[align=center][b]Suzanne Sommerville | Un bosque desconocido[/b]
Corro ciega, las ramas bajas me golpean la cara y me arañan el cuerpo al pasar entre ellas. Parece que en lugar de salir del bosque me adentro cada vez más en él. Me arde el pecho por dentro, como si tuviese los pulmones en carne viva, y cada vez me cuesta más respirar. No sé cuánto tiempo llevo corriendo. Tampoco sé hacia dónde. Sólo sé que correr hasta este punto, en el que ni siquiera soy capaz de dejar que mis pensamientos vaguen por sí solos, es lo que me queda. Si me permito el lujo de pensar, estoy perdida.
Tengo que parar o mis pulmones explotarán, lo presiento. Jamás en mi vida he corrido tanto como en estos momentos. Jamás en mi vida había sentido esto: la mezcla perfecta entre el terror y el vacío. Como estar en medio de una pesadilla. Me detengo de golpe cuando oigo una voz, que cruza la noche nítida y clara como si la tuviese a mí lado. Me doblo sobre mí misma, apoyando las manos en las rodillas, luchando por conseguir aire y controlar un poco los latidos de mi corazón que, sin embargo, redobla su marcha cuando entiendo el mensaje que esas palabras llevan impreso.
‘El licántropo ha escapado por aquí, rápido.’ A voz en grito. Reprimiendo un chillido en la garganta (aunque en estos momentos dudo que tenga el suficiente aire como para gritar), me giro hacia la procedencia de la voz. A lo lejos se ven unas cuantas antorchas, que avanzan entre la maleza hacia donde yo me encuentro.
Me están buscando. Me están buscando a mí. Jadeo, en un vano intento por suspirar. Y de pronto caigo en la certeza de que si me están buscando es porque antes de encontrarme con aquellos gatos —aprieto los puños para reprimir el desagradable escalofrío que me recorre al ser consciente de que he matado a una bestia enorme con mis propias manos— he debido de matar a alguien más.
Una convulsión de náusea me recorre, y se me llenan los ojos de unas lágrimas tan involuntarias como nulas las ganas de contenerlas. Acabaré muriendo de una insuficiencia respiratoria, pues aún no he sido capaz de llenar mis pulmones de aire ni una sola vez, y ya vuelvo a correr, esta vez para salvarme. Y para salvarlos a todos ellos: soy un lobo, da igual lo mucho que intente reprimir a la bestia; cuando lo desea de verdad, con o sin luna llena, es capaz de dominarme como si fuese un simple títere en sus manos.
La maleza es cada vez más espesa y la pierna derecha, en la que tengo la herida, me pesa cada vez más, y al pisar con ella es como si le aplicasen un hierro candente a la carne abierta; a lo mejor se infecta, y la verdad, dudo que por aquí pueda encontrar un poco de antiséptico. Doy un par de pasos a la pata coja, pero estoy tan cansada, mareada y desorientada que pierdo el equilibrio y acabo cayéndome de bruces a suelo, golpeándome el pecho con fuerza.
Resoplo, escupiendo las hojas que me entraron en la boca al caer, y me giro sobre mí misma para quedar tumbada bocarriba. Debe ser cierto eso que he leído de que los licántropos son, [i]somos[/i], más resistentes; porque es un milagro que no me haya roto nada, aún. Intento respirar profundamente, sin hacer ruido, pero me duele muchísimo al hacerlo.
Y de pronto, oigo la voz de alguien a mi lado. Una voz, esa voz que jamás he creído que volvería a oír.
—Estás algo torpe esta noche. Y algo desnuda.
Tiemblo. Tiemblo porque no es posible. Porque va en contra de todas las normas del mundo. Porque va en contra de… todo. Veo una mano frente a mí, y la tomo para incorporarme. Una vez de pie, sin que las sombras oculten sus facciones, veo sus ojos azules. Su sonrisa. Y siento que algo se agita dentro de mí: unas inconmensurables ganas de llorar. Es Francis.
Lo miro, estática. Grabándome en la retina sus facciones. Y algo se rompe en alguna parte de mí. Algo se rompe al darme cuenta de lo muchísimo que lo he echado de menos. Peleo con todas mis fuerzas contra los pensamientos, contra la certeza de que esto no es real. Ya nada importa: es él y está aquí.
