[align=center][b][font= Book Antiqua][SIZE=4][color=black]Christopher McLeod | Moondale.[/SIZE][/color][/font][/b]
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Frente a mí se hallaba la ciudad que se había convertido en mi hogar, la que nos había reunido a todos y que ahora estaba destrozada, irreconocible. Era como si hubiese vuelto a saltar en el tiempo y el caos que había presenciado antes, el temor, se hubiese convertido en vacío, en un eco de la vida que una vez hubo aquí.
No sabía si era un truco más de mi delirium tremens, si había perdido la cabeza o si todo esto era algo más, algo diferente, quizá fruto de la magia o de algo que no se me hubiese pasado por la cabeza. No tenía ni idea, pero ya no importaba. Tanto Diana como “el círculo” me hicieron darme cuenta de que tenía que dejar los errores atrás, pero sin olvidarlos, y el futuro adelante, pero teniéndolo siempre presente. No debía dejar que ninguno influyera en el presente, porque es entonces cuando el futuro estaría condenado. Todo lo relacionado con Mason era un ejemplo de mi preocupación por el futuro, que me había sumido en un estado en el que ni siquiera yo me reconocía, y había hecho que me alejase de los demás. El pasado también había contribuido: los errores de mi juventud, la muerte de aquellas dos chicas, el sentimiento de impotencia, la frustración…todo eso se había unido a lo demás haciendo que no tomase las mejores decisiones, aislándome de los demás y ocupando mi cabeza de tal forma que no podía ni siquiera pensar con claridad. Quizás si lo hubiese hecho diferente ya habría encontrado una solución para Mason o al menos habría aprovechado el tiempo con Diana, nunca se sabe, pero ya no era momento de arrepentirse, era algo de lo que había aprendido. En lugar de eso debía seguir adelante. Me había liberado.
Gracias a eso conseguí ver este “mundo” de una forma diferente, y darme cuenta de cosas que había pasado por alto. Ya no sabía qué era real y qué no, simplemente estaba aquí y debía continuar.
Me centré en caminar y observar cada detalle, intentando que la lógica me diera alguna solución, que encontrase algo fuera de lugar. En este punto, no sabía si descartar el delirium tremens, porque no podía concebir una alucinación de ese tipo sin que en ningún momento llegue a percibir la realidad, ni siquiera con leves flashes, además, parecía haber pasado mucho tiempo y si estaba en un estadio tan avanzado como para tener unas alucinaciones así, no habría podido aguantar vivo tanto tiempo como creía llevar en este lugar, aunque no sabía si mi noción del tiempo podía estar bien o no.
Le había estado dando vueltas a la última frase del hombre del queso y creía haberle encontrado un significado, por mucho que una cosa pareciese otra, no tenía por qué serlo. El funeral, Elizabeth, lo ocurrido con todos, mi casa, la bebida, las sensaciones, todo parecía tremendamente real, pero no tenía por qué serlo. El último lugar real del que podía estar medianamente seguro era el bar de Lorne y lo que tenía que descubrir es qué había pasado desde entonces, cómo había llegado hasta aquí o incluso si alguna vez había salido de allí.
En ese momento vi un flash en mi cabeza, como si un recuerdo reprimido volviese. En él una nube oscura nos rodeaba a todos en el bar y después todo se volvía negro.
[i]Negro[/i] – pensé. [i]Las auras negras…[/i] – recordé. Estaba empezando a encontrar un factor común en todo esto, y era simplemente negro, la oscuridad y todo lo que simbolizaba, los malos sentimientos, la tristeza, la decepción…el miedo.
Continué avanzando mientras trataba de recordar más cosas relacionadas con ese factor común y encontré que esas auras oscuras habían estado por todas partes y de algunas no me había percatado hasta ahora: en la madre de Diana y Sarah, en las figuras negras que me juzgaban, también lo había sentido en mi casa, en Moondale, en el funeral, no sabía cómo describirlo pero estaba ahí, un aire triste, oscuro, desesperado. Por no hablar de lo que sucedía, todo lo que hubiese podido ir mal lo había hecho, la única fuente de esperanza habían sido Diana y mis recuerdos tanto de ella como de los demás.
Volví a ver entonces en mi cabeza a Diana rodeada de un aura blanquecina, en el baño y en la playa, contrastando con el entorno oscuro, fuera de lugar. Estaba seguro de que Diana no tenía nada que ver con esa oscuridad, al igual que mis recuerdos. En ese momento me di cuenta de que sólo podía confiar en dos cosas, mis recuerdos y esa aura blanca. Ya estaba un poco más cerca de la verdad.
