[align=center][b][s]Dark[/s] Diana Echolls |Ayuntamiento de Moondale[/b]
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Continué corriendo hasta que tuve que pararme a descansar para recuperar el aliento. Varias veces estuve a punto de ceder a la tentación, seguir el más oscuro de todos mis deseos y acabar con la vida de Dominic. La próxima vez que alguien me dijera que dejar de fumar era complicado, le invitaría a dejarse llevar por el Lado Oscuro y que después intentara desintoxicarse. Una vez que cruzas la línea que separa el bien del mal es muy difícil recuperarse porque las ansias que te llevaron a hacerlo una vez siguen estando ahí. Posiblemente escondidas entre una larga lista de buenos propósitos y alguna que otra acción destacable, pero siempre dispuestas a apoderarse de ti cuando menos te lo esperes.
Cuando recuperé el aliento miré al frente para ver dónde me encontraba y lo que pude ver fue el Ayuntamiento de Moondale destrozado, hasta el punto de casi no tenerse en pie, pero todavía conservaba una puerta en un estado no tan lamentable, así que me encaminé hacia ella esperando encontrarme algo mejor que lo que había visto hasta el momento.
El interior no era mucho más acogedor que el exterior. Los bancos, apilados en las esquinas, habían sido desprovistos de la madera que servía de asiento y seguramente, habrían ardido en una hoguera a la entrada de una de las muchas chabolas que ahora cumplía la función de casa. Todo estaba sucio y destrozado. Donde antes había lámparas ahora sólo quedaban unos cables que colgaban sin ni siquiera chispazos de electricidad que nos recordasen para qué servían. Los objetos de valor habían sido robados, incluso los cuadros de los antiguos alcaldes de Moondale ahora sólo eran una sombra en la pared.
Avancé unos pasos más en busca de algo que me indicase qué hacer, hacia dónde encaminarme y hasta que no escuché una voz conocida no me di por vencida.
La voz de Sarah provenía de la Sala de Juntas, lo sabía porque uno de los muchos errores de mi yo feo había sido estudiar Antropología que no me interesaba en absoluto y que consistía en analizar a los seres humanos por muy aburridos, odiosos e irrelevantes que me parecieran, incluyendo, claro está, la vida política y unas cuantas excursiones (en horario no lectivo) a todos los malditos Ayuntamientos del condado de Ripper.
Me acerqué a la puerta dando zancadas y giré el pomo esperando, en el más fantástico de los casos, abrazos, vítores y aplausos ante mi llegada e incluso unas cuantas camisetas con mi cara como si del Che Guevara me tratase y en el peor de ellos, llantos y miradas de reproche por haber sido…poco recomendable en el pasado hasta que diera un discurso enternecedor y todos nos fundiéramos en un abrazo grupal. El problema es que las cosas nunca suceden como una espera.
Entré con una sonrisa que tardó en desdibujarse de mi rostro lo que duran dos peces de hielo en un whisky On the Rocks, porque en cuanto puse un pie ahí, alguien que evidentemente era más fuerte que yo, me agarró por el cuello impidiendo que me moviera.
– [b]¡Suéltame o te daré una patada en los huevos![/b]– Amenacé de forma ridícula, pero el que me sujetaba no respondió.
– [b][i]Ni te muevas bruja[/b][/i]. – Sarah apareció de la nada con un cuchillo en la mano y muchas cicatrices cubriendo su cuerpo.
– [b]No puedo moverme de todas formas[/b].- Puntualicé.- [b]Ya que me iban a meter mano, al menos podría estar bueno[/b].- No estaba segura de que bromear fuera lo más apropiado pero tenían que saber que seguía siendo yo misma.
