[b][ Benjamin McBeth | Paramo helado | Con «Adria» y «Leoh» ][/b][/align]
[spoiler][QUOTE] Ben había utilizado sus fuerzas para salir a flote de nuevo y respirar el frío aire, pero aún quedaba la peor parte, volver a suelo firme sin que las placas le hiciesen caer.
Llevó la ahora blanquecina mano al hielo y trató de hacer la mínima fuerza posible para que la placa resistiese. Intentó apoyarse en ella e incorporarse poco a poco pero cuando casi estaba fuera, el hielo volvió a partirse y él cayó de nuevo al agua.
Movió las manos intentando aferrarse a algo para no hundirse, pero su mano no daba con ningún saliente y pronto el hielo volvería a encerrarle. Parecía que todo volvía a estar como antes, pero una férrea fuerza agarró su muñeca y tiró de él hacia arriba y lo sacó.
Mientras boqueaba intentando recuperar el aliento, sentía como lo arrastraban, hasta que sintió bajo su cuerpo el tacto de la tierra. Abrió los ojos y vio frente a sí dos figuras muy conocidas. Necesitó despejarse un poco para que su vista se aclarase y comprobar que estaba en lo cierto, frente a él estaba su hermana Adria, acompañada de Leoh.[/QUOTE][/spoiler]
[i]Estoy muerto.[/i]
Tenía los ojos abiertos, sentía el cuerpo entumecido y los nudillos doloridos, pero era la única explicación posible. Observé a Leoh, delante de mí, con una de sus sonrisas ladeadas y exactamente el mismo aspecto que tenía la última vez que le había visto, años atrás. Sólo que no tendría que tener ese aspecto. Abrí la boca para decir algo, pero entonces mi mirada se desvió hacia Adria. [i]Adria[/i], ojos azules, pelo negro y largo, que estaba viva en algún lugar de Europa.
[i]No estoy muerto. Él está vivo.[/i]
Y ése simple hecho era demasiado chocante para poder pensar en qué hacer a continuación o siquiera intentar asimilar lo que ocurría o lo que pasaba por mi cabeza. Antes de darme cuenta había saltado sobre Leoh, con las garras por delante, cerrando las manos en torno a su cuello y haciéndolo caer duramente contra el suelo. Sin pensar, sin pararme un segundo, cerré las manos tanto como pude en torno a su garganta con toda la furia de años de odio corriendo por mis venas. Estaba furioso. Furioso porque, no sabía cómo, había vuelto de donde quiera que fueran los Vathurst muertos. Furioso porque, tampoco sabía cómo, había encontrado a Adria. Furioso porque me había encontrado a mí y furioso porque incluso en ése momento, mientras le tenía acorralado contra el suelo con su vida entre mis manos, de nuevo, él se reía. [i]Se reía.[/i]
Me hervía la sangre. Podía sentirlo. Sabía, muy en el fondo, que no estaba pensando ni recapacitando, que en aquel momento ver a Leoh me había quitado toda la claridad, pero no me importaba una mierda, pensé mientras observaba sus rasgos. Los conocía bien. Primero los había temido, luego los había respetado y admirado y hacía ya mucho tiempo que odiaba esos ojos pequeños, esa barba descuidada, ésa sonrisa de medio lado de cabrón arrogante que había llevado toda su vida. Conocía cada detalle de ese rostro, como conocía cada detalle de él. Que Wagner era su compositor favorito, que su forma de tortura favorita incluía despellejar tira a tira a su víctima, que se había pasado toda la vida odiando a mi madre por casarse con mi padre, aunque sólo lo hubiera hecho para que mis hermanos y yo naciéramos. Incluso conocía la forma en que su risa se convertía en un grito agudo cuando le prendías fuego y te sentabas a observarle mientras agonizaba.
Y ahora estaba allí. Presumiblemente de nuevo en Islandia. Toda la familia reunida y yo pensando sólo en descuartizarle, abrirle en canal y sacarle las entrañas, justo en el momento en que sentí el filo frío de una daga en mi cuello. Por el rabillo del ojo vi la mirada de Adria asomarse por mi izquierda, con una sonrisita de medio lado que más parecía el reto de una desconocida que la sonrisa franca de mi hermana.
