Moondale

LA MAYOR DERROTA QUE SE PUEDE SUFRIR

[align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=4]Drizz | Futuro del Soberano

[color=orange]Tarde[/SIZE][/color][/b][/font]

drizzfut

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Mientras Elle guiaba nuestros pasos por el interminable laberinto que constituía el Palacio reflexioné sobre lo que Doe me había contado en los últimos años, no sin poder evitar llevar la mano hacia la daga de mi cinto y aferrar la empuñadura con fuerza.

Desde el primer momento dejó claro que no sería una misión fácil y que supondría la muerte para muchos, si no todos, en eso no había mentido, y estaba dispuesto a afrontarlo con tal de ser la chispa que encendiese el cambio. No quería que me recordasen como un héroe o un mártir, solo cambiar las cosas para mejor, evitar que otros pasaran por lo que yo, y muchos otros, tuvimos que pasar.

Pero nada de eso justificaba el asesinato de inocentes, por mucho que supiese lo que iba a pasar, por mucho que las cosas debiesen hacerse de una forma determinada, no podía permitirse lo que había sucedido, debió avisarme y en cambio me engañó con medias verdades después de haberle creído y protegido. Entendía lo que quería conseguir, pero no compartía la filosofía de utilizar cualquier medio para que ocurriese.

Ahora me paraba a dudar de todo lo que me había dicho, de todo lo que me había contado de mi papel en esta «misión». Solo él sabía lo que iba a pasar y había sido un imbécil por creer que yo también lo sabía, solo conocía lo que él había querido contarme, para que actuase como él quería. Era un peón, igual que los que me acompañaban, peones en el Palacio de un Rey Loco.

Según él, mi papel era crucial, en el Palacio una parte de mí nos llevaría hacia la sala del trono, hacia el Soberano, para acabar con él definitivamente. Durante todo el camino le había creído, les había conducido por el Palacio sin saber a dónde me dirigía, siguiendo a ciegas las indicaciones que me había dado, hasta el punto en el que yo mismo les guiaría. Pero ese momento nunca había llegado, era Elle la que nos guiaba. Aunque a fin de cuentas, era yo el que se había topado con ella y la había convencido de acompañarnos y guiarnos, quizá se refería a eso, aunque nunca se sabía, cuando alguien habla en jeroglíficos entendemos lo que queremos entender.

Observé uno de los cuadros en la pared, había una división vertical creada por dos colores, blanco y negro, enfrentados. Mientras lo observaba cambio, el blanco y el negro se mezclaron y el negro pareció devorarlo todo menos una pequeña mota blanca, y entonces, el blanco lo consumió todo. Despejé la mirada y continuamos caminando.

Cuando, después de cruzar siete largos pasillos, me encontré de nuevo con el cuadro me extrañé, y empecé a sospechar. ¿Cómo había podido confiar tan rápidamente en esa muchacha si había vivido todo este tiempo con el Soberano? Era fácil imaginar que alguien lo odiase y quizás eso me había cegado.

La observé con cautela y vi como ella miraba hacia atrás, hacia mí. Me llevé la mano instintivamente hacia el cinto pero antes de tocar el pomo del cuchillo hizo algo que me sorprendió, sonrió. Sonará increíble, pero incluso en ese mundo, la chica consiguió dejarme desarmado con esa sonrisa, y literalmente, porque solté sin querer el cuchillo del cinto y se me cayó al suelo.

Lo recogí rápidamente y miré a ambos lados sintiendo la cara arder, para ver si alguien nos había escuchado, pero lo único que vi fue su sonrisa de nuevo. Y le sonreí. Sí, lo sé, estábamos en una misión que podría salvar el mundo, pero seguramente iba a morir, y la verdad es que la chica era guapa. Pero yo también me maldije en su momento.

[i]¿Qué haces Drizz?[/i] – pensé. Tenía que centrarme, lo más seguro es que muriese cambiando las cosas, llevaba mucho sabiéndolo, admitiéndolo, pero ahora empezaba a sentir cosas que me hacían albergar una ligera esperanza de sobrevivir, sobrevivir para vengarme de Doe y sobrevivir para ayudarla a salir. Pero vivía en un mundo sin esperanza y lo más seguro es que ella consiguiese salir y vivir la vida en un mundo nuevo, eso si conseguía salir. Al menos tenía que intentar cumplir esa promesa, pero no sabía quién podía salir vivo de esa. Y si Doe me lo hubiese dicho, probablemente habría sido mentira.

