajada, tenía trocitos de chocolate por encima, era una receta que la había estado comiendo desde que era pequeño, por lo que no pude resistirme a prepararla. No sólo para recordar momentos “dulces”, sino también para compartirlos con todos aquellos que estaban allí.

– [b]Oye.[/b] – Liad giró la cabeza de una forma un tanto brusca, aunque sin poder evitar cierta emoción. – [b]¿Crees que les gustará? Las tartas, quiero decir. NO es que sean muy complicadas, aunque nos ha llevado lo suyo prepararlas…[/b]

– [b][i]Seguro que les gusta. No te preocupes[/i][/b] – le contesté mientras sonreía.

– [b]¿Y los regalitos esos? ¿Encontraste lo que me dijiste?[/b] – me preguntó impaciente.

– [b][i]Liad, no te preocupes tanto por los detalles. Seguro que hemos acertado, así que disfruta y pásatelo bien, ¿vale?[/i][/b] – le dije mientras le miraba durante unos segundos. Este asintió levemente mientras sonreía de la misma manera que el gesto.

Ya quedaba bastante poco para que llegásemos a la casa de Sarah. Procuré tranquilizarme ya que, aunque no había hecho nada que pudiese alertar al muchacho, no quería que se preocupase con más cosas de las necesarias. De hecho, eso era bastante curioso viniendo de mí. Siempre he sido una persona que ha preferido guardarse las cosas, decirlas cuando realmente sea necesario y no causar alarmas innecesarias.

Y eso era lo que pretendía. Una parte de mí quería dar protección, dar cariño y hacer que se sintiera a salvo. Pero, al fin y al cabo, yo también soy una persona. Y como ser vivo que se mueve, patalea y grita, tengo mis necesidades.[/SIZE]

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No me importaba ir a los centros comerciales. De hecho, uno podía llegar a encontrar formas para entretenerse. Normalmente, claro. El consumismo nos incita a comprar, a gastarnos, en muchos casos, dinero que no tenemos. No sé exactamente cuándo empezó todo esto, pero desde mi punto de vista, hay cosas más importantes en estas fechas.

Después del famoso howler, Liad y yo habíamos ideado un plan. Decidimos ir a comprarle detallitos a cada uno de los que fueran a la cena. No debían de ser cosas especialmente grandes, pero si propusimos mirarlas bien, prepararlas, poner empeño aunque no conociésemos mucho a esa otra persona. Todo, simplemente, por hacer algo que pudiese calificarse como “especial”. Aquella noche era importante, para algunos podía significar que no estaban solos, que siempre tendrían a alguien allí, velando por ellos, abrazándoles o agarrándoles la mano cuando lo necesitasen.

También, aparte de eso, tenía otras razones. O mejor dicho, una gran razón.

Le había pedido a Diana que se viniese conmigo, pidiéndole ayuda para que pudiera terminar aquello en lo que nosotros no éramos capaces, principalmente porque no conocíamos a todos tan bien como para saber si habíamos acertado o no. Ella se venía conmigo mientras Liad, por el contrario, se quedaba con el resto, de tal manera que podría hacer mi doble jugada en este preciso instante.
Podía mirar cosas para todos, pero también podía contribuir, aunque fuese un poco, a que las navidades del rubiales, las [i][u]primeras[/u][/i] navidades que tuviese nunca las olvidase.

–  [b]Sabes que esto parece una cita, ¿verdad?[/b] – me preguntó Diana una vez que salimos de otra tienda.- [b]Parece la típica excusa mala para intentar aprovecharte de mí.[/b]- Hace gestos exagerando lo que dice.- [b]Sinvergüenza.[/b]

– [b][i]Por supuesto, ahora nos buscamos unos lavabos y nos lo montamos ahí, ¿te parece? [/i][/b] – la miré, medio sonriendo medio riendo. – [b][i]Mejor vete a darle caña a Mcleod, que seguro que os lo pasáis mejor vosotros dos juntitos.[/i][/b] – le guiñé un ojo y moví las cejas.

– [b]No entraré en detalles para no traumatizarte pequeño padawan.[/b] – sonrió. – [b]Pero, ¡Ay omá , qué rico está el bibliotecario![/b] – exclamó Diana mientras decía estas palabras, igual que como si fuera un albañil de obra.

– [b][i]Tranquila, prefiero no saber los detalles. Ya con lo que me has dicho tendré que ir a terapia durante los siguientes meses.[/i][/b] – la contesté mientras alcé el puño y hacía una mueca (exagerada, para qué negarlo) con el rostro. Cuando relajé el rostro, sonreí mientras ella se reía.