—[b]F… Fr… ¿Francis?[/b]—alargo la mano derecha, que tiembla como nunca jamás ha temblado, y toco su mejilla, temerosa de que se desvanezca en una voluta de humo. Me tiemblan los labios cuando intento hablar; y por una vez soy consciente de que no tiene nada que ver con el frío—[b]¿Tú no…? ¿Estás…? ¡Estás vivo![/b]—logro articular, medio presa de un ataque de histeria, y lo abrazo con fuerza. [i]No lo he matado. No lo he matado. Está vivo. Está aquí. Está conmigo.[/i]
En alguna parte de mi interior, el lobo se ríe. Lo noto en un sentimiento salvaje que me recorre. Lo obligo a permanecer en su rincón. Da igual lo que me cueste. No va a volver a acercarse a la gente que me importa. No va a volver a acercarse a Francis.
—Claro, ¿te has golpeado la cabeza al caer?—me mira con preocupación, como intentando leer en mí—Habíamos quedado en el arce marcado, como siempre, ¿qué te ha pasado?
¿El arce marcado? ¿Qué? Miro a mi alrededor durante un instante. Y casi me siento dentro de una pesadilla. Arces, dos pinos. Es este lugar. En este lugar encontraron a Francis abierto en canal. Estoy en Vancouver pero no recuerdo haber llegado hasta aquí, además, no hace frío, ni está nevado, como se supone que debería por estas fechas. Este es el sitio en el que he matado a Francis, y puedo permitirme el lujo de pensar en ello, sólo porque lo tengo delante de mí.[i] ¿Qué está pasando? ¿Cómo puedo recordarlo muerto y ahora tenerlo delante de mí?[/i] Sacudo la cabeza, confusa.
—[b]Yo… no lo sé[/b]—me rasco la frente, intentando aclararme y mantener la calma a partes iguales—[b]¿Dónde estamos?[/b]
—Déjame verte bien—me dice, poniéndome las manos a ambos lados de la cabeza y me mira a los ojos. Intento mantener la calma. Me palpa ligeramente la cabeza—Parece que no has recibido ningún golpe. ¿Es que no recuerdas nada?
¿Recordar el qué? ¿Qué está pasando? Esta noche se parece a la noche en que lo maté. Pero él está aquí, y yo ya me he transformado antes. Y no he le hecho daño. ¿Y si…? ¿Y si todo ha sido un sueño? ¿Y si me he golpeado la cabeza y lo he alucinado todo? ¿Y si ni siquiera el lobo es real y esta voz socarrona que se ríe en mi cabeza no es más que yo volviéndome loca?
—[b]Creo… creo que cuando me golpeé la cabeza tuve una alucinación flipante…[/b]—digo, insegura. No estoy segura de haberme golpeado la cabeza, siquiera. No me duele. Tan sólo el pecho me arde por la carrera y el estómago me duele de haberme caído en plancha hace un rato. No puedo habérmelo imaginado todo. El dolor es real—[b]… ‘soñé’ que te pasaba algo horrible, y que… y que…[/b]—cuesta más de lo que habría podido imaginar hablar de mi ‘alucinación’; tal vez porque una parte de mí se niega a creer que lo he soñado. Pero ahora estoy con Francis. Todo va a ir bien—[b]… y que tenía amigos ¿te imaginas? yo con amigos[/b]—me río, histérica, y sin embargo, me niego a creer que Sylver y Diana sean producto de mi imaginación—[b]Tal vez deberíamos… ir a algún sitio, me estoy congelando[/b]—añado.
Además, tengo que reprimir estas estúpidas ganas de salir corriendo y no parar hasta que el corazón me reviente. Porque no sé qué es real, qué no. No entiendo que hace Francis aquí. Pero por algún motivo, duele menos pensar que todo lo que viví en Moondale es una alucinación que hacer frente al hecho de que, si Moondale es real, he matado a mi friki, el amor de mi vida, mi socio, mi… mi todo. Y si esto es el sueño… si me estoy volviendo loca, o lo que sea, siempre que pueda estar con él no me parece tan terrible.
—Ten, ponte esto antes de que te hieles—me dice, tendiéndome una mochila con ropa dentro. Me visto a toda velocidad. Es un pantalón de chándal que me queda enorme, y una sudadera de la misma talla. Si alguien me ve con esta ropa, alguien que no sea Francis, creerá que estoy loca de verdad. O a lo mejor estoy loca de verdad. Sí. Debe ser eso. Total. Ya no sé qué es real. Qué no lo es. O qué está pasando. Y simplemente me aferro a esto, a lo que he perdido, porque es la mejor forma de no perderme.—Creo que deberíamos llevarte al médico, todavía pareces algo descolocada.
