Diarios de Destino | Condado de Ripper
MAÑANA
TRES MESES MAS TARDE
El convoy de coches oficiales se detuvo frente al enorme y deshabitado Castillo Kvinneby, ahora propiedad de Inteligencia Nacional a instancias del Director de Inteligencia Nacional James R. Clapper, a fin de realizar una importante investigación en el Condado de Ripper.
Abel Moreau, un hombre al que la prensa apodaba ‘El Consejero Pordiosero‘, estaba esperando junto a su mujer y el pequeño Idris, que ya iba caminando solo, a que la comitiva se detuviese.
Durante la última semana habían llegado varios coches más discretos, autobuses y taxis, de los que se habían ido bajando los protegidos del Director, pero en esta última comitiva venía el resto de su gente de confianza, su círculo más cercano, además de Abel. A ese grupo lo conocían como ‘Gambit‘, porque cada uno de sus miembros representaba a una pieza en un ajedrez de tres bandos, negro, blanco y gris. Para el Director nada era blanco o negro.
Saludó a los primeros en bajarse y esperó hasta que el Director se bajó, acompañado de Aislinn, la ‘Reina Negra’ de ‘Gambit’, a la que también llamaban ‘Leprechaun‘. Era una suerte que los «expertos» del Director mantuviesen todos estos detalles de sus asociados y protegidos aislados de la prensa. Para el público común, el Director simplemente venía a Moondale rodeado de su familia y unos cuantos protegidos sin recursos a los que había dado trabajo en el Palacio Kinneby por su gran corazón, además de decenas de empleados valiosos de Inteligencia Nacional.
– [Abel]Señor, bienvenido al Condado de Ripper.[/Abel] – dijo Abel. – [Abel]Algunos ya se han instalado y las habitaciones están preparadas y marcadas.[/Abel] – añadió. La mayoría tenían habitaciones comunes que se habían repartido entre sí, pero el Director y los miembros de ‘Gambit‘ tenían sus propias habitaciones marcadas con su ficha de ajedrez, y una Z para el Director. Abel y su familia se habían instalado en un pueblo tranquilo llamado Skye, en un caserón que a su mujer le había encantado, y negado a abandonar para trasladarse al Castillo.
Él asintió y se dirigió hacia la entrada en silencio. Aislinn le dirigió una mirada maliciosa al Consejero y siguió al Director hacia el Castillo. Abel se volvió hacia su mujer y le dio un beso en la frente, estaba deseando que la cena, las reuniones y las presentaciones de ese día para irse a su casa tranquilamente con su familia, alguna de la gente que se estaba instalando allí le ponía los pelos de punta, especialmente todos los de la parte negra de ‘Gambit‘, y de todos ellos, el ‘Rey Negro‘, que ahora mismo estaba pasando por delante de él con una mirada oscura e inhumana.
Edward MacLay | Louna
MAÑANA
Edward MacLay paró el despertador que retumbaba en su casi totalmente vacío apartamento. Se incorporó en la cama y pasó el despertador a modo radio y empezó a desperezarse a ritmo de ‘Show must go on’. Dirigió una rápida mirada a los dos discos que parecían hechos de piedra y metal que tenía en la mesilla de noche, el suyo y el de Kaylee, que Sarah le había dado después de que ella…se fuera.
Había estado mirando en los recuerdos de ese disco la noche anterior, intentando recordarla, intentando entenderla mejor, hasta que se quedó dormido sin saber cuando.
Desayunó, se duchó, se puso el traje y se cepilló los dientes antes de salir hacia el trabajo. Cuando cerró la puerta de su apartamento, se puso los auriculares y encendió el mp3 para evitar tener que hablar con sus nuevos y desconocidos vecinos.
No tardó en llegar a su destino, y mientras cruzaba las puertas giratorias desconectó y guardó el mp3.
– [Ed]Buenos días, Ronnie.[/Ed] – saludó al tipo de seguridad de la entrada, de piel oscura, regordete pero de anchas espaldas.
