[align=center][b]Sarah Echolls | Cementerio | Parte I [/b]
[QUOTE]
«Siempre he oído que tu vida entera pasa en frente de tus ojos un segundo antes de morir. Primero que nada, ese segundo no es para nada un segundo, se estira para siempre, como un océano de tiempo. Para mí, fue estar echado de espalda en el campamento de Boys Scouts, viendo las estrellas fugaces caer. Y las hojas amarillas de los árboles de arce alineadas en nuestra calle. O las manos de mi abuela, y la forma en que su piel se me parecía al papel. Y la primera vez que vi el nuevo Firebird de mi primo Tony. Y Janie… y Janie. Y Carolyn.
Supongo que podría estar enfadado por lo que me pasó, pero es difícil cuando hay tanta belleza en el mundo. A veces siento como si la viera toda a la vez y es demasiado. Mi corazón se llena como un globo que está a punto de estallar… Y entonces recuerdo que tengo que relajarme y no intentar aferrarme a ella, dejo que fluya a través de mí como la lluvia y no puedo dejar de sentir gratitud por cada simple momento de mi estúpida e insignificante vida… Seguramente, no tendrán ni idea de lo que les estoy hablando. Pero no se preocupen, algún día…la tendrán”
American Beauty, Sam Mendes (1999)[/QUOTE]
Abrí los ojos y me di cuenta de que me había desmayado sobre la hierba que estaba mojada por la lluvia que caía. Me levanté aturdida por el dolor de cabeza y algo entumecida por culpa del frío, pero no parecía tener ningún daño físico que explicase qué hacía en el suelo.
Me llevé la mano a la cabeza, en un intento de hacer memoria de qué era lo que había hecho para acabar allí, pero lo último que recordaba era desmayarme en el Lorne y agarrarme de la mano de Daniel que también se había caído. No tuve miedo en ese momento porque estaba con él pero ahora no lo veía por ninguna parte y me sentía perdida y desorientada.
Miré a mi alrededor y no tardé mucho en darme cuenta de que aquello era un cementerio. Reprimí el miedo que seguía creciendo en mi interior porque al fin y al cabo, era un cementerio y yo una cazadora, era tan ridículo como que un oficinista le tuviera miedo a los trajes de chaqueta.
[b]¿DANIEL?[/b] – Grité imaginando que no estaría muy lejos, pero no respondió ni apareció con su sonrisa ‘para Sarah’, esa que sólo me dedicaba a mí y que estaba acompañada por sus ojos iluminados. Me pasé ambas manos por los brazos, intentando entrar en calor y eché a andar porque me había parecido escuchar voces no muy lejos.
Esas voces que había escuchado provenían de un grupo de gente que estaba alrededor de una tumba. Al parecer, era un entierro. No quise mirar porque siempre me había dado miedo todo lo relacionado con la muerte, por lo que seguí andando en la dirección opuesta hasta que volví a escuchar voces, pero esta vez, de alguien conocido. Un escalofrío me recorrió. ¿Y si…había muerto alguien conocido? ¿Y si Daniel había muerto y yo estaba tan conmocionada que me desmayé? Negué con la cabeza. No podía ser, Daniel no podía haberse muerto, porque me había prometido que seríamos inmortales y que viviríamos felices para siempre huyendo de la muerte porque de todas formas era una señora muy vieja y nosotros corríamos más. Sonreí durante un segundo y después pensé en Diana y McLeod, en Jan, en Ed, Cecil y Liad, incluso pensé en mis padres o quizás en la abuela, pero ninguno de ellos podía estar muerto. Me di cuenta de que estaba temblando, probablemente por culpa del frío que hacía, pero sabía que había algo más. Tenía miedo de perderles. Ese miedo se había incrementado desde que salimos de la Iniciativa, provocando que en Navidad quisiera que estuviéramos todos juntos para protegerles, pero ahora era posible que uno de ellos estuviese muerto y yo…no era capaz de avanzar, de girarme e ir hasta donde estaban los demás para despedirle como merecía.
Me armé de valor y me di la vuelta. Recorrí los pasos que faltaban hasta estar al lado del ataúd y vi a un hombre arrodillado en el suelo llorando. No me hizo falta poner una mano en su hombro para saber que era McLeod.
[b]¿Diana?[/b] – Pregunté con un hilo de voz. No podía ser el entierro de Diana porque nunca permitiría marcharse de este mundo si no era a ritmo de Knocking on Heaven’s door de Bob Dylan. Nos había amenazado tantas veces con aparecerse después de muerta si no cumplíamos su petición que no podía ser ella. Pero entonces, ¿por quién lloraba McLeod?
