[align=center][b][SIZE=4][color=black]Cecil Anwalt| Dormitorio[/SIZE][/color][/b]
[i]»Sólo los que entienden lo difícil que es enfrentarse a las consecuencias pueden superar una crisis.» (Final Fantasy Dissidia)[/i]
Estaba en mi cama, en mi cuarto… Eso fue lo primero que vi al abrir los ojos. Lo primero en notar fue el sudor que empapaba todo mi cuerpo. Lo segundo, más molesto que lo anterior, era el incansable dolor de cabeza que tenía. Las imágenes de mis amigos, del demonio verdoso y de todo lo vivido en ese día eran fuertes, vividas. Todavía estaban presentes en mi mente lo suficiente como para pensar en algo. ¿Cómo había llegado allí?
Por eso me sentía tan extraño y confuso al no encontrarme allí, junto a ellos.
Alguien golpeó la puerta. No tocó varias veces, simplemente, la aporreó. Extrañado, me levanté lo más rápido que pude, sin que esa sensación se quedase atrás, en las húmedas sábanas. Aquellos sentimientos me acompañaban a donde yo me moviese. Mi instinto estaba alerta, cual sirena de policía. Y cuando estaba de esa manera, normalmente acertaba.
– [b]¡Abre, maldita sea![/b] – me sorprendí al escuchar la inconfundible voz de mi madre, aunque sin entender todavía el por qué hablaba de aquella manera y mucho menos por qué estaba allí.
Al abrir la puerta, todavía extrañado, miré al frente, y al verla delante de mí, la dichosa sensación cobró todavía más fuerza. Delante estaba ella, mi [i]<<mami>>[/i], pálida, ojerosa, con su habitual cabellera suelta y sus ojos, iguales que los míos, rojos y cansados.
– [b][i]¿Mamá?[/i][/b] – pregunté, todavía sin saber qué decir.
– [b]¿Mamá?[/b] – preguntó la mujer, frunciendo el ceño y poniendo los brazos encima de su cadera, en plan jarra. – [b]¿Eso me dices después de tanto tiempo?[/b] – me agarró por los hombros al decir esto, zarandeándome con toda la fuerza que una mujer de su tamaño podía tener.
– [b][i]Ha pasado… menos de un mes desde que nos vimos.[/i][/b] – me separé un poco, cauteloso ante la reacción de ella. – [b][i]Y también hemos hablado por teléfono… ¿Te ha entrado mamitis de repente y por eso estás aquí?[/i][/b]
– [b]¿De qué estás hablando?[/b] – me miró de arriba abajo, en plan escáner. – [b]¿Has vuelto a drogarte? Me prometiste que lo harías.[/b] – me miró, medio llorosa, al borde de las lágrimas. – [b]¡LLEVAS DOS SEMANAS EN LA CAMA![/b]
La miré de hito en hito, parpadeando bastante poco. En mi familia, no es que fuéramos especialmente bronceados, pero especialmente ella se encontraba con un tono blanquecino en la piel muy poco habitual. Sus ojos se encontraban rojos, como si hubiera estado llorando mucho o sin dormir durante una larga temporada. Su rostro se encontraba cansado, con ojeras y marcas de vejez demasiado visibles.
Aquellas palabras me sonaron como si me insultasen en coreano. ¿Drogas? ¿Dos semanas en la cama? ¿Desde cuándo?
– [b][i]¿Dos semanas? ¿Drogarme?[/i][/b] – parpadeé, extrañado y confuso. – [b][i]¿Desde cuándo me drogo mamá? ¿Desde qué papá se convirtió en un ejemplo a seguir?[/i][/b]
– [b]No hagas como que no lo sabes.[/b] – dijo ella, mirándome con extrema decepción.
Esa mirada la había visto antes, pero no en ella. La había visto en mi padre, en su familia, la había visto con las clásicas palabras, cada vez que no hacía algo que ellos tenían programado. Cada vez que intentaba decidir por mí mismo, asumiendo lo que hiciese bien y lo que hiciese mal, pero que a ellos no les gustaba. La mirada de decepción que mi madre no retiraba consiguió que algo, dentro de mí, se encogiese hasta tal punto de sentir como si me faltase algo. Una parte tan importante de mi persona que ahora mismo ni sabía lo que era.
– [b][i]Si te estoy preguntando es porque no lo sé, madre.[/i][/b] – dije con toda la sinceridad que podía cargar en aquellas palabras.
