Moondale

DELIRIUM TREMENS

[align=center][b][font= Book Antiqua][SIZE=4][color=black]Christopher McLeod | Su casa[/SIZE][/color][/font][/b]

botellas

Me dejé caer desde la cama y quedé sentado en el suelo, con la cabeza entre las rodillas. Había tenido que refugiarme en el piso de arriba para no ceder a la tentación de lo que había allí abajo.

Levanté las manos y miré como no podía controlar los temblores. La cabeza me martilleaba y los intermitentes calambres no ayudaban a que mejorase. Pero eso no era nada comparado con el ansia que me asfixiaba.

Sentí cómo mi pierna se movía sin parar pero ya no le prestaba atención, no podía contener mi propia agitación igual que apenas podía contenerme a mí mismo.

Me quedé así durante varios minutos, que me parecieron horas. Después intenté ponerme en pie, pero cuando terminé de incorporarme comprendí que había sido un error, notaba la cabeza muy pesada y todo comenzó a darme vueltas. Sentí una sensación nada agradable en el estómago que después se trasladó a la garganta. Caminé lo más rápido que pude hacia el baño y me coloque frente a la taza para despedirme del desayuno, si es que lo había tomado, porque ni siquiera lo recordaba.

Esta vez no volví a incorporarme, simplemente me eché hacia atrás y apoyé la espalda en la bañera. Agradecía el contacto frío de los azulejos, hacían que los sudores pareciesen más soportables. Seguí allí sentado por lo menos un par de horas. Miré el reloj para comprobarlo y vi que ya era medianoche, eché la cabeza hacia atrás en intenté no pensar en nada, relajarme y quizá dormirme, cuando despertase lo peor ya habría pasado y podría empezar a buscar una solución para todo esto, pero el insomnio no me dejaba. A estas alturas estaba claro que estaba pasando por el [i]delirium tremens[/i], pero no me explicaba cómo había podido llegar a verme así. [i]Ni siquiera recuerdo como murió Sarah maldita sea, dejé de lado a Daniel en su peor momento…y Diana…[/i]. A estas alturas estaba claro que era un mal Vigilante, pero eso sería quedarse corto, si en su momento me hubiese sobrepuesto a lo que pasaba, no habría caído en esto, Sarah estaría viva, con Daniel y yo…yo estaría con Diana, si es que hubiese podido perdonarme por todas esas dudas, por no ceder a lo que realmente sentía por ella.

Pero no lo había hecho y ahora ya no estaban, ya no vería a Daniel y a Sarah felices juntos, ni vería la sonrisa de Diana, no volvería a escuchar sus bromas que siempre conseguían hacerme reír.

Me llevé la mano a la cabeza y traté de no pensar. Pero mi mente no estaba por la labor. Por un lado no había aceptado aún la muerte de Sarah, la de Diana, lo que le había pasado a Daniel, que habría sido de Ed y que les habría pasado a los demás en todo este tiempo. Pero por encima de todo eso, pese a que debía estar pensando en todos, no podía evitar recordar todos los momentos que había pasado con Diana, la cena que aún le debía desde “mi otra vida”, nuestro baile en la fiesta de cumpleaños. La recordaba con tanta intensidad que me pareció sentir su mano posarse sobre la mía, pero tenía miedo de levantar la vista y no verla allí. Volví a sentir la misma sensación, y ésta vez decidí mirar y comprobar si me había vuelto loco y sería el próximo compañero de Daniel, así al menos podría estar ahí para él, como no estuve cuando perdió a Sarah. Miré y lo comprobé, me había vuelto loco, o las alucinaciones habían empezado.

– [b]¿Diana?[/b] – pregunté con un hilo de voz. No sabía que pensar, por lo que su madre me había dicho, Diana se había perdido buscando una forma de traer a Sarah de vuelta y después, supuse que habría pasado lo peor, aquello de lo que había intentado protegerla alejándola de mí, igual que había conducido a Sarah por el camino que tanto temí. Al verla frente a mí pensé que quizá Diana no hubiese muerto, eso lo había supuesto por la forma en la que Elizabeth lo había dicho, pero quizá no, quizá estuviese de verdad frente a mí, por mucho que le hubiese pasado juntos podríamos superarlo, había una forma de arreglarlo todo.