– [b]Buenos días, señor MacLay.[/b] – dijo devolviéndole el saludo con una sonrisa. Subió al ascensor junto a un grupo de gente trajeada y las puertas se cerraron tras él mostrando el logo de su nueva empresa, ‘Wolfram & Hart’.
Mara Novak | Autobus 294 Moondale – Velze
MAÑANA
Mara abrió los ojos y echó un vistazo por la ventanilla, todavía seguían en movimiento. Miró el reloj y vio que le quedaban al menos un par de horas más de viaje. Parecía que el lugar al que iba no estaba demasiado lejos, pero con las horas que llevaba en el autobús estaba agotada, tenía el culo plano y adormecido, y apenas había conseguido dormir porque el conductor no paraba de coger baches.
La humanidad tenía sus desventajas, el cansancio era una de ellas, pero después de lo que había pasado, hasta el cansancio le parecía maravilloso. Dos horas más, solo dos y estaría de nuevo en Velze, con su familia, si conseguía saber cómo acercarse a ellos, cómo explicarles que había pasado tantos años sin verles.
Miró el móvil y comprobó que tenía un poco de cobertura de datos, la justa para enviarle un mensaje a Sarah y preguntarle cómo iba todo. Se sentía mal dejándoles así, con lo que habían pasado por lo de Kaylee y con Diana embarazada, había retrasado el viaje lo máximo posible, especialmente después de que Ed se fuese, pero al final ellas le dieron un empujón. Estaba nerviosa. Pero eso también la hacía humana.
Bill Parker | Departamento de Policia, Louna
MAÑANA
Bill Parker estaba tomando una taza de café mientras revisaba uno de los casos que tenía abiertos, una desaparición de un don nadie visto por última vez en el Casino ‘Seven Lucky Gods‘ de Louna, aunque ese caso tenía varias cosas que no encajaban para el resto del mundo, pero sí para él. Por eso le enviaban a él los casos más…»extraños», para que se encargase junto a su equipo.
Dio un último sorbo al café justo cuando el resto del equipo aparecía por la puerta. Vincent Solo saludó sonriente, como siempre mientras se sentaba en su escritorio, y la despampanante Karen cruzó entre las mesas atrayendo todas las miradas con su corta minifalda.
Llegó a su lado y se sentó en la mesa que le correspondía como «consultora» del departamento, en especial de esa sección a la que algunos de sus compañeros llamaban «la de los casos de frikis».
Dominic Williams | Su apartamento, Moondale
MAÑANA
Dominic Williams se desperezó en la cama con los primeros rayos de sol de la mañana filtrándose por la ventana. Se giró para abrazar a Rebecca, pero se encontró con un hueco vacío en la cama. Abrió los ojos y vio que el lado de la cama de Rebecca estaba hecho, así que se imaginó que ya debía haberse ido a la biblioteca desde muy temprano, esa chica se tomaba su trabajo muy en serio, y como siempre le recordaba a Dom, tenía que trabajar y estudiar, porque aunque Dom ya estuviese graduado y ocioso, a ella todavía le quedaba un año.
Se incorporó en la cama y miró las pilas de cajas de cartón. Pensaba que tendrían pocas cosas que mover al piso nuevo, ya que los dos estaban antes en la Residencia Fenris y las habitaciones no eran tan grandes como para acumular mucho, pero con Rebecca se equivocaba. Al menos dos de las cajas estaban llenas de libros, tendría que hacerle una estantería o ir a comprar una.
Después de desayunar se quedó sentado en la mesa de la cocina, pensativo. Se preguntaba como estaría su primo Hiroshi, que se había ido en una especie de búsqueda para encontrarse a sí mismo y decidió enviarle un mensaje al que no le contestaría hasta que tuviese cobertura, lo que podían ser días.
Tampoco era del todo cierto que estuviese ocioso. Se estaba encargando de la mudanza al apartamento que ahora compartían, porque Dom ya no podía seguir en la Residencia al haber terminado la carrera, y no era plan de apuntarse a otra. Además, todavía seguía trabajando en su «elección», un añadido a su telekinesis que le permitía recubrir su cuerpo de un campo de fuerza y por fin, tocarla, aunque requería bastante concentración y aveces tenía miedo de que se le fuese en un momento de pasión. Y por último estaba la Nave, el negocio de investigación privada que no tardaría en estar en marcha, pero que para estarlo necesitaba que terminasen las obras. Cuando lo hicieran, Dom ya sabía que tenía un puesto asegurado porque Sarah y Daniel le habían invitado a formar parte, y con Cara a las finanzas, no les iba a faltar dinero, la chica había resultado una genio de las matemáticas.