—[b]¿Al médico? No sé, estoy bien…[/b]—me encojo de hombros. Algo se revuelve en mi interior. Algo salvaje. El lobo o mi locura. Sea lo que sea, no se siente cómodo con la idea de que vaya con Francis a ningún lado. Menuda tontería. Es Francis, jamás me haría daño—[b]Pero bueno, supongo que si me dan alguna pastilla se me pasará… esto[/b]—[i][b]¿Desde cuándo existen pastillas para dejar de estar confusa, gilipollas? ¡No te fíes![/b][/i] Ignoro esa voz. La ignoro porque me da miedo hacerle caso. Ahora estoy con Francis. Todo lo demás no importa.—[b]Por cierto… ¿te has tropezado con alguien que fuese a la caza de algún… licántropo?[/b]—digo la palabra en voz alta, confusa, porque una parte de mí se siente aterrada ante simplemente pronunciarla. Pero si nada de eso es real, no debería darme miedo.
—Después de lo que ocurrió anoche, lo raro es que no hubiese nadie a la caza. Pero no te preocupes, mi padre piensa que también estoy de caza, así que si nos encuentran diré que me has acompañado y que nos separamos del grupo—me sonríe, aunque su sonrisa es triste. No me gusta ver a Francis triste. De hecho, Francis nunca jamás de los jamases ha estado triste. Siempre ha sido demasiado optimista como para dejarse vencer por la tristeza. Ese pensamiento hace que eso que se revuelve en mi interior se vuelva más intenso. Como un resquemor amargo en lo hondo del estómago.
—[b]¿Anoche? ¿Qué… qué ha pasado anoche?[/b]—pregunto, no sin cierta cautela, rezando con todas mis fuerzas para no haberle hecho daño a nadie que me importa. Aunque si todo eso ha sido un sueño, no tengo que preocuparme de haber sido yo—[b]Y… ¿licántropos? ¿en serio? ¿no son sólo criaturas sacadas de la ficción gótica?[/b]—pregunto. Y hasta yo misma puedo notar un matiz histérico en mi voz. Respiro profundamente. Los pulmones aún me arden levemente, y estoy increíblemente cansada; pero debo mantener la calma lo más que pueda.
—Menos mal que sé de sobra lo que eres, porque si no, no habría colado en absoluto—admite. Su voz sombría me produce un escalofrío al añadir:—Lo de anoche… será mejor que lo olvides. Tienes que huir del pueblo antes de que sumen dos y dos. Ya te he recogido las cosas de casa para que no tengas que pasar por allí.
[i]¡No! No puede ser cierto. No puede estar pasando. ¡No! ¡No! ¡No, maldita sea! ¡No! No puedo haber hecho daño a mis padres y a mi hermana. ¡No![/i] Si Moondale no es real y he matado a mi familia, lo único que me queda en el mundo es él, Francis, el que una vez fue el amor de mi vida, al que medio recuerdo haber matado. En otras palabras. No sé qué narices está pasando. Y estoy sola.
Noto como en mi interior el lobo gruñe amenazador. Puedo cerrar los ojos e intentar negar lo evidente. Puedo intentar pelear y acabar perdiendo. Puedo llorar y patalear como una niña pequeña. Pero al final del día, el lobo es una parte de mí misma, me guste o no. Y si el lobo gruñe, es por algo.
—[b]¿Que yo qué?[/b]—sé que no tiene sentido negarlo, cuando, como le ceda un solo milímetro de mí a la bestia, tendrá al lobo delante de su cara—¿Cómo lo has descubierto?—[b][i]¿Y cómo es que has logrado escapar, eh, eh, eh?[/i][/b]. [i]Esta vez no vas a ganar[/i]. Porque si me arrebata de nuevo a Francis, sencillamente, podría morirme—[b]Es imposible… es imposible que estén… ¡no![/b]—me niego a creerlo. Sé que no lo he hecho. Jamás podría volverme tan loca como para atacar a mi hermana. Y no es luna llena. No lo es—[b]Yo anoche estaba… estaba…[/b]—anoche estaba viendo [i]El Exorcista[/i] con Ed. Y me quedé dormida con él. Al menos, eso es lo que puedo rescatar de mis recuerdos. Y siendo los recuerdos aquello que nos conforman como personas, yo ayer no ataqué a nadie. Estuve con Ed, y sé que Ed es real (que Moondale y todo lo que viví allí es real) porque mi imaginación no podría crear a una persona como él. Porque si Ed no es real, si mis chicas no son reales… ya nada vale la pena.