Quise animarle, decirle que todo estaría bien, pero primero tenía que saber qué había pasado. Avancé unos pasos más y vi el féretro rodeado de flores, impersonal y mortecino como todos los demás. Las caras me sonaban, pero me dolía tanto la cabeza que no conseguía ubicar de qué. Me armé de valor y fui hasta el ataúd preparada para casi todo, menos para lo que vi.
[b]¡Noooooooooooo![/b]- Grité hincándome de rodillas en el suelo. Empecé a gritar. No podía estar muerta, era imposible. Una persona no puede estar en dos sitios a la vez. Podía respirar, podía pensar, ¿por qué veía mi cuerpo?- [b]Mamá…[/b]- Llamé desesperada sin dejar de llorar con las manos tapándome la cara. Me sentía como una niña pequeña, pero no sabía qué más hacer. Pensé en Daniel, en cómo lo estaría sobrellevando y un nudo se formó en mi garganta. Recordé todas las cosas que no viviríamos juntos, los hijos que no tendríamos, los abrazos que no volvería a darme y que nunca volvería a besarme. Jamás tendría la oportunidad de volver a decirle te quiero y me arrepentí de todas las veces en las que él me lo decía y yo le respondía con un simple “y yo también”, porque era demasiado tímida para decirlo. Porque un “y yo también” no estaba a la altura de lo que sentía por él y siempre lo había sabido, pero ahora más que nunca. Me destapé la cara y me sequé las lágrimas con la manga, buscando a Diana con la mirada, pero no la encontré. Fui hasta McLeod para que dejase de llorar. No quería que sufriera por mí, al fin y al cabo ya estaba muerta, pero no me lo encontré llorando, si no hablando con mi madre.
Me acerqué hasta ellos para oír mejor y no reconocí a mi madre en ninguna de las palabras que decía.
– [i]¿Y Diana? ¿Daniel? ¿Edward? [/i] – Preguntó destrozado.
-[i]Diana ya no está[/i]. – Respondió mi madre acercándose hacia el féretro y McLeod se apoyó en el atrio. ¿Diana también estaba muerta? No se merecía algo así y menos después de todo lo que había sufrido. No…no podía ser verdad – [i]Daniel no lo superó, está en la Institución Mental Thornhill[/i]. – Tuve que sentarme en el suelo para intentar digerir aquella noticia. Daniel se había vuelto loco, seguramente por mi culpa y ahora, estaba en un psiquiátrico, el lugar que más miedo le daba del mundo. – [i]Y a Edward, no lo conocía[/i]. – finalizó.
Noté que respiraba con dificultad y me pareció irónico. La ansiedad es el miedo a morirte, pero si ya estás muerta, ¿a qué le tienes miedo?
– [i]Diana, no puede estar. No… [/i]– McLeod intentaba encontrar las palabras adecuadas pero no podía.
– [i]Cómo si lo estuviese. Buscó el poder para salvar a su hermana, y acabó engullida por él[/i]. – Las lágrimas volvieron a recorrer mis mejillas. – [i]¿Ya tienes suficiente? ¿O volverás a emborracharte y olvidarlo? ¿Vendrás otra vez a que te recuerde que he perdido a dos hijas gracias a ti? [/i]– soltó con furia. – [i]Vete de aquí, ve a emborracharte si quieres. Olvida tú que puedes, yo llevaré siempre el recuerdo de mis hijas. [/i] – añadió haciendo que él llorase y yo tuviera un nudo tan grande que no podía ni siquiera, respirar.
Él echó a andar y cuando estuvo lo bastante lejos, se quedó a observar. No quería perderse mi despedida. Quise hacer como en Ghost o como en Entre Fantasmas, quise atravesar su cuerpo, que sintiese frío y supiera que estaba ahí para él, pero en la vida (¿muerte?) real, sólo lo atravesaba, sin provocar el más mínimo cambio en él.
Todavía llorosa, me puse a su lado y le di la mano. No podía tocarle, pero sabía que si me concentraba, quizás algo de mi cariño por él le traspasaría y se daría cuenta de que no me había ido del todo.
Comenzaron a bajar mi féretro a ritmo [URL=http://www.youtube.com/watch?v=bUwLlwO-ZR8]de una canción muy triste[/URL]. La vida había terminado para mí, pero al menos, sabía que había gente que me seguiría queriendo como Christopher, pero quería que Diana y Daniel lo superasen, así que cuando acabase allí iría hasta ellos, después visitaría a Jan, a Cecil y a Liad e incluso buscaría a Ed en el fin del mundo si hacía falta porque necesitaba que supieran que estaba bien.
Vi a McLeod llorar e intenté apretar su mano con fuerza. El vello se le erizó y sonreí un poco sin dejar de llorar. No era feliz, cabía la posibilidad de que me hubiera sentido y eso me hacía sentirme un poco menos sola.
[Fin de la primera parte por culpa del foro. Continúa en el siguiente post.]
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.