Avancé en línea recta hasta que empecé a ver pequeñas chabolas colocadas al lado de los edificios, utilizando los restos como una especie de soporte. También vi movimiento de personas cerca y fui hacia allí. Cuando me acerqué, vi a una mujer arrodillada en el suelo, cubriéndose la cara con las manos. Al principio no la reconocí, pero después, cuando levantó la cabeza al escuchar mis pasos, reconocí, debajo de los harapos que la cubrían, a Elizabeth, pero una muy distinta a la que había visto antes. Al verme continuó llorando, pero sus ojos me observaban como si estuviese frente a una aparición.
– [b]¿Elizabeth?¿Estás bien?[/b] – pregunté agachándome cerca de ella. Lo primero que intenté es fijarme bien e intentar buscar esa aura, ya fuese blanca o negra, pero no conseguí ver nada.
– [b][i]¿Christopher?[/b][/i] – preguntó mirándome fijamente. Se secó las lágrimas con la mano y añadió. – [b][i]Si hoy fuese cualquier otro día no habría creído lo que ven mis ojos, pero…[/b][/i] – hizo una pausa porque parecía costarle hablar y luego añadió. – [b][i]¿Cómo has vuelto?…¿Has venido con ella?[/b][/i] – había muchas cosas de las que preocuparme, pero no pude evitar fijarme en lo último, “ella” había vuelto. Fuese Diana o Sarah, tenía ganas de verlas vivas, aunque no fuese real.
– [b]¿Con quién?[/b] – pregunté esperando uno de esos dos nombres, cada uno por una razón muy distinta.
– [b][i]Diana…ha estado aquí hace poco…[/b][/i] – volvió a sollozar y no pudo terminar la frase.
– [b]¿Qué ocurre Elizabeth? ¿Qué es todo esto? ¿Qué ha pasado?[/b] – tenía demasiadas preguntas en la cabeza, pero necesitaba toda la información que pudiese de esto. Había entrado en un estado de duda total respecto a este mundo, pero aún así, seguía necesitando algo que me asegurase que no era cierto. Algo más que mis propias deducciones.
No sabía si podía confiar en lo que me dijese o no y por eso intenté no hacerme falsas esperanzas respecto a Diana, pero no me fue del todo posible. Aunque tuviese mis recuerdos y todo lo que había deducido para decirme que esto no era real, todos mis sentidos iban en la dirección opuesta.
-[b][i]Diana…no podía controlarlo…[/b][/i] – dijo entrecortadamente. – [b][i]la devoró, el poder la devoró.[/i][/b] – en ese momento me di cuenta de que si tenía un aura, pero no era blanca ni negra, eran ambas luchando. Decidí esperar, incluso para pensar, y dejar que continuase la historia. – [b][i]Te mató…[/i][/b] – por mucho que confiase en que esto no era real, eso me dejó helado. Aún así, seguí escuchando mientras un recuerdo me rondaba por la cabeza. – [b][i]…y a muchos más…pero…lo que le hizo a Daniel.[/i][/b] – escondió la cara entre las manos y lloró aún más. – [b][i]Sarah la mató y…perdí a otra hija…[/i][/b] – supe que se refería a Sarah, porque si de verdad Sarah hiciese eso, se habría perdido para siempre, su forma de ser no la habría dejado vivir, culpándose día tras día.
No pude evitar sentir tristeza al imaginarlo, pero a la vez también sentí algo muy distinto, alivio. Había escuchado la historia y me había hecho recordar el día en el que Diana me habló de su miedo a caer ante el “lado oscuro”, a ceder a las tentaciones y optar por el camino fácil, y después de hacerlo no me cabía duda de que esta era la perfecta pesadilla de Diana igual que la caída en la bebida, el fracaso y la decepción eran la mía. Era todo un truco, no sabía de quién ni con qué propósito, sólo sabía que alguien intentaba destruirnos desde dentro. Pero habían cometido un error, o más de uno, empezando por esa fuerza que se oponía y nos ayudaba y siguiendo por pensar que me creería esto, que de verdad pensaría que Diana habría cedido sin luchar o que Sarah habría matado a su propia hermana. Sarah habría hecho todo lo posible y más por salvarla y Diana habría luchado con todas sus fuerzas y habría preferido morir antes que hacerle esto a sus seres queridos.