– [b][i][color=#2D1F1F]¿Cuántas veces hemos pasado por aquí?[/SIZE][/i][/b] – pregunté al final, para romper la conversación mental conmigo mismo, después de terminar odiando al otro, por muy apuesto, extremadamente cómico y valiente que fuese.

– [b] [i] [color=#974246]Muchas menos que yo, eso seguro[/color] [/i] [/b].- se quejó Elle con la sonrisa apagada totalmente por un instante.- [b] [i] [color=#974246]¿Alguien tiene unos pantalones de sobra? Es que me pica todo.[/color] [/i] [/b] – comentó, tratando de evitar un tema que debía afectarle más de lo que quería dejar ver.

– [b][i][color=#17173E]Bufón, préstale los tuyos.[/color][/i][/b] – nos sorprendió de pronto una voz. Miré a mi alrededor y tuve que poner una mano en una pared cercana para no caerme al suelo de la desorientación y el mareo. De pronto habíamos aparecido en una sala enorme y completamente…loca, con un trono en la otra punta. En cuanto me recuperé miré a los ojos del que había hablado y me asustó lo que vi en ellos, infinidad y locura. – [b][i][color=#17173E]Vaya, qué visita tan inesperada, esto se merece una celebración, no todos los días te traiciona tu querida princesita.[/color][/i][/b] – tras su sonrisa se escondía una profunda oscuridad, pero eso ya lo sabía antes de conocerle. Solo había confirmado lo mucho que necesita el mundo su muerte.

Levanté la ballesta, que llevaba cargada y disparé lo más rápido que pude, pero antes de darle la saeta desapareció con un gesto de su mano. Durante un instante, me miró detenidamente y deseé esconderme en algún lugar en el que esos ojos no me observasen.

Aprovechando la confusión, Edward se lanzó hacia él con las espadas por delante, pero en un parpadeo apareció sentado en una silla.

Nos había llevado a donde estaba, no nos tenía ningún miedo, porque no teníamos ninguna oportunidad contra él. ¿Habría mentido también en eso Doe? Él quería el fin de este mundo tanto como yo, de eso no tenía duda, pero, ¿cómo podíamos vencerlo?

A mi izquierda, el chico irascible, el tal Nicholas, dejó a la muchacha malherida en el suelo y volvió a transformarse en un reptil humanoide.

[IMG]http://blog.whedonverso.com.es/wp-content/uploads/2014/03/sovereign.png[/IMG][/align]

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– [b][i][color=#17173E]Qué invitados más desagradables.[/SIZE][/i][/b] – se quejó el Soberano. Cargué una saeta para tenerla preparada, pero dudaba que pudiese hacerle nada, ni siquiera lo había conseguido haciéndolo por sorpresa. Miré a Elle y la vi aterrorizada, ese hombre era un monstruo, de eso no me cabía duda. Vivir con él había debido ser una tortura y ya era hora de que se liberase de él. No podía rendirme, ni por ella, ni por los muchos otros que sufrían día a día, ni por mí mismo y la vida que podría haber tenido. – [b][i][color=#17173E]Quieta ahí, desobediente.[/color][/i][/b] – dijo apuntando a Elle, antes de murmurar unas palabras. Ella trató de moverse, pero no pudo, trató de hablar, pero no pudo. Era un monstruo, un maldito malnacido que iba a pagarlo todo.

– [b][i][color=#5BACBF]No nos has invitado precisamente. ¿Dónde estan nuestros padres? -[/color][/i][/b] le plantó cara el muchacho silencioso, mientras en su mano aparecía una bola de fuego. Tenía agallas, no podía negárselo.

La bufón se acercó hacia él dando saltitos y trató de apagar la bola de fuego con una flor que llevaba en el pecho. El chico, Ethan, aunque trató de apartarse de ella, no le hizo nada, quizá porque ya habíamos metido la pata una vez y ella podía ser otra víctima del Soberano. Su rostro estaba cubierto de maquillaje blanco, pero manchado de negro allí dónde las lágrimas habían arrastrado el rímel.

– [b][i][color=#17173E]Oh, ¿no los has visto?[/color][/i][/b] – continuó el Loco, con una sonrisa de oreja a oreja. Con un teatral gesto señaló hacia un balcón visible desde donde nos encontrábamos, donde había una fuente con la apariencia de un hombre, que vertía agua por los ojos. – [b][i][color=#17173E]Creo que tu padre se ha emocionado al verte.[/color][/i][/b] – para alguien que ha perdido a su padre, lo que parecía que estaba a punto de pasar era aterrador. Pensaba que había mantenido a los Campeones junto a él, como trofeos, o cualquier crueldad imaginable, pero lo que había hecho con ellos, siendo esclavos dentro de sus cuerpos era…horrible.

