[align=center][SIZE=3][color=black][b]Cecil Anwalt | ¿Moondale? ¿Calles?[/b][/SIZE][/color]
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Las cosas no pintaban nada bien, de ninguna manera.
Mis oídos y mis ojos captaban multitud de cosas, algunas sencillas de describir, como la feroz batalla que se libraba a no mucha distancia de mi posición, o cómo Daniel y Sarah peleaban con fiereza, recibiendo golpes, algunos cortes y heridas. Pero continuaban allí, continuaban luchando. Mataban vampiros con una velocidad de vértigo sin pararse demasiado a convertirles en prototipo de papilla. Pero por muchos que matasen, nunca se acababan. La luz y la calidez, por mucho que permaneciese ahí delante a modo de barrera, luchando contra la oscuridad, parecía tener las de perder.
Esta clase de situaciones son difíciles, por no decir de las más complicadas en las que uno podría encontrarse. Aunque ahora mismo no era momento de pensar, sino de actuar, no podía evitar sentirme confuso, incapaz de comprender las cosas con la misma claridad que antes habría podido tener.
Era cierto que había tomado una decisión, era cierto que quería continuar viviendo, que no pretendía que este fuera mi último día en la Tierra. Quería vivir más, mucho más. Seguir formándome, estudiando, conocer personas, hacer todo lo que se supone que hace la gente de nuestra edad. Pero no podía moverme. Estaba todavía quieto, con Nora en los brazos perdiendo vida por segundos y sin apenas conservar la capacidad de reaccionar o de decir algo.
Confuso, así es como estaba. Había permanecido durante todo esto tiempo con la misma idea, procurando no perder el rumbo, sabiendo lo que quería conseguir, pero algo no iba bien. Sentía como si hubiera perdido la perspectiva, como si ya no fuera capaz de diferenciar lo que era real y lo que no en esta locura de mundo. Pero cada vez que este sentimiento volvía, cada vez que lo hacían estos pensamientos oscuros y pesimistas que conseguirían deprimir a cualquiera, recibía un fogonazo, algo que me consiguiera que tuviera un “vacío” para que no pensase. Ese fogonazo… o lo que fuera realmente, ignoraba de dónde veía, si del exterior, de los amigos luminosos que tenía delante, o de alguna parte en mi interior.
Aunque no parecían las mismas personas que había conocido, estaban aquí. Pero [i]estaba[/i]. No habían venido aquí por cualquier cosa, tampoco estaban luchando únicamente por salvar sus vidas. Luchaban por mí, cada uno a su manera, pero lo hacían. Aunque no me conocieran… o estas versiones no me conocieran.
– [b]Quieres ayudarles.[/b] – dijo Nora en mis brazos, como si fuera capaz de leerme la mente.
Se encontraba débil, más de lo que seguramente admitiría, pero continuaba luchando, continuaba tirando de mí de la misma manera en que ellos lo hacían. No dejando que cediese ante mis miedos, ante mis temores o traumas. Era cierto, quería ayudarles. Por muy complicado que pareciese todo, por muy perdido que pintase el futuro para nosotros, tenía que hacerlo. Aunque no podía. Algo me impedía continuar hacia adelante, algo que me apresaba, que me agarraba con su enorme puño y no me dejaba moverme. Sólo podía pensar, compadecerme y caer en lo mismo en que ya he caído en el pasado.
– [b]Pero ahora deben ser ellos los que te protejan a ti.[/b] – añadió ella, dando en el clavo.
Me gusta estar ahí, ayudar, sobre todo para las personas que me importan de verdad. Es algo que llevo dentro, que me sale sin muchas veces pensarlo. Algunos me tacharían de bonachón, de angelito que hace las cosas sin recibir algo a cambio. Pero creo que ahí está la solución a los grandes problemas, ¿no? Porque yo, sea mejor o peor, soy una persona que difícilmente se lava las manos, ignora las miradas y me remito a mi propia vida. ¡No, de ninguna manera! Si hubiera hecho eso, ¿a cuantas personas no habría conocido? ¿A Sarah? ¿A Daniel? ¿A Liad? Me preocupaba por ellos, les cuidaba como mejor podía, y eso es algo que no puedo cambiar. Pero ella tiene razón, [i]ellos[/i] tiene razón. Uno no puede llevar esa carga sólo, no puede pretender aguantar todo el peso sin que nadie esté junto a él, ayudándole de cualquier manera. La vida no es eso, no es ser simplemente un peón de ajedrez, un simple soldado que busque sobrevivir él sólo y sin la ayuda de nadie.