– [b][i]Debería haberte cortado el cuello nada más cruzar esa puerta, pero ella quiere hablar contigo[/b][/i].- Tardé unos segundos en ubicar de quién provenía esa voz, hasta que caí en la cuenta de que se trataba de Bill, el tipo que había desaparecido en la Iniciativa justo cuando Ed llegó. Comprendí entonces por qué estaba enfadado y era lógico. En esta realidad no era ninguna santa, pero en la otra no habíamos llorado su ausencia lo suficiente no porque no nos cayese bien, si no porque estábamos tan eufóricos con la llegada de nuestro mejor amigo de todos los tiempos que pedirnos un mínimo de cordura era demasiado.
– [b][i]No sé si hablar es lo más adecuado[/b][/i]. – Sarah me miró como nunca miraba a nadie: Con desprecio y me dio la espalda. – [b][i]Quería verlo con mis propios ojos[/b][/i].
-[b][i] Querías comprobar que sigo siendo el monstruo que crees que soy sólo para poder dormir por las noches, ¿verdad? [/b][/i]- Mi paciencia ya estaba en límites preocupantes después del encontronazo con Dominic y con esa actitud, sólo estaban consiguiendo que me desbordase.- [b][i]Pues lo siento, no soy esa. Sigue buscando.[/b][/i]
Cecil, que había permanecido observando la escena de forma impasible, se acercó hasta mí y me agarró la cara con fuerza para hablarme muy cerca.- [b][i]No has cambiado en absoluto.[/b][/i]
– [b]Y tú sigues siendo igual de gilipollas.[/b]- Conseguí decir cuando me soltó la cara reprimiendo las ansias de darle un mordisco en venganza. Venganza, esa era la palabra. Habían conseguido que quisiera vengarme de ellos. Posiblemente, no era culpa suya. Seguramente, era todo obra de la maldad que se apoderaba silenciosamente de todo mi cuerpo, pero ya no me importaba. La violencia sólo genera violencia y si ellos querían jugar así, mejor para todo.
– [b][i]Me dirás cosas peores cuando termine contigo, seguro.[/b][/i]- Cecil se mostraba bravucón y arrogante como jamás me hubiera gustado verle, se alejó unos pasos de mí. Normalmente me caía bien, a veces teníamos puntos de vista opuestos que acabarían en discusión en algún momento de nuestras vidas, pero el odio que poblaba mis venas. Tenía ganas de partirle el cuello y de sacarle la lengua (no necesariamente en ese orden) para que dejase de ser un incordio.
– [b][i]Es mía[/b][/i]. – Sarah apretó los puños con rabia. – [b][i]No lo olvidéis nunca.[/b][/i]
Un mundo en el que McLeod estaba muerto por mi culpa, en el que Sarah me odiaba y dejaba que nuestros amigos me odiasen. Un mundo en el que ni siquiera mi madre confiaba en mí, en el que Moondale seguía ardiendo y en el que ni siquiera tenía a Ed para decirles a todos que se equivocaban era un mundo en el que podía dejarme llevar sin miedo porque ya lo había perdido todo.
– [b]Me mataréis de aburrimiento a este paso[/b].- Bostecé sin olvidar que aún intentaba liberarme.
– [b][i]Antes vamos a tantear el terreno[/b][/i].- Mi hermana parecía necesitar más información sobre mí de la que estaba dispuesta a darle. – [b][i]¿Cómo has vuelto?[/b][/i]
– [b]¿Desde cuándo tienes esas agallas, hermanita? ¿Fuiste al Mago de Oz a pedirle unas?[/b]
– [b][i]Tú te encargaste de eso. ¿Tengo que recordártelo?[/b][/i] – [i]Pues al parecer no me fue muy bien..[/i]
– [b]Recuérdamelo, por favor[/b].- La miré a los ojos pidiéndole que me diera una razón para no consumirme, pero ya era demasiado tarde: Sabía que ya eran completamente negros.
– [b][i]¿Por dónde empiezo? ¿McLeod? ¿Ed? ¿Daniel? ¿Los miles de muertos conocidos y desconocidos?[/b][/i]
– [b]Pero no te maté a ti[/b].- Puse los ojos en blanco.