– [b]Pues haz memoria. [/b] – dijo, frunciendo el ceño una vez más. Parecía que no iba a ceder, parecía que quería, como bien decía, que recordase por mis propios medios, por muy difícil y doloroso que fuese. Pero… ¿Cómo iba a hacerlo si ni siquiera sabía lo que estaba ocurriendo?
– [b][i]Eso es muy fácil decirlo cuando sabes todo lo ocurrido.[/i][/b] – paré de hablar momentáneamente, mirándola, frunciendo el ceño también yo. – [b][i]Joder, ¿qué tengo que decir para que me creas?[/i][/b]
– [b]¿Te has mirado los brazos?[/b]
Su rostro entristecido me miró sin apartar la vista. Sus brazos, sin tener que hacer fuerza o un movimiento muy grande, agarraron uno de los míos para ponérmelo en el ángulo de visión, cerca del rostro.
– [b]No me extrañaría que no supieras ni tu nombre, Cecil.[/b]
Cuando me dispuse a mirar lo que ella me mostraba, hubo un cambio que sentí con fuerza. Como por arte de magia, sentí debilidad, cansancio, como si realmente hubiera estado postrado en aquella cama durante dos semanas o más. Como si mi cuerpo hubiese estado al límite durante mucho, mucho tiempo. Mis ojos se cerraron al mirar la verdad que ella me mostraba. Ahogué un quejido, un escalofrío. Mis brazos, más pálidos de lo habitual, tenían marcas, pequeños agujeritos pero bastante numerosos. Todos negros y profundos, como si hubiese tentado a la suerte en más de una ocasión. Aquello parecía ser cierto, parecía que todo lo que yo estaba diciendo era mentira y lo de ella, verdad.
– [b][i]Esto.[/i][/b] – hice una pausa, todavía mirando mis brazos heridos por cualquier lado. Negué la cabeza, notando como si, literalmente, me faltase sangre en todo el cuerpo. -[b][i]Esto no puede ser. No me gustan estas cosas, n-oo…[/i][/b] – respire con fuerza, intentando recuperar el aire que tanto me faltaba. – [b][i]No puede estar pasando esto. Liad no me dejaría. Ni Sarah, Diana o Daniel. Ni siquiera yo.[/i][/b] – me alejé un poco más de ella, continuando negando.
– [b]Ya, claro.[/b] – suspiró.
¿Acaso mentía? ¿De verdad todo lo que decía era una sarta de invenciones causadas por la droga? ¿En qué universo no temo a la agujas y me meto tanto que acabo en este lamentable estado?
– [b][i]¿Ya claro?[/i][/b]- pregunté, mosqueado al ver que no decía lo que necesitaba oír, por muchas pruebas que me pusiese delante de los ojos. – [b][i]¿Es lo único que vas a decirme? No sé qué coño está pasando y solo dices eso, ¿ya claro?[/i][/b]
Volví a respirar, aunque no tan rápido como antes pero sí nervioso y todavía confuso. Continué alejándome de ella, aunque en mi dormitorio era un poco complicado poder marcar una gran distancia entre dos personas. Comencé a buscar mi móvil, intentando encontrar a mi manera las respuestas que necesitaba. ¿Por qué no me creía? ¿Por qué no me daba un voto de confianza, como había hecho en otras ocasiones? Temblaba, aunque no mucho, lo suficiente como para marcar las teclas con cierta lentitud. Mi madre continuaba observándome, como si fuera su pequeño experimento, sin añadir mucho más, esperando a ver cómo reaccionaba. Quería hablar con Sarah, necesitaba escuchar la voz amiga de alguien, aunque sólo fueran unas palabras. No tuve que buscar en la agenda, lo recordaba sin problemas. Pero algo sucedió. Algo ocurrió una vez que apreté la tecla verde. No, no era Sarah. Tampoco un contestador con la voz suya, de Daniel o de cualquier otro más de fondo.
Simplemente, era música.
Una [URL=http://www.youtube.com/watch?v=bUwLlwO-ZR8&feature=related]melodía[/URL] sonaba sin parar, consiguiendo ponerme más nervioso de lo que estaba. No la reconocía, tampoco me estaba resultando agradable y por un momento, deseé que desapareciese ese sonido. Quise destrozar el móvil, tirarlo, romperlo, aplastarlo… Hacer cualquier cosa que interrumpiese aquello. Pero algo en mi interior, y no sabía de dónde venía, me decía que, por mucho que lo intentase, continuaría allí, sonando.
Moví la cabeza un par de veces, desconcertado, para volvérmela a encontrar delante de mí, sin parpadear, sin decir nada, como si estuviese contemplando el espectáculo.