Había vivido mucho, había discutido también. Había tenido una serie de expectativas que en varias situaciones, no se habían cumplido. La decepción es algo que he tenido habitualmente aunque… ¿Quién no? ¿Quién no se decepciona hoy en día? ¿Quién no se molesta por cualquier estupidez, poniéndose en plan [i]stupid person[/i], convirtiéndose en un toro desbocado que no mira a quien pisa o a quien le pega una cornada? Todo eso, todos los problemas, todos los momentos de ponerse en plan estúpido y cerrarme a las personas habían conseguido esto, verme en esta situación. Tener una coraza, una torre abandonada en la que sólo esté la misma persona es algo que se encuentra tremendamente sobrevalorado.
Y eso es algo de lo que tengo que desprenderme.
Agarré a Nora con fuerza cuando una potente llamarada surgió de la nada. Varios vampiros se convirtieron en cenizas prácticamente al instante, aunque otros, los que fueron impactados pero no de lleno, comenzaron a revolcarse de la mejor manera por el suelo, intentando extinguir las llamas de las que eran portadores. Diana apareció por mi lado izquierdo, caminando de la forma que sólo ella sabría hacer, brillando de la misma manera en que lo hacían Daniel y Sarah. Su castaña cabellera se movió, mirando momentáneamente hacia mi dirección, guiñándome un ojo y sonriéndome.
– [i]Ni los Grandes Poderes conseguirán que os libréis de mí.[/i] – había dicho ella en una ocasión.
Desde luego que sí Diana. Con cambio de cuerpo o sin él, estando más buena de lo que estaba ahora o no, tendríamos Diana para rato. Seguramente sería tanto tiempo que en el futuro, cuando todos seamos abuelitos, también repita ella esa frase.
Volví a parpadear al percibir, de forma rápida y casi instantánea, un conjuro eléctrico. Un rayo impactó en otros tres vampiros que no tuvieron ni tiempo para poder esquivarlo, quedando todos en el suelo tendidos. Mcleod apareció junto a mí, agarrándome con fuerza el hombro y sonriendo, para luego sumarse a la batalla sin vacilar ni un segundo.
– [i]Nunca estaréis solos.[/i] – dijo en algún momento de las fiestas mientras sonreía de forma tranquila y amigable. – [i]Siempre cuidaremos los unos de los otros.[/i]
Daba igual el miedo, daba igual el pasado o cuántas vidas se han perdido en el camino por algún que pudimos cometer. Porque después de todo esto hay más cosas, muchas más cosas, tengas veinte años o treinta. Él también se alejó, incorporándose a la batalla, luchando junto al resto y aumentando la luz por momentos, inundando el ambiente inhóspito de la ciudad cada vez más. La oscuridad volvió a retroceder, esta vez gracias a otra llamarada igual de rápida que los anteriores hechizos. Había cada vez más ceniza en el suelo, en el aire. Por muy exagerado que pudiera parecer todo esto, la población vampírica de esta ciudad había aumentado de forma drástica. O bueno, hasta ahora, claro.
– [b]Coge esto y aprieta en la herida.[/b] – Ed había sido el último aparecer. Sacó de una gasa del bolsillo y me la tendió para que la utilizase. – [b]Procura que no se duerma, cuando terminemos con ellos será más fácil curarla.[/b]
– [b]Gracias…[/b]- contestó ella de forma débil.
Ed sonrió, al menos un poco. Luego me puso la mano en el hombro, a modo de saludo, igual que otras veces habíamos hecho. Después, como había ocurrido con los demás, se unió a la batalla. Aunque pronto hubo algo que atacó con fuerza, con rabia, como si no quisiese perder esta batalla. Una pareja de chupasangres se adelantaron, rompiendo la línea defensiva momentáneamente y dirigiéndose hacia la posición en la que nos encontrábamos tanto Nora como yo. Se mostraban hambrientos, famélicos por saborear sangre fresca. No les importaba si otros de sus compañeros caían, sólo buscaban alimentarse, como bestias salvajes.