La visión me congeló en aquel momento. Los músculos se quedaron helados en su movimiento, los dedos agarrotados en torno al cuello de Leoh, la mirada clavada de nuevo en mi viejo mentor.
-[b]¿Qué estás haciendo?[/b] –le pregunté, y aunque sabía que mi expresión no había cambiado un ápice, sabía también que mi voz sí había mostrado mi sorpresa. Adria era una de las poquísimas personas (si no la única) en el mundo que podían conseguir que bajar la guardia, pero eso no era un secreto para ninguno de nosotros tres.
-[b][i]¿Qué estás haciendo tú? [/b][/i]
Mis dedos se cerraron un poco más en torno a la piel de Leoh, crispados.
-[b]Creí que era evidente que estoy intentando matar al hombre que mató a tu padre y tus hermanos y te envió a otra dimensión[/b] –respondí, intentando enterrar mi creciente enfado bajo una fina capa de ironía.
-[b][i]Y ahora estás loco… genial[/b][/i] -la oí suspirar-. [b][i]No teníamos bastante con que fueras un inútil y un gilipollas.[/b][/i]
Las palabras de Adria me descolocaron y apenas oí la risa de Leoh antes de que hablara: -[b][i]Hace tiempo que me lo pasaba así de bien. [/i][/b]
[i]Seguro que no, cretino.[/i] Sus palabras retumbaron en mi cabeza, pero no me sorprendieron. No sabía cómo lo había conseguido, pero de alguna manera había convencido a Adria de alguna historia absurda e insostenible que la había puesto en mi contra. No podía permitírselo. Contuve una ira que no parecía querer abandonarme, contando mentalmente hasta cinco, y cerré con algo más de fuerza los dedos en torno a su garganta hasta que dejó de reírse, para luego preguntarle: -[b]¿Qué le has hecho?[/b]
-[b][i]Siempre fuiste el más gracioso Benjamin[/b][/i] –dijo, riéndose de nuevo, esta vez en una carcajada ahogada que apenas se escuchó sobre el sonido del viento-.[b][i]Lo único que he hecho con tu hermana es dejar que sea ella misma.[/b][/i]
-[b]Siempre fui el más listo también, Leoh, y ambos sabemos que ésta no es…[/b]
Iba a decir [i]ella misma[/i], pero Adria me interrumpió repentinamente: -[b][i]Y tirártela.[/b][/i]
PUM. El impacto hubiera sido menor si una locomotora me hubiera arrollado a 300km/h, probablemnete.
-[b]¿…QUÉ?[/b]
-[b][i]Como si tú no lo hubieras intentado…[/b][/i] –dijo ella, mirando a Leoh mientras éste asentía satisfecho-. [b][i]Pero siempre fuiste un débil.[/b][/i]
La idea de que Leoh y Adria se hubieran acostado era repugnante, pero la idea de que yo hubiera intentado acostarme con ella en algún momento de mi vida era posiblemente lo más absurdo que jamás había oído, y eso que había pasado gran parte de mi vida rodeado de vampiros con ansias de grandeza. Conseguí arrancarme a mí mismo de la estupefacción, a duras penas, para hablar.
-[b]¿Cuándo? ¿Cuándo teníamos ocho años y Leoh me llevó a Islandia o cuando te saqué de ése infierno y estabas tan loca que difícilmente eras una persona?[/b] -le pregunté con aspereza.
De repente estaba enfadado. No, estaba más que enfadado, porque no podía ser que hubiera resultado tan fáciil convencerla de aquella locura. No después de todo lo que había hecho por ella, de tirar por la borda una vida que me iba [i]muy[/i] bien para buscarla por medio mundo, de sacarla de aquel infierno, de traerla de vuelta. No podía creerme que, después de todo aquello, hubiera sido tan fácil chasquear los dedos y hacer que lo olvidara todo, hacerla creer que yo era un inútil y ella alguien que nunca había aprendido a ser. Alguien que nunca habría podido ser. La odié durante un instante; no era la mejor demonio que había conocido, pero no podía haber sido tan fácil manipularla, no podía ser una completa inútil. No hasta ése punto. Cuando Leoh habló de nuevo, sin embargo, mi odio volvió a centarse en él. Tenía que volver a salvar a Adria de nuevo. Tenía que salvarla de él y lo haría como fuera.