– [b][i]No me mataste, me hiciste algo mucho peor[/b][/i]. – Una lágrima recorrió su rostro que me hizo sentir satisfecha. – [b][i]Solo me sentí un poco más llena cuando te desgarré la garganta.[/b][/i]
– [b]Confías demasiado en tus posibilidades[/b].- Espeté.- [b]Pero siempre fuiste una inútil. No servías para Bruja y como Cazadora das pena y dolor…te iría mejor en los Teletubbies…como planta.[/b]
– [b][i]Le haríamos un favor al mundo si te cortásemos el cuello aquí y ahora[/b][/i]. – Cecil intervino.
– [b]Mentiroso[/b].- Murmuré.- [b]Lo dices como si tuvieras una vida[/b].- Hice una pausa y alcé la voz.- [b]¡Si tan valientes sois, matadme de una vez![/b]
– [b][i]Me arrebataste lo que más quería en este mundo…[/b][/i]- Bill cogió un cuchillo y me hizo un corte en el cuello…que no dolió.
– [b]¿Te la corté? Lo siento…[/b]- Dije con sarcasmo.
– [b][i]Cárgatela ya[/b][/i]. – Miré a Cecil con odio a oírle decir eso. – [b][i]Me está dando dolor de cabeza y la única cura es que la quitemos de en medio de una vez.[/b][/i]
– [b]¿Eso le dices a tus amantes? Ahora entiendo tu mal humor.[/b]
– [b][i]Será mejor, no ha cambiado en nada[/b][/i]. – Sarah le dio la razón a Cecil y un hombre mayor entró en la sala..
– [b][i]Señora, está mal otra vez, la necesitamos para calmarlo[/b][/i]. – Le comentó en voz baja, pero no lo suficiente como para que no lo oyese.
– [b][i]Tráelo[/i][/b]. – El hombre abandonó la estancia y ella le hizo una seña a Bill. – [b][i]Llévala hacia allí, que no la vea.[/i][/b]
Unos minutos más tarde, el hombre cruzó la puerta portado una silla de ruedas en la que iba Daniel con la mirada perdida y la cabeza en un ángulo imposible. Dejé escapar una carcajada y entonces pude percibir que algo dentro de mí no iba bien: Tenía remordimientos. No comprendía la razón, pero haberme reído de una persona en ese estado me parecía lamentable incluso para mi yo más degenerado. Debía recuperar las riendas de mi cuerpo antes de que fuera demasiado tarde.
Necesitaba una razón, un motivo, un [i]algo[/i] a lo que aferrarme en un momento como ese, porque yo era mejor que esa risotada de mala de película de serie B. Pensé entonces en los [i]Patronus[/i] de Harry Potter, esa saga que Sarah y yo habíamos leído tantas veces de pequeñas y que ayudaba a quien lo conjuraba a librarse de sus mayores miedos. Se trataba de pensar en algo muy alegre, lo más alegre que recordases, decir en voz alta [i]Expecto Patronum[/i] y…rezar para que funcione.
Decidí entonces convocar a mi [i]Patronus[/i]…[/SIZE]
[QUOTE= Flashback – Unas semanas antes]
McLeod nos había invitado a Daniel, a Sarah, a mí y a mi madre a cenar en su casa como compensación por todas las noches que se quedaba a comer con nosotros. Sarah fue la que tocó al timbre para que yo pudiese aprovechar esos últimos minutos para atusarme el pelo que no fueron tal cosa porque juraría que abrió la puerta en centésimas de segundo.
– [b][i]Llegáis pronto[/b][/i]. – Sonrió.
-[b] ¿Lo dudabas?[/b] – Le devolví la sonrisa y me giré para mirar a Daniel y a Sarah que saludaban con la mano.-[b] Tomad un dólar y daos una vuelta. No me lo agradezcáis, soy así de espléndida.[/b]- Posé un billete en la mano de mi hermana que me miraba sin dar crédito.