– [b]Eso te pasa por juntarte con pervertidas sexuales.[/b] – se señaló a sí misma. – [b]Acabarás como yo y eso no te lo recomiendo.[/b]

– [b][i]Eso no lo sabremos hasta que ocurra.[/i][/b]– le dije mientras sonreía ante aquellas palabras. – [b][i]De todas formas, gracias por acompañarme.[/i][/b] – la miré agradecido. – [b][i]Todavía hay cosas que me faltan y no conozco a todos tan bien como para saber qué escoger.[/i][/b]

– [b]No es nada.[/b] – ella sonrió mientras se enganchaba de mi brazo. -[b]Los amigos de Sarah son mis amigos… Sí ellos quieren, claro.[/b]

– [b][i]No creo que deba contestarte a eso Diana, ya que creo que mi respuesta es bastante obvia.[/i][/b] – la dije mientras sonreía. Busqué en el bolsillo trasero u trozo de papel. La famosa lista de todo aquel plan maestro. Volví a guardarla para, esta vez, mirar a Diana. – [b][i]Qué, ¿te parece que paremos un poco y tomemos algo allí?[/i][/b] – señalé un Starbucks cercano.

– [b]Soy una Gilmore para el café, así que eso ni se pregunta.[/b] – dijo mientras nos cogía a las bolsas y a mí con fuerza y nos arrastraba a una de las mesitas. ¡Ni que fuera una cazavampiros!

***

No podía mentir, no con aquello. Es imposible mentir cuando a alguien se le nota en su mirada, en su rostro o en su forma de moverse. Sería bastante complicado negar, sí me preguntase, que me lo había pasado bien.

Diana tenía un efecto peculiar en las personas. Quizás es por las experiencia vividas o bueno, puede que no. En cualquiera de los casos, conseguía hacerte sonreír o despejarte de cualquier tipo de pensamientos.

Me relamí los labios, saboreando un rico capuccino con vainilla. Algo calentito siempre reconforta el cuerpo. En cambio, Diana había sido la valiente al pedirse un frapuccino de café. El ambiente (nuestro ambiente, nuestra burbuja, no el caótico centro comercial. Ni que pareciera la Iniciativa en plena rebajas, joder) estaba bastante tranquilo, comentando cosas y bueno, pasando el rato.

– [b][i]¿Te puedo hacer una pregunta?[/i][/b] – le pregunté, todavía indeciso.

Normalmente soy una persona que habla, que saca una conversación larga e interesante aunque las personas que estén cerca parezcan unas paredes.

Normalmente, soy alguien divertido que siempre tiene algún chiste, comentario o sarcasmo que soltar para aligerar la tensión. Pero también hay cosas de las que me cuesta hablar, de las que no me es nada sencillo comenzar a contar como si tal cosa.

Pero de verdad, realmente necesito hablarlo con alguien. Necesito desahogarme, gritar, necesito que alguien me indique a dónde ir, qué dirección seguir y qué hacer. Porque aunque parezca que no es así, que soy independiente y que no necesito que nadie me diga lo que tengo que hacer o lo que no, continúo siendo alguien joven.

Demasiado joven para algunas cosas, por lo que es lógico que a veces, se escapen a mi control.

– [b]Siempre que sea indiscreta.[/b] – sonrió mientras bebía con la pajita.

– [b][i]No, no es indiscreta.[/i][/b] – sonreí levemente ante aquel comentario. – [b][i]Pero antes necesito que me prometas algo, ¿vale?[/i][/b] – me acerqué, apoyándome en la mesa para acercarme un poco más a ella. -[b][i]No se lo cuentes a nadie.[/i][/b]

– [b]Palabra de bruja.[/b]- dijo en voz baja, mirando a su alrededor, por si alguien la había escuchado.

– [b][i]Mmm…[/i][/b] – la miré y asentí un poco. ¿Por dónde podía empezar? Sí, me cuesta arrancar. Santa, necesito un motor potente para las próximas navidades. Gracias.- [b][i]¿Tú ves a Liad bien? Quiero decir, después de todo lo ocurrido y ahora con estas fechas…[/i][/b]

– [b]Creo que eres buena madre.[/b] – se ríe, quitándole importancia al asunto para luego ponerse seria. WTH. ¿Madre? ¿Desde cuándo he parido a este rubio que es casi tan alto como yo?  – [b]Está perfectamente y lo que has hecho por él es muy bonito.[/b] – Hizo una pausa para beber. Deberían de hacerme una película navideña con esto, seguro. Aunque tendría que ir pensando un título y buscando a un buen guionista para que no sea una mierdecilla. – [b]Y tú, ¿estás bien?[/b]

– [b][i]Estoy todo lo bien que puedo estar, pero no quiero llevar la conversación por ese camino.[/i][/b] – contesté, un tanto desprevenido ante aquella pregunta. Salvo cierto compañero de piso, hacía tiempo que no me preguntaban eso, no de [i]esa[/i] manera.