-[b][i]¿Traerte a Islandia? Eras uno de los descartados, no me molestaría en traerte aquí. En cambio tu hermana…[/b][/i]
Fruncí el ceño, confuso. ¿En cambio mi hermana qué? ¿Había eliminado a más Vathurst incompetentes que nadie? ¿Había recorrido medio mundo bajo las órdenes de Leoh metiendo en vereda a los que se habían salido del camino una vez fuera de Islandia? ¿Había vuelto a casa para ser mentor, para enseñar técnicas de tortura que nunca le habían enseñado allí?
-[b][i]No sé qué vida crees que has vivido pero nunca has hecho nada por ti mismo que no fuera respirar[/b][/i] –escupió Adria, casi con odio.
Solté a Leoh, pensativo. No, ella no había hecho esas cosas. Ella nunca había llegado a salir de la casa paterna, nunca había pisado Islandia y, desde luego, nunca había matado a nadie en esta realidad. Todo eso lo había hecho [i]yo[/i]. La miré a los ojos durante unos instantes, impasible:
-[b]En la vida que yo he vivido, la inútil eras tú.[/b]
Y me volví a mirar a Leoh. Yo había hecho esas cosas. Yo había matado Allegra y a tantos como ello, y antes, yo me había convertido en el mejor exterminador del campamento en aquellas tierras heladas dejadas de la mano de Belcebú. Yo me había hecho una reputación y, sobre todo, yo había matado a Leoh. Lo había capturado, lo había retenido, lo había torturado y lo había matado. Esbocé una sonrisa de medio lado, satisfecho. Si lo había hecho una vez, podía hacerlo otra.
-[b][i]Creo que has salido peor parado del chapuzón de lo que pensabamos[/b][/i] –dijo Leoh, icorporándose mientras esbozaba con suficiencia y colocándose junto a Adria.
Me tomé unos segundos antes de levantarme con igual parsimonia y observarles en silencio, erguido y alerta a cualquier amenaza. Leoh seguramente tenía veinte hombres escondidos dispuestos a saltar sobre mí a su señal. No era el tipo de demonio que se aventuraba a enfrentarse a alguien como yo sin refuerzos. O tal vez yo estaba de suerte y la Muerte le había cambiado.
Negué con la cabeza, lanzando otra mirada en su dirección, y solté una risa despectiva.
-[b]Eres un hijo de puta sorprendente[/b] –dije, cabeceando y soltando otra risotada, aunque el asunto no fuera gracioso en absoluto-. [b]Sabía que eres un buen mentiroso pero nunca imaginé que volverías de la muerte para poner a mi hermana en mi contra y convencerla de que te la habías tirado[/b] –volví a cubrirme el rostro con una máscara de seriedad, mientras me ponía en tensión-. [b]También pensé que eras más listo que eso.[/b]
Avancé unos pasos, lanzando el puño hacia Leoh e impactando con dureza contra su rostro. Un segundo después, él me devolvía un golpe casi exacto al mío, pillándome desprevenido y tirándome contra el suelo nevado. Aspiré un bocanada de aire, viendo a Leoh llevarse la mano al lugar en el que mi puño había impactado. Hice ademán de levantarme, pero Adria (aquella grotesca versión de mi hermana que casi dolía ver) no parecía dispuesta a permitirlo. Resuelta, recorrió la distancia entre nosotros en un par de zancadas y se sentó a horcajadas sobre mí, inmovilizándome contra el suelo y apoyando el filo helado de su daga contra mi garganta.
-[b][i]Dame una sola razón para no matarte.[/b][/i]
Había frialdad en su rostro, pero también una mirada juguetona. Como si se estuviera divirtiendo.
[QUOTE=Flashback]Claude. Pelo negro revuelto, ojos claros, piel pálida. Algunos decían que nos parecíamos. Había llegado con siete años cuando yo iba camino de los diez. Habían pasado algo más de tres años desde entonces y ya no nos parecíamos tanto. La principal diferencia era que él estaba allí, encadenado en uno de los sótanos del poblado, y yo era el que llevaba la antorcha y tenía las muñecas libres de cadenas.
-[i]Es hora, Ben[/i] –dijo la voz de Leoh desde la oscuridad, donde no podía verle.