Y yo continuaba quieto, con ella en los brazos. Intenté moverme, aunque no pude, pero tampoco hizo falta. Una estaca voló con fuerza impactando en el corazón del primero de ellos. Otra trazó el mismo camino justo después, impactando en el siguiente. Esta vez, algo más liberado, pude girar la cabeza, pudiendo ver que Dominic también estaba aquí, ayudando e interviniendo del mismo modo que los otros. Aunque hubo algo, otra cosa que consiguió llamar mi atención
Liad estaba aquí también, brillando de la misma manera en que todos lo hacían, siendo tan distinto al que podía recordar, pero también había venido. Todos estaban allí, ninguno de ellos había faltado, ninguno de ellos había dudado para venir aquí.
– [b][i]Porque eso es la familia, porque eso es la amistad…[/i][/b] – escuché cómo decía el Liad que tenía en frente, aunque más bien, estaba repitiendo las mismas palabras que el enano de la casa había dicho no hacía mucho. – [b][i]Cuidarnos los unos a los otros, estar ahí sin necesidad de tener que llamarnos.[/i][/b] – se paró junto a mí. – [b][i]Los vínculos de sangre y espíritu no son nada. La familia se hace con el corazón.[/i][/b]
La distancia entre ambos era corta. Él alzó los brazos, indicándome que confiase en él, que le entregase a Nora. Sin saber qué hacer, busqué dejar de pensar y guiarme por lo que sentía, por lo que veía delante de mí y lo que consideraba que era cierto. Asentí con la cabeza y de alguna manera, sentí que no le estaba entregando a “su madre” precisamente. Y entonces lo comprendí.
Este gesto tenía mucha más importancia de lo que podía parecer. No le estaba entregando a una persona herida para que yo pudiera ir a luchar, estaba dándoles mi confianza, algo de mi interior que no solía compartir con el resto fácilmente. Quizás les confiaba a ellos parte de la carga que llevaba, quizás era el pasado o simplemente, como él solía decir, era la forma de “abrir la puerta”, de dejar entrar cosas nuevas e increíbles que nadie tendría que perderse. Liad sonrió, asintiendo con la cabeza para luego indicarme que mirase hacia el frente.
Allí estaban todos y cada uno de ellos, siendo tan humanos como podía serlo yo, luchando, viviendo, ayudándome… Mi capacidad de visión cada vez se veía más reducida, cada vez había más luz. Entrecerré los ojos, poniendo la mano en frente para que no me molestase tanto, aunque poco pude conseguir. Me sentía extraño rodeado por todo esto, pero no de la misma manera que había ocurrido antes sino de otra distinta…
– [b][i]No te rindas Cecil, que son pocos y cobardes.[/i][/b] – al parecer, aunque yo no me había percatado, se había acercado hacia a mí al ver que me estaba costando mantenerme en pie.
Pero después, todo desapareció. Por un momento, me sentí flotando como si estuviera en la nada. No escuchaba nada, tampoco podía moverme y los ojos estaban cerrados sin ver nada. Cuando los abrí, sentí que ya no me encontraba rodeado de esa luz, sentí que ya no estaba en el mismo lugar ni con las personas que habían aparecido para ayudarme. Delante, no muy lejos de mí, tal y como había estado antes, estaba Diana.
– [b][i]No te rindas Cecil, que son pocos y cobardes.[/i][/b] – era ella, [i]sentía[/i] que era ella, pero percibía que había algo distinto. Sus ojos eran negros, no brillaba igual que la otra que había visto y lo que más me preocuparon fueron sus ojos, negros como la mismísima noche.
No había hablado como la anterior, tampoco había realizado ninguno de sus gestos habituales. No estaba muy seguro de qué pensar, pero pude reconocer algo, porque eso también lo estaba sintiendo yo.
Y ese algo, era confusión.[/SIZE]
[spoiler]Las intervenciones de cada uno fueron manejadas por sus respectivos dueños. Espero que os guste y esté bien. Siento que sea más corto que el resto de mis post, pero no habia tanto dialogo, que conste ¬o¬ xD[/spoiler]
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