– [b][i]Diana… [/b][/i]- Me reprendió McLeod.
– [b][i]No te preocupes, podemos aprovechar el buen día[/b][/i]. – Vocalicé un gracias dirigido a Daniel por haberme ayudado una vez más.
– [b][i]Bueno, si vais a salir ¿os importa hacerme un recado?[/b][/i]- Pidió buscando su cartera en el bolsillo delantero del pantalón.
– [b][i]No quiero ni imaginarme lo que pensáis hacer[/b][/i].- Sarah se puso una mano en la frente imaginándose eso que decía que no se iba a imaginar.- [b][i]Dime.[/b][/i]
– [b][i]Cuando digo que estés siempre alerta me refiero a los demonios[/b][/i]. – Intentó mirarle de forma severa pero no sirvió de mucho – [b][i]En serio, necesito harina y patatas[/b][/i]. – Tras esto, le dio el dinero.
– [b][i]Yo no tengo la culpa de que seas un cochino[/b][/i].- Se defendió mientras cogía el dinero y después, se agarró de la mano de Daniel.- [b][i]Ahora venimos.[/b][/i]
Cuando atravesaron la verja del jardín, McLeod se giró para mirarme- [b][i]¿De qué querías hablarme?[/b][/i]
Le hice una seña para que entrase y cerré la puerta con la pierna. Después, empecé a bajarme la cremallera de la chaqueta de forma sugerente mientras él me miraba sin saber qué hacer. Al ver que no reaccionaba me quité la chaqueta y la lancé por detrás del sofá.
– [b][i]Diana…[/b][/i]- Algo que aprendí con el tiempo fue que McLeod cuando no sabe qué decir, repite tu nombre como si le hubieran golpeado la cabeza con un mazo dejándole sin una pizca de locuacidad.
Me acerqué hasta él mordisqueándome el labio inferior, pasé una mano por su pecho y con voz sugerente dije.- [b]No sé cómo explicarlo…[/b]
– [b][i]Yo sí que no lo sé[/b][/i]. – Se acercó a mi oído para decirlo provocando que sonriese.
– [b]Tan modosito que pareces y estás siempre más caliente que una olla exprés[/b].- Le di un golpecito en el hombro y me reí haciendo que él se riese.- [b]Tengo miedo de que mi otro yo vuelva a la carga.[/b]
Nos sentamos en el sofá para hablar con más calma.- [b][i]¿Tu otro yo? ¿Te refieres a la personalidad?[/b][/i]
[b]Me refiero a sus ansias de poder y a que estaba deseando convertirse en la Bruja Mala del Oeste versión Moondale.[/b]- Aclaré.
– [b][i] Sus ansias de poder fueron las tuyas, Diana[/b][/i]. – Me dolió que fuera tan sincero. Referirme a ella como “otra persona” hacía que lo viese de otra forma. – [b][i] Por cómo te describías antes, has cambiado mucho, así que no tienes nada que temer.[/b][/i]
– [b]¿Y qué pasa si me hacen una oferta que no pueda rechazar como por ejemplo un ejército de McLeods para mí?[/b] – Bromeé para que la tensión disminuyese.-[b] Hablo en serio, ¿y si necesito el poder para salvaros y me acabo perdiendo? ¿y si despierto un día y soy diabólica? No sé, me asusta. Sé que sus ansias de poder eran las mías, por eso mismo me preocupa tanto, ¿qué te dice que no sería capaz incluso de matar a alguien por un poco más de poder? [/b]
– [b][i]Que te conozco mejor de lo que te conoces a ti misma[/b][/i]. – Hablaba con franqueza o eso me transmitía al decírmelo mirándome a los ojos. – [b][i]¿Crees que si fueses como antes habrías recuperado a Sarah? ¿Que Daniel o yo mismo habríamos confiado ciegamente en ti? – Posó su mano sobre la manía para acariciarme. – [b][i]No tienes muy buen concepto de ti misma ¿verdad?[/b][/i]
[b][i]Sí que tengo muy buen concepto de mí misma[/b][/i].- Le devolví la caricia sin mirarle a los ojos. No se merecía que le mirase a la cara si le mentía.