– [b]¿Y dices que ha vuelto?[/b] – pregunté. Si Diana había vuelto y era distinta podían ser dos cosas: que me encontrase en la pesadilla de Diana o que fuese una trampa. O lo más probable, ambas. Ahora que lo había descubierto, al menos a medias, mi punto débil era ella, la de verdad.
– [b][i]Sí, pero…estaba distinta, parecía mi hija de nuevo.[/b][/i] – la vi brillar tenuemente y deseé decir gracias a quién quiera que nos ayudase, o incluso a nuestra propia mente si ella era la causante, y también que guardase sus fuerzas para los demás, porque no iba a ceder ante la oscuridad. – [b][i]Luego se fue…si Sarah o los demás la encuentran…las habré perdido de nuevo.[/b][/i] – me agarró las manos con las suyas, como implorándome.
-[b]Todo irá bien, yo me encargaré.[/b] – aunque no fuese real no iba a permitir que les ocurriese nada, y menos si Diana era la de verdad. Ya había decepcionado bastante en mi pesadilla y en mi propia vida. – [b]¿Hacia dónde fue?[/b] – pregunté.
– [b][i]El Ayuntamiento, ahí se reúnen Sarah y los demás.[/i][/b] – comenzó a ponerse en pie y la ayudé. – [b][i]Ten cuidado, te quiere, pero para el monstruo que la poseía eras un inconveniente y se libró de ti para controlarla por completo.[/i][/b] – confiaba en Diana y aunque eso la controlase conseguiría vencerlo. Cumpliría mi promesa.
– [b]Esta vez será distinto.[/b] – respondí. – [b]¿Estarás bien?[/b] – pregunté deseando echar a correr en dirección al Ayuntamiento.
– [b][i]Sobrevivo. Ojalá todo sea diferente.[/b][/i] – se acercó a mí y me dio un abrazo. Sentí esa calidez de nuevo, la del aura blanca que evocaba los buenos sentimientos. – [b][i]Espera, tengo algo que os ayudará. Es lo mínimo que puedo hacer.[/b][/i] – dijo mientras se separaba. Después entró a la tienda y salió unos minutos más tarde con una cazadora de cuero marrón, la que Diana me había regalado, aunque la de verdad estaba en otro lugar. Le devolví el abrazo a esa señora Echolls como si fuese la real, porque al menos era un pequeño atisbo de mi vida y significaba que estaba más cerca de Diana, de recuperar mi vida, de que Sarah volviese a tener una vida y un futuro, de que Daniel lo tuviese con ella…
Mientras me alejaba seguía pensando en todo lo que podía conseguir, en que podía volver a mi vida de antes y no seguir cometiendo algunos de mis errores. Estaba lleno de esperanza y de ganas de luchar y entonces sentí de nuevo esa calidez, pero venía de mí o más bien de algo que llevaba conmigo. Me llevé instintivamente la mano a los bolsillos y mi mano derecha dio con algo. Lo saqué y comprobé que era lo que creía, la misma pulsera que había colocado en la muñeca de Diana hacia apenas unas semanas como promesa de que tanto yo como los demás siempre estaríamos ahí para ella, pasase lo que pasase, y ahora sin duda nos necesitaba.
Observé la pulsera y recorrí uno a uno los nuevos colgantes. A los de mis padres, mi hermano, Daniel y Stephanie se habían unido: el de Ed un ancla para que no se hundiera por muy mal que fueran las cosas; el de Cecil una llama para que nunca perdiese la luz; el de Elizabeth, un corazón que ella misma había dicho que simbolizaba la pasión que veía en su hija; el de Liad, una pequeña llave porque como él le había dicho siempre hay un camino a seguir; Daniel le había dicho a Diana que el colgante que había era ahora también para ella y había puesto una casita de plata a medias con Sarah, simbolizando que dónde quiera que estuviesen ambos, Diana tendría un hogar; Sarah también había añadido el suyo propio, un chupete símbolo de su lazo de hermanas que habían recuperado; y por último estaba el mío, un símbolo de cómo veía a Diana, de su fuerza, de su pasión y de su cambio, un fénix tallado en una piedrecita de color rojo a juego con la de la “sangre de Merlín”. Todos habíamos puesto el nuestro porque la queríamos y nos preocupábamos por ella, porque queríamos estar siempre ahí para apoyarla, especialmente en los momentos difíciles. Y si ahora estaban haciéndola pasar por esto, sin duda nos necesitaba.
No sabía dónde estaban los demás así que tenía que ir sólo al encuentro de Diana, luego ya encontraríamos a los demás, aunque recorriésemos este mundo de un lado a otro, con ella cerca y con ese objetivo en mente, sería como un paseo.