– [b][i][color=#5BACBF] ¿Qué…?-[/color][/i][/b] respondió él conmocionado. Caminó hacia la fuente, extrañado, mientras el bufón emitía un triste ‘wa wa wa’ que alguna vez se asoció a algo cómico, aunque con lágrimas en los ojos, era difícil decirlo.

– [b] [i] [color=#974246]La Consorte decía la verdad, por eso le cortaste la lengua: muy valiente[/color] [/i] [/b].- le espetó Elle. Cada segundo que pasaba me caía mejor esa muchacha.

– [b][i][color=#17173E]Y porque me dolía la cabeza, pero sí, he conservado cerca a mis amigos los Campeones todo este tiempo.[/color][/i][/b] – sentenció. La duda que ya estaba sembrada desde el instante en el que Elle nos desveló el crimen que habíamos cometido se estaba confirmando ahora para todos ellos y vi la desesperación creciendo en su interior, en el de Edward, en el de Ethan y en el de Nicholas, si Amy no sobrevivía, al menos no llegaría a enterarse de esa barbarie, no sabía qué era mejor. – [b][i][color=#17173E]No te lo tomes a pecho, tu padre ha sido una fuente estupenda.[/color][/i][/b] – El maníaco había convertido a uno de los Campeones en una estatua que nunca paraba de llorar, y ahora su hijo tenía que verlo, mientras pensaba en los años que habría pasado su padre así.

El muchacho, Ethan, se quedó durante unos minutos en silencio, observando la fuente con lágrimas en los ojos, contenidas, porque bastantes había derramado su padre en todo ese tiempo.

El Soberano observó con una sonrisa en la cara, una que habría estado encantado de borrar. Pero el muchacho le devolvió el mayor golpe que podía darle, se agachó frente a la fuente y posó una mano en el suelo, del que empezaron a salir ramas hasta que cubrieron totalmente la figura.

– [b][i][color=#17173E]Vaya, supongo que tú serás la próxima fuente.[/color][/i][/b] – replicó sin atisbo de la sonrisa que había tenido unos segundos antes. Murmuró algo que no pude entender y de pronto Ethan estaba sentado en una silla al lado de Edward. Permanecí quieto, buscando una estrategia en la sala, Doe tenía que haberme dicho cómo lograrlo, pero no había sido así, ahora tenía que averiguarlo yo mismo. Él, por su parte, dirigió la mirada hacia la chica moribunda. – [b][i][color=#17173E]Pobre bufón, pronto será un payaso trágico, primero pierde a su peludo marido y ahora a su enfermiza hija…qué lástima, condenado mundo en el que vivimos.[/color][/i][/b] – comentó al bufón, que observaba a la muchacha con una sonrisa forzada en la boca, pero sin dejar de llorar.

– [b][color=#244E2A] No te haces ni una idea.[/color][/b] – dijo una voz justo tras el Soberano. Me costó trabajo distinguirlo todo en ese momento, porque pasó demasiado rápido, incluso para mis ojos, pero la voz pertenecía a Henry, que acababa de apuñalar al Soberano.

– [b][i][color=#17173E]¿Tú también, Bruto, hijo mío?[/color][/i][/b] – dijo el monstruo cayendo de rodillas. No podía ser, no podía creerme que la pesadilla hubiese acabado, algo me decía que algo fallaba. El Soberano se llevó una mano a la puñalada y sacó el cuchillo, antes de derrumbarse en el suelo. Después de unos segundos de incredulidad, se levantó de golpe con una carcajada. – [b][i][color=#17173E]Tus padres ni siquiera están aquí, ¿buscabas un mundo mejor? Sorpresa, es éste, pero te enviaré a otro distinto si tanto lo quieres.[/color][/i][/b] – el cambio en sus ojos me sorprendió, de la diversión en sus ojos pasó a un fuego que parecía dispuesto a consumirlo todo. – [b][i][color=#17173E]Verdugo, acaba con él.[/color][/i][/b] – indicó.

En ese momento me percaté de la figura al fondo de la sala, un tipo con una capucha oscura salpicada de sangre. Lanzó a una cesta una cabeza recién cortada y avanzó hasta Henry demasiado rápido. El chico trató de evitarle pero con un balanceo de su hacha, su cabeza rodó por el suelo. Después volvió a su sitio.

Primero Alex, luego él, a Amy no le quedaba mucho y a nosotros nos había despacho en un instante. ¿Qué demonios podíamos hacer contra él.