Me puse en pie de nuevo, apartando por un momento de mi mente los mareos, los sudores, los calambres y el pesar. Pero ese momento duró muy poco, sólo el tiempo que tardé en mirarla a los ojos y ver que no era ella, sus ojos no tenían ese fulgor característico, esa chispa de vida, en su lugar veía una mirada triste y apenada, una mirada que estaba dirigida a mí. Mis esperanzas se esfumaron en cuanto vi ese rostro apenado, nada volvería a ser lo mismo, era casi imposible.

Me quedé mirándola durante varios segundos, deseando que aunque no fuese la misma, se quedase conmigo para siempre. Pero sabía que aún así no era ella, porque a ella ya la había perdido sin hacer nada por evitarlo. Sin poder controlarlo, las lágrimas comenzaron a brotar. No sabía cómo Daniel había soportado lo que pasó con sus padres, en este momento le entendí, supe cómo era perder a alguien que te importaba más que tú mismo, por mi culpa ahora que había encontrado una esperanza lo había vuelto a perder todo.

Mi mano se crispó mientras un calambre me recorría la pierna y todas las extremidades me temblaban. Sentí como una mano me tocaba la mejilla, limpiando las lágrimas, y levanté la mirada para verla mirándome aún con esos ojos tristes. Parpadeó y me volvió a acariciar la mejilla. Puse mi mano sobre la suya, para que no la quitase, y la noté cálida pero antinatural. Pasamos unos minutos así, mirándonos, hasta que ella retiró la mano y dio unos pasos hacia atrás, con una leve sonrisa y la misma cálida pero triste mirada. Después se desvaneció.

No sabía qué era lo que había pasado en realidad, si había sido la verdadera Diana o una alucinación, o quizás que también me estuviese volviendo loco, pero lo que sí sabía era el mensaje que escondía esa mirada triste. Éste no era su McLeod, igual que no era el Vigilante de Sarah, ni la figura paterna que había asumido respecto a ella, tampoco el “hermano” mayor de Daniel, ni el amigo de Ed… Era yo el que era una sombra de mí mismo y no ella, tenía que volver a ser yo mismo.

Los temblores continuaban, y sentía como las náuseas también, pero me puse en pie apoyándome en la pared de azulejos y salí del baño, bajé las escaleras y llegué al primer piso.

Caminé hacia la cocina y abrí una de las puertas del mueble para sacar un vaso, lo dejé encima de la meseta y fui hacia donde estaban las botellas.

Me quedé quieto durante unos segundos y después cogí una de ellas y le quité el tapón. La mano con la que lo sostenía comenzó a temblarme más fuerte cuando el olor llegó a mi nariz, pero la sujeté con la otra, que también temblaba. Fui hasta dónde había dejado el vaso e incliné la botella. El líquido comenzó a caer lentamente, hasta que la botella estuvo vacía. Me apoyé en la meseta de mármol frente al fregadero y vi como el desagüe se llevaba a mi mayor enemigo. Después cogí el vaso, lo llené de agua y lo metí en el microondas unos minutos. Busqué en un armario unas hierbas y encontré unas de té verde y valeriana y las coloqué en el [URL=http://i51.tinypic.com/epfar8.gif]colador para el té[/URL], tanto las hierbas como el colador eran regalo de mi prima y nunca pensé que utilizaría. Saqué el vaso del microondas y metí el colador dentro, removí durante unos segundos y me tomé el té poco a poco. No era un gran fan del té ni las infusiones, tanto mis padres como yo éramos más de café, pero en este momento no sería de gran ayuda, y necesitaba parar el síndrome de abstinencia. Esbocé una sonrisa pensando en el chiste que haría Diana sobre la abstinencia, en cómo Sarah se reiría y Daniel con ella, en cómo Ed se uniría a los demás y por un momento, la esperanza volvió a cobrar vida, todavía era capaz de traerlos de vuelta. No sabía cómo, pero sabía que no me rendiría.

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Espero que os haya gustado ^^
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