– [b][i]Mientes mal, esa es otra de las razones por las que confiamos en ti[/b][/i]. – Sonrió. – [b][i]Sé que te arrepientes de muchas cosas, pero eres distinta, te dieron la oportunidad y no la desaprovechaste. [/b][/i]
– [b]Gracias[/b].- Intenté esbozar una sonrisa, pero quedó en eso, un intento.- [b]Creo que confías demasiado en mí misma. Te-tenías que haberme visto[/b].- Me costaba decirlo.- [b]Daba miedo. [/b]
– [b][i]¿Había alguien persiguiéndote con antorchas?[/b][/i] – Hizo una pausa. – [b][i]Entonces no eras un monstruo. Te confundiste, mucho o poco pero lo hiciste. Y ahora lo estás enmendando [/b][/i]. – Me puso la mano en la pierna. – [b][i]Solo tú controlas tus acciones.[/b][/i]
– [b]Tú sigue tocándome así y diciéndome cosas bonitas que acabaré aprovechándome de ti[/b].- Le acaricié el pelo.-[b] Le borré la memoria a mi madre, no te escuché cuando me hablaste… ¡APUNTABA NOMBRES PARA VENGARME! Definitivamente, no estaba en mis cabales[/b].- Suspiré con enfado y dejé de acariciarle el pelo.- [b]Si esto fuera una serie, habrían despedido a mi guionista.[/b]
– [b][i]Volvemos a lo mismo, te confundiste, te dejaste llevar, pero ahora es diferente[/b][/i]. – Movió la posición de su mano colocándola en mi hombro. – [b][i]Tienes gente que te apoya, si te enfrentas a algo, aunque sea a ti misma, te ayudaremos.[/b][/i]
– [b]Da igual dónde pongas la mano, me “pones” igualmente[/b].- Admití consiguiendo que McLeod apartase la mano riéndose.- [b][i]Entonces, ¿te comprometes a cuidar de mí para que no me convierta en Dark Diana?[/b][/i]
– [b][i]Te lo prometo, y puedo prometerlo también por los demás[/b][/i]. – Se levantó y se puso a rebuscar en los cajones de un mueble del salón.
– [b]Eres un rollo, iba a darte un abrazo[/b].- Me quejé.
– [b][i]Estoy buscando… [/i][/b]- Debió coger algo del cajón porque añadió. – [b][i]…esto.[/b][/i]
-[b] Mis ganas de abrazarte están disminuyendo…[/b]- Puse morritos sin mirarle.- [b]Ven prontooo…[/b]
– [b][i]Cierra los ojos[/b][/i]. – Me pidió.
– [b]Si me vas a pedir que me case contigo, tengo que decirte que es un poco pronto[/b].- Cerré los ojos y lo noté acercarse hasta mí. Me tomó por la muñeca y me puso algo que supuse que sería una pulsera.
– [b][i]Lástima, tendré que decirle al de la carroza que venga en otro momento[/b][/i]. – Hizo una pausa mientras lo abrochaba. – [b][i]Ya puedes abrirlos.[/b][/i]
Cuando los abrí, vi en mu muñeca izquierda una pulsera con un cordón de cuero de la que colgaban unos cuantos [i]charms[/i].- [b] ¿Es para mí?[/b]
Asintió con la cabeza. – [b][i]Es parte de mi promesa. Verás[/b][/i]. – Se puso de cuclillas frente a mí. – [b][i]Cuando era pequeño, en un viaje con mis padres, mi madre me compró este colgante[/b][/i]. – Me miró a los ojos. – [b][i]Al principio solo tenía esta piedra… [/b][/i]- Señaló una de color rubí. – [b][i]se decía que era la sangre cristalizada del mismísimo Merlín, y que daba buena suerte[/b][/i]. – Se sentó a mi lado tras decir eso. – [b][i]Y también se decía, que si cada persona que se preocupa por ti añade un colgante, sus fuerzas estarán contigo para ayudarte cuando más lo necesites[/b][/i].
