Moondale

EL SONIDO DEL METAL CONTRA EL METAL

[align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=3]Vincent Solo | Refugio

[color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/font][/b]

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Desperté viendo el mundo mucho más grande, pero no tardó en hacerse más pequeño, tan pequeño como una prisión que oprimía mi cuerpo, un férreo guante que oprimía mi corazón, mientras mi mente vislumbraba una y otra vez el hacha bajando a toda velocidad y el sonido sordo que produjo no una, si no dos veces, una por cada uno de mis padres, seguida del sonido del metal contra el metal cuando las hachas chocaron contra sus respectivas bases.

El mundo a mi alrededor había cambiado tanto como yo mismo lo había hecho. Me resultaba difícil recordar el centro comercial, cada vez parecía más lejano, más desvanecido, y más natural para mí volver a ser un niño pequeño.

Era un hombre adulto, sentado en el suelo, apoyado en la pared y sujetándome las piernas, mientras creía firmemente que era un niño de nuevo, un niño que acababa de perderlo todo a manos de personas sin escrúpulos, un niño confuso, lleno de dolor, solo en un ataud de hierro.

El pasillo en el que me encontraba era pequeño, frío y lóbrego. Las paredes eran de frío gris metálico, y tristes tonos de marrón rojizo salpicando aquí y allá, dónde la corrosión empezaba a teñir el metal, igual que la sangre de mis padres había teñido todo antes. Se suponía que el refugio nuclear en el que me encontraba, junto a muchos otros de Darkonia, debía mantenerme a salvo, pero no podía salvarme de lo que había visto, por eso había salido al pasillo, lejos de toda la gente, para sentarme entre tuberías y cañerías sibilantes, que retumbaban y se agitaban como si la muerte caminase a través de ellas lista para salir y llevarme con sus padres.

Todo lo que veía, sentía y pensaba me llevaba a aquél momento, hasta que el adulto se convenció de que era ese niño, de que había vuelto a ese instante de mi vida sin poder recordar lo que aconteció después, pero sí sintiendo el miedo a revivirlo unido al de sentirlo por primera vez.

De adulto, siempre recordé ese rato solo como si hubiesen sido días, quizá en parte por eso el lugar en el que me encontraba lo tomó así de mi subconsciente y lo alargó, haciendo que mi corazón, sumido en el miedo y el dolor, sintiese la continua angustia de la espera. Esperaba la llegada de alguien que me salvó en su momento, alguien que me ayudó, pero era incapaz de recordarlo, y esa persona no llegaba.

Sentía las vibraciones del suelo, mi rescate y el asesinato en público de mis padres había desencadenado una refriega entre Darkonia y Aihalia. En su momento no lo sabía, pero las tropas de Darkonia estaban en una enorme desventaja táctica. Todo tipo de seres habitaban Darkonia, mágicos y no tan mágicos, algunos sabían utilizar la magia, pero no todos, y parte de la fuerza radicaba en las armas comunes, los tanques, las bombas.

Por otro lado Aihalia tenía el arma más poderosa, un cristal que constituía la fuente de magia más grande conocida. Cuando la Reina tuvo el cristal en sus manos, empezó a forjarse la nación de Aihalia y la tiranía, cambió el mundo, antes parecido a la Tierra, en un amalgama absurdo de enormes contrastes de regiones, encumbró a su familia en toda la casta regente y se dedicó a exiliar a todos cuantos no veían el mundo como ella y los suyos deseaban.

De esos exiliados empezó a formarse la Resistencia, y con ella Darkonia, el hogar de los refugiados, al que Aihalia se empeñaba en destruir.

Así que la guerra estaba así de desequilibrada, algunos practicantes de la magia, seres sobrenaturales de todo tipo y humanos armados contra un ejército de criaturas creadas por la irreal imaginación de la Reina y los suyos, como un ejército de clones rubios distribuidos en escuadrones según su control de los elementos, y vestidos acorde a ello, soldados capaces de capturar y llamar a criaturas extrañas con poderes más extraños aún que la propia Reina había creado cuando alteró el mundo y a ella misma, porque, según se decía, solía ser un Rey amargado y resentido.

En ese momento un temblor sacudió el techo, tirando pequeños trozos y cascotes del techo caer, algunas sobre mí, un niño que gritaba pensando que pronto iba a morir, en parte anhelándolo. Tras el temblor estuve solo de nuevo con el pasillo y mis recuerdos, y el pasillo empezó a cernirse sobre mí, acercándose más y más.

Justo en ese momento una luz iluminó el techo del pasillo y habría jurado que escuchaba voces lejanas, como si estuvieran tras una cascada. Traté de escuchar y entender que decían, pero fui incapaz, en su lugar escuché el sonido de unos pasos apurados caminando hacia mí, y poco después la vi. Una mujer joven, de unos veinte años, rubia y esbelta, con el pelo recogido en una coleta y salpicada aquí y allá de manchas de polvo y arañazos.

