Moondale

SOLA Y BAJO TIERRA

[align=center][b]Sarah Echolls | Mina[/b]

mina

[QUOTE= Flashback]
– [b][i]Sabes que morirás, ¿verdad?[/b][/i] – Me preguntó Gillian, la mujer pelirroja que pretendía ser mi Vigilante.- [b][i]Quiero decir que si sabes que morirás antes de que te hagas vieja y ni siquiera te dará tiempo a hacerlo por culpa de una enfermedad.[/b][/i] Asentí con la cabeza, incapaz de decir nada, pero ella no me vio porque estábamos al teléfono. Unos días antes estuve a punto de morir en un bar de demonios, por lo que sabía a qué se refería.- [b][i]Sarah, escúchame[/b][/i].- Me pidió.- [b][i]Es muy importante que entiendas que si no te preparas, morirás.  Es así de simple.[/b][/i]

– [b]Y si me preparo también moriré[/b].- Solté con toda la impotencia que aquella situación me provocaba. Durante unos minutos no dijo nada, hasta que por fin concedió.

– [b][i]Sí[/b][/i].- De nuevo, otra pausa interminable.- [b][i]Pase lo que pase, morirás. Esto empieza y acaba con alguien muriendo.[/b][/i][/QUOTE]

Me desperté de golpe, sudorosa y asustada. Lo único que pude ver al abrir los ojos era la oscuridad más absoluta. Quise fantasear con la idea de quizás, esta vez sí lo había conseguido, pero estaba demasiado cansada como para sonreír, así que me limité a palpar a mi alrededor hasta que encontré un objeto rectangular. Seguí tocando hasta que descubrí que era una caja de cerillas.

Me incorporé y la abrí como pude. Saqué una cerilla y cuando encontré la parte rugosa, la encendí. La Muerte había vuelto a jugármela, porque estaba en un túnel, una galería subterránea…

– [b]O una mina[/b].- Murmuré cuando se apagó.

Volví a encender otra, sabiendo que si era una mina estaba cometiendo una estupidez de proporciones épicas, pero necesitaba ver algo más. Al menos, por una vez en mi vida, estaba demostrando esas agallas que muchos aseguraban que no tenía. No me lo decían, pero podía verlo en sus caras. Primero fueron Lila y toda su corte de gentuza. Después, lo volví a ver en Zoë, en cómo se reía de mí entre dientes, pensando que era demasiado rubia, demasiado buena y demasiado blanda para ser la Cazadora. Odiándome sin disimulo, pensando que la gente demasiado buena no tiene defectos y si no los tiene, los suyos, por mínimos que sean destacan demasiado. Convenciéndose a sí misma de que es mejor odiar odiar que amar, porque de todas formas en el Cielo ya [i]no cabe un alma[/i] y siempre ha sido muy difícil entrar él. Preguntándose por qué algo así no había caído en manos de alguien con más autocontrol, quizás con horchata en vez de sangre. Pero aún así, nunca me consideraría mejor que ella y eso era lo que nos diferenciaba, porque jamás la miraría por encima del hombro.

Lo vi en Ben el día que apareció con un batido de fresa y me invitó, pensando que yo era la Cazadora más tonta de la historia por pedirle que se uniera a mi bando. ¿Hubiera sido mejor que le rajase el cuello antes de saber sus intenciones? Me habían encerrado en una celda por ser como era, ¿qué clase de persona sería habiéndolo matado a la primera de cambio? En los libros de McLeod había excepciones incluso en los vampiros como William El Sanguinario, después conocido como Spike que se sacrificó para salvar el mundo y volvió a la vida o Angelus, al que después apodaron Angel que estuvo durante años cazando vampiros en Los Ángeles. ¿De verdad me convertía en mejor cazadora estacar y después preguntar? Pero había muchos más que creían que mi cargo me venía grande. Personas nunca sabrían cómo soy realmente y que no se molestarían en ver más allá de mi fachada de rubia adorable, excesivamente sonriente y condenadamente buena o lo que viene a ser lo mismo, una niña tonta, porque les bastaba con etiquetar a la gente.

– [b]¡Auch![/b] – Exclamé tirando la cerilla al suelo. Mis pensamientos me habían impedido darme cuenta de que la vida útil de una cerilla es muy limitada y que cuando se está acabando o esperas a que se consuma a riesgo de quemarte los dedos o la apagas y enciendes otra, exactamente igual que nos hacían a las Cazadoras.

Encendí la última, para mirar por dónde salir o perderme en la oscuridad y me guardé la cajetilla en el bolsillo. Debí haberme imaginado lo que me encontraría porque desde que me encontré con la Muerte, no me había pasado nada bueno, pero aún así no pude evitar que me doliera hasta el punto de preferir que me arrancasen el corazón a tener que verlo una vez más.