Sarah Echolls | Casa de las Echolls, Moondale
MAÑANA
Sarah abrió los ojos al escuchar el silbido del sinsajo saliendo de su móvil. Abrió la mesita, donde lo tenía convenientemente guardado para que no le diese la radiación, y lo miró, era un mensaje de Mara preguntando cómo iba todo. Le respondió que no se preocupase y disfrutase del reencuentro con sus padres y se echó en la cama mirando hacia el techo.
Daniel no estaba en la cama, seguramente habría salido a hacer su tai chi matutino, que últimamente parecía ser más temprano, cómo si no consiguiese dormir apropiadamente, o quizá era que la propia Sarah dormía más de la cuenta. La verdad es que no tenía ganas de salir de la cama.
Últimamente su vida se reducía a patrullar y dormir, intentando mantener la cabeza ocupada, algo que resultaba bastante difícil una vez que se había graduado y había empezado a tener más tiempo libre. Lo que hubiera deseado en otro momento, ahora aparecía en el momento más inoportuno. Esa casa se le venía encima, cada esquina, cada habitación, era un recuerdo de su hermana, un recuerdo de cómo había fallado a su hermana.
Quizá por eso iba de cacería más a menudo, porque cada sobrenatural con el que acababa, un riesgo menos para los demás, aunque ya era tarde. Había perdido a Kaylee, después a Ed, que se marchó a Louna a trabajar con su padre. Por si fuera poco, su madre, Elizabeth, se había ido a Escocia con Jaime Darcy, a instancia de Diana y de ella, pero aun así, la echaba de menos, y la necesitaba. Más o menos lo mismo había pasado con Mara, pero tenía que aprovechar la vida ahora que era humana. De los Campeones poco quedaba también, Hiroshi se había ido, Bill y Vincent estaban en Louna y Logan se había marchado la misma noche que murió Kaylee, antes de hacernos un último regalo despertando a Fenris del coma. Y los que quedábamos…bueno, no éramos los mismos de siempre.
Sasha Elliot | Apartamento, Barrio Residencial Sur, Moondale
MAÑANA
El despertador se activó con un sonido estridente que no tardó en ser apagado bajo el férreo puño de Sasha, que acababa de machacar su segundo despertador, y la semana no había hecho más que empezar.
Se levantó completamente descansada, pero aun así, a Sasha no le gustaban los despertadores ni nada que le dijese qué tenía que hacer o cuando tenía que hacerlo.
Se preparó el desayuno y se fijó en que el arañazo que le había hecho un vampiro la noche anterior en la muñeca había desaparecido, y sonrió, le encantaba su naturaleza de Cazadora. La noche anterior había sido demasiado tranquila, había encontrado un nido de vampiros ochenteros puestos hasta arriba de todo lo que habían encontrado, incluso un drogadicto al que se habían bebido después de chutarle unas cuantas dosis. No tardó en acabar con ellos y ahí terminó esa aburrida noche matando vampiros, estaban tan drogados que ni siquiera había tenido que usar su estaca doble, le había bastado con una estaca común y corriente.
Se suponía que en ese sitio había una actividad sobrenatural enorme, y esperaba un reto, pero parecía que las cosas estaban más normal de lo que solían estarlo, y casualmente, desde el día en el que ella había llegado. Tenía que haber ido cuando el cielo se cubrió de nubes negras por segunda vez, pero no, había esperado a la luna rojiza y enorme y había llegado tarde. Ahora tenía que conformarse con migajas hasta que apareciese algo mejor.
Así que no tenía nada que hacer, pero no le importaba, de todas formas, alguna vez tendría que ponerse a buscar a la otra Cazadora, le intrigaba saber cómo era.
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