– [b] [color=#D7992C] ¿Estás bien, pequeño?[/SIZE] [/b]- preguntó acercándose al verme, como si estuviese aliviada de haberme encontrado, aunque en ese momento no fui capaz de percibirlo.

No fui capaz de contestar, volvía a ver y escuchar las hachas caer. Mis lágrimas caían igual que habían caído las de mi madre al verme entre el público. Mi padre sin embargo me dirigió una sonrisa antes de sentir como tiraban de mí para rescatarme. Pero no quería que me rescatasen, quería que les salvasen a ellos, y grité, hasta que me taparon la boca para llamar la atención. Nadie me habría oído de todas formas, el «pueblo» de Aihalia vitoreaba, como si la muerte de mis padres fuese por ellos, como si la corte hiciese cualquier cosa por ellos además de propaganda adoctrinamiento. Sentí una punzada en el pecho y el techo pareció descender hacia mí mientras respiraba cada vez de forma más agitada.

– [b] [color=#D7992C] Eh, no llores. ¿Qué te pasa?[/color] [/b]- preguntó intentando tranquilizarme, mientras se arrodillaba. El techo se cernía sobre nosotros, cada vez parecía más cerca, pero a ella no parecía importarle.

– [b] [color=#8F532C] Papá siempre decía que tenía que ser fuerte, que no me viesen llorar.[/color] [/b] – respondí al final, aunque no sabía si a ella o para mí mismo, tratando de mantenerme entero, de ser fuerte, pese a que las lágrimas no se detenían. – [b] [color=#8F532C] Que una sonrisa era la mejor espada, pero no puedo…[/color] [/b] – el aire parecía cada vez más viciado, dolía al respirar. Mi padre lo mantuvo hasta el final, o al menos eso creí siempre, pero cuando el hacha que sujetaba el asesino de mi madre cayó primero, lloró, aunque no pude verlo porque él fue el siguiente.

– [b] [color=#D7992C] No pasa nada, puedes llorar si te abrazo, así no te verá nadie, ¿vale?[/color] [/b]- dijo mientras me limpiaba una lágrima con la mano. Mi cara se perdió, escondida en su hombro, y lloré hasta sentir la tela empapada contra mis mejillas.

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No sabría decir cuanto tiempo había estado llorando, pero cuando volví a ser consciente temblaba, y mi corazón aún me decía que algo iba a ir mal, cada fibra de mi ser temblaba.

– [b] [color=#8F532C] ¿Por qué?[/SIZE] [/b] – pregunté esperando que ella lo supiese todo. Mis padres habían sido apresados hacía mucho tiempo, tanto que yo mismo había nacido en una celda. Con el tiempo, les dieron una casa en los suburbios, dónde la gente desaparecía sin cesar. Allí fui al colegio, dónde nos enseñaban la nueva geografía, el nuevo ecosistema, su historia, su lengua y su literatura, que tal y como decía un compañero de colegio que desapareció poco después, era «Mala como la pez». Cuando volvía a casa, después de recibir pedradas por el camino de los niños de Aihalia, mis padres me enseñaban la verdad. Un día mis padres me dijeron que guardase un secreto, que saldríamos de allí, pero se me escapó, se lo dije a Regi Smithson y entonces llegué a casa, y los habían cogido, los iban a «ajusticiar» públicamente.

Los busqué desesperado hasta que los vi en mitad de la plaza, y el resto ya sabéis como siguió. Vi lo que pasó mientras me rescataban y pensé que había sido culpa mía por decírselo a Regi, pero lo que no supe en ese momento es que uno de los Anwalt había estado camuflado en la Resistencia y había avisado a los suyos. Para un niño la naturaleza de sus acciones puede tener unas repercusiones enormes y la verdad no la sabría hasta tiempo más tarde, cuando me alisté.

– [b] [color=#D7992C] No lo sé, hay muchas cosas de lo que nos ha tocado vivir que no entiendo, enano[/color] [/b].- dijo sentándose a mi lado, abatida o cansada, quizá las dos.

– [b] [color=#8F532C] No deberían existir.[/color] [/b] – deseé con todas mis fuerzas, deseando que alguna fuerza cósmica borrase ese lugar de la faz del planeta. Mis padres me habrían regañado por no contenerme, pero aún era pequeño y poco capaz de controlarme y no decir siempre todo lo que pensaba, que al no poder mentir, siempre era la verdad de lo que pensaba y sentía, algo que podría meterme en problemas.

Con la creación de Darkonia había empezado la paranoia en Aihalia y la «casta real» alteró un lago para dotar a sus aguas con la propiedad de que todo el que entrase en contacto con ella, no podría mentir nunca más. Así decretaron la obligación del bautizo con ese agua, bajo pena de muerte. Yo mismo fui bautizado así al nacer en Aihalia, y por eso no podía mentir, un legado más de Aihalia en mi vida.