[b][i]Esto es lo irreal. No te fíes. Huye.[/i][/b]
[i]No puedo huir de él. De él no[/i]
[b][i]No te preocupes. Me tienes a mí[/i][/b]
[i]Y eso es lo que me preocupa.[/i]
El lobo no parece dispuesto a atacar. Se ha quedado a medio camino. Siente curiosidad. No va a atacar, aunque yo no sea capaz de vencerlo. No va atacar, al menos, aún.
—Te… te vi una noche y te seguí. Entonces vi como te pasaba eso, eras un lobo precioso—dice—Tranquila, todo irá bien a partir de ahora.
[b][i]Miente[/i][/b]
—[b]No…[/b]—susurro, y le contesto al lobo a la vez. Francis jamás me mentiría—[b]Yo no puedo… no puedo… tú… tú no, no… no puedes haberme visto, Francis[/b]—digo, sintiendo que mis palabras, aunque confusas, tienen lógica—[b]si me hubieses visto, ahora estarías muerto[/b]—[i][b]Es que lo está.[/b][/i] Sé que el lobo tiene razón. Y eso hace que ese sentimiento de vacío en mi interior se haga más grande, sólo para ser rellenado por un pánico repentino. Si Francis está muerto… ¿quién es este chico? ¿por qué es como él? ¿qué está pasando?
—No estaba muy cerca, y además, me gustó verte así—dice, con un leve tic en el ojo.
—[b]¿Gustarte?[/b]—chillo—[b]¿Pero cómo iba a gustarte verme convertida en… en…[/b]—[i]en lo que te mató[/i]. Respiro hondo, dominándome, haciendo que el lobo retroceda, con todas mis fuerzas, pero no parece dispuesto a ceder ni un milímetro de terreno—[b]¿Qué… qué está pasando, Francis, qué te pasa en el ojo?[/b]—[i]¿Por qué coño me estoy volviendo loca?[/i]
—N-nada… es que estoy un poco nervioso… por la huída y eso—dice, sin mirarme a la cara—No sé, me pareció bonito conocer algo así de ti.
El lobo sabe que pasa algo, porque yo sé que pasa algo, y jamás en mi vida he estado tan alerta. El lobo tiene un instinto de supervivencia más grande que el mío. Otra señal de que Ed existe, es que sé asociar lo que está pasando con el lobo. Y si él no me hubiese dicho lo que soy realmente… seguiría matando gente indiscriminadamente sin saber qué me pasa. Respiro profundamente. Ed es real. Y por algún motivo que no alcanzo a entender, pensar en ello hace que me sienta un poquito menos perdida, un poquito menos… loca.
—[b]Francis, ser un lobo no es bonito[/b]—digo, tajante. El hecho de que el lobo esté tan despierto hace que sea un poco más brusca de lo normal. Respiro hondo, conteniéndolo con todas mis fuerzas—[b]Y… ¿por qué no me miras a la cara cuándo te hablo?[/b]—añado, impaciente, cruzándole de brazos.
Estoy perdiendo el control.
—Es que… bueno, hasta anoche no había hablado demasiado contigo—dice—Y bueno, aún me da un poco de impresión.
[i]¿Qué coño me estás contando?[/i] Ya no es que el lobo esté intentando ganar terreno, es que hasta yo misma estoy empezando a ponerme histérica (más) y furiosa por toda esta situación. ¿En qué mierda de universo se supone que yo no he hablado demasiado con Francis? Me tiemblan las manos, y no puedo evitarlo.
—[b]¿Cómo que no habías hablado demasiado conmigo? ¿De qué coño me estás hablando?[/b]—digo, con impaciencia. Cuando me pongo nerviosa, mucho, como ahora, suelto palabrotas por un tubo. Noto como gracias a mi propia rabia, el lobo se hace fuerte.
—Pues ya sabes, la chica popular, el raro… es normal. Pero cuando te vi transformarte, salir sola cada noche, supe que podía decirte que lo sabía para que no te sintieses sola. Eso fue anoche… explica.
Parpadeo furiosa, intentando contener una lágrima. Este Francis, que no es mi Francis, sigue siendo mi Francis. Sigue preocupándose por mí.
