Rebecca Lee | Su apartamento, Barrio Residencial del Oeste
TARDE – NOCHE
Cuando me di cuenta, me había pasado dos paradas de la que, en teoría, era en la que tenía que bajarme. Como estaba tan cansada, me había quedado dormida, así que pulsé el botón de «parada solicitada» y me bajé del autobús. Se notaba que ya había llegado septiembre porque había refrescado y la camisa que me había prestado Diana resultaba poca cosa con el aire que corría por las calles medio desiertas de Moondale. La gente de aquí era así, en cuanto hacía un poco de frío, se metían en sus casas y no salían hasta que volvía el buen tiempo, aunque también podía ser por el exceso de actividad sobrenatural.
Me fijé en que todavía quedaba más de media hora para que pasase el otro autobús, así que caminé en dirección al apartamento que ahora compartía con Dom y que generaba más gastos que ingresos, a pesar de que tanto Arthur como mi tío Jaime intentaban ayudarnos en la medida de lo posible, pero no era suficiente.
La culpa no era de Dom por no haber encontrado trabajo, ni tampoco mía por seguir estudiando. La situación económica en el Condado de Ripper era similar a la de todas partes. La crisis económica había destruido muchos puestos de trabajo y, si querías trabajar, tenías que marcharte, en el mejor de los casos a Louna o a Dirdam. Ni siquiera las becas llegaban a tiempo y, por lo que Christopher me había dicho, ése año ni siquiera me pagarían la matrícula, porque sólo le darían el dinero a los estudiantes de sobresaliente y yo ya no entraba en el baremo.
Las farolas ya estaban encendidas y, como el Barrio del Oeste era el que tenía los edificios más recientes, todavía pasaba poca gente por sus calles, así que apuré el paso, porque no era recomendable que caminase sola por allí si no quería que mi padre volviese a encontrar un motivo para torturarnos. Cuando llegué al bloque, saqué las llaves y abrí, deseando llegar a casa para ducharme, cenar y ponerme con la presentación que tenía que hacer para el día siguiente, pero cuando entré en el loft de paredes de ladrillo visto que compartía con Dominic, me lo encontré poniendo la mesa.
Observé la escena y nada parecía encajar en un día entre semana. Llevaba puestos una camisa azul claro y unos vaqueros.- [Rebecca]Hola[/Rebecca].- Saludé extrañada, colocando el bolso en la percha de la entrada.- [Rebecca]¿Y eso?[/Rebecca]- Le pregunté al fijarme en que también se había engominado el pelo. Noté cómo me flojeaban un poco las piernas. Todavía no me había acostumbrado a que mi novio estuviese…tan bueno. Vale, ya lo he dicho.
– [Dom] Hola[/Dom].- Se acercó hasta mí sonriendo y me rodeó con los brazos. Me acarició el pelo y me sujetó por la barbilla para besarme fugazmente. Todavía estábamos practicando en la focalización de su poder, que no era tan sencilla como podría parecer. – [Dom] Vamos a tener invitados esta noche. Vienen Daniel y Sarah a cenar[/Dom].- Me susurró al oído. Habría esperado cualquier cosa de un susurro, pero no eso.
– [Rebecca]¿Qué?[/Rebecca]- Pregunté sin entender muy bien. Estábamos empezando la semana y tenía que ducharme, cenar y preparar una exposición, no pasar el rato con Sarah y Daniel, que por muy bien que me cayesen, no me iban a pagar la matrícula.
– [Dom] Me encontré con Daniel mientras estaba de compras y charlando surgió el tema de Sarah. Le vendría bien una amiga con la que hablar un rato[/Dom].- Explicó volviendo a la mesa para colocar los cubiertos.
No sabía qué decir. Quería explicarle que necesitaba descansar y que tenía que preparar un tema de semántica del que no tenía ni idea. Pero eran sus amigos y los míos. Nos necesitaban y tenía que procurar ser cordial.- [Rebecca]Ah, bueno…bien[/Rebecca].-Me quedé en silencio observando la camisa blanca de Diana que estaba deseando cambiarme.
– [Dom]¿Y esa camisa?[/Dom]- Me preguntó al percatarse.
– [Rebecca]Es de Diana[/Rebecca].- Me encogí de hombros apartando la vista de sus ojos verdes. No quería explicarle por qué había preferido pasar por un apuro de pedir prestada una camisa en lugar de ir a mi propio apartamento a cambiarme.- [Rebecca]Voy a ducharme y te ayudo…con lo que sea[/Rebecca].- Puntualicé un tanto incómoda.
– [Dom] Tranquila, puedo con todo. Relájate un poco hasta que lleguen Daniel y Sarah[/Dom].- Le restó importancia vertiendo frutos secos en los boles que había sobre la barra americana. Me quedé parada sin saber qué hacer. Se suponía que tenía que relajarme, pero tenía tanto que hacer que no era capaz. Simplemente estaba parada en la entrada del apartamento.- [Dom]¿Que tal tú día?[/Dom]
– [Rebecca]Normal[/Rebecca].- Suspiré taconeando con el zapato. Como si el parqué tuviera la culpa de que mi vida se estuviese descontrolando.- [Rebecca]¿Y el tuyo?[/Rebecca]- Me senté en el sofá intentando parecer calmada, pero la pierna se iba sola.
Al ver que me sentaba, fue hasta donde estaba y se puso en cuclillas frente a mí.- [Dom] Dañino[/Dom].- Me enseñó las manos y vi que tenía unas cuantas heridas cubiertas por tiritas, pero aún así sonreía señalando la estantería que había colocado cerca de la puerta en la que estaban algunos de mis libros favoritos. Agaché la cabeza como si fuésemos unos desconocidos. – [Dom] Pareces nerviosa[/Dom].- Comentó pasándome la mano por la pierna que no dejaba de temblar.
– [Rebecca]En absoluto, voy a ducharme y te ayudo, que tienes muchas cosas por hacer y Daniel y Sarah estarán a punto de llegar[/Rebecca].- Me puse en pie con rapidez y él se echó hacia atrás, evitando que nos cayésemos sobre la mesa de café que estaba frente al sofá.
Dom se quedó de pie en mitad del salón sin saber por qué estaba actuando así.- [Dom] No creas, la cena está en camino, literalmente…[/Dom]- Empezó a decir, pero ya casi no podía escucharle, porque había abierto el grifo del agua caliente, mientras iba a la habitación a por la ropa que me pondría esa misma noche, que eran una camisa blanca y una falda roja de vuelo.
Una vez los tuve, cerré la puerta con llave y me dejé caer al suelo apoyada contra ella.
Estaba agotada y la noche no había hecho nada más que empezar.
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