– [b] [color=#D7992C] Algún día dejarán de hacerlo…[/color] [/b]- respondió con resentimiento. Me sentí aliviado y menos malo al ver como ella pensaba como yo, era un niño, la perspectiva de convertirme en un malvado me aterraba. A veces ella, maldeciría por haberme dicho eso, pero en parte hizo al hombre que era hoy en día, aunque en ese momento no podía recordar el hombre en el que ya me había convertido, solo el pequeño que una vez fui.

– [b] [color=#8F532C] Vi cómo lo hacían…[/color] [/b] – me sinceré. Sentí como si un nudo se deshiciese en mi pecho, un nudo que me atragantó y me hizo echarme hacia delante, vomitando bilis en el suelo. Recuerdo que la garganta me escocía, pero esta vez parecía que las arcadas no cesaban, me costaba respirar por culpa de ellas, y el pasillo seguía cerrándose sobre mí, con el techo vibrando con las sacudidas de la refriega que se realizaba arriba y las cañerías sacudiéndose sin cesar, era la muerte esperando que me asfixiase, esperando para llevarme con ellos, llamándome desde el interior con una oscura y tenebrosa voz.

– [b] [color=#D7992C] Eh, no respires tan rápido, hay aire de sobra para los dos[/color] [/b].- le escuché decir mientras intentaba tranquilizarme, acariciándome el pelo.

– [b] [color=#8F532C] No puedo respirar…es muy pequeño…necesito aire.[/color] [/b] – el pasillo estaba a punto de ahogarme, el aire cada vez estaba más viciado y dolía al respirar, con lo que estaba pasando arriba el lugar podría desplomarse, o alguna entrada, y entrar encerrados para siempre hasta que se agotase el aire. Empecé a respirar más deprisa, tratando de coger suficiente aire.

– [b] [color=#D7992C] Claro que puedes respirar[/color] [/b].- dijo ella agarrándome la mano.- [b] [color=#D7992C] No me obligues a hacerte cosquillas o algo peor, a colgarte con la cabeza hacia abajo[/color] [/b].- respondió sonriendo. Me recordó a mis padres, manteniendo la sonrisa hasta el final, y conservé la esperanza. La ansiedad empezó a remitir, pero entonces la oscuridad llegó y la arrastró, llevándosela con ella, rasgando su piel mientras se la llevaba. Volvía a estar solo.

El techo tembló dos veces seguidas, una de ellas hizo que la luz parpadease y fue un estruendo tan grande que no fui capaz de escuchar mis propios gritos, iba a morir ahí dentro.

Pero no había algo en mi interior que me decía que no sería así, que eso no debía pasar así, que las cosas habían ocurrido de otra forma, pero ¿cómo podían haber ocurrido si estaban ocurriendo en ese instante? Era Valentine C. Solo, huérfano, y posiblemente moriría allí, mientras Aihalia acababa también con toda la Resistencia.

No podía respirar y empecé a toser. Ni siquiera tenía espacio para moverme y cada vez parecía que había menos. Las cañerías parecían estar a punto de separarse de la pared y todo a mi alrededor temblaba a punto de derrumbarse. Entonces volví a ver una luz y escuché voces. Levanté la cabeza y agudicé el oído, no coseguía escucharlo del todo, pero conseguí llegar a entender algo: – [b]Es detective. Aquí dice que se llama Vincent Chiwetel Solo…[/b]

Vincent, era Vincent, no Valentine. Mi nombre era Vincent Chiwetel Solo, y no era un niño, si no un adulto que había pasado por eso una vez y podía volver a hacerlo. Solo tenía que recordar la verdad, nadie se la había llevado, las cosas habían terminado de otra forma, habían terminado creando al hombre que era ahora.
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[QUOTE= Flashback]
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– [b] [color=#8F532C] Quiero cambiarlo.[/SIZE] [/b] – no recordaba si en ese momento hablaba sobre el pasado o sobre el futuro, pero ella eligió lo segundo sabiamente, del asado solo podemos aprender, no cambiarlo.

– [b] [color=#D7992C] Juntos lo conseguiremos[/color] [/b].- respondió abrazándome de forma maternal, pese a lo joven que era.

– [b] [color=#8F532C] ¿Cómo te llamas?[/color] [/b] – pregunté. Me había buscado, me había encontrado y había conseguido que siguiera adelante, pero no sabía su nombre.

– [b] [color=#D7992C] Elizabeth, Elizabeth Echolls. ¿Y el tuyo?[/color] [/b] – preguntó mientras me conducía de la mano.
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En ese momento respondí Valentine, pero ese era el nombre que me habían impuesto en Aihalia, no el que mis padres habían elegido para mí. Era Vincent, ahora lo sabía, y podía continuar. Aunque estuviese solo en ese lugar, no lo estaba en realidad, siempre tendría alguien en quien apoyarme, porque siempre los llevaba en mi corazón, y a ella también. Me puse en pie, como el adulto que era, y seguí adelante, abriendo las puertas del pasillo y adentrándome en lo que me deparase ese lugar.
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