Di un paso adelante, con el rostro serio y la mano congelada en torno a la madera. Fuera hacía frío y mis compañeros entrenaban. Allí abajo, mi entrenamiento daba un paso más. Extendí la mano hacia delante, con el olor a alcohol impregnando mis fosas nasales y mareándome, y tendí la antorcha hacia Claude. La mano de Leoh me frenó justo en ese instante y, al levantar la vista, me encontré con su mirada dura puesta en mí. Su voz, cuando habló, no sonó más amable.
-[i]Tienes que disfrutarlo, Benjamin. No tiene caso hacerlo si no lo disfrutas.[/i]
Le miré durante unos segundos y luego asentí, decidido, y clavé la vista en Claude. Recordé la primera vez que peleamos, cuando le derroté y, enfadado, aprovechó que me marchaba de la zona de entrenamiento para lanzarme el palo. Recordé cada vez que había fallado en sus labores cuando formaba equipo conmigo, aunque sólo hubieran sido un puñado. Recordé cada defecto de Claude que pude arrancar de mi memoria y volví a acercarme a él, con el rostro serio y la mano más relajada. Mientras Leoh volvía a la oscuridad, el fuego de la antorcha contactó con su cuerpo bañado en alcohol y sus gritos taparon mis palabras.
-[b]Disfrutemos.[/b] [/QUOTE]
Clavé mis ojos en los suyos y capturé en un movimiento rápido su muñeca entre mis dedos, cerrándolos en torno a ella con fuerza. Tenía la piel fría, como el aire que soplaba en la zona, y su muñeca aún parecía demasiado pequeña, como si perteneciese a la niña frágil que había sido años atrás. Casi podía verla, con sus ocho años y sus largas trenzas, con su sonrisa traviesa y sus maneras de hermana mayor responsable cuando estábamos con papá.
Podía haber intentado quitármela de encima con unos cuantos movimientos, pero [i]era Adria[/i], y en aquel momento recordé por enésima vez que Leoh lo había sabido siempre: ella era mi debilidad y no podía hacerle daño. En lugar de eso, decidí que necesitaba hacer tiempo. Paseé por unos segundos mi mirada por esos rasgos que, de nuevo, hacía tanto que no veía: el rostro pálido, los ojos grandes y expresivos, los rasgos marcados, el pelo largo cayendo por la espalda. La sonrisa de medio lado, malévola, que tan desconocida me resultaba. Sin pensar un segundo más, tenté a la suerte a sabiendas de que me estaba exponiendo.
-[b]¿Que soy el más guapo de los tres?[/b] –dije, con sarcasmo y una sonrisa helada. Leoh, por su parte, decidió hacer su propia colaboración:
-[b][i]Yo te daré una mejor: no acabar tan pronto con la diversión.[/b][/i]
Sí, probablemente ésa era una razón bastante mejor. Durante casi un minuto, todos permanecimos congelados en nuestras posiciones. En el rostro de Adria, un par de palmos por encima del mío, podía leer su impotencia. [i]Quería[/i] usar esa daga, quería hacer un corte limpio en mi garganta y dejar la sangre correr, pero ambos habíamos deducido ya que Leoh no se lo permitiría. Con una sonrisa sardónica, se inclinó lentamente sobre mí para hablarme al oído.
-[b][i]Cuando te raje la cara dejarás de serlo.[/b][/i]
Con el rabillo del ojo capté el movimiento de dos figuras que se dirigían hacia nosotros. Lo más correcto, probablemente, sería decir [i]hacia mí[/i]. Sin inmutarme, volví a clavar la mirada en Adria y me prometí internamente que la sacaría de allí y revertiría lo que quisiera que Leoh le hubiera hecho. De cara para fuera, en cambio, sonreí con la misma calidez que ella y me acerqué a su oído para susurrarle.
-[b]Ya te gustaría.[/b]
Instantes después, ella sonreía junto a Leoh y aquellos dos tipos me arrastraban hacia algún lugar que, conociendo a mi mentor y conociendo aquel lugar, prefería no imaginar.
[spoiler]Reescrito casi por completo estos días (de ahí que haya tardado tanto en enviarlo) porque el post inicialmente escrito era una mierda pinchada en un palo y no admito contradicción al respecto. Sí que admito que seguramente éste también lo es, pero menos maloliente y esas cosas. Bitch!Adria y Asaltacunas!Incestuoso!Leoh son obra de Stefy y Dracon, respectivamente.[/spoiler]
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