—[b]¿Quién eres?[/b]—pregunto, impotente, con los brazos en jarras—[b]No, en serio… dime quién eres[/b]—añado, autoritaria—[b]Tienes dos minutos exactos para contarme lo que está pasando… si no la vamos a tener muy gorda[/b]—digo, clavándole un dedo en el pecho, repetidamente, mientras hablo. Sé que no es mi Francis. Lo sé porque él odiaba que le clavase los dedos en el pecho. Casi siento el sonido de mi corazón al romperse, pero no tengo tiempo para entristecerme por volver a perder a alguien que no he tenido conmigo desde hace casi dos años. La rabia no me deja entristecerme. Si esto es un montaje o algo… no me hace ni puta gracia—[b]Si fueses MI Francis sabrías que me enamoré como una gilipollas del ‘friki’ del institito, de MI friki, cuando tenía catorce años[/b]—aprieto los puños—[b]así que ya puedes explicarte y bien, porque puedo estar volviéndome loca, pero mis recuerdos son míos y nadie puede quitármelos[/b]—chillo.
El lobo está ganando terreno a pasos agigantados. Aprieto los músculos de a garganta e intento respirar profundamente, tensando la espalda y notando como se me crispan todos y cada uno de los huesos del cuerpo. Casi no queda tiempo.
—Y-yo soy el de siempre… tu vecino… no sé qué te ha pasado, pero tú enamorada de mí…—suspira—… sólo en mis sueños—¿Cómo iba a competir con Bale, el jugador estrella?
[i]¿Cómo? ¡¿CÓMO?! Siendo mi mejor amigo, como lo has sido siempre.[/i] Sin embargo, en lugar de gritar, susurro:
—[b]No lo sé, no lo sé… ya no sé nada[/b]—digo, dejando de contener las lágrimas. Siento una extraña desesperación que me oprime el pecho, y estoy confusa, y no sé qué está pasando. Pero quiero volver a mi realidad. A dónde esté a salvo. A dónde las cosas tengan sentido. A donde Francis esté vivo y sea MI Francis, o a donde Francis esté muerto y yo esté con la gente a la que quiero—[b]yo lo único que tengo claro es que te quería… te quiero[/b]—me corrijo, al darme cuenta de que he usado el pasado. Por mucho tiempo que pase, Francis siempre será Francis, y una parte de mí siempre lo va a querer—[b]y… que me estoy volviendo loca[/b]—me tiemblan las manos cuando me limpio las lágrimas con dificultad. El lobo tira de mí, y yo tiro de mi cuerpo, intentando contenerlo. Cada movimiento cuesta una vida. Lo miro a los ojos, con una advertencia—[b]… ¡corre![/b]—susurro—[b]en serio… ¡¡¡CORRE!!![/b]—el susurro se vuelve un gruñido casi inhumano.
Niego con la cabeza. [i]No, por favor. No me lo quites otra vez[/i]. El lobo gruñe, arrinconando mi conciencia a un diminuto rincón. [i][b]No es tuyo, este nunca lo ha sido[/b][/i]. Me niego a dejarme vencer. [i]Ya me lo quitaste una vez… por favor[/i].
—Aún puedes quererme, siempre he estado ahí—se acerca a mí—Déjame y te ayudaré a controlarlo—añade, con un ligero tic.
Retrocedo un paso, apretando los puños, en un último intento de recobrar el dominio de mi cuerpo. Sin que yo pueda controlarlo, echo la cabeza hacia atrás, y noto como mi sangre arde en mis venas, como siempre que estoy a punto de perder la conciencia y el lobo está a punto de ganar.
—[b]¡NO![/b]—más que gritar, aúllo. Intento tomar aire, pero ya ni mis propios pulmones me obedecen—[b]¡VETE![/b]—sollozo, sin poder evitarlo—[b]Yo no… no puedo, no puedo volver a pasar por esto[/b]—no puedo volver a perderlo sin perderme a mí misma. Noto como mis costillas chasquean y se rompen para recomponerse adaptadas a una nueva forma. Nunca antes había permanecido consciente tanto tiempo cuando el lobo toma el control. Ahora, mientras mis uñas se alargan de una forma dolorosamente imposible, sé el porqué. Sin embargo, aún me queda aliento para una cosa más—[b]¡HUYE, JODER![/b]
Y después, me dejo llevar.
[spoiler]Crazy!Francis manejado por Dracon :3 Creí que me volvería tarumba con este post lo juro e.e
¡Feliz cumple, Alphie! Espero que mañana las musas se porten mejor y pueda regalarte algo que no sea Ann estando locuela :risa:
Hope you like it ~[/spoiler]
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.