[align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=3]Diana Echolls | Universidad de Moondale, Despacho de Diana
[color=#81BEF7]MAÑANA[/SIZE][/color][/font][/b]
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El último mes había sido un infierno, me había acostumbrado a pasar el día con McLeod y después, marcharme con él a su casa, cenar juntos y pasar la noche allí. La relación había llegado a ese punto extraño en el que una gran parte de tu ropa está en su casa, tu cepillo en el cuarto de baño y la mitad de los armarios ocupados por tus cosas. Pero desde el día en el que pasó todo aquello, había vuelto a mi casa, casi no tenía ropa que ponerme y mi madre, de vez en cuando, se me quedaba mirando como a punto de decirme algo, pero después se lo pensaba mejor y se quedaba callada, mirándome en silencio, compadeciéndose de mí. Y si hubiese estado en mis cabales, le habría dicho algo, porque no me gusta la compasión, pero en ese momento, incluso lo agradecía.
No me había atrevido, ni siquiera, a recoger mis cosas y me dedicaba a utilizar la ropa de Sarah (que me quedaba reventona) o la de cuando mi madre tenía mi edad, por lo que parecía que acababa de bajarme de la máquina del tiempo directamente desde 1983. Y no quería ir, ya no sólo por el hecho de tener que mirarle directamente a la cara, si no también por verme obligada a cerrar ese capítulo de mi vida.
Después de comprarme un café para llevar en la cafetería de la Universidad, decidí subir por la escalera de incendios para evitar encontrarme con nadie, no podía imaginarme peor tortura que verme obligada a subir en el mismo ascensor que McLeod. Cuando me lo encontraba por la facultad (cosa que había pasado dos veces desde el D.F – día fatídico-), murmuraba una especie de alsjajd que en cristiano quiere decir “hola” y fingía mirar con atención el suelo, que desde que estaba Mercy brillaba hasta tal punto que el día que usaba falda tenía que asegurarme varias veces de haberme puesto bragas para evitar llevar lo que vulgarmente se conoce como “el conejo al aire”.
Ni siquiera acudía a las reuniones del grupo y eso, era lo peor de todo. Mi relación con ellos se había reducido al mínimo, incluso Ed, que siempre había sido mi amigo, parecía ahora un extraño. No quería ser como esas típicas parejas que hacen elegir a sus amigos cuando se separan y que aprovechan la menor oportunidad para poner al otro a parir.
Y no es que de pronto hubiese dejado de sentir por él lo que sentía, era como si mi cabeza y mi corazón corriesen en direcciones opuestas, mientras yo, continuaba en el medio, dejándome llevar como un pelele sin voz ni voto.
Cuando por fin terminé de dar el rodeo, rebusqué en mi bolso la llave del despacho, abrí la puerta y la empujé con la puntera de la bota porque entre el café y la carpeta, iba que no podía. Cerré la puerta (esta vez sin llave), conecté el ordenador, busqué música en Youtube y abrí la ventana de mi despacho. Hasta ahí todo era normal, salvo por el hecho de que la estaba abriendo no porque estuviese muerta de calor (en los ochenta se llevaban las capas), si no porque estaba dispuesta a fumarme un cigarrillo. Y ya sé que había dejado de hacerlo hacía unos meses, pero estaba en plena crisis amorosa y los adictos, en momentos así, suelen recaer y yo era una de ellas. En realidad, ese simple gesto, podía costarme mi puesto, pero sabía que Mercy no pasaría esa mañana por los despachos porque estaba de congreso y todos mis compañeros fumadores harían lo mismo. De hecho, cuando saqué el cenicero de la mesita y a ritmo de Abba me puse a fumar (tabaco, que conste, aunque con ese ritmo parecía cualquier otra cosa) vi a Lori, la profesora de Literatura, fumándose un puro desde la ventana de su despacho.
Una vez terminé, lo rocié todo con ambientador, me comí siete chicles y escondí todas las pruebas lo mejor que pude. Eché un vistazo al reloj y vi que todavía quedaban unos minutos para que empezasen a llegar los alumnos, por lo que me puse a escuchar ‘Never gonna give you up’ de Rick Astley mientras repasaba algunos historiales. En esas estaba yo, cantando a pleno pulmón cuando un chico atravesó la puerta de mi despacho.