– [b]Te lo pregunto porque Sarah está preocupada por ti y no sabe cómo sacarte qué te pasa por la cabeza.[/b] – Diana dijo mientras se encogía de hombros, consiguiendo que me quedase durante unos minutos callado.
Vale, no soy tan buen actor como creía. Para el año que viene, prometo mejorar y decir mejores mentiras. Así no preocuparé de forma innecesaria a personas que quiero. Sí, será un buen inicio como propósito de año nuevo.

– [b][i]No muerdo.[/i][/b] – Contesté al fin. -[b][i]Sarah puede preguntarme lo que quiera, de verdad. [/i][/b] – añadí, mirando de refilón al suelo. – [b][i]No veía a Liad muy animado. Y bueno, es lógico, por lo que… le medio obligué a que escribiese la carta a “Papá Noel”.[/i][/b] – moví las cejas hacia arriba un momento, poniendo los ojos en blanco también.

– [b]Liad ha debido tener una vida muy dura y es normal que estas fiestas no le entusiasmen mucho. [/b] – Cierto, aunque tampoco es que sepamos mucho, por no decir nada, de su pasado. –[b]Pero no estaría de más que con pequeños detalles, como escribirle la carta a Santa Claus se alegrase un poco.[/b]

– [b][i]El problema es ese Diana.[/i][/b] – me puse la mano en la frente, para luego frotarme los ojos, cansado. – [b][i]No digo que no esté bien, pero… [/i][/b] – busqué cómo expresar todo aquello, porque en verdad, NO SABÍA CÓMO. Podía decir muchas, muchas cosas. Cosas de ahora, de este tema que tanto me importaba, cosas del pasado, cosas de mí historia. Pero duele, algunas cosas todavía joden cuando intento hablarlas. -[b][i]No te puedes imaginar la sensación que puedo tener aquí dentro, de verdad que no.[/i][/b] – respiré hondo, intentando conservar la calma. -[b][i]He intentado por todos los medios que esté bien, pero… Tú no has leído realmente lo que se le pasa por la cabeza. No puedes saber cómo es estar cuidando a alguien todos los días, preocupándote por esa persona y sentir como lo estás perdiendo. Y ni siquiera sabes qué hacer.[/i][/b]

Después de terminar de decir eso, ella no tardó tiempo en moverse. Se levantó, arrastró la silla hasta mi lado y me puso el brazo encima de mi hombro.

– [b]No creo que haya nadie en… toda la galaxia que te entienda mejor que yo en este momento. [/b] – la miré a los ojos, directamente a ellos y por un momento, la abracé con fuerza.

– [b][i]Puta magia de los cojones. Para las cosas verdaderamente importantes no te ayuda.[/i][/b] – comenté por lo bajo, todavía abrazándola.

– [b]La verdad es que no.[/b] – admitió ella después de que nos separásemos. –[b]Pero siempre te puedes conjurar a una tía buena, o intentarlo, para ver si así te animas.[/b] – sonrió, mucho, consiguiendo que con aquello yo también lo hiciera.

– [b][i]En serio, me siento perdido Diana. No sé qué hacer. Ahora mismo no tenemos clases. Pero, ¿y el mes que viene? ¿Qué hago, le dejo solo todo el día? No puedo hacer eso, de verdad que no. No estaría tranquilo.[/i][/b] – negué con la cabeza, refiriéndome a eso último.

– [b]Eso se puede solucionar.[/b] – lanzó una media sonrisa.-[b]El otro día estuvimos hablado mi madre, Sarah, Daniel, Mcleod y yo sobre la posibilidad de que Liad se quedase en mi casa mientras los demás estamos en la residencia de la universidad.[/b]

Sabía que no era una broma. Pero mi cabeza gritaba con fuerza un parecía de forma constante. El simple hecho de que ellos, sin ni siquiera les dijese yo nada, lo hicieran, decía mucho. Aunque la carga que tenía encima continuaba oprimiéndome, sentí que podía respirar algo mejor.

– [b][i]No lo sé. Quizás sea la mejor idea, aunque no le hará mucha gracia al principio el tener que “mudarse” de esa manera.[/i][/b] – Uff, ya me lo puedo imaginar…

– [b]Somos buena gente. [/b] – me dio una palmadita en la espalda. – [b]Prometemos no darle drogas a Liad en tu ausencia.  Sólo marihuana terapéutica.[/b]

– [b][i]Eso ya lo sé, tranquila.[/i][/b] – contesté, bastante serio.