-[b] No puedes decirme estas cosas tan bonitas[/b].- Notaba las lágrimas queriendo salir de mis ojos. Nunca me había sentido tan querida como cuando estaba con él.
– [b]Gracias[/b].- Una de ellas, surcó mi mejilla y él me la limpio con la mano en un gesto que me transmitió una ternura infinita.
– [b][i]No es nada[/b][/i]. – En realidad, sí lo era. Pasase lo que pasase, siempre podía contar con él.. – [b][i]¿Quieres saber de quién son los otros?[/b][/i]- Asentí con la cabeza incapaz de decir nada.
– [b] [i] Ese lo añadió mi madre[/b][/i]. – Señaló un chupete. – [b][i]Éste mi padre[/i][/b]. – Era un libro. – [b][i]Mi hermano Zack[/b][/i]. – Un coche – [b][i]Daniel, es Excalibur, a los dos nos gustaba[/b][/i]. – Sonreí con un nudo en la garganta. – [b][i]Y la pequeña Stephanie[/b][/i]. – Lo último era una muñeca.
-[b]Debe ser muy especial para ti, ¿por qué me lo das?[/b]- Al fin y al cabo sólo éramos amigos…o algo parecido.
– [b][i]Porque tú eres más especial[/b][/i]. –Mi estómago cobró vida propia.
– [b]Te quiero[/b].- El primer pensamiento que había cruzado mi mente se hizo frase.- [b]No sé de qué forma, así que no te asustes, no sufro el síndrome de Ted Mosby que le decía te quiero a una chica a la media hora. Es que ahora mismo tengo las dos neuronas que me quedan correteando por mi cerebro porque se están perdiendo la fiesta que hay en mi corazón que a este paso, como sospecho, se me saldrá.[/b]
Como respuesta, me abrazó.
– [b][i]No sabes lo rápido que se te puede querer[/b][/i]. – Al decir eso, me acarició el pelo. –[b][i] Y no lo digo solo por mí, mira Daniel, no suele coger confianza con tanta facilidad[/b][/i]. – Hizo una pausa. – [b][i]O mi madre, no sé de qué hablasteis aquel día pero siempre que llama pregunta por ti y dice que cuando iremos a verles todos juntos[/b][/i]. – Nos reímos a la vez. Era una mujer tan encantadora como su hijo. – [b][i]Bueno y que te pregunte qué yogures y qué fruta te gustan para irse preparando.[/b][/i]- Sonreí sin decir nada. Delia ya sabía que me gustaban los yogures de sabores y casi todas las frutas menos el mango, la papaya y el coco, igual que a todas las Echolls.
– [b]Todo eso es muy bonito[/b].- Me llevé la mano al pecho para añadirle teatralidad.- [b][i]Pero vayamos a lo importante, ¿cuánto me quieres tú?[/b][/i]
Y como las cosas nunca salen como espero, el timbre sonó anunciándonos que Daniel y Sarah habían vuelto. Dejando la pregunta en el aire, pero el que calla otorga, ¿verdad?[/QUOTE]
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Me pareció ver cómo un [i]Patronus[/i] con forma de lobo cruzaba la habitación, haciendo que volviese a ser la que era y que pudiese sentir una infinita pena por Daniel, por Sarah y por todas las personas a las que le había hecho daño en esta realidad.
-[b] No intentes aprovecharte de mí aunque lo estés deseando[/b].- Le dije a Bill de broma intentando apartar ese pensamiento que me impedía respirar, pero Sarah se acercó al pobre Daniel que se agitaba violentamente hasta que ella le dijo algo oído y se calmó. ¿Por qué había hecho algo así? No lo comprendía. Me negaba a aceptarlo.