– [b][i]¿Qué haces aquí?[/i][/b] – pregunté al fin, intentando recuperar fuerzas para encontrarle sentido a todo aquello.
– [b]Estoy en [u]mi[/u] casa.[/b] – me miró, desafiante. – [b]¿Qué haces tú aquí? ¿Quieres que te lo recuerde… OTRA VEZ?[/b]
– [b][i]No.[/i][/b] – contesté, también desafiante. – [b][i]Moondale es mi casa. Vosotros estáis bien felices en Londres.[/i][/b] – dejé las cosas claras, tal y como las pensaba. – [b][i]¿Acaso vas a contestar a mis preguntas de una vez?[/i][/b]
Era mi dormitorio, mi casa, mis cosas… Me había molestado bastante, una vez que dejé Londres y llegué a Moondale, de preparar mi dormitorio. En casa de mis padres era el único sitio donde me sentía a salvo, a gusto. Por eso eran tan parecidos, porque para mí, aunque sólo fueran eso, muebles, tenían un significado para mí. Aunque todo aquello que el lugar podía trasmitirme ya había desaparecido. Todavía sentía curiosidad, pero también confusión. Quería saber por qué ella estaba allí.
Por qué estaba en Moondale.
– [b]¡E-S-T-O E-S L-O-N-D-R-E-S![/b]- gritó, desesperada, remarcando cada palabra. – [b]¿Es que en ese cerebro carcomido no queda ni rastro del que una vez fue mi hijo?[/b] – me dio un toquecito en la cabeza, dándole más fuerza a sus palabras, intentando molestarme con aquel gesto.
… ¿Londres? Aquellas palabras que gritó me sorprendieron, dejándome sin saber qué decir durante un tiempo. No podía estar allí, no señor. Estaba en el bar y y… No, todo esto no puede ser real, me niego a admitirlo, aunque…
– [b][i]¿ES QUE NO TE PUEDES PARAR A PENSAR QUE YO NO SOY ESE? ¿QUE NO HE ACABADO COMO PENSABA PAPÁ, TIRADO EN UNA CUNETA? [/i][/b] – grité con fuerza intentando, literalmente, no llorar. Todo esto se estaba descontrolando, nada era como debía ser. – [b][i] ¿ACASO NO TE DAS CUENTA DE QUE SOY YO, DE QUE SOY CECIL? …[/i][/b]
– [b]¿El mismo Cecil que le ha jodido la vida a su familia? ¿El mismo que ha vuelto loca a su madre? ¿El mismo que hizo que su padre…?[/b] – no pudo continuar más porque las lágrimas comenzaron a desbordarse.
– [b][i]¿Qué? Venga, ¡dilo! Suéltalo todo de una vez, dímelo todo, ¡vamos![/i][/b]
– [b]¡NO![/b] – gritó.- [b]Te lo he contado una y mil veces, no…no quiero…no…no puedo…de verdad, no puedo más, Cecil. [/b] –me dice derrumbada. –[b] Tienes suerte de que te haya acogido en mi casa.[/b] – añadió desde lo más profundo de su corazón, poniendo odio y desprecio en cada palabra.
Me humedecí los labios. No sabía qué decir, no sabía qué. Quería llorar, llorar porque no entendía nada, llorar porque, por muy mal que fueran las cosas, yo no querría eso, no querría hacerles daño bajo ninguna circunstancia. A ninguno de ellos.
Quise llorar pero también gritar. Porque todo esto, todo lo que estábamos gritando, todo lo que decíamos los dos y lo que veía me estaba demostrando una cosa. La verdad.
– [b][i]Si tanto daño os he hecho, si tanto odio me tienes, no sé qué hago aquí.[/i][/b] – me había costado bastante decir todo aquello. Había parado, respirado, cogido fuerzas y bueno, soltarlo. Empecé a moverme, intentando salir de allí.
– [b]Si crees que te dejaré marchar, no me conoces en absoluto.[/b]- me dijo ella, desafiante, con un brillo de malicia en los ojos que nunca había visto. Con todo aquello parecía que estaba disfrutando.
Preocupación, lágrimas, rencor, resentimiento, odio… Eran palabras, palabras con significado. Todas ellas las había podido ver en aquel breve momento, desde que la puerta había sido aporreada, desde que me había despertado. ¿Cómo podían ser así las personas? ¿Cómo podían acabar tratándose de esta manera?
