[align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=3]Daakka | La Iniciativa. Almacen.
[color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/font][/b]
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[i]Traduccion de Christopher McLeod a peticion de Daakka[/i]
Escuché el eco de unas voces, a lo lejos, como si se encontrasen tras el velo de una cascada tan profunda que se podía nadar a través de ella. Me sentía pesado, las voces debían provenir de alguien en el piso de abajo, y la cascada debía ser una mezcla de mi propia ensoñación y el ladrillo y cemento que nos separaban.
Imaginé que era la señora Echolls, reprendiendo a Selardi por algo que había hecho, o algo que no había hecho, la educación humana hasta dónde la conocía era así al principio, regañar para evitar que a esas personas de las que se preocupan salgan mal paradas de una forma u otra, pero eso un humano en etapa infantil es incapaz de entenderlo aunque lo acata la mayoría de las veces por miedo al castigo, y cuando llega a su etapa adolescente se rebela contra las normas en ese instante y las pasadas. La vida humana era complicada, pero pensarían lo mismo de las costumbres de mi raza, crecemos comprendiendo cosas y aceptándolas como lo normal, por cuesta entender otras culturas.
Con esa reflexión en mente, tuve claro que ya era hora de despertarme, y fue en el momento de tomar esa decisión cuando me di cuenta de que algo no encajaba, el tacto de las sábanas, que al principio había rasgado a menudo hasta que la señora Echolls me entregó unas mantas más resistentes, no era el mismo, era un tejido líquido aunque más denso, como un gel. Entonces recordé aquél lugar y abrí los ojos, en efecto, volvía a estar en la cápsula en la que había estado retenido mucho tiempo, aunque ni siquiera sabía cuanto, porque tras despertarme tardaban poco en volver a dormirme.
Me revolví como pude, tratando de forcejear, pero ese líquido contenía algún tipo de sedante que atrofiaba mi fuerza y mis sentidos, todo salvo mi mente que despertaba rápidamente, aunque quizá demasiado rápido. Tenía miedo de lo que pretendiesen, si mi mente no se hallaba también abotargada por el sedante y me habían despertado podía ser por múltiples razones, pero una de ellas no la había contemplado antes, solo ahora, atesorando mi vida humana, podía tener miedo de que me dejasen a merced de mi memoria genética, de observar todo lo que había conocido mi raza, y volverme uno de ellos olvidando todo lo demás.
Frente a mí un par de «doctores» con bata blanca trasteaban con unos utensilios de metal en una mesa. Observé como pude el interior de mi «celda», pero no encontré nada, ninguna vulnerabilidad que explotar para salir de ese lugar, no en mis condiciones.
Me paré detenidamente a intentar pensar como había llegado a ese lugar, si hasta hacía poco estaba en casa de las Echolls, tratando de llevar una vida «normal», de ayudar a mi ‘Rakkna’ (término Rakkthathor que significa familia en un sentido amplio, no solo sanguínea si no todos a los que cualquiera de esa cultura considera muy cercanos), estando junto a Selardi pese a que mi apariencia me impedía estar aún más cerca.
No podía creer que me hubiesen entregado, eran ellos los que me habían rescatado, pero quizá era más una carga que una ayuda, si cualquiera me veía, irían directamente a por ellos porque me tenían a mi como excusa para irrumpir en su casa y quizá para llevárselos a ellos también. Nadie podía verme, el destino había decidido que de una forma u otra, debía permanecer encerrado.
Pensándolo así, tenían razones, no podía culparles por intentar preservar su vida, tenían que cuidar de los suyos y seguir una vida en la que yo no tenía cabida. Cara estaba con Vincent, y si la trataba bien, eso era lo único que importaba, nosotros no podíamos estar juntos, no con mi aspecto, nunca podríamos salir a la calle de la mano, quizá ni siquiera tener hijos. No podía privarla de todo eso, ni condenarles a ellos a cuidar de mí siempre. Quizá era mejor que estuviese allí, dónde no podía molestar a nadie, dónde no necesitaba encajar.
Dejé mi cuerpo caer inerte, disfrutando de la calma de la inactividad, mientras cada músculo de mi cuerpo vaciaba su tensión. La sensación de estar sumergido en el agua, pese a que fuese «respirable» me contrariaba y tenía que controlarme para no agobiarme demasiado. Pese a todo me relajé, y volví a estar concentrado en todo lo que me rodeaba, siendo uno con el entorno.
Aunque estaba relajado, sentía una sensación extraña, una especie de presentimiento, si es que se podía llamar así cuando se trataba de algo que había ocurrido ya o estaba ocurriendo, creo que los humanos lo llaman corazonada. El caso es que algo me decía que ellos no me habían abandonado, que nunca lo habrían hecho pese a los problemas que les diese.
Aún en sintonía con el entorno, escuché de nuevo una voz lejana, tras la cascada, pero concentrándome lo suficiente pude distinguir la voz de la señora Echolls, y de Edward. Sus voces parecieron despertar algo en mi interior, una suerte de certeza que me hizo escuchar mi corazonada y darme cuenta de que, en efecto, no me abandonarían, por muchos problemas que les diese, porque eran amigos de verdad.
Pero si todo eso era cierto, y ahora sabía que lo era, otra de las opciones es que les hubiesen incapacitado a todos, quizá también apresado aquí o quizá algo peor. Mi cuerpo volvió a tensarse al pensar en esa última opción, y una chispa de electricidad salió disparada y se propagó a través del gel, amplificando la descarga, pero por suerte no lo suficiente como para que mi piel no lo resistiese.
Los que parecieron no resistir fueron los investigadores, que al ver la chispa expandirse parecieron pensar que su espécimen se iba a electrocutar, e iniciar a toda prisa el procedimiento para sacarme, sin pararse a pensar que estaba despierto, y aún sedado, era más que capaz de incapacitarlos.
Caí al suelo teatralmente y en cuanto se acercaron a mí los levanté y los lancé contra la cápsula, cerrándola después tal y como les había visto hacer a ellos muchas veces. El gel llenó el espacio restante y los sedó. Estaba solo, de nuevo en ese lugar, pero ahora tenía que buscar a mi ‘Rakkna’, podían estar en peligro, y eso no podía permitirlo.
Cerré los ojos y traté de desterrar de mi cuerpo el miedo y la inseguridad que tenía, no por lo que me ocurriese a mí, si no por lo que pudiese haberles ocurrido a ellos, temía por todos, temía por Selardi, si le habían hecho algo…
Me dispuse a avanzar a toda velocidad, pero algo decidió que tenía que mantener los ojos cerrados durante más tiempo, y cuando los abrí volví a ver el panel de cristal desenfocado por el efecto del gel oxigenado y anestésico en mis ojos, volvía a estar encerrado, y los demás seguían ahí fuera, en peligro.
Lo único que podía hacer era mantener los ojos abiertos, el sueño era mi enemigo, y no podía permitirme perder esa batalla.
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