[b][ January Allard | ][/b][/align]
Odiaba correr tanto como lo había hecho toda mi vida, pero era consciente de que en aquel momento era lo único que me ayudaba a conservar la cordura. Correr, el corazón bombeando fieramente sangre a todos los músculos, las piernas sacando fuerza de flaqueza para saltar sobre ramas y olvidarse del dolor de correr descalza por un terreno como aquel. La falta de aire, que mis ojos sólo fueran capaces de captar colores borrosos que pasaban junto a mí sin entretenerme. Sin pensar, sólo tratando de sobrevivir a [i]no sabía qué[/i] y sorprendiéndome de vez en cuando de que aún pudiera seguir corriendo, de que no me hubiera caído al suelo, de que las ramas no me hubieran derribado, de no haberme desmayado…
-[b][i]El licántropo ha escapado por aquí, rápido.[/b][/i]
Tardé unos segundos en procesar aquella frase. Unos segundos en los que di tres zancadas más, antes de frenarme en seco, sintiendo un dolor breve pero agudo extendiéndose por mi pierna derecha al clavarla en el suelo en un ángulo no del todo natural. Miré frenética a un lado y a otro, sin llegar a ver nada. [i]El licántropo ha escapado por aquí, rápido[/i] sólo podía significar que sabían que estaba allí. Que sabían lo que era. Lo que había hecho. Tragué saliva y entrecerré los ojos, buscando en la oscuridad la silueta que hubiera pronunciado aquellas palabras. Y luego dejé de hacerlo.
¿Qué demonios me importaba a mí quién lo hubiera dicho? ¿Y qué con todas las implicaciones de lo que aquello podía significar? ¿A quién se le ocurriría plantearse [i]quién[/i] ([i]quienes[/i]) eran los únicos que sabían lo que era y lo que podía hacer? [i]Parece ser que sí te odian, January[/i], dijo una voz en mi cerebro. Sacudí la cabeza, echando un último vistazo a mi alrededor y escogiendo una dirección cualquiera para echar a correr. Pero ahora sí me faltaba el aire, ahora mis piernas si parecían sobreesforzarse para echar a correr, ahora mi sangre parecía más lenta en las venas y los músculos de mis piernas se dolían de cuando en cuando. Como si el peso de aquella idea fuera demasiado para llevarlo conmigo bosque a través.
[i]¡Cierra tu sucia boca![/i], escupí, dirigiéndome a aquella voz que era asombrosamente igual a la mía, y que a la vez sonaba asombrosamente diferente. Su respuesta no se hizo esperar. [i]¿Duele pensar que hayan echado a los perros tras de ti, que te estén dando caza?[/i] Aceleré el paso, convirtiendo de nuevo el paisaje en formas borrosas, ésta vez con la ayuda de unas lágrimas que no quería dejar caer. [i]¿Qué creías que iban a hacer? ¿Recibirte con los brazos abiertos? ¿Consolarte por haber matado a sus parejas, a sus hermanos, a sus amigos?[/i]
Contuve un gemido, parándome de repente, sin respiración. Trataba de ignorar aquella voz en mi cabeza, pero no podía, y las ganas de llorar no iban a dejarme correr. Apreté los puños, furiosa conmigo misma, con mi estupidez, y con la locura que se había instalado en mi cerebro y me había robado la voz para, si aquello era posible, volverme aún más tarumba. Miré alrededor, ignorando a duras penas sus frases instigadoras, y me di cuenta de que había profundizado en el bosque. Había más árboles y estaban más cerca y la oscuridad comenzaba a inquietarme. Pero no, no era la oscuridad lo que me ponía nerviosa y me erizaba el vello, poniéndome alerta como si de un gato me tratara. Era el silencio, un silencio demasiado aplastante para ser normal. Tragué saliva, y entonces lo oí.
[i]Chac, chac, chac.[/i]
Giré sobre mí misma, ahora sí, con la voz al fondo de mi cerebro en completo silencio, y el sonido se repitió. Esta vez vez más fuerte, y más cerca. Abrí los ojos, expectante, y entonces apareció. Tenía aproximadamente el tamaño de un perro, era de color negro y era… una araña. Una araña. UNA ARAÑA, como se empeñó en gritar una voz histérica dentro de mi cabeza, justo antes de que yo gritara con tanta fuerza que creí que me iba a desgarrar la garganta.
Me quedé congelada en el sitio, observándola directamente a los ojos. A los ocho ojos. Sus movimientos se me hicieron hipnóticos por un segundo, las múltiples piernas del animal moviéndose con relativa lentitud y ciertamente con algo de elegancia en dirección a mí, la luz de la luna reflejándose contra la piel oscura y… ¿porcelanosa? Fruncí el ceño, las arañas podían tener movimientos elegantes, pero desde luego sus repugnantes pelos no eran porcelanosos. Di un paso atrás, dubitativa, y luego otro más, pero entonces me di cuenta. No había una araña.
[i]Había decenas de arañas.[/i]
Esta vez el grito murió en mi garganta un instante antes de que me girase y echase a correr volviendo sobre mis pasos. A los humanos, al menos, podría morderlos.
[spoiler]PERDÓNPERDÓNPERDÓN por el retraso y eso. Entre Londres y el comienzo del cuatrimestre ha estado difícil la cosa, pero aquí está. Cortito, lo sé, pero dicen que la buena confitura viene en tarro pequeño, y si no que se lo digan a Kristen Bell.[/spoiler]
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.