– [b][i]No. No puedes detenerme. Mi madre no es así, la conozco lo suficiente para saberlo.[/i][/b]
– [b]¿Me estás desafiando?[/b] – preguntó, poniéndose en medio, impidiéndome que saliese por la puerta.
– [b][i]Lo llevo haciendo desde hace un rato, si realmente fueras mi madre, no me hubieses dejado hacerlo.[/i][/b]
No, no había estado controlando la situación. Desde el momento en que me había levantado, algo extraño me había inundado y todavía continuaba sintiéndolo. Pero había algo, cosas, que consiguieron mostrarme lo que en este momento necesitaba.
– [b]Hazme un favor y márchate.[/b]- me dijo, mirándome con odio.- [b]A ver cómo te las arreglas sin dinero.[/b] – se cruzó de brazos, sonriendo con maldad.
– [b][i]No quiero la ayuda de nadie que piensa cobrármela con odio y sufrimiento.[/i][/b]
Por unos segundos, miré al suelo. ¿Estaba en lo cierto? En verdad, ¿todo aquello no era más que una ilusión? ¿Y sí no era así? ¿Y si todo aquello era verdad? ¿Y si les había destruido la vida como había hecho conmigo?
Había una posibilidad, desde luego, no podía descartarlo. Mi corazón decía lo contrario. Él me decía que no me fiase, que luchase, que siguiese caminando, afrontando cualquier peligro que se me pusiese delante. Ah… pero mi cabeza también decía algo. Moví la cabeza al son de ponerme la mano en el cuello. Dudas, demasiadas dudas, demasiadas decisiones y demasiados daños. Y si todo lo vivido, todas las personas que había conocido eran… eso. Un forma en que mi mente y mi cuerpo drogado respondían. Por unos segundos, aparté la mano del pomo, dejándome vencer por lo que sería la verdad, pero no. El móvil, todavía en mi mano, continuaba trasmitiendo aquella melodía.
Eso fue lo que consiguió que no me rindiese, eso fue lo que consiguió que la diese la espalda y caminase, decidido a salir de allí. Pero al parecer, no había terminado todo aquello. Ni mucho menos.
– [b] La próxima vez que cruces esta puerta te pegaré un tiro yo misma.[/b]
Me paré en seco, dándole la espalda todavía. Definitivamente, no aguantaría otra vez eso. No volvería a permitir que nada de lo que se había dicho allí volviese a suceder. Aún con la mano en el pomo de la puerta, me giré para mirarla sin ningún miedo.
– [b][i]Qué eres.[/i][/b] – pregunté, todavía dudoso de si obtendría respuesta o no.
– [b]Lo que tú has creado.[/b] – aquella respuesta tan simple parecía tener un significado mucho más profundo.
– [b][i]Cómo.[/i][/b] – quise saber, una vez más.
– [b]No empieces otra vez…[/b]- dijo ella, poniendo una mano en su cabeza y masajeándose la sien como si estuviera harta de todo aquello.
– [b][i]No[/i][/b].- sonreí levemente, forzándome para hacerlo, negando una vez más con la cabeza. – [b][i]No empieces otra vez tú. Seas lo que seas, te has esforzado mucho, ¿no? Mucho detalle, esa musiquita que pone mal cuerpo a cualquiera, una imitación de mi madre que no hace sombra a la de verdad…[/i][/b]
– [b]Tú tampoco eres mi hijo, qué se le va a hacer.[/b]- me miró, alzando una ceja.- [b]¿Por qué no sales y descubres por ti mismo lo que has hecho con tu vida y después viene a llorarme porque no soy ni una sombra de tu madre…de verdad?[/b]
Lanzó una risa al aire, una desagradable, egocéntrica, malvada… Una que conseguiría que cualquiera se quedase allí y continuase con toda aquella farsa.
Pero yo no, ya no.
Sin molestarme en añadir nada más, sin lanzarle una mirada o cualquier otro gesto, volvía darla la espalda. No es que no quisiese, sino que simplemente, en otra situación, podría haberlo hecho.
Giré el pomo de la puerta, puse un pie en el otro lado y miré a mi alrededor, viendo lo que me rodeaba. Todavía no estaba seguro de lo que había ocurrido, pero debía de arreglarlo, por muy mal que estuvieran las cosas.
[spoiler]Cecil manejado por mi y su mami por Stefy, aunque por supuesto, no es la verdad, así que no os asustéis. La frase del principio la meti yo porque sentí que quedaria bien xD no sale en el post ni pensamientos ni nada, simplemente creo que queda bien LOL de todas formas, si debo quitarla, decidme ~~[/spoiler]
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.