Esta pulsera era un símbolo más de esperanza, igual que lo había sido Diana, incluso podía ver levemente un aura blanquecina y sentir su calidez en la palma de mi mano. Pero había una diferencia, esta vez sentía que no era para mí, sino para ella. Tenía que seguir adelante y encontrarla, así que guardé la pulsera en el mismo bolsillo y continué caminando.
Ni siquiera saber que no era real evitó el horror que supusieron los siguientes metros. Calles en las que los cadáveres se encontraban por todas partes, algunos incluso apilados en montones.
En esta barbarie digna del Tercer Reich se notaba la participación de otros aunque nunca se sabía si aliados de eso que habitaba dentro de la Diana ficticia o simplemente los típicos que aprovechan el caos reinante para rendirse a sus bajos instintos.
Escuché un ruido sordo y muy amortiguado, como de un disparo lejos y después varios más y eché a correr deseando que el tramo que distaba hasta el Ayuntamiento se acortase. Durante el camino no pude evitar pensar en lo peor, que una gente aún hundida en lo sucedido, gente que había cogido toda la tristeza, la ira y la impotencia y las habían convertido en odio para continuar viviendo sobre él, y ahora que todo había pasado el odio no se había ido, nunca lo haría, y seguían necesitando una cabeza de turco y seguirían haciéndolo aunque la viesen morir una y otra vez. Las cosas solo cambiarían para ellos si tuviesen que hacerlo solos con sus propias manos y quizá en ese momento se diesen cuenta de que una vida no puede quitarse a la ligera, ni se puede disfrutar haberlo hecho, una vida, incluso la de alguien que ha destrozado la tuya, debe ser respetada, al menos por no convertirte en alguien igual.
Continué corriendo y ya estaba cerca del Ayuntamiento cuando me detuve al ver unas marcas de sangre en el suelo. Me agaché y no pude evitar sentir miedo, aunque no dejé que eso me frenase, me puse en pie y seguí hacia el Ayuntamiento, viendo de vez en cuando pequeñas gotas de sangre, fuese de quién fuese iba en la misma dirección que yo.
El miedo me acompañaría toda mi vida, siempre habría algo que temería, seguiría temiendo decepcionar a las personas que me importan y seguiría temiendo perderlas, pero nunca más volvería a dejar que ese miedo gobernase mi vida.
Tampoco iba a dejar que Diana pagase por algo que no había hecho, sabía perfectamente que ella no habría cedido así y tenía que conseguir que ella lo entendiese, porque si no lo hacía podía rendirse a lo que creía inevitable y no la iba a perder de nuevo. Ya la había echado de menos demasiado tiempo.
Después de un último sprint tuve frente a mí el Ayuntamiento, unos metros más adelante, o al menos lo que quedaba de él. Apenas la parte central del edificio se tenía en pie y el resto estaba simplemente en escombros. Tuve un atisbo de todo lo que había pasado en ese mundo cuando vi a dos guardias armados vigilando la puerta principal que apenas se tenía en pie.
Escuché el sonido de unos pasos apresurados saliendo de la calle contigua y me oculté de la vista pero pudiendo ver aún toda la escena. Eran un grupo de hombres armados que se distribuyeron por las calles y desaparecieron de la vista, no me cupo duda de que todo esto era por Diana y que tenía que darme prisa para sacarla a salvo. Después, antes de que tuviese tiempo de pensar una forma de entrar, la puerta principal se abrió con fuerza y el tiempo pareció ralentizarse mientras veía como Diana salía por la puerta, acompañada de alguien a quien no reconocí en un principio, pero que era Cecil y cargando a ¿Bill? Su presencia allí reabría viejas preguntas sobre dónde estaría el de verdad, pero decidí dejarlo para más adelante porque las cosas estaban pasando muy rápido y había que tomar decisiones aún más rápido. Bill disparó primero a un guardia y luego al otro antes de que les diese tiempo a poner el dedo en el gatillo, pero aún estaban por allí los que se habían dividido hace rato.
No sabía por dónde empezar, porque si cruzaba el espacio que nos separaba sin meditar podríamos acabar todos muertos, pero mi camino me había enseñado que eso no podía impedirme salvarla y no iba a hacerlo, éste McLeod no era la sombra que había visto antes y que se refugiaba en la bebida, era uno que doblegaría esta realidad con tal de salvarla.[/SIZE]
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Espero que os haya gustado ^^.
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