Frente a mí, había una lápida cuyo epitafio rezaba Daniel Arkkan (1988 – Hoy).
Dejé escapar un grito desgarrador que resonó en todo aquel maldito túnel y la cerilla cayó al suelo apagándose casi al instante. A ciegas fui hasta la lápida y le di una patada a la lápida y después, un puñetazo. Me hice daño, pero no me importó porque la escuché partirse y caer al suelo. Golpeé las paredes con rabia y grité hasta que la garganta me dolió. No podía vivir en un mundo en el que ya no habría nadie que me querría tal y como soy. No sería capaz de soportarlo. Entonces, sin ni siquiera ver, comencé a escarbar la tierra, esperando a que ese “hoy” fuera por el día interminable que estaba viviendo y Daniel estuviera ahí abajo, vivo y esperándome. Noté que al tocar la tierra me escocían las manos por lo que deduje que estaba herida, pero no me importó. Si me dolía es que aún estaba viva y tenía fuerzas para salvarle.

– [b][i]No vale la pena[/b][/i].- Me sobresalté al escuchar una voz conocida a mis espaldas, pero no le hice caso.- [b][i]Lo sabes.[/b][/i]

– [b]Vete[/b].- Le pedí. No era el momento para que mi padre se me apareciera para darme sermones.

– [b][i]No[/b][/i].- Repuso.- [b][i]¿Cuánto creías que podía durar la felicidad?[/b][/i]- Me preguntó, seguramente con una sonrisa maliciosa.- [b][i]Es mejor así.[/b][/i]

– [b]No lo es[/b].- Clavé las uñas en la tierra con rabia y saqué otro montón de tierra.

– [b][i]¿Por qué? ¿Pensabas que lo tuyo sería distinto? ¿Creías que duraría?[/b][/i]

– [b]Lo es, puedo sentirlo.[/b]- Si lo que Daniel y yo teníamos no era distinto a lo que todo el mundo tenía, a lo que mis padres habían tenido, es que entonces yo estaba ciega.

– [b][i]Tu madre también decía eso[/b][/i].- Se echó a reír con esa risa suya que acaba transformándose en tos y que le hacía parecer un anciano.

– [b]¿Y qué decías tú?[/b]- Me giré de golpe, esperando no ver nada, pero él estaba ahí. Estaba muy poco iluminado y a su alrededor había un aura oscura cosa que no me extrañó en absoluto.

– [b][i]Que no merece la pena[/b][/i]. – explica. – [b][i]Hay que ser realista.[/b][/i]

Me levanté y me acerqué un poco hasta él. -[b] Si para ser realista tengo que parecerme a ti, prefiero ser tonta e ilusa y no se me olvida lo de la decepción.[/b]

– [b][i]Desde luego no te pareces a mí[/b][/i].- Me miró a los ojos demostrándome cuánto me despreciaba. – [b][i]Eres la viva imagen de tu madre.[/b][/i]

– [b]Por suerte[/b].- Las palabras me salían solas desde el fondo de mi corazón. Eso que siempre había querido decirle y que nunca había sido capaz de hacer.- [b]Si me pareciera a ti, me habría pegado un tiro.[/b]

– [b][i]Si te parecieras a mí tendrías el mundo a tus pies, y no estarías tú a los pies del mundo.[/b][/i]- Para mi padre todo se basaba en el dinero, el poder y las mujeres con las que podías acostarte gracias a eso.

-[b] Nunca podrías entenderme porque te quieres más a ti mismo de lo que nunca querrás a nadie[/b].- Quería hacerle daño, pero sabía que eso no estaba bien.

– [b][i]Soy mi pareja perfecta. Así no tengo problema para decir que el amor que tengo con mi pareja es recíproco [/b][/i]. – Era tan vanidoso que tuve miedo de que empezase a besarse allí mismo.
– [b]Entonces prefiero no saber cómo te acuestas con el amor de tu vida o vomitaré aquí mismo.[/b]- Apreté los puños con ira, conteniéndome para no darle una patada.

– [b][i]Siempre fuiste muy sensible[/b][/i].

-[b] Y tú siempre fuiste un gilipollas[/b].-Nunca nos habíamos hablado así. La mayoría de las veces nos limitábamos a ignorarnos, pero ahora todo era distinto.

– [b][i]Supongo que eres un caso perdido[/b][/i]. – Se dio la vuelta para irse pero fui más rápida que él y hablé antes de que se marchase.- [b]Tuve un buen maestro.[/b]

– [b]Yo no tuve una buena hija[/b]. – Se giró y admitió con pesar para hacerme más daño.

– [b]Lo sé[/b].- [i]Y me importa una mierda[/i] quise decir, pero me encogí de hombros.

– [b][i]Al menos lo aceptas, es más de lo que esperaba viniendo de ti[/b][/i]. – Me señaló con el dedo para resaltar el ti.

-[b] Si quisiera hacerte daño, podría hacerlo[/b].- Tenía los puños apretados que noté cómo las heridas que me había hecho al romper la lápida me dolían más.