En un acto reflejo, cogí el café que todavía hervía (porque los cafés para llevar los carga el Diablo) y di un trago para que no se me abriese la boca de par en par, hecho que provocó que me quemase la lengua. Para que se entienda por qué me pasó esto, diré que en una escala de 0 a McLeod, este chico era un 8,5, vamos que estaba más bueno que el pan (con Nutella). Era un poco del estilo Capitán América y con eso, creo que ya se entiende que quiero decir.
Rápidamente, mientras dos lagrimones recorrían mis mejillas debido a la quemadura, quité a Rick Astley, puse una canción al azar de Guns N’ Roses (Sweet Child O’mine) y esperé mirándole fijamente (un 50% de la mirada era curiosidad científica). Él, por su parte, se me quedó mirando como si acabase de ver a la Virgen María y yo podía ser muchas cosas, pero desde luego, gilipollas, no y estando con McLeod durante meses, no íbamos a pasar todo el tiempo jugando a las canicas (aunque las strip canincas no eran una mala opción). Aquí quiero aclarar que tampoco es que fuéramos Anastasia Steele y Christian Grey (los de ’50 sombras de Grey’ – libro que conozco porque se lo he requisado a mis alumnas…un par de veces, pero me sigue pareciendo una cochinada absurda y poco realista, porque no entiendo cómo puede haber gente que se ponga cachonda cuando le pegan-). Bueno, que me pierdo, lo que quería decir es que el chico se me quedó mirando con lágrimas en los ojos y a mí empezó a darme mal rollo, porque que alguien te mire con lágrimas en los ojos pueden significar muchas cosas y casi ninguna está relacionada con lo buena que estás (aunque con las pintas ochenteras pierdo un poco).
[b]¿Diana? ¿Eres tú de verdad?[/b] – Preguntó casi con miedo mientras se acercaba más y más.
– [b] [i] [color=#843181]¿Te conozco? ¿Habías venido antes?[/SIZE] [/i] [/b] – Le devolví la pregunta un poco extrañada.
– [b]No, no creo que me conozcas, pero yo a ti si. Vengo de otra realidad dónde éramos mejores amigos[/b] – Añadió con los ojos ligeramente humedecidos.
Por alguna extraña razón, cuando le vi frente a mi escritorio, con esas pintas que era una mezcla entre un stripper y un Testigo de Jehová, me empecé a partir de risa en su cara.
– [b]¿Diana?.-[/b] El chico, que acababa de sentarse, me miraba de hito en hito.
– [b] [i] [color=#843181]Ahora dime a qué has venido…en serio[/color] [/i] [/b].- Conseguí que la risa se parase un poco e intenté hablar con seriedad.
[b] A por una segunda oportunidad de poder hacer esta vez lo correcto.-[/b]Apuntó con determinación.
– [b] [i] [color=#843181]¿Y bien?[/color] [/i] [/b]- Saqué mi libreta y comencé a tomar notas, parecía que que esta vez, el chico había dejado de tomarme el pelo. Más valía que no me enterase que eran los del Sindicato de Estudiantes que estaban en plena guerra contra la rectora.
-[b] Esta vez sí podre salvarte.-[/b]Cuando levanté la vista, vi que eso lo estaba diciendo sospechosamente cerca.
– [b] [i] [color=#843181]No creo que haga falta que me salves, pero gracias. Eres muy amable[/color] [/i] [/b].- Bajé la vista de nuevo y empecé a hacer garabatos, porque como buena psicóloga en prácticas, ya sabía que la extinción era un buen método para eliminar conductas negativas.
-[b] Sin duda pareces estar mejor, no pareces enferma.-[/b]Levanté la vista y me di cuenta de que sólo le faltaba que se le cayese la baba.
– [b] [i] [color=#843181]La verdad es que estoy bastante buena[/color] [/i] [/b].- Había pensado chasquear los dedos frente a su cara como hacían las afroamericanas en las series, pero me contuve.
– [b] Sí, antes eras mas rellenita, tu otro tú, vamos.-[/b]Comentó con disimulo.
– [b] [i] [color=#843181]Gracias…supongo, aunque acabas de llamarme ex gorda[/color] [/i] [/b].- Me reí.- [b] [i] [color=#843181]¿Entonces qué? ¿Te has cansado ya de reírte de mí y vas a decirme qué haces aquí? Si esto es una broma del sindicato de estudiantes que sepan que pienso pintarles bigotes en todos los carteles[/color] [/i] [/b].- Con las elecciones tan cerca, podía boicotearles la campaña si se dedicaban a tocarme las narices.