– [b][i][color=#17173E]Bueno, por dónde íbamos.[/color][/i][/b] – dijo volviendo a sonreír ampliamente. – [b][i][color=#17173E]La verdad es que es un poco aburrido, vamos a darle más gracia.[/color][/i][/b] – para él todo parecía una diversión, jugaba con nuestras vidas, con nuestras voluntades…solo para divertirse. Toda mi vida y la de muchos más había sido una miseria por la diversión de ese…engendro. Sentí la ira crecer y la contuve, tenía que esperar el momento apropiado, no podía lanzarme así como así.

De nuevo con unas palabras que no entendí, hizo que la bufona diese paso a una mujer pelirroja que se dirigió rápidamente hacia Amy, no necesitaban aclararme que era su madre, pero eso también significaba que era la mujer del hombre al que habíamos matado. Cuando volví a mirar a Edward e Ethan para ver qué harían, vi que estaban de pie. – [b][i][color=#17173E]Armadura tu hijo te espera, coge la espada y enséñale a usarla.[/color][/i][/b] – indicó sin dejar pausa. A su lado, una armadura que parecía decorativa empezó a moverse. Su metal reflejaba dos tonos, uno blanco y uno negro, que no se apreciaban a simple vista.

– [b][i][color=#898579]¿Padre?[/color][/i][/b] – exclamó Edward al ver la Armadura dirigirse hacia él y soltar un espadazo que le habría partido en dos si le hubiese pillado. Él retrocedió cogiendo las armas mientras se echaba hacia atrás, pero no fue capaz de luchar, solo se echaba hacia atrás, defendiéndose de los envites.

A mi lado, la mujer pelirroja lloraba por su hija mientras le pasaba una mano por el pelo y le besaba la frente, desesperada. – [b][i][color=#843181]¿Qué hacéis aquí? Sois unos crios…[/color][/i][/b]- se lamentó la pelirroja. Había mucha tristeza en sus ojos.

– [b][i][color=#0B3B2E]¿Diana?[/color][/i][/b] – preguntó el chico reptil mirándola con sus amarillos ojos. Ante sus ojos volvió a la normalidad. – [b][i][color=#0B3B2E]Lo siento, el lobo…[/color][/i][/b] – trató de explicarle.

– [b][i][color=#843181]¿Quién es el asesino?[/color][/i][/b]- preguntó la pelirroja entre dientes. La tristeza estaba sumada al enfado y por un momento me pareció ver un destello negro en sus ojos, si es que el negro podía destellar alguna vez.

– [b][i][color=#0B3B2E]¿El…asesino?[/color][/i][/b] – titubeó echándose hacia atrás. Él no había llegado a enterarse de lo que había pasado, y quizá era mal momento para que lo hiciese. Edward estaba dirigiéndose hacia un camino sin salida después de tanto retroceder y teníamos muchos enemigos. El Verdugo, la Armadura y a saber que habría tras una puerta azul que estaba cerca del trono, a cuyos pies reposaba una muñeca hecha añicos. – [b][i][color=#0B3B2E]Casi la mata.[/color][/i][/b] – añadió.

– [b][i][color=#2D1F1F]La chica que le dio el golpe de gracia está muerta, el lobo la mató, después de que ella intentase salvarla.[/color][/i][/b] – expliqué lo más rápido que pude, teníamos otras cosas más urgentes. Aun así, ni yo mismo estaba seguro de lo que había pasado, si era su padre quizá no intentaba matarla, iba directo hacia ella, en todo momento, en especial cuando empezó a tener convulsiones. Teníamos que entrar en acción, así que disparé la saeta cargada que trazó una trayectoria que pasó por un lateral del Doctor e impactó en el Verdugo, clavándosele en el pecho. Él se la arrancó dejando manchas de su sangre en el suelo y con una seña del Soberano caminó hacia mí.

– [b][i][color=#843181]No tenéis ni idea…[/color][/i][/b]- replicó la pelirroja agachando la cabeza, sin apartar la mirada de su hija.

– [b][i][color=#17173E]Es una pena que tus padres estén muertos, pero a la bestia del foso le encantarás.[/color][/i][/b] – amenazó, sin dejarle tiempo, murmuró unas palabras y le mandó volando hacia la fuente, pero en lugar de chocar contra ella se precipitó hacia un oscuro y profundo foso del que salió un gruñido gutural, probablemente otro Campeón convertido en marioneta.

Cuando volví la mirada, el Verdugo estaba frente a mí y tuve el tiempo justo para detener un hachazo con la ballesta. Mientras forcejeaba, vi como el Soberano estaba enredado en una mata de hiedras.