– [b]Y ahora me vais a decir que esto también lo hice yo, ¿verdad?[/b] – Pregunté intentando librarme de Bill.- [b]¿También maté a Kennedy en esta puta realidad? ¿Y a Michael Jackson?[/b]- No hablaba con ellos. Me quejaba en voz alta esperando a que Los Grandes Poderes me dieran una respuesta que no llegaría.- Daniel al escuchar mi voz, volvió a gemir.
-[b][i] No digas ni una palabra más, bastante le hiciste ya[/b][/i]. – Espetó Sarah.
– [b]También te dejé tonta, ¿verdad?[/b] – La ira había dado paso a la desesperación. Era mi hermana, necesitaba que confiase en mí. Jamás le haría daño a nadie. Antes prefería morir.- [b]Yo no hice nada, joder. Si no me paráis sí que lo haré, pero yo NO HICE NADA.[/b]- Las venas negras volvían a ganar poco a poco, el terreno que habían perdido.
– [b][i]Pagarás por lo que hiciste.[/b][/i]- Cecil me amenazó una vez más.
-[b]Cállate joder, cállate[/b].- Él me respondió burlándose de mí. Haciendo que quisiera partirle el cuello una vez más, pero tenía que ser más fuerte que la versión [i]tocanarices[/i] de Cecil.
– [b][i]Confiaba en que hubieses vuelto distinta[/b][/i]. – Sarah rompió a llorar. – [b][i]Mátame, será mejor para ambos[/b][/i]. – Señaló a Daniel que tenía la mirada perdida.
– [b]No te voy a matar[/b].- Sonreí con algo de malicia. Estaba segura de que era todo una prueba de Los Grandes Poderes para probar que me merecía este cuerpo y lucharía con uñas y dientes.- [b]Eso es lo que todos queréis, pero no. No sé quiénes sois, qué narices es esta realidad o qué se supone que tengo que hacer salvo cabrearme…[/b]
– [b][i]¿No lo sabes?[/b][/i]– Cecil preguntó, pero opté por ignorarle. No era real.
– [b][i]¡Hazlo! Maldita sea…[/b][/i] – Sarah sacó su cuchillo y lo acercó hasta mí.-[b][i] Sueño cada noche con lo que pasó y me despierto para verle así…mátame…yo te maté…[/b][/i]
Si no hubiera estado sujeta por Bill hubiese aplaudido. Sarah nunca me mataría. Por muy mala que fuese, jamás me mataría. Los Grandes Poderes habían cometido un error de cálculo al que me aferraría para evitar consumirme del todo.
– [b]Esa es la diferencia entre tú y yo[/b].- [i]Que no sois reales[/i].- [b]Os puedo insultar, me podéis tocar las narices hasta límites en los que desee partiros la cara pero nunca lo haría. Soy mejor que eso.[/b]
– [b][i]Hazlo…lo merezco…[/b][/i] – Se puso de rodillas con el cuchillo todavía en su mano.
– [b]No[/b].- Me miré como pude las manos y vi las venas negras retroceder a gran velocidad.- [b]Siento si Dark Diana os las hizo pasar canutas, pero cebaros conmigo no es la solución. Sé que os he dicho cosas horribles, pero es que tenéis muy mala baba[/b].- Suspiré evitando pensar en todo lo que nos habíamos dicho.-[b] No me mataste a mí, asesinaste a una hija de perra. Yo también lo habría hecho[/b].- Posé mi vista en Daniel.- [b]Tampoco fui yo la que le hizo eso a Daniel, ni la que mató a McLeod. Soy la que os ha insultado ahora, pero he tenido un día muy duro…que parece no acabar nunca.[/b] Hice una pausa y miré a mi guardián.- [b]Bill, ¿quieres soltarme ya? Que parece que le has cogido el gusto.- Él me soltó soltando un suspiro de resignación.- [b]Gracias[/b].- Le sonreí al verme, por fin, liberada.