– [b][i]Demuestra que al menos tienes agallas y hazlo[/b][/i]. – Así que se trataba de eso. Mi padre también pensaba que no tenía agallas. Sonreí al pensar en lo que toda la gente que se había reído de mí diría en este momento. – [b][i]¿O es que eres una Cazadora que se esconde cuando tiene que plantar cara?[/b][/i]

– [b]¿De verdad quieres que te lo diga? [/b]– Bramé pensando en todas las personas que me habían hecho daño.- [b]¿Quieres que te diga que te odio, que te detesto, que me das asco y que tú solito representas todo lo malo que hay en las personas? ¿Quieres que te diga que desde que tengo uso de razón le pido a mi madre que me de la posibilidad de ser hija de cualquier otro porque no quiero tener genes en común contigo? ¿De verdad quieres saber cuánto te desprecio, cuánto daño me has hecho y las ganas que tengo de que un día te arrepientas de todo? Quiero que te hagas viejo y entonces, cuando estés a punto de morir te acuerdes de esas hijas que nunca tuviste, de esa vida que despreciaste y de esa mujer a la que nunca amaste. Entonces quizás entenderás una mínima parte lo que hemos pasado[/b].- Suspiré. Satisfecha de haberme desprendido del nudo que llevaba en mi pecho desde que era pequeña. Satisfecha por haberme demostrado a mí misma que sí tenía agallas y que no era la rubia tonta que todos querían que fuera- [b]Pero ¿ahora? Ni siquiera me das asco, me das pena y ya no me haces daño, ahora soy fuerte. Ya no te necesito.[/b]

– Crees que no me necesitas, pero ¿cómo habrías sacado esas fuerzas si no fuese por mí? – De nuevo, se atribuía méritos que no le correspondían y yo me eché a reír. – Crié una luchadora, por fin lo veo.

– [b]No me vengas ahora con esas[/b].- Hice una pausa, pensando en si debería decir lo que estaba a punto de decir o no, pero lo hice de todas formas.- [b]No eres mi padre. Nunca lo has sido y nunca lo serás, así que hazme un favor y desaparece.[/b]

– [b][i]Lo quieras o no eres mi hija y te toca cargar con eso tanto como a mí[/b][/i].- No dejé que eso me afectase y le respondí mirándole a los ojos.- [b]Porque lo dice un papel.[/b]

– [b][i]Y porque lo llevas en la sangre. ¿Crees que el espíritu luchador es el de tu madre?[/b][/i] – Justo cuando dijo eso, un haz de luz me cegó durante un par de segundos y vi a mi madre rodeada de un aura blanca que contrastaba con la de mi padre.

– [b]¿Mamá?[/b]

– [b][i]Sarah, no le escuches, no merece la pena[/b][/i]. – Mi miró con cariño. – [b][i]Estoy orgullosa de ti y de la gran mujer en la que te has convertido.[/b][/i]

– [b][i]¿Cómo demonios has llegado aquí?[/i][/b] – La cara de mi padre se ensombreció.

– [b][i]No puedes esconderte de mí[/i][/b]. – Respondió quien fuera que ocupase el cuerpo de mi madre y después, volvió a ser ella. –[b][i] Tienes unas hijas que no te mereces y que lo único bueno que han sacado de ti es que no interfirieses en sus vidas.[/b][/i]

De nuevo, otro haz de luz y apareció Diana también con un aura blanca a su alrededor que le daba un aspecto absolutamente irreal a la escena.

– [b]¿DIANA?[/b] – No era capaz de decir otra cosa.

– [b][i]Vengo a librarte de esto[/b][/i]. – Se refería a mi padre que ahora se encontraba entre mi madre y mi hermana. – [b][i]Tienes hollín en la mejilla[/b][/i]. – Me guiñó un ojo.

Después, los haces de luz se sucedieron. Primero apareció Daniel, después McLeod, Ed, Jan, Cecil y por último, Liad, todos con sus auras blancas me miraron con una sonrisa. Una inesperada calidez embargó mi pecho y comprendí que había mucha gente que me odiaba y que pensaban que no era lo bastante buena, pero también había quienes me querían. Entre todos sujetaron a mi padre. Busqué a Daniel con la mirada y me murmuró un “te quiero” que guardé dentro de mi corazón incluso cuando todos se esfumaron.

Esperé unos minutos a que volvieran a aparecer para llevarme con ellos, pero eso no pasó. Pensé en quedarme allí por si acaso, pero si algo había aprendido de todo esto es mis agallas eran lo único que me habían salvado de morir en la tumba, por lo que decidí caminar en la más absoluta oscuridad guiándome por mi propio instinto. Sin destino. Sin rumbo. Apretando la cajetilla de cerillas que llevaba en el bolsillo como si me fuera la vida en ello (porque quizás era así).

Porque seguía siendo demasiado rubia, demasiado buena y demasiado blanda, pero mis agallas habían crecido tanto que estaba segura de que ya no cabían en mi cuerpo.

[spoiler]Dark!Papá Echolls controlado en un principio por mí y después por Dracon. Gillian es cosa mía. Ojalá que os guste y gracias a los que comentéis. Os quiero :heart:[/spoiler]

Comentarios

Deja una respuesta