– [b][i][color=#17173E]Parece que todos están entretenidos, menos tú.[/color][/i][/b] – dijo mirándole. Volvió a murmurar algo que no pude entender, aunque me recordaba a la naturaleza. En ese instante Ethan se quedó petrificado en su sitio y no tardé en entender la razón, empezó a convertirse en madera, le brotaron ramas y de éstas, hojas, hasta que terminó convertido en un árbol que decoró el centro de la sala. – [b][i][color=#17173E]Basta de dramas, baila marioneta, baila.[/color][/i][/b] – dijo mirando a la chica pelirroja, que se puso en pie con lágrimas en los ojos y alzó las manos para conjurar dos bolas de fuego. Al principio, iluso de mí, pensé que irían contra el Soberano, pero las dirigió hacia el árbol en el que se había convertido Ethan, que prendió desde la raíz hasta las ramas.

Después se dirigió hacia Amy, que seguía tendida en el suelo, inerte. Conjuro de nuevo dos bolas de fuego, provocando una gran sonrisa en la cara del Soberano.

Di una patada en el abdomen al Verdugo y tiré al suelo la ballesta, en la que seguía enganchada el hacha. Antes de que se soltase, saqué el cuchillo y me lancé sobre él dando varios cortes seguidos. Pese a todo, me propinó dos golpes y consiguió hacerme una presa entre sus brazos. Me habría destrozado con la fuerza que estaba ejerciendo, pero tenía mis trucos y al sentir las quemaduras en sus brazos, los abrió, el tiempo suficiente como para clavarle el cuchillo de lado a lado de la garganta. Cayó al suelo en un charco de sangre, más tarde pediría perdón por él, pero tenía que vivir para eso, y las cosas estaban complicadas.

Miré a Edward y vi que las cosas seguían estando complicadas, estaba casi contra la pared y no dejaba de esquivar los ataques, sin atacar. Al otro lado la pelirroja seguía en la misma postura de antes, y la sonrisa en los labios del Maestro se había desdibujado.

Los minutos parecían horas y el rostro del Soberano cada vez estaba más serio, hasta que la vio mover los brazos para lanzar las bolas de fuego. El Soberano la había convertido en su marioneta, iba a conseguir que matase a su propia hija.

Estaba tan concentrado que no se dio cuenta de que la «Reina» se dirigía hacia él por la espalda y le clavaba una especie de daga con una hoja extraña en la nuca.

El Soberano gritó y la lanzó hacia el balcón y más allá, hasta que empezó a caer a la tierra que hacía poco que estábamos pisando.

Pero la ‘Reina’ nos dio un último regalo, y lo supe cuando escuché un sonido metálico a mi espalda y vi como la armadura se había desmoronado y en su lugar yacía un hombre. Escuché un grito agónico y vi como la bruja pelirroja dirigía sus bolas de fuego contra ella misma, en un acto de valentía final para salvar a su hija.

La magia del Soberano se debilitaba, aunque no sabía cuanto podía durar. Vi pasar al hombre que antes había sido una armadura, corriendo hacia el trono, a cuyos pies descansaba una mujer malherida. La cogió entre sus brazos, con ternura y le señaló al otro extremo de la sala, donde Edward los observaba, sabiendo que eran sus padres.

Todo volvió a pasar demasiado rápido. El hombre la ayudó a levantarse y los dos cogieron las primeras armas que encontraron por el suelo y fueron contra el Soberano, pero él no estaba desprotegido. Murmuró unas palabras que me recordaron al hielo y lo siguiente que vi fueron estacas de hielo volar en todas direcciones, atravesando a la pareja y a Edward.

Conseguí evitar la que se dirigía hacia mí por poco, pero me impactó en el brazo que no paraba de sangrar. No podía sentirlo, y había dejado caer el cuchillo, pero tenía que hacer un último intento. Me agaché para recogerlo con la mano izquierda y me arrastré hacia él.

Mientras caminaba, vi a Elle de pie, aún inmóvil, sin poder hacer nada ni para ayudarnos ni para huir. Era la mayor tortura que alguien podía pasar, y tenía que ponerle fin.

Continué arrastrándome, el frío y el dolor me entumecían el cuerpo. Vi al Soberano frente a mí, poniéndose en pie. Traté de alcanzarle, traté de clavarle el cuchillo hasta su negro corazón, pero no llegué. En lugar de eso volvió a murmurar algo que no entendí pero que me evocó la sensación de frío que sentía, y después todo se congeló. Me dio tiempo a girar la mirada hacia Elle, también congelada, antes de que mi corazón se detuviese.

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