– [b][i]¿E-eres…tú?[/b][/i]- Sarah titubeó antes de levantarse.
– [b]Sí, ahora sí[/b].- Me miré las manos.- [b]Todavía tengo las venas un poco oscuras, pero es porque soy de sangre azul. Cosas de la realeza[/b].- Extendí mi mano para ayudarla a incorporarse.
– [b][i]Lo siento…yo no… yo debí ayudarte[/b][/i]. – La abracé para que no llorase. – [b][i]Pero ya estás aquí, podemos arreglarlo.[/b][/i]
Ni siquiera pude decirle nada. Un tiro venido de la nada impactó en su espalda a la altura de su corazón y cayó al suelo. Estaba muerta. Y no era obra de Los Grandes Poderes.
La posé en el suelo y empecé a gritar con ira. Buscando quién había sido. Entonces le vi. Un tipejo de no más de veinticinco años, con el pelo rizado y cara de rata.
-[b][i] No caigas otra vez[/b][/i]. – Me pidió Cecil mucho más amable. – [b][i]No dejes que su muerte te destruya por completo.[/b][/i]
-[b] Dame una buena razón para que no te mate[/b].- Le grité a la rata, que estaba en la parte superior del hemiciclo, con una voz que no parecía la mía.- [b]O dámela tú. Ha matado a mi hermana.[/b]
– [b][i]Ella no lo querría.[/b][/i]- Cecil quería calmarme, pero Sarah tampoco quería estar muerta y lo estaba. No se trataba de lo que quisiéramos, si no de lo que teníamos que hacer.
– [b][i]Mátame, porque tú eres la siguiente. No viviré en el mismo mundo que tú.[/b][/i]- Me respondió la rata con el rifle en alto.
– [b]Soy mejor que tú[/b].- Le respondí. En realidad, no lo era, pero lo intentaba.- [b]No puede pasarme esto otra vez…tengo miedo…[/b]- Intenté pedirle ayuda a Cecil y a Bill cuando otro tiro, esta vez en la cabeza, mató a Daniel.
Volví a gritar de nuevo. Doblándome de dolor. Necesitaba partirle el cuello porque había matado a mi hermana y a su novio.
-[b][i] No le hagas caso[/b][/i]. – Cecil se puso frente a mí. –[b][i]Tú eres más fuerte que eso, por mucho miedo que tengas, dentro de tí hay algo que puede con toda esa maldad.[/b][/i]
BUM. Otro tiro. Esta vez impactó en la pierna de Bill que tardó una milésima de segundo en sacar una recortada de su bolsillo para volarle la tapa de los sesos a la rata. Suspiré aliviada entre tanto gemido, pero al momento otros tres volvieron a aparecer.
– [b]No puedo más…[/b]- Les pedí. Debía partirles el cuello. Bill con un movimiento de cabeza le dijo a Cecil que me ayudase a salir y mientras él nos cubría como podía (porque arrastraba la pierna herida), conseguimos escapar.
Llegamos a la puerta de la Sala de Juntas y la cerramos tras nosotros. Aún se escuchaban los tiros con los que pretendían asesinarnos. Nos sentamos en el suelo, intentando recuperar el aliento.
– [b]¿Estáis bien?[/b]- Pregunté con hilo de voz y ellos asintieron.
Miré al frente donde había un espejo roto y en vez de devolverme mi propia imagen algo demacrada, vi a una chica con los ojos negros como la noche, al igual que el pelo y muchas venas también negras surcándole la cara.
Me devolvió la mirada sonriendo con maldad y vocalizó unas palabras que hicieron que un escalofrío recorriera mi cuerpo.- [b]No puedes ganar.[/b]
[/SIZE]
[spoiler]Sarah, Daniel, el señor mayor que entra y las ratas, así como el entorno, han sido controlados por Dracon. Cecil por Eitan y Bill por Alph.[/spoiler]
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