[align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=3]Interludio | Elizabeth Echolls | Casa de las Echolls
[color=#e49854]Tarde[/SIZE][/color][/font][/b]
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Mientras tanto, en casa de las Echolls, Elizabeth estaba sentada en el sofá de salón con el teléfono en la mano y la cabeza en otro lugar.- [b] [color=#735933]¿Seguro que estás bien? [/SIZE] [/b]- Le preguntó Jaime con su marcado acento escocés.
– [b] [color=#D7992C]Sí, sólo estoy cansada…[/color] [/b]- Respondió Elizabeth sin saber qué decir: ¿Cómo explicarle a alguien que en el mundo hay algo más allá de lo mundano?
– [b] [color=#735933]¿Un mal día? [/color] [/b]- Inquirió nuevamente.
– [b] [color=#D7992C]Sí…es agotador…tanto…niño y…[/color] [/b]- Lo que estaba diciendo no tenía sentido. Había luchado mucho para conseguir su trabajo y aunque acababa extenuada, jamás se quejaba, porque había nacido para ello.
– [b] [color=#735933]No sé, te veo…preocupada, con la cabeza en otra parte [/color] [/b].- Se le notaba preocupado.
– [b] [color=#D7992C]Será que tengo hambre[/color] [/b].- Comentó de pasada, pensando en la cena que estaba en el horno.- [b] [color=#D7992C]Voy a ver si ceno algo y se me pasa, ¿vale? Mañana hablamos…[/color] [/b]
– [b] [color=#735933]¿Estás segura? Si quieres hablar de algo… [/color] [/b]- Por mucho que lo intentaba, Elizabeth no tenía ganas de hablar.
– [b] [color=#D7992C]De verdad que no, hasta mañana[/color] [/b].- Se quedó callada, pensando qué decirle.- [b] [color=#D7992C]Saluda a los McLeod[/color] [/b].
– [b] [color=#735933]Bueno, eh, estaré en Skype un rato, y tendré el teléfono cerca por si acaso [/color] [/b].- Le dijo.
– [b] [color=#D7992C]…Hasta mañana…[/color] [/b] – Volvió a quedarse en silencio.
– [b] [color=#735933]Hasta mañana. Y cuídate [/color] [/b].- Elizabeth colgó el teléfono y fue hasta la cocina para apagar el horno. Una vez más, había vuelto a hacer la cena para que nadies se la comiese. Y una vez más, la casa estaba en absoluto silencio, un silencio sólo roto por los ladridos de Freya y Eówyn, que se habían sentado en el suelo de la cocina mirando fijamente al horno, intenando decirle, sin palabras, que si nadie iba a comerse ese pollo, ellas se ofrecían voluntarias.
Miró el reloj y vio que eran las siete y cuarto. Hacía varias horas que los teléfonos de sus hijas estaban desconectados, por lo que sabía que habían desaparecido una vez más. Intentó llamar a Ed, a sabiendas de que si ellas estaban desaparecidas, él también lo estaría. Esta vez, ni siquiera Daaakka y Cara estaban con ella.
Se sentó en una silla y suspiró profundamente. Era una madre con demasiados hijos. Sus alumnos y alumas, sus propias hijas, Ed, al que siempre había cuidado como si fuera suyo y ahora, todos los demás, los que vivían con ella y los que no.
En ocasiones, sentía que la responsabilidad se le venía encima, que no aguantaría un día más sufriendo y esperando, porque dicen las abuelas que “el que espera, desespera”, pero la desesperación no es una opción cuando tus hijos, todos, los que llevaste en el vientre y los que cuidas como si los hubieses llevado, están arriesgando sus vidas para salvar el mundo.
A veces, le hubiese gustado ser una madre como las demás. Una madre que sólo tiene que preocuparse lo normal, que ya es mucho, de esas que pueden finalizar una discusión con “porque lo digo yo” y que hacen comida para un regimiento.
A lo mejor la madre de Robert tenía razón y los bichos raros no debían tener hijos, pero hay quien nace para salvar el mundo y otros, para cuidar de ellos.
[spoiler]Una chorrada hasta que esté el post de Sarah[/spoiler]
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