– [b]Alegra esa cara anda.[/b] – dijo, colocándose las manos a los dos lados de la cara, sacando la lengua y poniendo cara de fea. – [b]Y dime ya lo que sea que te preocupa porque sabes que soy una tumba más bonita que la mía de A dos metros bajo tierra.[/b]

Sí tuviera que empezar a contar… Mason lloraría, los de la Iniciativa harían sus maletas y del cielo caerían pepitas de oro. Sí, un mundo ideal.

– [b][i]No sabría cómo contarlo, la verdad.[/i][/b] – admití.

– [b]Siempre que no sea que has matado alguien… podré soportarlo.[/b] – me golpeó el hombro de forma leve, en plan buen rollo. – [b]De verdad.[/b]

Ojalá fueran las cosas tan sencillas, de verdad. Dejé caer un suspiro, quizás un poco profundo. Ella estaba allí. Me escucharía, me aconsejaría como ya había hecho… No se marcharía, no vería las cosas de malas maneras ni me las echaría en cara. Ni ella, ni la preocupación de Sarah, ni la de ningún otro. Busqué en los bolsillos interiores del abrigo hasta encontrar un sobre y dentro, una carta doblada. La había dejado allí desde el mismo día en que él la había escrito.

– [b][i]Creo que me entenderás todo mejor después de ver esto.[/i][/b] –le dije mientras le tendía la carta. Después, volví a meter la mano del bolsillo y saqué un paquete de clínex. – [b][i]Esto por si las moscas, que creo que tú eres de lágrima fácil.[/i][/b]

– [b]No es culpa mía. Es que este cuerpo vino defectuoso.[/b] – se encogió de hombros. Sí, claro, ahora me das excusas, ¿no?

No la contesté, más bien aguardé a que ella comenzase a leer, pero no la dejé de mirar, esperando para ver qué tipo de reacción tendría. Sus ojos comenzaron a iluminarse, se humedecieron mientras más miraba aquellas palabras.

Finalmente, varias lágrimas recorrieron su rostro. Lágrimas tranquilas, serenas, pero al fin y al cabo, continuaban siendo eso.

– [b]Esto no es culpa de mi cuerpo. [/b] – dice sorbiendo por la nariz. – [b]Es que no se pueden escribir estas cosas tan bonitas y esperar que alguien con más sensibilidad que una roca, no llore.[/b]

Sonreí, era inevitable no hacerlo al verla así. Me acerqué y la abracé un poco. Había varias formas de poder interpretar todo aquello. Algunas eran simples, llanas, donde no encontrarías nada más que una cosa. Pero otras, las más complicadas, quizás serían las que en el futuro, pudiesen causar algún que otro contratiempo.

– [b][i]Terminaste igual que yo. No te preocupes.[/i][/b] – le dije, admitiendo la verdad.
[/SIZE][/QUOTE]

[SIZE=4]Una parte de mi deseaba que el año acabase. Deseaba con fuerza que el siguiente fuese mucho mejor, no sólo para mí, sino para todos.

– [b][i]Ya hemos llegado.[/i][/b] – dije, una vez que aparcamos delante de la entrada. Le miré, buscando sus ojos azules, intento encontrar la respuesta a todos los enigmas que había en su persona. No la encontré, aunque sí vi otras cosas. – [b][i]¿Tienes ganas de ver a la big family?[/i][/b]

– [b]Claro que sí. [/b] – contestó Liad mientras sonreía. – [b]¿Vamos?[/b]

– [b][i]Por supuesto. No deben quedare sin probar un cachito de nuestras tartas, ¿eh?[/i][/b]

Llegamos a la puerta, bastantes cargados debía de admitir, pero al final llegamos. Freya ladraba al otro lado de la puerta, impaciente porque entrásemos. Abrimos la puerta, gritando nuestra llegada. Liad sonrió, dejando las cosas en el suelo de forma cuidadosa para poder coger a la perra en brazos y hacerla monerías.

En verdad, no sabía cómo se nos darían las cosas. Ninguno de nosotros sabía nada. Pero había algo, una cosa de la que estaba realmente seguro.

Esa noche, [u]nada[/u] podría estropearla.[/SIZE]

[spoiler]Escrito durante un ratejo de esta tarde. Diana manejada por Stefy y Liad y Cecil por mi persona. Si hay algo que cambiar Stefy, dime! xD Y disculpad que sea tan largo, pero la musa… xDU. He estado jugando con el tamaño para ver si se lee mejor que antes, espero que así sea ^^U[/spoiler]

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