-[b] Estoy aquí porque de la realidad que vengo os mató una especie de brujo y los Grandes Poderes me han enviado para ayudaros.-[/b]Puntualizó.
Antes de poder contestarle, tuve que volver a reírme a carcajadas.- [b] [i] [color=#843181]A ver si lo adivino: Tú y yo éramos mejores amigos, mi muerte fue uno de los sucesos más trágicos de tu vida…[/color] [/i] [/b]- Cuanto más absurdo era todo, más gracia me hacía.
-[b] Eh.. sí… exacto.-[/b]Parecía desconcertado.
– [b] [i] [color=#843181]Pues ponte a la cola porque hace tiempo llegó uno que contaba lo mismo que tú…pero mejor[/color] [/i] [/b].- Le sonreí con suficiencia para ver si se daba por aludido y se marchaba.
– [b] Ese que dice ser tu amigo es un impostor, yo soy el verdadero Ed.-[/b]Me cogió ambas manos y me miró directamente a los ojos. Si entraba alguien en el despacho en ese momento tendría que dar muchas explicaciones.
– [b] [i] [color=#843181]No es que lo crea, es que me lo ha demostrado[/color] [/i] [/b].- Le aclaré soltándome como pude.- [b] [i] [color=#843181]De todas formas, a mí no me importa que tú seas mi otro mejor amigo: ¡Hay Diana para todos![/color] [/i] [/b]- Alcé las manos para que viera que lo decía en serio.
-[b] No pensé que fuese tan difícil convencerte de esto…-[/b] Se levantó de la silla y agachó la cabeza. Parecía derrotado -[b] Te vi morir en aquel hospital y ahora soy incapaz de hacer que me creas.-[/b]
Me di cuenta de que le estaba haciendo daño con mi actitud y eso, por muy broma que fuera, no podía consentirlo, así que me acerqué hasta él para decirle una pequeña mentira.- [b] [i] [color=#843181]Te creo[/color] [/i] [/b].
-[b] No es cierto. No has creído nada de lo que he dicho. Supongo que si no consigo hacerte entrar en razón, habré fracasado de nuevo y volveré a esa realidad de nuevo… solo.-[/b] Me miró de nuevo, esta vez con más lágrimas alrededor de los ojos como si eso que estaba diciendo lo sintiera de verdad.
– [b] [i] [color=#843181]Lo siento, no quería hacerte sentir mal[/color] [/i] [/b].- Le puse la mano en el hombro de forma cordial.- [b] [i] [color=#843181]Aunque reconoce que he puesto mi mejor cara de mentir[/color] [/i] [/b].- Bromeé sonriendo y después, tras devolver mi mano a su posición habitual, añadí.- [b] [i] [color=#843181]Necesito que me des alguna prueba para que pueda creerte[/color] [/i] [/b].
-[b] Antes de mandarme aquí, me dieron una cosa.-[/b] Metió la mano en el bolsillo delantero del pantalón, sacó un colgante, cogió mis manos entre las suyas y lo dejó caer -[b] ¿Te dice algo?.-[/b]
Cuando abrí la palma de la mano derecha, no podía dar crédito a lo que estaba viendo- [b] [i] [color=#843181]¡Es el colgante de Ed![/color] [/i] [/b]- Exclamé con un grito algo ridículo- [b] [i] [color=#843181]¿Cómo es posible…?[/color] [/i] [/b]
-[b] Ya te lo he dicho, yo soy Ed.-[/b]Esta vez, una con una media sonrisa en la boca.
– [b] [i] [color=#843181]Creo que necesito sentarme[/color] [/i] [/b].- De pronto, empecé a sentirme mal y tuve que sentarme. Algo dentro de mí me decía que aquello no podía ser cierto, pero ¿y si lo era? ¿Y si este Ed, al igual que el otro, necesitaba nuestra ayuda? ¿Pero por qué acudía a mí si ni siquiera era capaz de ayudarme a mí misma?
Y en ese momento, me di cuenta de lo sola que había estado todo ese mes.
Por mi culpa.
[spoiler]Caguetas, que ha tenido que ser una chica la primera xDDD[/spoiler]
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